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miércoles, 21 de diciembre de 2011

5663.- JOSÉ ROBERTO CEA

José Roberto Cea (Izalco, Sonsonate, 10 de abril de 1939) es un poeta y novelista salvadoreño.


Obras
Letras I, II y III (Para estudios de Bachillerato).
Antología General de la poesía en El Salvador, (antología poética), 1971.
Mester de Picardía (poesía erótica), 1977.
Los Herederos de Farabundo (poesía); Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, Nicaragua, 1981.
Ninel se fue a la Guerra (novela); Premio Froylán Turcios de Novela, Honduras, 1984.
Los Pies Sobre la Tierra de Preseas..., (poesía) Premio Único de Poesía Certamen Latinoamericano de EDUCA, Costa Rica, 1984.
Dime con Quien Andas y... (novela).
En este Paisíto nos toco y no me corro (novela); Premio Guatemalteco de Novela, 1989.
De la Pintura en El Salvador (Ensayo- Histórico-Crítico) 1986.
De la Guanaxia Irredenta (Cuentos); Premio General Omar Torrijos Herrera en Cuento, del Certamen del Instituto Nacional de Cultura, 1987.
Pocas i Buenas (Antología Poética).
La Guerra Nacional (narrativa).
El Cantar de los Cantares y Otros Boleros, (poesía), 1993
Teatro en y de una Comarca Centroamericana; (Ensayo- Histórico-Crítico) 1993.
Sihuapil Tatquetsali, (novela), 1997.
La Generación Comprometida, (narrativa), 2002.
El Cantantar de los Cantares y otros boleros, (poesía), 2003.








MI SOLEDAD


Hoy he visto caer de mis ojos la sombra.
como un viaje cansado;
y dejó mi soledad
cómo ciudad deshabitada de estrellas
y perros que nos ladran;
sin la novia prendida en el recuerdo,
sin el beso primero que nos llenó de asombro,
sin amables señoras que nos dicen:
"---Cómo está, joven, buenos días.---"
Sin éste mundo amargo y cotidiano
que nos duele en el pecho,
como la muerte del pastor de caracoles
que murió sobre la arena
y apareció su viaje desnudo ante el crepúsculo...
¡Dejó pues la sombra, mi soledad vacía...!


Mi soledad vacía.
Tremendamente sola.
sin un grito siquiera.
¡Sin mis huesos!
Sola.
Sin perfume.
¡Como un lirio quebrado en pleno invierno!
Pura.
Como un ángel despierto
sigue mi soledad.










ÓPTICA


El poste que distingo
en el extremo norte de la calle,
donde mi habitación enciende su ternura,
parece un lirio aéreo, vertical y desnudo,
que perdió sus ojos y su lengua.


Un automóvil pasó desesperado
quebrando con su ruido de mariposa negra
mi momento más puro.


...Todo es así, en el instante exacto
de retener lo amado
o escribirlo en el fondo más rojo
de la sangre más honda.






CAMINAR


Caminar en las rosas
es tener un amor especial y rotundo
por las blancas palomas;
es olvidar por un momento
la caída celeste de la lluvia,
es apagar el agua, purificar el cuerpo,
nacer para la aurora
¡Y retener el sol...!


(Llevar canciones en las manos
como lámparas de azules encendidos
más allá de la luz y los cocuyos
¡Es elevar un grito de protesta!)


Caminar sin caídas
sobre el vino más dulce de las voces
ante el vidrio sin fondo del crepúsculo,
frente a la incertidumbre de los viajes
¡Es levantar la frente!


Caminar siempre ha sido
mi querencia más vieja y desmedida
¡Y aquí estoy...!










Primera parcela


Las pocas personas que hablan de mi país
Lo confunden con una provincia de Brasil
O con la tierra primera que pisó Cristóbal Colón
Cuando descubrió el Nuevo Mundo.


Qué importa esa confusión geográfica
Si nuestra propia vida es confusa.
“Eres confusa como un poema de Blake”
Le dije un día
Y ella no se dio por enterada.


Pero mi país es un potrero y en eso no hay confusión:
Los caballos se ven en los automóviles, en las calles,
En los barrios pobres y en las colonias de la burguesía
Y en los almacenes y en las oficinas públicas y privadas,
En todo se ven los caballos y las vacas y las mulas, sobre todo
Las mulas y los bueyes y los toros y hasta los garañones en celo…
No nos dejan mirar ni la mañana.
No se ven ni la luna ni los niños ni el aire…










Conjuro entre hierbas sin nombre


Está bien por la Juana,
La Juana Torres;
La que hacía crecer la ruda y el misterio.
La enemiga de Dios y del Infierno.


Ella tuvo la flor de los amantes.
El castillo en el aire.
Y le importaba un rábano la muerte, su ropaje de angustia.


Esta es mi Juana Torres, de punta a punta;
Con su sartén de barro nuevecito
Para quemar seis chiles en la noche del viernes
Mientras cae su voz agria a tabaco,
Diciendo un Padre Nuestro al revés y otro al derecho.
Mientras cae su voz de ángel perdido
Con cuatro Avemarías al derecho y un Credo al revés…


Salve, Juana, tu espacio sin medida y lleno de ojos,
Tus alfileres penetrados de orégano y tempate.
Tu voz,
Saliendo a gritos por viejos tecomates aromados de incienso,
Llamando la querida del vecino.
Tus manos colocando en gastadas fotografías de muchachas silvestres
Los alfileres mágicos
Que antes vivieron en puros milagrosos…


Nada de otro mundo hacías, nada del otro mundo
Pero bien que salvaste corazones,
Reputaciones y muchachas burladas.


Juana Torres. ¡Qué nombre para decirlo en ángeles!


¡Cómo ha de estar Izalco sin tu nombre!
Sin tu nombre corriendo de boca en boca
Como un raro amuleto de presagios.
¡Cómo se ha de vivir allá en Izalco, tu muerte que no vive!
Tu silencio sin fondo, las cosas que tú hiciste,
El vacío que dejas.
¡Tu gran cordialidad con el misterio!
Tu andar por esas calles pedregosas
Con el deseo de hacer feliz al mundo.
Juana Torres, cómo vivo tu muerte que no vive.


Aquí, donde yo existo, me preguntan por ti, Juana querida,
Que si son ciertas las cosas que se dicen de vos, de nuestra tierra…
Dudan de tu lucha por encontrarle rumbo al corazón,
No creen que hayas hecho arder verdes hierbas y chiles colorados…
Pero desean saber
Cómo es eso del puro y del conjuro, la oración para el pacto
Con el diablo
Y otras cosas
Como encontrar novia, que no falle el marido,
Que la mujer no se acueste con otro en ausencia del hombre,
Conseguir dinero o sacarse la lotería.
Juana, preguntan
Y no puedo decir muchas cuestiones, no las debo decir…


¿Cómo puedo explicar que mirabas la ruda y el augurio
Y crecía la paz y el mal de ojo quitabas?
¿Cómo puedo decir que tu aceite de iguana lo ungías al aire
Y el amargo brebaje de la vida se olvidaba?


La Juana, no tiraba las cartas por tirarlas.
Ella, no construía muñecos por construirlos.
Ella, al usar alfileres y tabaco y culantrillo y santos boca abajo
Era porque los novios se encontrasen.
Era por ese afán de hacer feliz al mundo…


Esta es mi Juana Torres, de punta a punta.
Y jamás entregó gato por liebre.
Y le importaba un pito los decires.
Y lloraba como una Magdalena.












Crónica salvadoreña


Nosotros aquí, en El Salvador,
Hemos perdido el aire
Y a punto de estallar estamos.


Sucede que en un pedazo de tierra
Vivimos hasta mil.
¡Es fabuloso!
Este panal sin miel, es fabuloso…
Hay que vivirlo para saber que es cierto.
Para saber su historia
Hay que sacarle sangre a un gusano.
Hay que llorar al pie de una ecuestre figura.
Ignorar tanto texto vacío
Escrito con mentiras y tinta y con las patas.


Aquí, en El Salvador, hay que decir las cosas
A corazón partido y con cojones.
Tantos han extraviado la palabra
Que a muchos nos rompe la nostalgia.


Aquí, en El Salvador, siempre estamos peleando
Entre vecinos.
Y del prójimo hablamos,
Por detrás,
Cuando ha dado la vuelta.
Algo nos pasa siempre, algo romántico, dulce,
Cosa que la dejamos para el sueño…
Es una mierda, este San Salvador, pero divino.
Aquí, ¡hasta las piedras hablan, sufren, y se tiran abrazos!
Aquí, en El Salvador, la cosa es para tanto,
Que tenemos que hacer las pequeñeces,
Rodearlas de clamor
Y esperar el vacío.


Para que el mundo sepa dónde estamos situados,
A dónde fuimos capaces de llegar,
Se tiene que morir podrido en pisto,
Pero no vales nada; aunque hayas sido presidente,
O ministro o diputado, no vales nada.


Pero no vales nada, también, si vales mucho.
¡Si vales de verdad!
(No me deja mentir Chico Gaviria.)
Jodida está la cosa.
Pero ahí vamos, con ganas de ser grandes.
Diciendo que somos lo mejor, el paraíso.
¡Qué, carajo! Somos un espejito reflejando lo de los otros.
Nada nos pertenece de verdad.
Todo es prestado, ¡hasta la muerte!


Así es que tenemos que sufrir hallándonos.
Saber nuestra verdad, luego decirla.
Propagarla en ojos o palabras o sonidos, pero decirla.
Sólo así nos tendrán que existimos…


El Salvador me duele.
Tanto me duele, que lo quiero tanto.
Y deseo vivirlo más, darle vuelta,
Transformarlo de veras, ¡porque sí!
Porque se debe transformar.
Como está
Ya no sirve… No ha servido jamás… ¡Perdón!,
Ha servido para algo: Es doloroso.


Aquí en El Salvador, en esta semillita,
Tenemos que llorar
Para que brote el canto, para que salga pleno,
Para que sirva de algo.


Aquí, en El Salvador, tenemos que sacar a relucir
Lo cierto
O seguimos perdidos…
A El Salvador, ¡Por Dios!, yo no niego.
¡Pese al padrastro que es!
No podría negarlo. Él me tiene y lo tengo.
Cuanta vida me gasto, es por él.
¡Por su forma tan rara de ser en este mundo!...












Yo, el brujo


Yo soy Quirino Vega,
Tengo hierbas de pájaros malignos
Para falsear candados y memorias.
Tengo, además, oraciones que alejan la maldad
Y hacen retroceder al enemigo.


Yo, Quirino Vega,
Sé matar la cal viva, pero sufro.
Hace años que he muerto para el ángel,
Pero me sobreviven, la Chagua Théspan, mi mujer,
Y los diez hijos.
Seis hembras ya cazadas y casarse,
Y el resto, unos muchachos locos,
Alegres como pascuas.
Lo que sé, lo heredo de mi padre.
Él sabía sus cosas. ¡Tantas sabía!
Que me alcanzó a dejar mucho que vale.
Por ejemplo, su corazón de codorniz salvaje.
Y ese afán tan limpio,
De agua que no cede en el pantano,
Que todo lo del mundo se encuentra en su lugar.


El nombre que me puso,
Según dicen las piedras del coral,
Fue para que yo no perdiese el camino.
Y las espinas no dejaran su huella en mi memoria.
Y las hormigas me trajeran gusanos moribundos,
Sapos muertos y cogollos de plantas misteriosas
Que harán perder el agua de las pilas…


Yo, Quirino vega,
Siempre anduve en camisa de once varas
Por decir la verdad a quema ropa
Y no hacer uso de platos de lentejas.


No di palos de ciego, me cayeron.
Pero ahí voy, de memoria en memoria,
Más querido que el aire y que el dinero.
Repartiéndome azul, a manos llenas.
Dándome de verdad, completamente nuevo en cada entrega.
Sin sudar tinta, sí, pero soberbio.
Así somos los brujos en Izalco.












Parcela tercera


Con una ideología donde poner los pies.
Rodeado de carteles luminosos, de anuncios comerciales
De slogans
(compre donde bigit a precios de me lo llevo)
y a ritmo de cronch cronch y de watusi)
estoy muriendo un crepúsculo sherwin williams
las pinturas que pintan al mundo color de coca-cola,
anegan los veintidós mil kilómetros cuadrados de mi país
y se disputan con otras compañías extrajeras
los centavos que producimos los tres millones quinientos mil
paisanos.
¡Es una sardinita de país!
Pero más es potrero
Y en él los que viven mejor son los gorilas…














Invocación de la ciudad perdida


Aquí ha llovido cielo.
Se desliza entre hierbas…
El poeta y los lirios saben la ceremonia.
Vedlos crecer en su hermosura.
Vedlos nombrar el canto. Hurgan el sueño.


Para danzas, el aire.
Mariposas para la música.
Aquí la mezcla rara.
El recipiente. Allá, los dioses.
Aquí la luz del tiempo se enajena.
Allá los viajes.
Y para cuando regresen los perdidos,
Los árboles habrán dejado el bosque…


He leído el libro de los días: —Piedras de adivinar.
Hallo la invocación.
Voy a purificarme con humo de rocío
Antes que el sol se anuncie.


A punto de volar
La noche alcaraván llega a mis manos.
Hace nidos vacíos sin poder detenerse…
La aurora sube lenta, lenta, lenta
A paso de perdido que extravió la noción.
La aurora sube lenta ?pez de oro sumergido en el tiempo
Que navega,
Navega,
Y hace anillos de espacio…


Yo, buscados de amuletos
Voy al mar, me disuelvo en sus playas;
Me traigo caracoles para pintar de verde los crepúsculos.
(Aparece el Quetzal)
Veo arenillas, me dirigen su voz que no es su voz,
Me hablan, me miran
Casi las tomo…
Yo deseo hacer ríos y caminos
Y la espuma llega con su velo a perder la visión.
Y lloro, lloro con los ojos anegados de piedras.
Piedras mentidas, sí, pero son piedras…
Es cuando llega algo de luz sin luz, mucha intuición
Y me quita las piedras parte a parte;
Me arranco la pupila para poder mirar
Hacia dentro, al fondo, a mí mismo, al pasado…


Subterránea Ciudad: Sol de los ojos.
Deja de perecer que estamos solos.
(Ya se perdió el Quetzal).
Oscuridad de todos si te sigues hundiendo.
Si te alejas sin preguntarte nada.
Sin dejar que yo diga tus curanderos que le hallaron la voz
A la palabra.
Sin dejar que yo vea los viejos talladores de madera y jade
Gobernando la piedra y el fulgor de la arcilla.
Tus doncellas hilando los crepúsculos
En cada flor silvestre.


Subterránea Ciudad, déjame hallar el cenote sagrado,
Al sacerdote azul pintando los presagios y el misterio.
Déjame ver el aire que tenían los juegos de pelota.
Quiero tener tambores labrados en tortugas terrestres.
Es necesario aquí el adivino loco,
El que hacía pirámides, calendarios
Y días con un siglo pintado en la memoria.


Subterránea Ciudad, déjame hallar el rito,
El fuego hecho de piedras, el mosaico de plumas.
¡Todos los testimonios que me lleven a ti!


Subterránea Ciudad,
Voy a humedecerme con humo de rocío
Para esperarte a solas…
Si te escondes, nadie puede encontrarse…


Hemos llegado aquí,
A la caída, al tumulto;
Esperando decir lo que tú nos señales,
Esperando decir lo que no dice el tiempo.


Te esperamos, Ciudad, a que digas lo que no hemos podido;
A que traigas
Lo que no hemos hallado.
Te esperamos, con esta luz herida…

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