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lunes, 17 de octubre de 2011
5143.- MANUEL CABESA
MANUEL CABESA
Narrador, poeta y ensayista venezolano (Caracas, 1960). Perteneció al Taller de Poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) y ha colaborado con las principales páginas literarias de la región y del país. Ha publicado el poemario Vida en común (1985), la antología El acto y el lugar de la poesía. Una antología de arte poética venezolana (Maracay, 2002), el libro de cuentos Falsificciones (Villa de Cura, 2004) y la antología Un lento deseo de palabras (Monte Ávila Editores, Caracas, 2010), que reúne su obra poética completa. Reside en Maracay, Aragua.
Los poemas inacabados,
los poemas que se abandonan como derrota,
dejan sus imágenes en algún rincón desconocido
donde poco a poco se va formando solitario otro poema...
Roberto Juarroz.
Poética
Cuál será la palabra que me sea fiel
Cómo hablar de mí sin mentir
sin mentirme
Desconozco el arte de escribir mi historia
sin que al hacerlo
no me convierta en otro fantasma
herido en la imaginación
Pájaros que una gran afinidad
mantienen en los confines del hombre
Mientras vuelan
los pájaros
van trazando su secreta escritura.
El hombre
incapaz de descifrar su mensaje
prosigue su camino
sin alzar la mirada.
Ignora que su destino
está escrito
sobre el pergamino del cielo.
Por afuera estás dormida
y por adentro sueñas
La que allí duerme sueña que va descalza
cruzando un bosque de espuma.
Desde mi vigilia la miro dormir
entregarse desarticulada
al placer de juntar estrellas.
La que allí duerme
ha olvidado su cuerpo dormido
ahora viaja entre fulgores y tormentas.
Trazo líneas de grave escritura
con la esperanza de asir
las visiones de su sueño.
La que allí duerme
se encuentra lejos de su cuerpo
que horizontal yace a mi lado,
como una casa habitada por sueños.
Memorial de intemperie
Cuántas palabras
sin refugio
cuántos gestos
cuántas miradas
hallarán
su eco
entre la niebla
del olvido
Luna de enero
Como un viejo surrealista
te nombro más allá del sueño.
Carnero celestial.
Arcángel de la sangre.
Nocturno
Ebrias voces melancólicas
recuerdan una triste historia de naufragios.
Me pregunto
cuántas soledades habrán cubierto
los cuerpos de nostalgia
A esta hora la risa íntima
de un ángel
ha descubierto para mí
la lejana sensación de un amor tardío.
Mientras
afuera la noche duerme
solamente.
Cruce de caminos
Del mismo barro que somos
están formados nuestros caminos.
Largas veredas como años interminables.
Algunas veces
estas sendas se cruzan
uniendo dos soledades.
Luego cada cual prosigue su marcha
llevando consigo un recuerdo
como único equipaje.
Ninguno se permite
entonces
mirar hacia atrás.
Tu nombre es un signo
...yo me iré hacia el alba de tu recuerdo
y cruzaré la noche hasta beber en tu origen;
en el más suave origen de tu nombre.
Salvador Elizondo
Tu nombre es un signo...
Rosamel del Valle
I
Cómo será ella.
Cómo serán los gestos
que conforman su rostro
apenas entrevisto en el sueño.
Cómo serán sus manos
esas manos ávidas
nacidas para reconocer
a los cuerpos y las almas
confundidos en el amor.
Cómo serán sus ojos.
Esos ojos que reflejan
los colores de la noche.
Esos ojos que contienen
lo mejor de ella:
la dignidad de su mirada.
Cómo será su voz
cómo será el sonido de su voz
quizás sea cantarina y dulce
como la voz de los pájaros.
O tal vez sea áspera y furtiva
mensajera de sueños posibles
de recuerdos inacabados
de esperanzas
en donde surge la idea del hombre
en su dimensión infinita.
Cómo será su cuerpo
cómo serán los contornos de su cuerpo.
Ese espacio que acaricio y deseo
en su carne tibia y sacramental.
Ese cuerpo como un cofre que guarda
el tesoro de los pensamientos fugaces
concebidos a ras de la tiniebla que me acompaña.
Ese cuerpo que amplía y resume la divina proporción
de la luz perfecta que nace antes de la vida.
Ese cuerpo que es el cuerpo de todas las mujeres
y a la vez su cuerpo inmutable.
A cuántas he abandonado
por amar la imagen que aún no llega
la que sueño en la serenidad
de una playa astral.
Quién podría reflejarme si no ella
que es reflejo de mí mismo
que es razón y extensión
del desierto donde la muerte
es cómplice de la vida.
Donde ella es creación del corazón inmortal
que da aliento a los hombres y a las cosas.
Cuál será su nombre.
Cómo llamarla si su imagen se hace luz
y ebriedad
impregnada de horizontes marítimos.
Podría llamarla Ana / Berenice / Carlota /
Diótima / Eurídice / Ilona / Josefina /
Margarita / Narda / Perséfone / Salamandra /
o tal vez podría llamarla María.
Ella tiene todos los nombres
pero ninguno basta para definirla.
Mejor será dejarla sin un nombre determinado
y que ella construya su leyenda en cada derroche
sobre los signos secretos que sostienen al mundo.
Ella pertenece a ese género de mujeres
capaces de transformar la duda y el error
en una sinfonía de palabras luminosas
que el azar inscribe en la piedra
de mis sueños más ocultos
en donde ella ejerce la magnitud
del reino por siempre anhelado.
II
Extranjera, te escribo desde un país
donde siempre es de noche y hace frío.
Sé que tú no sospechas que mi vida
en medio de esta soledad
está justificada cuando te imagino
por las tardes mirando el mar
juntando entre tus manos conchas de caracol
que recoges a tu paso por la playa.
Y es que el mar y tú guardan cierto parecido
a ambos los recuerdos sosegados
en perpetuo vaivén de horas y años
acostumbrados tanto tú como el mar
al paso inexorable del tiempo
en la mirada de los marinos.
Pero desde aquí
desde este pequeño país
ocurre que tan sólo cuento
con la presencia del mar.
Ocurre también que la noche es eterna
y en ella permanezco
esperando el don de tu sonrisa.
Quizás un día despierte
entonces sabré que la nostalgia
es un largo camino por recorrer
antes de hacerme digno de enlazar
mis deseos a tu cuerpo de materia luminosa.
Tú estás lejos
aunque como siempre es de noche
para mí es fácil tenerte cerca.
Cierro los ojos
y el murmullo del mar
trae la melodía de tu voz.
Por eso te escribo
pues concibo tu vida
como una relación simétrica
de hermosos recuerdos
que tienen a la luna como tema.
Dejo caer mi rostro sobre el tuyo
en la hora íntima de tu sueño más venerado.
Así creo que he de descubrir el enigma
que oculta el milagro de tu existencia.
Te oigo respirar
penetrar inconsciente
en esa zona vulnerable de lo etéreo.
Imagino que sueñas con países florales
distintos a éste que habito
entonces siento envidia de ese sueño
donde mis manos no te alcanzan.
Yo que navego la penumbra
he tomado como patrimonio la tristeza
que es anterior al hallazgo de tu nacimiento
Ahora te la entrego
para que con ella realices un conjuro
convertido en esperanza.
Por fidelidad a tu imagen
me paso las horas frente al mar
sintiendo el aire que lleva tu nombre
esperando que de la distancia arribe el barco
que ha de traerte hasta mi puerto.
Pero aun no es tiempo de que vengas
pues a tu vida la recorren
las imágenes encarnadas del vértigo.
Te escribo para recordarte
que no hay marcha atrás que justifique
la pérdida de lo que aún no hemos ganado.
Tú que eres superior
a la melancolía que invade al mundo
debes fundar un espacio de luz
donde se disipen las sombras
y puedas reinar con toda la magia de tu belleza.
Yo estoy a tu lado
tanto en la poética de tu sueño
como en el tránsito cotidiano
hacia el lugar donde aguarda tu reino.
Mientras vienes
sigo soñando contigo
y esperando el día
en que arribes a este pequeño país
donde siempre es de noche
y hace frío
para besarte por primera vez
y estar a tu lado por siempre.
III
De la innombrable
sólo se conoce
una ascendencia sin memoria.
Sólo se sabe
que cruzó el océano
vestida de presagio
y se tornó iluminación
en la tierra donde habitan mis soledades.
Ella de antemano suponía
los designios de azar.
Del destino sabemos poco
pero nos abruma de visiones.
Ella hizo de la noche
un piélago atroz de cristales
refugio amoroso de la demencia.
Niña entre las sombras
hasta dónde se extienden tus jardines.
Hechicera en la vigilia
hacia dónde cabalga tu destello.
Princesa del fuego
cómo abrazar la lasitud
de esta mañana espiritual.
Me veo de espaldas a la razón
y en mi retiro
bodegón de podredumbre humana
espero con humildad el don de una sonrisa.
Entonces tú
compañera de lo inaudito
otorgas a mi silencio
el estremecimiento de jóvenes esmeraldas
el hálito esclarecido del verano.
Eras tú a quien esperaba.
Que tu mano sea el lugar
donde se disipan los errores.
Que tu cuerpo reciba candoroso
los dones de una vivencia compartida.
Tu mirada dibuja una música
donde la áspera indolencia
no fue más que un fugaz sentimiento.
Para mí una constitución de horrores
que ella convierte
en una fantasía de embriaguez.
Ante ti
inefable señora de la armonía
sólo soy un vil comediante
que fabrica gestos
para comunicarse contigo.
Ella la pasajera de ultramar
concede a mis sueños
la virtud del olvido
esta consagración eterna de la luz.
Aquí está escrita la verdad
eras tú a quien esperaba.
IV
Tu vida se hizo real
en la frontera de mis deseos
como una fuente de luz
que disipa la tiniebla
en una polvareda de pájaros dispersos.
Una tarde supe de tu llanto
y tus lágrimas eran la materia luminosa
que el mar trajo a mi regazo.
Llené mis palabras de tu presencia
mis besos aceptaron tu desafío
de ser la más hermosa.
Desde entonces vivo despojado
de ausencias estériles
atado a la desnudez de tu nombre
frente a este paisaje
creado por la sombra de tu cuerpo.
Eres tú quien habita
el bosque de mis caricias.
Camino por la noche ciega
buscando la flor de tus dedos
amando la ternura de tus besos
llorando la soledad de tu tristeza.
Abro para ti mi corazón
y mis brazos
hermana sutil de las fábulas.
Doy testimonio a los hombres
de lo que es real e inefable
la transformación del olvido
y la nostalgia en tu mirada.
Te hago nacer a cada instante
penetro la persistencia de tu imagen
mi sombra tiene la forma de tus palabras.
Para ti construyo una casa de cristal
desafiando la penumbra
que se antepone a tu tristeza.
Con tu amorosa incandescencia
vas inventando la fuerza del día
a cada paso
transitas la memoria encantada
del poema.
En ti amo el fulgor de lo imposible
esta marcha de días y años
hacia la eternidad.
El destello amoroso
que funde mi vida en tu existencia.
Secretamente
aspiro la perfección de tus senos
vivo tu historia de gestos indelebles.
En la desnudez de tu cuerpo
las separaciones del tiempo
huyen como sombras azules
en el follaje del alba.
Me asomo a la densidad de tu canto.
Mi boca descubre caminos
en la profundidad de tu cuerpo
eres la mujer que amo.
Tienes la medida exacta de lo que permanece
tu hermosura es la llama frágil
que enciende la locura de mi sueño
y la ebriedad de las palabras
que apenas logran nombrarte.
Amo esta herida que soy
esta memoria que nace
de tus gestos de niña.
Ya no temo a la vastedad de la noche
mi cuerpo terrestre vuela ligero
al compás de tus delirios de infanta cautiva.
Eres como la tierra
dadora de vida
tuyo es el origen de los días.
Eres el principio de la esperanza.
V
Barro original
donde se funden los cuerpos.
Piedra apenas percibida
en la blancura de la piel
expuesta al deseo.
Nada sé de ti y te conozco
al menos por las sílabas de tu nombre
que sorbo como agua
cuando termina el día.
Sed natural de mis dedos
rozando el temblor de tu piel
en esta noche fija en el tiempo.
Te conozco y qué sé de tu vida
qué verbo me es útil
para saberme tuyo
para esclavizarme a tu deseo
para rozar la felpa de tu sueño
y la locura de tus palabras.
Aun en sueños regreso
a la mañana de mi gran nostalgia
primavera en tu piel apenas percibida.
Desde entonces soy como un perro
atado a tus deseos
mi infancia hecha cántico por tu voz.
Quiero hablar de ti.
Pira nupcial.
Nombre abierto al cosmos.
Página en claro.
Aroma aún no respirado.
Presencia perdurable.
Hierro e hilo de una misma balanza.
Labios traslúcidos.
Fragancia del deseo.
Inmóvil y danzante
en un mismo fulgor.
Poema apenas escrito
ningún nombre basta para definirte.
Sólo conozco
los caprichos de tu belleza.
Eres así
fijeza del instante.
Piedra grabada por la lluvia.
Espejo insomne
que habla de la luz.
Tu voz es la del viento
tan liviana como el amanecer
siempre fresca como la herida aún sangrante
fuerte como el grito del lobo
en mitad de la noche.
Perteneces a una raza
de mujeres frágiles
que guardan el secreto de la vida.
Hospedas en tu piel
la longitud de los caminos
este diario consumirse
en la piedra de los sacrificios.
Arranco a tu imagen
el resplandor de las monedas
y se lo entrego a los moribundos
para que sacien su ambición de futuro.
Quiero hablar de ti
y sólo conozco de tu oquedad.
De tu grito monocorde.
De tu claridad infinita.
De tus pies de arcos relucientes.
De tu sangre respirable.
De tu silencio de selva oscura.
De tu risa de cielo con estrellas.
De tus pezones color durazno.
Del jardín entre tus piernas
tu flor entre dos vertientes.
De tu ser y estar en tiempo futuro.
De mi extravío ante ti
y mi inocencia impregnada de tu nombre.
Y sé de tus labios.
Y te conozco desconociéndote.
Y tu desnudez me devora
mientras hablas de pecados efímeros.
Este es el mar que conozco.
El alimento de los noctámbulos.
Mi piel de rara conjetura.
Mi parque a la intemperie.
Esta es la única verdad que acepto
pasado y futuro unidos en la fijeza.
Este es mi oficio
aprender a nombrarte.
Estas son las imágenes queridas.
La transparencia del bosque dormido.
El viento distante hablando del deseo.
La tristeza de la errancia.
El final del camino en la luz.
Esta eres tú
puente tendido
entre la realidad y el poema.
VI
Mi mano se posa sobre tu seno
un escalofrío tuyo le devuelve
su condición de extranjera
en el país de tu cuerpo.
Mi mano acaricia suavemente tu seno
misterioso contacto que transfigura el deseo.
Mi mano desciende
por los contornos de tu cuerpo
tu piel abre sus afluentes
dejándola navegar.
Mi mano reposa sobre tu vientre
un nuevo escalofrío enciende su fuego
sobre una fuente de jade.
También tu belleza se desnuda
ante mis ojos
indomable flor de efímera eternidad.
Reflejo de luna en la noche incontenible.
Lugar de magia
ebriedad de horizontes marítimos.
Vértigo de tu cuerpo
devorando mi cuerpo
abrazados
en el rito sagrado del instante amoroso.
Cómo nombrar la vigilia
que dibuja
la figura de nuestros cuerpos.
No hay memoria que registre
la eternidad de cada movimiento.
Tú sobre mí y yo sobre ti
cada uno al alcance del otro
como relámpagos gemelos
quebrando la vastedad de la noche.
Recorremos palmo a palmo
cada instante
que el placer nos ofrece.
Voy por entre tus piernas
abrevando mi sed en el manantial
que fluye de tu hendidura
Es la gruta húmeda
el albergue siempre abrigado
donde descansa el hombre
en su eterno caminar hacia la muerte.
Mientras una mano tuya
acaricia mi espalda
oigo mi voz hundirse en tu silencio.
Lejos de este cuarto
está el lugar de la sombra.
La comarca que abandonamos
para ingresar al reino de la luz.
Afuera la noche permanece
adentro iniciamos nuevamente
la ceremonia de los besos.
Y ya no somos dos
juntos nos bastamos en una sola presencia.
Cada uno la sombra del otro
como dos espejos
intercambiando el fulgor de nuestros cuerpos.
Cada uno habitando dentro del otro.
Compartiendo los mismos dones.
http://www.blogger.com/
Como dos relámpagos simultáneos
en medio de la noche inmaculada.
http://www.letralia.com/240/letras01.htm
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