Juan Revelo Revelo, poeta y narrador nariñense, nació en Ipiales en 1946 COLOMBIA, cursó el bachillerato en el Liceo de la Universidad de Nariño y en 1960 obtuvo el premio de “Mejor Bachiller de Colombia”. Estudió la carrera de Ingeniería en Bogotá y la maestría de Administración de Empresas en México. Estuvo vinculado a varias empresas multinacionales de Colombia y el exterior, y después trabajó como Asesor de CINTERFOR en Buenos Aires y de la UNESCO en París, La Habana y México, país en el que vivió durante veinte años, y donde participó en los talleres literarios de los grandes maestros Juan Rulfo y Octavio Paz.
Su obra poética, narrativa y ensayística está representada en sus libros publicados e inéditos: "La Gitana Iselda", "Los Ojos del Recuerdo" (del cual se han realizado dos ediciones, la primera en México en 1979 y la segunda en Colombia en 1999). Así mismo: "Páginas al viento", "Nuevas Voces de fin de Siglo", "El baúl de Mercedes Saluzo" (novela lanzada con gran éxito en la Feria Internacional del Libro 2006), y "El prócer" próximo a publicarse. Actualmente dirige talleres de poesía y narrativa y colabora con varios periódicos y revistas de Colombia y México, tales como "El Espectador" de Bogotá, "El Colombiano de Medellín, "Vanguardia Liberal" de Bucaramanga y "El Excelsior" de México. Obtuvo el primer lugar en el “Premio Nacional de Cuento Ciudad de Barrancabermeja" (2000) y en el Concurso Nacional de Cuento “El Espectador” (2002). Su obra poética y narrativa ha sido parcialmente traducida al inglés y al francés y figura en importantes antologías, entre las que se destacan la compilación bilingüe "Latinoamerican Poetry" (1998) y "Antología de poetas y narradores nariñenses" (2004).
LA SOLEDAD
Todas las noches
La soledad abre las puertas de mi tristeza
Entra en mi apartamento
Se bebe una copa de vino
Se mete desnuda en mi cama
Me abraza... me besa... me acaricia...
Y a veces llora conmigo.
Todas las noches
La soledad quiere estar a mi lado
Y ya me estoy acostumbrando a su presencia.
En verdad es una fiel compañera
Como ninguna otra.
Me comprende
No me reprocha
Nunca se enfada y jamás me abandona.
En los últimos días he dedicado mayor cantidad de tiempo
A observarla con cuidado
Y cada vez la encuentro
Más subyugante y más hermosa.
Será que estoy enamorado de ella?...
EL REENCUENTRO
Hoy por fin la vi
Después de muchos años.
Su mirada curiosa pegada a la euforia
Y su voz –había tanto que contar-
Deshojando pétalos de luz
En la oscuridad de los recuerdos.
Hoy pensando en el arco iris de sus besos
Renazco en medio de un torbellino de emociones
Y la presiento mía nuevamente
No se por cuántas lunas
Sin importarme el tiempo que se ha ido
Como si este pellizco de vida que nos queda
Fuera un siglo para los dos
-el último posible-
para retener la felicidad
que ayer bebimos juntos.
FLORECE TU VOZ
No se ha ido tu risa
Ni la claridad de tu palabra.
Revives en cada atardecer
En cada gota de lluvia
Que moja los párpados del día.
Florece tu voz en mi soledad
Y mi memoria dibuja tu recuerdo
Que tiene la perfecta textura del amor.
No se ha marchitado la luz que sembraste en mi casa
Ni han dejado de volar los pájaros
Cerca de la ventana.
El viento nostálgico
Sigue deshojando los árboles de julio
A las cinco de la tarde como el último día.
La espera no tiene fin.
Tú estás lejos y yo sigo triste.
LOS OJOS DEL RECUERDO
Un día llegamos caminando
Huyendo del estrepitoso laberinto,
Dejamos atrás nuestras lágrimas
Y nuestros viejos recuerdos
Pero éstos nos siguieron como lobos
Aullándonos por dentro.
Buscamos un lugar dónde vivir
Para ver crecer nuestros sueños.
Conocimos otras tierras, otros cielos…
Y allí aprendimos a sacudirnos el dolor
Y a respirar profundo
Pero continuaron los recuerdos
Obstinados persiguiéndonos.
Sembramos después nuestras semillas
Y cosechamos alegrías y amarguras.
A veces fuimos náufragos sedientos
En medio de un océano enfurecido.
Otras veces nos acompañó la suerte
Y el optimismo nos llevó por el mundo
Pero todas las noches
Los recuerdos
Nos hostigaron en silencio.
Crecimos con el siglo y nos volvimos viejos
Cumpliéndose el proceso irreversible.
Se marcharon un día nuestros hijos
Mientras esperábamos la muerte.
Pero los ojos de los recuerdos
Siempre permanecieron allí
Mirándonos fijamente
Como voraces lobos hambrientos.
http://www.ipitimes.com/juanrevelo101406.htm
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