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miércoles, 11 de enero de 2012

5796.- RUBÉN MARTÍNEZ VILLENA




Rubén Martínez Villena es un escritor cubano nacido el 20 de diciembre de 1899 en Alquízar, Provincia de La Habana.
Comenzó a escribir sus primeros versos a los 11 años. Más tarde ingresa en el Instituto No.1 de La Habana y allí cursa el bachillerato en Letras y Ciencias graduándose en 1916, y en septiembre del mismo año matricula en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana hasta graduarse en el año 1922 con el título de abogado. En el transcurso de su carrera universitaria comenzó su labor poética siendo, a los 21 años un poeta conocido. A partir del año 1923 comenzó su formación como revolucionario, redactando el 18 de marzo del mismo año la Protesta de los Trece representando un grupo de intelectuales con ideas progresistas que protestaban contra la corrupción del gobierno en turno, siendo encarcelado por primera vez. El 1ro de abril de 1923 participa en la fundación de la Falange de Acción Cubana.
A partir de ese momento dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a la actividad política. Se enfrentó abiertamente al gobierno de Gerardo Machado y marchó a los Estados Unidos para prepararse en su lucha contra la dictadura.
Regresó a Cuba en 1927, y en ese mismo año entró a formar parte de las filas del Partido Comunista de Cuba, hecho que lo hizo renunciar a la poesía para dedicarse completamente a la labor política. Posteriormente pasó al exilio viajando nuevamente a los Estados Unidos y a Rusia en 1930, año que arrecia la persecución del gobierno de Machado. En Rusia ingresa en el sanatorio por tuberculosis donde recibe la noticia, por medio de los médicos,en 1932, que no sanará, decidiendo regresar a Cuba nuevamente. Nace su hija Rusela.
Llega a Santiago de Cuba en 1933, y parte hacia la capital, donde tiene que permanecer escondido. Dirigió, a pesar de su enfermedad, la huelga general que derrocó al gobierno de Gerardo Machado. Posteriormente ingresa en el sanatorio La Esperanza y muere el 16 de enero de 1934 debido a la tuberculosis. Su obra poética tiene un lugar destacado en la literatura cubana de las primeras décadas del siglo XX.





Canción del sainete póstumo


Yo moriré prosaicamente, de cualquier cosa
(¿el estómago, el hígado, la garganta, ¡el pulmón!?),
y como buen cadáver descenderé a la fosa
envuelto en un sudario santo de compasión.


Aunque la muerte es algo que diariamente pasa,
un muerto inspira siempre cierta curiosidad;
así, llena de extraños, abejeará la casa
y estudiará mi rostro toda la vecindad.


Luego será el velorio: desconocida gente,
ante mis familiares inertes de llorar
con el recelo propio del que sabe que miente
recitará las frases del pésame vulgar.


Tal vez una beata, neblinosa de sueño,
mascullará el rosario mirándose los pies;
y acaso los más viejos me fruncirán el ceño
al calcular su turno más próximo después.


Brotará la hilarante virtud del disparate
o la ingeniosa anécdota llena de perversión,
y las apetecidas tazas de chocolate
serán sabrosas pautas en la conversación.


Los amigos de ahora -para entonces dispersos-
reunidos junto al resto de lo que fue mi "yo",
constatarán la escena que prevén estos versos
y dirán en voz baja: -¡Todo lo presintió!


Y ya en la madrugada, sobre la concurrencia
gravitará el concepto solemne del "jamás";
vendrá luego el consuelo de seguir la existencia...
Y vendrá la mañana... pero tú, ¡no vendrás!...


Allá donde vegete felizmente tu olvido
-felicidad bien lejos de la que pudo ser-,
bajo tres letras fúnebres mi nombre y mi apellido,
dentro de un marco negro, te harán palidecer.


Y te dirán: -¿Qué tienes?... Y tú dirás que nada;
mas, te irás a la alcoba para disimular,
me llorarás a solas, con la cara en la almohada,
¡y esa noche tu esposo no te podrá besar!...






SONETO


Te vi de pie, desnuda y orgullosa,
y bebiendo en tus labios el aliento,
quise turbar con infantil intento
tu inexorable majestad de diosa.


Me prosternó a tus plantas el desvío
y entre tus muslos de marmórea piedra,
entretejí con besos una hiedra
que fue subiendo al capitel sombrío.


Suspiró tu mutismo brevemente,
cuando la sed del vértigo ascendente
precipitó el final de mi delirio;


y del placer al huracán temiendo,
se doblegó tu cuerpo como un lirio
y sucumbió tu majestad gimiendo.








SINFONÍA URBANA


l


CRESCENDO MATINAL


Una incipiente lumbre se expande en el oriente;
uno tras otro, mueren los públicos fanales.
Ya la ciudad despierta, con un rumor creciente
que estalla en un estruendo de ritmos desiguales.


los ruidos cotidianos fatigan el ambiente:
pregones vocingleros de diarios matinales,
bocinas de carruajes que pasan velozmente,
crujidos de maderas y golpes de metales.


Y elévase en ofrenda magnífica de abajo
el humo de las fábricas -- incienso del trabajo -- ;
rezongan los motores en toda la ciudad,


en tanto que ella misma, para la brega diaria,
se pone en movimiento como una maquinaria,
movida por la fuerza de la necesidad.






2


ANDANTE MERIDIANO


Se extingue lentamente la gran polifonía
que urdió la multiforme canción de la mañana,
y escúchase en la vasta quietud del mediodía
como el jadear enorme de la fatiga humana.


Solemnidad profunda, rara melancolía.
La capital se baña de lumbre meridiana,
y un rumor de colmena colosal se diría
que flota en la fecunda serenidad urbana.


Flamear de ropa blanca sobre las azoteas;
los largos pararrayos, las altas chimeneas,
adquieren en la sombra risibles proporciones;


el sol filtra en los árboles fantásticos apuntes
y traza en las aceras siluetas de balcones
que duermen su modorra sobre los transeúntes.










ALLEGRO VESPERTINO


¡Ocasos ciudadanos, tardes maravillosas!
Pintoresco desfile de la ciudad contenta,
profusión callejera de mujeres hermosas:
unas que van de compra y otras Que van de Venta.


Tonos crepusculares de nácares y rosas
sobre el mar intranquilo que se adosa y se argenta,
y la noche avanzando y envolviendo las cosas
en un asalto ciego de oscuridad hambrienta.


(Timbretear de tranvías y de cinematógrafos,
música de pianolas y ganguear de fonógrafos.)
¡La noche victoriosa despliega su capuz,


y un último reflejo del astro derrotado
defiende en las cornisas, rebelde y obstinado,
la fuga de la tarde, que muere con la luz!










MORENDO NOCTURNO


Un cintilar de estrellas en el azul del cielo
y una imponente calma de humanidad rendida,
mientras el mundo duerme bajo el nocturno velo,
como cobrando fuerzas para seguir la vida.


Alguna vaga y sorda trepidación del suelo
rompe la paz augusta que en el silencio anida,
y la lujuria humana, perennemente en celo,
transita por las calles de la ciudad dormida.


Ecos, roces, rumores... Nada apenas que turbe
el tranquilo y sonámbulo reposar de la urbe;
y todo este silencio de noche sosegada,


en donde se adivinan angustias y querellas,
es el dolor oculto de la ciudad callada
¡bajo la indiferencia total de las estrellas!












EL ENIGMA DE LA AMANTE HORRIBLE


Abrió la mano trágica; me tomó del cabello;
me suspendió a la altura de su boca entreabierta;
y todo el cuerpo flácido colgante de mi cuello,
se balanceó en su risa, como una cosa muerta.


Un coro de pavuras, en un grito reacio,
se me subió a los labios atropelladamente;
y Ella miró tan hondo, tan fijo, tan despacio
que su mirada horrible me barrenó la frente.


¿Cuál es la meta negra de sus designios rojos?
Aún hoy sufro en el puño férreo que no se encorva
sus mordeduras cálidas y sus ósculos fríos.


Yo la miro hasta el fondo lóbrego de los ojos,
y sólo hallo en sus ojos mi propia imagen torva
mirándose en el fondo lóbrego de los míos.


1923










EL GIGANTE


¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer? ¿Nací tan sólo para
esperar, esperar los días,
los meses y los años?
¿Para esperar quién sabe
qué cosa que no llega, que no puede
llegar jamás, que ni siquiera existe?
¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios! ¿Qué es lo que aguardo?
Hay una fuerza
concentrada, colérica, expectante
en el fondo sereno
de mi organismo; hay algo,
hay algo que reclama
una función oscura y formidable.
Es un anhelo
impreciso de árbol; un impulso
de ascender y ascender hasta que pueda
¡rendir montañas y amasar estrellas!
¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!
No por el suave
placer de la ascensión, no por la fútil
vanidad de ser grande...
sino para medirme, cara a cara,
con el Señor de los Dominios Negros,
con alguien que desprecia
mi pequeñez rastrera de gusano
áptero, inepto, débil, no creado
para luchar con él, y que no obstante,
a mí y a todos los nacidos hombres,
goza en hostilizar con sus preguntas
y su befa, y escupe y nos envuelve
con su apretada red de interrogantes.
¡Oh, Misterio! Misterio! Te presiento
como adversario digno del gigante
que duerme sueño torpe bajo el cráneo;
bajo este cráneo inmóvil que protege
y obstaculiza en dos paredes cóncavas
los gestos inseguros y las furias
sonámbulas e ingenuas del gigante.
¡Despiértese el durmiente agazapado,
que parece acechar tus cautelosos
pasos en las tinieblas! ¡Adelante!
Y nadie me responde, ni es posible
sacudir la modorra de los siglos
acrecida en narcóticos modernos
de duda y de ignorancia; ¡oh, el esfuerzo
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece
tras la fatiga del sacudimiento!
¡Y pasas tú, quizás si lo que espero,
lo único, lo grande, que mereces
la ofrenda arrebatada del cerebro
y el holocausto pobre de la vida
para romper un nudo, sólo un viejo
nudo interrogativo sin respuesta!
¡Y pasas tú el eterno, el inmutable,
el único y total, el infinito!
¡Misterio! Y me sujeto
con ambas manos trémulas, convulsas,
el cráneo que se parte, y me pregunto:
grande que hacer? Y en la tiniebla nadie
oye mi grito desolado. ¡Y sigo
sacudiendo al gigante!


1923










INSUFICIENCIA DE LA ESCALA Y EL IRIS


La luz es música en la garganta de la alondra,
mas tu voz ha de hacerse de la misma tiniebla;
el sabio ruiseñor descompone la sombra
y la traduce al iris sonoro de su endecha.


El espectro visible tiene siete colores,
la escala natural tiene siete sonidos:
puedes trenzarlos todos en diversas canciones,
que tu mayor dolor quedará sin ser dicho.


Dominando la escala, dominador del iris,
callarás en tinieblas la canción imposible.
Ha de ser negra y rauda. Que a tu verso le falta


para expresar la clave de tu angustia secreta,
una nota inaudible, de otra octava más alta,
un color, de la oscura región ultravioleta.










EL CAMPANARIO DEL SILENCIO


Yo tuve un campanario monumental, en cuyas
campanas di la música de mis anhelos nobles;
aleccioné mis bronces en risas de aleluyas,
ángelus melancólicos y lágrimas de dobles...


Después la irremediable necesidad del toque
forzó el pregón metálico de mis impulsos bajos;
y de mi torre a vuelo, con el continuo choque,
saltaron las cansadas lenguas de mis badajos...


Y hoy sufro de mis versos volteando en el silencio,
campanas mutiladas; no más que yo presencio
la danza de mis bronces en ímpetu insensato;


y oigo -- bajo mis sienes -- inexorable y rudo
clamar, en un glorioso vértigo de rebato
¡el toque inverosímil del campanario mudo!...










PAZ CALLADA


Largolento en monorritmo de "A"


Y esta perenne abulia; esta inercia del alma
que no siente: ni espera ni rememora nada:
ni una ansiedad siquiera para el futuro: calma;
calma: ni una nostalgia de la vida pasada.


Pausas que se dilatan en la quietud amarga;
el mismo tema diario se repite y se cansa;
la materia inactiva se degenera en larga
putrefacción creciente, como de linfa mansa...


Y esta es la paz callada. Ni un ímpetu de ala.
Tan solo el verso arrastra su cansancio y escala
penosamente el duro silencio, se levanta


sobre el labio en un gesto de sonrisa macabra,
mientras la mano en garfio me estruja la garganta
¡para exprimir la gota de hiel de la palabra!...










MOTIVOS DE LA ANGUSTIA INDEFINIDA


Mi vida: una semilla en un surco de mármol.
(Verso sin consonante)


¡Oh, consciente impotencia, para vencer la empresa
de traducir al verso la aspiración informe!
Angustia irremediable: conservar inconfesa
la tragedia monótona del vivir uniforme! ...


¡Y temer el ansiado reposo; donde cesa
esta resignación a seguir inconforme
de todo: de sí mismo, del labio que se besa,
de la verdad pequeña y del Enigma enorme!


Sufrir el infructuoso cerebralismo insano,
-el cruel distanciamiento del espíritu hermano,
la maldición de Palas en la gracia de Apolo...


Y en el continuo esfuerzo hacia lo inasequible
quedar, al fin, aislado, ¡perpetuamente solo,
igual que un verso de consonancia imposible!

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