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martes, 20 de diciembre de 2011

5644.- JUANA BORRERO



Juana Borrero (1877-1896) – Poetisa modernista, nacida en Santos Suárez n. 15, La Habana, Cuba.
Ella también se destacó en la pintura. Como poetisa, fue considerada una niña prodigio. Su padre, Esteban Borrero, fue un poeta y escritor de cuentos; su hermana, Dulce María Borrero, se destacó en poesía y prosa. Por consiguiente, Juana creció en una atmósfera artística y literaria, en medio de reuniones y círculos literarios al cual concurrían otros escritores como Carlos y Federico Uhrbach, así como Julián del Casal.
En su juventud, Juana tomó lecciones de pintura, primero con Dolores Desvernine, posteriormente, en 1886, en la famosa Academia de Bellas Artes de San Alejandro, en La Habana. También estudió con Armando Menocal, uno de los pintores cubanos más sobresalientes del siglo XIX.
En 1892, Juana acompañó a su padre a Nueva York, donde se encontró con José Martí quien organizó una velada en su honor en Chickering Hall. Retornó a Cuba el año siguiente.
Sus poemas aparecieron en la antología “Grupo de familia, poesías de los Borrero”, publicada en 1895, el mismo año en que apareció el único libro de poesía que ella publicaría: “Rimas”. Los poemas de Juana también fueron publicados en “La Habana Elegante”, “Gris y Azul” y el “Fígaro”.
Además de valiosas pinturas y dibujos que le sobrevivieron, dejó un extenso epistolario el cual fue publicado en La Habana, en dos volúmenes, entre 1966 y 1967. Estas cartas tuvieron su origen en la relación romántica entre Juana Borrero y Carlos Pío Uhrbach, la cual, debido a la oposición de Esteban, el padre de Juana, tuvo que ser llevada a cabo a través de un intercambio epistolar secreto.
En 1895, debido a que Esteban se hallaba involucrado con la causa revolucionaria, los Borreros se vieron forzados a emigrar a los Estados Unidos. En Cayo Hueso, donde se asentó la familia, murió Juana el 9 de marzo de 1896. A las puertas de la muerte y ya casi sin fuerzas para escribir, ella dictó los versos de su “Última rima”, la cual se convertiría de hecho en su último poema.
A pesar de que murió a solo unos pocos meses de cumplir 18 años, Juana Borrero es, por derecho propio, una de las figuras más fascinantes del modernismo Hispano-Americano. Si ella no ha tenido todo el reconocimiento que se merece, solo se debe a que sus obras no han sido publicadas fuera de Cuba hasta ahora. Particularmente las cartas, pero también los poemas de Juana Borrero, constituyen una lectura esencial para todos aquellos interesados en el modernismo Hispano-Americano. Estas obras seguramente se convertirán en lectura obligada para todo aquel que trate de entender los trabajos de la subjetividad –en especial, pero no solamente, en relación con las mujeres—durante el fin del siglo XIX.


Bibliografía
El clavel y la rosa: biografía de Juana Borrero. Belkis Cuza Malé (1984)










Vespertino


Para la amable señorita Teresa Aritzti
Hacia el ocaso fúlgido titila
el temblador lucero vespertino,
y a lo lejos, se escucha del camino
el eco vago de lejana esquila.


Como escuadrón de caprichosa fila
nubecillas de tono purpurino
se desvellonan en celaje fino,
etérea gasa, que disuelta oscila.


El rayo débil que las nubes dora,
lentamente se extingue, agonizante,
sus fulgores lanzando postrimeros;


y la noche se apresta vencedora
a desceñir sobre el cenit triunfante
su soberbia diadema de luceros.












Crepuscular


Todo es quietud y paz... En la penumbra
se respira el olor de los jazmines,
y, más allá, sobre el cristal del río
se escucha el aleteo de los cisnes


que, como grupo de nevadas flores,
resbalan por la tersa superficie.
Los oscuros murciélagos resurgen
de sus mil ignorados escondites,


y vueltas mil, y caprichosos giros
por la tranquila atmósfera describen;
o vuelan luego rastreando el suelo,


rozando apenas con sus alas grises
del agrio cardo el amarillo pétalo,
de humilde malva la corola virgen.














Medieval


Junto a la negra mole de la muralla altiva
que alumbran las estrellas con tenue luz de plata
el trovador insomne de frente pensativa
preludia conmovido la triste serenata.


El aura de la noche voluble y fugitiva,
besa los largos pliegues del manto de escarlata,
y extiende la armoniosa cadencia persuasiva
que el plácido reposo perturba de la ingrata.


Al pie del alto foso destácase la airosa
romántica figura del rubio menestrello,
que al agitar la mano sobre el cordaje de oro


entristecido, exhala su queja dolorosa
en la cadencia rítmica del dulce ritornello,
y en sus mejillas siente que se desborda el lloro.










Las hijas de Ran


Envueltas entre espumas diamantinas
que salpican sus cuerpos sonrosados,
por los rayos del sol iluminados,
surgen del mar en grupo las ondinas.


Cubriendo sus espaldas peregrinas
descienden los cabellos destrenzados,
y al rumor de las olas van mezclados
los ecos de sus risas argentinas.


Así viven contentas y dichosas
entre el cielo y el mar, regocijadas,
ignorando tal vez que son hermosas,


Y que las olas, entre sí rivales,
se entrechocan, de espuma coronadas,
por estrechar sus formas virginales.


















Apolo


Marmóreo, altivo, refulgente y bello,
corona de su rostro la dulzura,
cayendo en torno de su frente pura
en ondulados rizos sus cabellos.


Al enlazar mis brazos a su cuello
y al estrechar su espléndida hermosura,
anhelante de dicha y de ventura
la blanca frente con mis labios sello.


Contra su pecho inmóvil, apretada
adoré su belleza indiferente,
y al quererla animar, desesperada,


llevada por mi amante desvarío,
dejé mil besos de ternura ardiente
allí apagados sobre el mármol frío.


















Íntima


¿Quieres sondear la noche de mi espíritu?
Allá en el fondo oscuro de mi alma
hay un lugar donde jamás penetra
la clara luz del sol de la esperanza.
¡Pero no me preguntes lo que duerme
bajo el sudario de la sombra muda...
detente allí junto al abismo, y llora
como se llora al borde de las tumbas!
















Reve


Su voz debe ser dulce y persuasiva
y soñadora y triste su mirada...
debe tener la frente pensativa
por un halo de ensueños circundada.


Su alma genial, cual pálida cautiva
de un astro esplendoroso desterrada,
sueña con una nube fugitiva
y con el traje de crespón de un hada.


Cuando la ronda azul de los delirios
disipa sus nostálgicos martirios
borrando del pesar la obscura huella,


él se acuerda en la noche silenciosa
de aquella virgencita misteriosa
que dejó abandonada en una estrella.
















Última rima


Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.


Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.


¡Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible!
Mi novio soñado de dulce mirada,
cuando tú con tus labios me beses
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.


Dame el beso soñado en mis noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
que me deje una estrella en los labios
y un tenue perfume de nardo en el alma.


















Virgen triste


(Julián del Casal)
Tú sueñas con las flores de otras praderas,
nacidas bajo cielos desconocidos,
al soplo fecundante de primavera,
que avivando las llamas de tus sentidos,
engendren en tu alma nuevas quimeras.
Hastiada de los goces que el mundo brinda
perenne desencanto tus frases hiela,
ante ti no hay coraje que no se rinda,
y siendo aún inocente como Graciela,
pareces tan nefasta como Florinda.
Nada de la existencia tu ánimo encanta;
quien te habla de placeres tus nervios crispa;
y terrores secretos en ti levanta,
como si te acosase tenaz avispa
o brotaran serpientes bajo tu planta.
No hay nadie que contemple tu gracia excelsa
que eternizar debiera la voz de un bardo,
sin que sienta en su alma de amor el dardo,
cual lo sintió Lohengrin delante de Elsa,
y a mirar a Eloísa, Pedro Abelardo.
Al roce imperceptible de tus sandalias,
polvo místico dejas en leves huellas,
y entre las adoradas sola descuellas;
pues sin tener fragancia como las dalias,
tienes más resplandores que las estrellas.
Viéndote en la baranda de tus balcones,
de la luna de nácar a los reflejos,
imitas una de esas castas visiones,
que teniendo nostalgia de otras regiones,
ansían de la tierra volar muy lejos.
Y es que al probar un día del vino amargo
de la vid de los sueños, tu alma de artista,
huyendo de su siglo materialista,
persigue entre las sombras de hondo letargo
ideales que surgen ante su vista.
¡Ah! Yo siempre te adoro como un hermano,
no sólo porque todo lo juzgas vano
y la expresión celeste de tu belleza,
sino porque en ti veo ya la tristeza
de los seres que deben morir temprano.




















Última rima


(Carlos Pío Uhrbach)


Para que compasiva la recoja,
queda mi rima humilde en esta hoja
que ensueños melancólicos despierta;
brinda calor tu libro a mis difuntos
anhelos de pasión, guardando juntos
mis versos y los versos de la muerta!


Sólo el recuerdo del amor perdura!
Es mi estrofa ave herida, y se clausura
donde hallaron sus sueños dulce nido.
Ya, desdeñoso de mundana gloria,
quiero vivir con ella en tu memoria
o perderme con ella en el olvido!








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A Juana Borrero


(Cintio Vitier)


(leyendo sus cartas de amor)


¡Juana Ígnea ¡Isolda nuestra!
¿Quién eras?
¿Dónde estás?
Siento en tus cartas el olor
astralmente salvaje
de la carne de tu alma.
Tu alma fue tu carne. Por eso
no podías vivir.
Tu corazón fue tu atmósfera. Por eso
el amor en tu boca era la Zarza
ardiendo en el desierto.
Si la Otra murió quemada sin querer
tú tenías que quemarte de querer.
¿Qué querías tú?
Arder era tu sino.
Tu amor el fuego.
¡Eloísa, Julieta en una llama!
¡Juana en tu hoguera, sin más voces
que los sueños fatídicos cercándote,
sin más rey que una brasa en el desierto!
¡Ah, no puedo resistir
tu retrato de hurí fascinadora,
de brasa en agonía,
lirio tostado por el absoluto,
Madre imposible, Criolla del Espíritu!
¡El desmayo, el ensueño de la Fuerte!
¡Dominadora dominada por la flor de Titania!
¿Quién eras?
¿Dónde estás?


Virgen trágica, nombrada igual que Cuba
De la estirpe de Juan, el Águila de Patmos,
paloma tú de Cuba,
apocalíptico holocausto del amor
¡Ígnea! ¡Más que Isolda! ¡Juana!
¡Muerta en el arenal donde nací!


31 de mayo de 1964.


Publicado en Cuaderno así, Cintio Vitier, Ediciones Vigía, Colección del San Juan, Matanzas, 2000.













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