Santiago Corchete
Ciudad Rodrigo, SALAMANCA 1937
Santiago Corchete nació en ciudad Rodrigo y estudió Ingeniería Técnica en la Escuela Politécnica de Madrid. Su profesión le llevó a Badajoz, como funcionario del Ministerio de Agricultura y más tarde como funcionario de la Junta de Extremadura. En Badajoz se dedica a sus dos pasiones: la naturaleza y la literatura. Su compromiso con la naturaleza tiene un cariz pedagógico: su militancia con la ecología se refleja en numerosos artículos y ensayos sobre agricultura y medio ambiente.
En sus poemas también hay un compromiso ético, con el paisaje de su niñez, con el oficio de poeta, cuyos principios son muy claros: el poeta observa, reflexiona y expresa sentimientos con el objetivo de compartir esas reflexiones.
La poesía de Santiago Corchete profundiza en un lenguaje simbólico y mítico en el sentido más amplio de la palabra. Simbólico porque su palabra siempre presenta matices significativos, no se conforma con un lenguaje simple, sino que ahonda en el significado último de los nombres. Por eso, a veces, sus poemas son herméticos. El significado de sus poemas va transformándose según avanzamos en la lectura, de manera que al terminar cada una de sus obras tenemos la impresión de haber leído un largo poema que ha ido profundizando en unas ideas y reflexiones. No construye sus libros de manera orgánica, es decir, compuestos unitariamente, pero sí debemos pensar en un proceso creativo independiente de cada libro. Cada poemario nos ofrece una gama de tonalidades que componen una reflexión profunda sobre el hombre, su cotidianidad, sus experiencias. Pero no se queda ahí, sino que busca la emoción del lector, al que le hace cómplice de la suya. El símbolo (la luz, el agua, la alameda, etc.) le ayuda a dar al lenguaje esa sensación de significado movedizo, resbaladizo.
La emoción del paso del tiempo, en la tradición machadiana tan querida a Santiago Corchete, también es una tema fundamental en su poesía. La infancia y la niñez son espacios a los que el poeta vuelve una y otra vez, recuerdos felices y amargos que se expresan a través de unos versos que reflejan un mundo interno perfectamente estructurado.
Su poesía una veces expresa un sentimiento, una emoción; otras se eleva hasta una búsqueda de la expresión más hermética, casi rozando la poesía pura.
Sus paisajes se llenan de sonidos, de colores, de olores, se humanizan, como los lugares urbanos, rebosantes de sonoridades y evocaciones a un tiempo pasado en el que está todo por hacer y todo por decir. Ese futuro desde la niñez es un elemento importantísimo de la poética de Corchete. Así un “viaje a la Alameda” se convierte en símbolo de un vuelta a la infancia, a la edad de los cuentos, del inicio de un camino.
Sus poemas de amor encierran un mundo, nuevamente, de evocaciones míticas y simbólicas. Son poemas muy sencillos de una ternura infinita.
F.J.J.B.
Bibliografía
Proceso a la luz. Edit. Asoc. de Periodistas de Extremadura. 1985.
Variaciones en fuga. Edit. Colección Arco Iris. Mérida 1986.
Tetralogía del tiempo encontrado. Edit. García Plata de Osma 1986.
En una pena ausente. Edit. Colec. Kylix, Badajoz 1987.
Consumación de la Primavera. Col. “La centena” E. R. E. 1988.
Cercano como un pájaro. Edit. Ayuntamiento de Badajoz 1988.
Pirámide (colectivo). Edit. Ayunt. de Mérida 1990.
Lunas, dunas. Edit. Ateneo de Los Palacios y Asoc. Cult. Searus 1995.
En la ciudad del viento. Editora regional de Extremadura, Mérida 1999.
Cuaderno del paisaje. Ed. IES “Suárez de Figueroa”, Zafra, 1998.
"La sombra en el jardín", Editora Regional de Extremadura 2011
Cuaderno del paisaje, de Santiago Corchete.
Paisaje de la cábala
Concentrados en un renglón minúsculo
y hostil del universo,
todo es acercamiento, fe que busca
ser luz junto a las otras, signo activo
detrás de los espejos del misterio.
...Y ahondamos en la duna
de la divinidad de cada día
con el presentimiento
de que la utilidad no es de este mundo,
tras sembrarnos en unos barbechales
sin tempero ni esmero, y sin poder
siquiera sacar agua de palabras
del pozo del silencio.
Mientras tanto
y a las puertas de la incredulidad,
los recuerdos son aire, voz opaca
que escribe los ajados resplandores
de una estrella rodando por el suelo
de estos surcos de humanidad y altura.
Paisaje de la ironía lenta
«Busque la hondura de las cosas:
allí no desciende nunca la ironía»
R.M. RILKE.- «Cartas a un joven poeta»
Soy incapaz de frecuentar la paz
que tanto se demora;
quisiera ser desierto, dócil
al sol,
infrecuente al oasis
e impertérrito al soplo de la arena.
Vivir las horas ciertas que el reloj
marca sin proponérselo, gozar
espacios de aleluya que anticipan
que la gloria es posible,
y nacer,
seguir naciendo cada día
para nacer del todo con la muerte.
Paisaje de la vasta azulidad
El silencio es azul;
¿por qué es azul la música también,
la espera lenta y dócil del crepúsculo,
la mentira de la veracidad
(o la veracidad de la mentira),
las paredes de la culminación
los surcos del deseo?
En medio de la azul inmensidad,
tanta repetición, ¿será aburrida?
Cercano como un pájaro, de Santiago Corchete.
ALLÁ DEL ARCO IRIS
Llevo atado el rumor
de tu voz más creíble,
a las alas de pájaros cautivos
que prorrumpen de estrépito
sonoro si te nombro, mas a veces
las nubes enmascaran
tu rostro evanescente; me retienes
al borde de la sombra que limitan
tus paredes de niebla, mas floreces
cuando tocan mis dedos tu concepto,
que admite ser morada lujuriosa
tabicada de engaños.
...Y no puedo creer
que mis manos de barro no consigan
abrazar tu pequeña inconsistencia
de verdades a medias.
ÁRDEME
Árdeme,
quémame las venas; no me resigno
a que pueda ser lejos, ni mañana,
lo que debe ser hoy.
Sácame de las aguas, resucítame
con tus manos de niebla;
llévame hacia la costa con tus olas
y acércame a la playa de otro tiempo.
Súrgeme, br6tame,
náceme para ser
un pasto dulcemente sometido
a esa llama indistinta que llamamos
amor.
En la ciudad el viento, de Santiago Corchete.
V
DE IMPROVISO, salimos de la infancia
con los ojos repletos de colores
y las manos del hambre en los bolsillos.
La calle nos abrió a la vecindad
y el barrio a su indulgencia, pero fue
muy grato saludar cada mañana
la llegada del sol hasta las copas
más altas de los árboles, y oír
el canto de los pájaros volver
a llenar de alegría nuestros ojos;
lentamente, sin prisa en el reloj,
la vida comenzó a proporcionarnos
una vaga y agraz fisonomía
de poeta filósofo en ciernes.
VI
FUERON años oscuros con mil cosas
escasamente libres: alimentos,
ideas, adhesiones, voluntad,
y aquella vigilancia enmarañada
que añadía temores a la infancia,
con la opaca sospecha del vecino
presente en una atmósfera de odio
y de desconfianza. Cierto día
suscribimos un pacto con la vida,
y aceptamos quedar desheredados
para siempre de toda propiedad;
pero no renunciamos al amor
y, convictos y adictos a su luz,
firmamos serle fiel hasta la muerte.
IX
Amábamos la noche con pasión
firme, ancha y profunda; conseguimos
habitar su extensión y, displicente,
se entregó a nuestro afán como una rosa
temprana, desmedida y holocausta.
Por eso que escribir es una causa
perdida de antemano, cada noche
constituyó un capítulo del libro
supuestamente escrito con palabras
heridas de grandeza; todo fue
posible en su regazo misterioso:
los sueños, la ilusión, y convocar
aquella mariposa que llegaba
en la aurora de cada amanecer.
LISTOS PARA ZARPAR
(a Robert L. Stevenson)
Partir es comenzar a regresar
temerosos de no llegar a tiempo.
Nos fuimos alejando cada vez
más dentro de nosotros,
y anclados al arpón de la costumbre
presagiamos un mar embravecido
detrás del horizonte. Qué impaciencia
de novatos grumetes esperando
que amainara sus furias barlovento;
así permanecimos, con la duda
condensada en los ojos, sin saber
la fecha ni la hora ni el lugar
de la ansiada partida.
Mas inútil
es creer que el velamen esté listo
tras el largo cansancio de añorar
el regreso; no obstante
preguntaba a diario al Capitán:
Señor; ¿cuándo partimos?, pero siempre
con gesto dilatorio respondía:
Mañana nos haremos a la mar.
PAISAJE DE NIÑEZ
¿Cómo era, Dios mío,
cómo era?
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Llévame a visitar aquella luz
que un día atesoramos en la fe
radiante cuando jóvenes; al menos
déjame la ilusión restablecida
de creer que está todo, porque inmóvil,
amarrado a los hilos invisibles
de alguna dimensión que se ha salido
del espacio y el tiempo.
Déjame
recorrer los caminos de esta luna
propicia que me late, de este afán
que me ahonda y asombra, de este fuego
que me alumbra y deslumbra; hace ya
miles noches vacías que no existo,
y es inútil abrir el grifo lento
de las horas lloviendo,
porque el tiempo no duerme en el reloj
sino que en unidad con el espacio
forma parte de él.
Por eso, llévame
de nuevo a aquel jardín que descubrimos
con los ojos del alma, cuando el día,
los árboles, el río y las campanas
del mundo rebosaban de clemencia.
Siempre el paisaje está muy por encima
Del humán que lo habita, y es ocioso
Sentirse superiores siendo esclavos
Porque el paisaje es dueño de sí mismo,
Territorio que el tiempo, y el espacio
Forjaron despaciosos al unísono:
Dejadme frecuentar la intensidad
De aquel hermoso sueño primordial
En donde nací y estuve hombre.
ANTÍFONA DE LUZ
I
Esa voz marcescente que despierta
poro a poro el acopio de vivir,
y riega con sus llamas insurgentes
el pulso de la tierra; que amanece
de murmurios y sin vacilación
en los labios de mórbidos parénquimas,
abriéndose al azar
cuando todo se enciende de equinoccios
y conquistas, ya húmeda la sed,
posesivo y también
progresivo, proteico, prometeico,
difuso y apremiante.
Ese don, esa fe, esa constancia
que pervive en la urdimbre de las cosas
hasta hacerlas milagro repetido,
cuando los ojos hablan a los ojos
acogidos al tímido rescoldo
de la adolescencia:
ese amor
potestad de dominios que, cual luna,
recorriera los ámbitos del cosmos
y alumbrara el vacío con la misma
certera asiduidad,
que una gota de agua fertilísima
dispuesta a fecundar a los océanos
con semillas de hondas redenciones
incoloras y urgentes porque cíclicas.
Variaciones
Eres estar, y estando sueñas con escribir para saber
que vives en algún despertar de frases íntimas que alum-
bren una nueva primavera.
Háblate de los jueves y los pájaros, del cantar de la lluvia
en la alameda, y del rezo solemne que promueven los cho-
pos religiosos, verticales, a la orilla del río...
Vivir es demorarse desde cero en una explicación con-
vencional que siempre llega tarde.
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