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sábado, 11 de febrero de 2012

6003.- JUAN CARLOS VÍLCHEZ


Juan Carlos Vílchez
Originario de Estelí, Nicaragüa, a los 15 años de edad inició la publicación de su poesía en La Prensa Literaria, usando seudónimos.
Realiza estudios de medicina en Barcelona y al terminar su carrera hace los estudios de su especialidad en Hamburgo, Alemania.

PUBLICACIONES:
1992: publica su primer poemario “Viaje y Círculo”.
1996: “Bestias de Papel”
1998: gana la convocatoria del (CNE) Centro Nicaragüense de Escritores-NORAD-, ANE, quienes le publican “Versiones del Fénix”, poesía.
2002 :”Zona de Perturbaciones”
En junio del 2005: bajo el sello editorial “Zorrillo” publica el libro de poesía “En un lugar llamado dónde”
2009: publica el libro de relatos “Confesiones y Relatos”.

ANTOLOGÍAS EN LAS QUE APARECE SU POESÍA:
Poesía Joven de Nicaragua, 1994,
Hija del Día 1994,
Poesía de Fin de Siglo Nicaragua-Costa Rica, 2000,
Siempre nos quedara la poesía, 2004,
Pan del Corazón, Antología bilingüe alemán-español, 2005,
Nicaragua en las redes de la Poesía, 2007
Antología Nicaragüense, Revista Trilce, Chile, 2007.

TRES OPINIONES

Poesía desparramada, suelta, devorante y devoradora. Definitivamente que Vílchez es un poeta de las edades originarias, de las aguas primordiales que se mueven en la formación y evolución de los astros y planetas: aguas que se convierten en océanos y ríos, en vientres fecundos, en magmas de erupciones escandalosas, líquidos seminales y oquedades aullantes.

Bolsa de Noticias, lunes 13 de Enero de 2003.

Álvaro Urtecho


Desde la publicación de Viaje y círculo, en 1992, Juan Carlos Vílchez se ha propuesto desentonar con la tradición poética predominante en el país.

A despecho de la larga tradición testimonial, estimulada por las luchas políticas que intervenciones extranjeras, dictaduras, revoluciones, contrarrevoluciones y pactos han desatado en nuestra historia reciente, su poesía se ha mantenido al margen de la coyuntura político-social.

Tampoco lo han tentado el erotismo fácil, la pose epigramática o la descripción del paisaje nacional.

El mundo de su poesía es más elusivo, como el de Alfonso Cortés o el Ernesto Mejía Sánchez de Ensalmos y conjuros, esos dos inmensos raros de nuestra literatura.

Roberto Aguilar Leal


Todos tus libros revelan un conocimiento profundo del canon literario nicaragüense de los últimos 75 años.

En especial, de aquel que con la ingenuidad del bombero llaman «exteriorismo». Según mi parecer, ese conocimiento te ha permitido eludir esa forma del quehacer poético sin renunciar a él, o mejor dicho, aprovechando sus mejores modos o entendiéndolo en su verdadero sentido.

La soltura de tu verso libre aunque ocasional y aparente tome la forma del pareado español; tu plasticidad muy al estilo de Seraut, pero muy lejos del exteriorismo impresionista; tu constante tono irónico sin hacer de la poesía un simple chiste que la trasmute en lata ironía; una capacidad de reflexión sobre el sentido profundo de los seres y las cosas que la poesía nicaragüense busca sin encontrarlo en forma definitiva; incluso, tu franca irreverencia y cierto sentir del poema frente al complejo social y el enredo amatorio, provienen de la actitud sensorial del poeta frente al mundo.

El dominio de estos matices y otros propios a la poesía hispanoamericana, norteamericana y aun a la española (Agustín Goytisolo, Biedma, Gimferer, Rosales, Quiñónez, cierto Félix Grande, cierto Claudio Rodríguez) recorre toda tu obra, y te fija oscilante en el vértigo sensorio que agita gran parte de la poesía en Nicaragua tanto como en Hispanoamérica.

Edwin Illescas Salinas










Siempre Icaro


Sólo Icaro me llaman.
Desde el centro
inevitablemente la cúpula del cielo
me succiona
y una mancha estelar
incrustada en las líneas de mi mano
me persigue.
Así sobre un filo del espacio
camino equilibrando la sed de movimientos
que me acosa.
¡Pero esta vez iré más lejos!
La primera caída siempre fue inmortal
los golpes que terminan por hundir
a la eternidad
harán un traje nuevo a mi destino.
Y héme aquí
horadando la raíz de mis alas
escrutando adolorido el ojo de la bóveda
traduciendo la escritura de mis brazos
para ensayar una y otra vez
una y otra vez
mi próximo vuelo.


De “Bestias de Papel” 1996














El estigma


No conocía el estigma
o más bien
no tenía la precisión
para apartar las hilachas
y desgarraduras que lo ocultaban
llevándolo como un adorno ciego
un resplandor detrás de la mirada.
La carne fue más inteligente
e hizo caso omiso de mí mismo
pasó de largo
y me otorgó unos minutos
para organizar una casa
una heredad
esas tareas habituales que lo delatan
y hacen que pierda su poder
de iluminar con anticipación
las cerradas fosas del olvido.


De “Versiones del Fénix” 1998
















Acertijo


Aquí no hay preguntas (No le haces preguntas).
Estás solo contra la esfinge
cuya presencia no es más enigma
que tú mismo.
Siempre le golpeas y desgarras sus entrañas
pero el espejo te devuelve
a una flor que sangra dentro de ti.
La tomas con tus manos
y así sangrando la colocas
entre las suyas
para recorrer el tiempo
que les fue entregado.
Al final
en un límite cualquiera (No hay exactitud en esta trama)
rehacen la escena en el camino.
Ella para deglutir tus cenizas vorazmente
y tú ya olvidado
para nacer como una larva
de su descomposición.


De “Zona de Perturbaciones” 2002
















De las formas


Había alguien con vida.
No un género
o especie en particular
pero ciertamente
algo se expelía:
una señal
un lenguaje
o quizás
una impugnación.
Desde aquellas linfas en torbellino
percibí entonces un color
tal vez una tristeza
como una aquiescencia
aún no desplegada
para abrir cualquier herida
y por ella verter no sólo aliento
sino también todo latido.
Después supe que estos seres
regresan siempre a la corriente
unos por la vía del recuerdo
y otros bajo el imperio del olvido
aunque nunca entendí con qué
o con quienes compartía
y si las formas no son más
que el lugar de cada instante
en el torrente
un trasegar de indicios
el signo del caudal
y el movimiento.












Tomates


El tomate es un mundo rojo
un círculo en el mapa
de una ciudad perdida
tiene el temblor de un témpano
que navega hacia un puerto sin edad
dónde todos los caminos se cruzan.
Indescifrado
su interior guarda ese combustible
que inflama —detrás de las cortinas—
los vientres de la eternidad
y se aferra a los precipicios
que salen de paseo por las noches
en nuestra compañía
esperando la consumación.
¿Y nosotros?
Convencidos de su redondez
y permanencia.












Vicisitudes de un paisaje


Yo no busco.
Apartado ni siquiera
me despliego.
Tampoco huyo.
Un paisaje –como un perro–
mueve la cola
hasta olfatearme
huellas persigue
acoplamientos de carne
y tiempo
escenarios para instalarse
como una coreografía.
No es fácil para un paisaje
encontrar su propia memoria
un huésped dónde incrustarse
límites para reposar
sangre con la cuál fundirse.












Suspiros de arena


¡Ah!... mi boca
mi lengua
mi garganta.
¡Ah!... mi voz
que inscribe su soplo
en las paredes del aire.
¡Ah!..el universo
que desaparece
en cada instante
para resurgir otro
en mi atónita palabra.
¡Ah!.. sus ecos
y suspiros
creando esta ficción
de bastidores
y tribunas
dónde la arena
–al inicio de la trama –
se muestra como aliento
durante la función
a sí misma se duplica
y con los aplausos
finalmente se desangra.














Primeras huellas del olvido


Están muertos
aunque sus cualidades
ciertos gestos
y su legado
permanecen un poco más
entre nosotros.
Los evocamos
porque con ellos algo compartimos
pero nunca podríamos transmitir
a quienes no les conocieron
la definición de su ser
aquel modo de hacer presencia
ni la hondura de su influjo
en el entorno.
Tampoco se quedan tanto tiempo
en las proximidades
pues allí su tarea es ardua
y consiste en excavar incertidumbres
esculpir en el espacio
los resquebrajamientos de la materia
a manera de fisuras en el recuerdo
de aquellos que advirtieron
su partida.
Naturalmente luego se cansan
y terminan por emigrar
todavía más allá
dejándonos
algunas huellas como vestigios
imágenes y palabras
ya sin conexión
imprecisas
expulsadas para siempre
fuera de aquellas vidas
y su instante.














La Danza Negra (1)


Allí en el lecho de las aguas
en los fondos del subsuelo
entre ácidos
y moléculas estremecidas
por las pulsiones del magma
la melodía nace.
Asciende luego a la superficie
y su savia inunda
las plantaciones del día
con sus santuarios de arcilla
y sus huertos tan azules
hasta impregnar la sangre
de los pájaros
y de los otros seres
que ya no pueden saberse
sino gorjeos
y germinaciones
de esa vegetación
y esa geología.
Es dulce a los oídos esta música
y nos abre las puertas de un origen
donde los sonidos
han suplantado a la tierra
como hervidero de la vida.
Pero asimismo también
amargas son sus notas
y su ritmo nos revela entonces
acaso un sollozo sin aliento
talvez una queja en la oscuridad
o más bien la danza
en la cual festejan
y aún revolotean
los obcecados graznidos
de la muerte.


(Nombre de una pieza musical nicaragüense,
de origen pre-colonial, interpretada con marimbas)
















Casi desnudos


Querido maestro:
Hoy me he propuesto llegar
hasta ese lugar no definido
de la memoria del mundo
donde seguramente aconteces
y resides
para darte un abrazo
y al mismo tiempo
acogerme a tu cortesía
haciéndote una pregunta .
Esas criaturas tuyas del poema
o –más precisamente– los hijos
de la mar
con quienes tu te comparas
y muestras casi desnudos
han atormentado mis noches
convirtiendo a mi imaginación
en un oleaje de confusiones
y zozobras.
¿Es que acaso has visto alguna vez
a una merluza en bragas
a un pulpo con sombrero
o a un cangrejo en calzoncillos?
La lista puede abarcar sostenes
calcetines y corbatas para medusas
tortugas y otras tantas especies
de los vastísimos océanos.
Al final de la partida –tu ya lo sabes–
todos vamos en cueros
especialmente aquellos nacidos
dentro de las aguas
que no pueden
ni deben cubrirse nunca
pues es su opción de vida
por consiguiente
no tenias la prerrogativa
de vestirlos











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