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miércoles, 11 de enero de 2012

5789.- GABRIEL DE LA CONCEPCIÓN VALDÉS





Gabriel de la Concepción Valdés
Hijo de Concepción Vázquez, bailarina española procedente de la ciudad de Burgos y de Diego Ferrer Matoso, barbero cubano de raza negra. Nació el día 18 de marzo de 1809 nace Diego Gabriel de la Concepción Valdés en la ciudad de La Habana, Cuba. El apellido “Valdés” le fue puesto en honor al Obispo Valdés, fundador de la Casa Cuna en la que su madre lo dejó a los pocos días de haber nacido. Creció pobre y prejuiciado por ser mulato, en tiempos de esclavitud en la Isla. Su niñez transcurrió en la Habana.


Estudios
Su educación no se caracterizó por tener continuidad y estabilidad, a pesar de asistir a varios colegios a lo largo de su niñez. Años más tarde estudió en el taller de Vicente Escobar, donde aprendió dibujo y caligrafía. Luego, en 1823, comenzó como aprendiz de tipógrafo en la imprenta de José Severino Boloñá, donde sus dotes de poeta y la inspiración comenzaron a surgir, mas tuvo que abandonar este trabajo para hacer peinetas de carey, en 1826 en la ciudad de Matanzas, donde ganaba más dinero.


Obra
Como poeta se le conoce como uno de los representantes del Romanticismo más importantes en la Isla. Colaboró en La Aurora de Matanzas, El Pasatiempo, El Eco de Villaclara. Muchos de sus poemas son de carácter popular y destinados para fiestas familiares. Sus obras expresan la cotidianidad de la Isla en aquellos momentos. Sus poesías no llegaron a tener la profundidad, calidad y cultura de maestros como José María Heredia, quien le reconoció como un grande de la poesía criolla, mas destacó por la inspiración y la naturalidad de sus versos. "Plácido", seudónimo con el que firmaba sus obras, fue el poeta de mayor aceptación y divulgación en Cuba, además de ser considerado uno de los iniciadores del criollismo y el siboneyismo en el movimiento lírico cubano. Entre sus obras más reconocidas se encuentran La flor de caña, A Gesler, La flor de la piña, Jicotencal, La flor del café, A una ingrata y el poema en que se despide de la vida antes de ser fusilado.


Muerte
Sufrió persecución en la década del 1840, estando preso en al menos una ocasión. Fue fusilado el 28 de junio de 1844 en Matanzas, por acusaciones de ser integrante de la Conspiración de la Escalera.






PLEGARIA A DIOS


Ser de inmensa bondad, Dios poderoso
A vos acudo en mi dolor vehemente;
Extended vuestro brazo omnipotente,
Rasgad de la calumnia el velo odioso,
Y arrancad este sello ignominioso
Con que el mundo manchar quiere mi frente.


Rey de los reyes, Dios de mis abuelos,
Vos solo sois mi defensor, Dios mío.
Todo lo puede quien al mar sombrío
Olas y peces dio, luz a los cielos,
Fuego al sol, giro al aire, al Norte hielos,
Vida a las plantas, movimiento al río.


Todo lo podéis vos, todo fenece
O se reanima a vuestra voz sagrada:
Fuera de vos Señor, el todo es nada,
Que en la insondable eternidad perece,
Y aún en esa misma nada os obedece,
Pues de ella fue la humanidad creada.


Yo no os puedo engañar, Dios de clemencia
Y pues vuestra eternal sabiduría
Ve al través de mi cuerpo el alma mía
Cual del aire a la clara transparencia,
Estorbad que humillada la inocencia
Bata sus palmas la calumnia impía.


Mas si cuadra a tu suma omnipotencia
Que yo perezca cual malvado impío,
Y que los hombres mi cadáver frío
Ultrajen con maligna complacencia,
Suene tu voz, y acabe mi existencia...
Cúmplase en mí tu voluntad, Dios mío!










JICOTENCAL


Dispersas van por los campos
Las tropas de Moctezuma,
De sus dioses lamentando
El poco favor y ayuda:
Mientras ceñida la frente
De azules y blancas plumas,
Sobre un palanquín de oro
Que finas perlas dibujan,
Tan brillantes que la vista,
Heridas del sol, dislumbran,
Entra glorioso en Tlascala
El joven que de ellas triunfa;
Himnos le dan de victoria,
Y de aromas le perfuman
Guerreros que le rodean,
Y el pueblo que le circunda,
A que contestan alegres
Trescientas vírgenes puras:
«Baldón y afrenta al vencido,
Loor y gloria al que triunfa.»
Hasta la espaciosa plaza
Llega, donde le saludan
Los ancianos Senadores,
Y gracias mil le tributan.
Mas ¿por qué veloz el héroe,
Atropellando la turba,
Del palanquín salta y vuela,
Cual rayo que el éter surca?
Es que ya del caracol,
Que por los valles retumba,
A los prisioneros muerte
En eco sonante anuncia.
Suspende a lo lejos hórrida
La hoguera su llama fúlgida,
De humana víctima ávida
Que bajan sus frentes mustias,
Llega; los suyos al verle
Cambian en placer la furia,
Y de las enhiestas picas
Vuelven al suelo las puntas.
Perdón, exclama, y arroja
Su collar: los brazos cruzan
Aquellos míseros seres
Que vida por él disfrutan.
“Tornad a México, esclavos;
Nadie vuestra marcha turba,
Decid a vuestro señor,
Rendido ya veces muchas,
Que el joven Jicotencal
Crueldades como él no usa,
Ni con sangre de cautivos
Asesino el suelo inunda;
Que el cacique de Tlascala
Ni batir ni quemar gusta
Tropas dispersas e inermes,
Sino con armas, y juntas.
Que armen flecheros más bravos,
Y me encontrará en la lucha
Con sola una pica mía
Por cada trascientas suyas;
Que tema el funesto día
Que mi enojo a punto suba;
Entonces, ni sobre el trono
Su vida estará segura;
Y que si los puentes corta
Porque no vaya en su busca,
Con cráneos de sus guerreros
Calzada haré en la laguna”.
Dijo y marchose al banquete
Do está la nobleza junta,
Y el néctar de las palmeras
Entre víctores apura.
Siempre vencedor después
Vivió lleno de fortuna;
Mas como sobre la tierra
No hay dicha estable y segura
Vinieron atrás los tiempos
Que eclipsaron su ventura,
Y fue tan triste su muerte
Que aun hoy se ignora la tumba
De aquel ante cuya clava,
Barreada de áureas puntas,
Huyeron despavoridas
Las tropas de Moctezuma.












A DORIS
En la muerte de Fela


Ya ves, Doris, los hados cuán contrarios;
No minorar intentes mis martirios
Al suave aroma de fragantes lirios
Ni al grato son de alondras y canarios:


Píntame obscuros bosques solitarios,
Lóbregas tumbas, funerales cirios,
Adaptables más bien a mis delirios,
Que aves y flores de colores varios:


Pues de amor anudaste el lazo fuerte
Ciñendo a Fela con el mirto de oro
En el próspero tiempo de mi suerte,


Riega, amigo, también doliente lloro
Y hondos lamentos sobre el polvo inerte
De una mujer que aun en la tumba adoro.














A MI AMADA


Mira, mi bien, cuán mustia y deshojada
Está con el calor aquella rosa
Que ayer brillante, fresca y olorosa,
Puse en tu blanca mano perfumada.


Dentro de poco tornarase en nada:
No verás en el mundo alguna cosa.
Que a mudanza feliz o dolorosa
No se encuentre sujeta u obligada.


Sigue a las tempestades la bonanza,
Siguen al gusto el tedio y la tristeza;
Más perdona que tenga desconfianza


Y dude de tu amor y tu terneza,
Que habiendo en todo el mundo tal mudanza
¿Sólo en tu corazón habrá firmeza?










A UNA INGRATA


Basta de amor: si un tiempo te quería
Ya se acabó mi juvenil locura,
Porque es, Celia, tu cándida hermosura
Como la nieve, deslumbrante y fría.


No encuentro en ti la extrema simpatía
Que mi alma ardiente contemplar procura,
Ni entre las sombras de la noche obscura,
Ni a la espléndida faz del claro día.


Amor no quiero como tu me amas,
Sorda a los ayes, insensible al ruego;
Quiero de mirtos adornar con ramas


Un corazón que me idolatre ciego,
Quiero besar a una deidad de llamas,
Quiero abrazar a una mujer de fuego.










INVOCACION


Fuente Castalia, donde solamente
Basta probar tus aguas cristalinas,
Para ser de las musas peregrinas
Siempre acogido con amor ardiente:


Dame tus aguas ¡oh Castalia fuente!
Y verás que pinturas tan divinas,
Tan sencillas, tan claras, y tan finas,
Hace mi fácil numen elocuente.


Pero si acaso a la plegaria mía
De tus aguas el curso has enfrenado,
No por eso acibaras mi alegría,


Y así, mundo, si estoy equivocado,
Bien puedes perdonar, pues todavía
De Castalia las aguas no he probado.










LA PRIMAVERA


Llega marzo feliz, y los pastores
Celebran su verdor como embajada
Precursora de abril, y a la alborada
Tañen flautas y suenan atambores:


Embalsama Favonio con olores
El aire, y Flora, su deidad amada,
Aparece seguida y rodeada
De mil aves, mil plantas y mil flores.


Llena su vid de pámpanos la uva,
Crece la piña, extiéndese la higuera,
Y el ave extraña, por veloz que suba


Midiendo lista la espaciosa esfera,
Baja en los campos de la fértil Cuba
A gozar de su eterna primavera.












La Flor del Café


Prendado estoy de una hermosa
Por quien la vida daré
Si me acoge cariñosa:
Porque es cándida y hermosa
«Como la flor del café.»


Son sus ojos refulgentes,
Grana en sus labios se ve,
Y son sus menudos dientes,
Blancos, parejos, lucientes,
«Como la flor del café.»


Una sola vez la hablé
Y la dije: «Me amas, Flora,
Y más cantares te haré
Que perlas llueve la aurora
«Sobre la flor del café.»


«Ser fino y constante juro,
De cumplirlo estoy seguro,
Hasta morir te amaré
Porque mi pecho es tan puro
«Como la flor del café.»


Ella contestó al momento:
-«De un poeta el juramento
En mi vida creeré,
Porque se va con el viento
«Como la flor del café.»


Cuando sus almas fogosas
Ofrecen eterna fe,
Nos llaman ninfas y diosas,
Mas fragantes que las rosas
«Y las flores del café.»


«Mas cuando ya han conseguido,
Cual céfiro que embebido,
En el valle de Tempé,
Plega sus alas dormido
«Sobre la flor del café.»


«Entonces, abandonada
En soledad desgraciada
Dejan la que amante fue,
Como en el polvo agostada
«Yace la flor del café.»


Yo repuse: «Tanta queja
Suspende, Flora, por que
También la mujer se deja
Picar de cualquier abeja,
«Como la flor del café.»


«Quiéreme, trigueña mía,
Y hasta el postrimero día
No dudes que fiel seré;
Tú serás mi poesía
«Y yo tu flor de café.»


«A tu vista cantaré,
Y lucirá el arrebol
Que a mis dulces trovas dé,
Como a los rayos del sol
«Brilla la flor del café.»


Suspiro con emoción,
Mirome, callo y se fue;
Y desde tal ocasión
Siempre sobre el corazón
«Traigo la flor del café.»












A DORILA DE ALMENDAR EN SU DIA


Indicos vates cuyas liras de oro
En torno suenan del excelso Pindo,
Bajo un verde y copado tamarindo
Te saludan con cántico sonoro.


Yo que al hechizo de Desval adoro,
En llanos versos mi homenaje rindo,
Y con plácida voz salud te brindo,
Fulgida estrella del celeste coro.


¡Viva! dicen las aves sonrientes
Cual la de abril recién abierta rosa;
¡Viva! dice Almedar en sus corrientes,


Y alzando el almo Sol su faz gloriosa,
Alumbró con sus rayos esplendentes
Los dulces ojos de Dorila hermosa.












Fatalidad


Negra deidad que sin clemencia alguna
De espinas al nacer me circuiste,
Cual fuente clara cuya margen viste
Maguey silvestre y punzadora tuna;


Entre el materno tálamo y la cuna
El férreo muro del honor pusiste;
Y acaso hasta las nubes me subiste,
Por verme descender desde la luna.


Sal de los antros del averno oscuros,
Sigue oprimiendo mi existir cuitado,
Que si sucumbo a tus decretos duros,


Diré como el ejército cruzado
Exclamó al divisar los rojos muros
De la santa Salem... “¡Dios lo ha mandado!”














LA MUERTE DE GESLER


Sobre un monte de nieve transparente
En el arco la diestra reclinada,
Por un disco de fuego coronada
Muestra Guillermo Tell la heroica frente.


Yace en la playa el déspota insolente,
Con férrea vira al corazón clavada,
Despidiendo al infierno acelerada
El alma negra en forma de serpiente.


El calor le abandona; sus sangrientos
Miembros lanza la tierra al Océano:
Tórnanle a echar las olas y los vientos;


No encuentra humanidad el inhumano;
Y hasta los insensibles elementos
Lanzan de sí los restos del tirano.





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