Catarina Nunes de Almeida
Escritora portuguesa (Lisboa, 1982). Es licenciada en lengua y cultura portuguesa por la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa. Fue docente de la Universidad de Pisa, Italia, durante dos años (2007-2009). Ha publicado poesía en diversas revistas literarias portuguesas y extrajeras. Con Prefloración (2006) recibió el premio Daniel Faria y el premio del PEN Clube Portugués para la Primera Obra. Su segundo libro de poesía, La metamorfosis de las plantas de los pies, fue publicado simultáneamente en Portugal e Italia.
SOLO
Un día nuestros gestos serán verdes.
Dormiremos a ras de la tierra
nuestras bocas solas al ras de la tierra
Basta un grano de polvo en las uñas
la noche punteada en el centro del poro
para que yo extienda los senos en el desierto
después de la vendimia. Entre la piel y las espigas
ya no quedan reticencias – apenas una escama
con que abrigo al mundo.
NO HABITO
No habito no quiero habitar nunca.
Habito en los campos casas de la casa
pluma de todos los úteros.
Muerdo la lluvia el cascaron de los animales
y ya no sé si existo por abajo de la piel
si por debajo del plumaje de las aves que pasan.
Roca por donde reptan los anfibios
yo soy todo los anfibios
el día que nace
en ninguna cama.
BOSQUE
Las palabras ofrecían sombra
como si fuesen copas de árboles antiguos
fermentación de savias gestando un mar muy leve.
Y a cada golpe de viento
la espuma deslizaba entre los cuerpos -
sutil colisión de estiletes
o de naves doblando el mismo cabo.
Cuando muera quiero que sea desnuda
dentro de tu boca
o sentada en la rama más alta, entre sopranos.
FUSIÓN
I
Cuando las moras están maduras
la menstruación corre en el valle
venida de tu lado. La noche es un puente
tendido sobre las orillas de la cintura:
lugares de pizarra donde reposan
sombras de animales.
II
A veces los senos me crecen en tu pecho.
Los días vienen cuando vienen tus labios
manzana que muerdo entre las piernas.
Todo nuestro cuerpo es flor mutua
escultura que brotó del mismo suelo
imperfecta.
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Traducción: Estrella Gomes
I
Avisté la boca al atardecer
La lengua no venía en los mapas, pero en el paladar se agrupaban diversas constelaciones
y les pertenecía la ventura de mis dedos
No había noticia de otros pueblos
ni siquiera una mancha de cerezas
Planté el primer seno
la que llamamos Macieira
y abandoné el vientre
a la generosidad vegetal
En esa noche dormimos por dentro y por fuera
del mundo.
II
El musgo que corría por la casa
ya no era un animal silencioso
endurecido por los precipicios
Tenía facciones humanas
era un musgo trágico-marítimo
un musgo para un mundo triste
y tu temblabas cuando te llamaba
madre.
III
El mar resbala por el diván
son enormes las cabezas de este prado azul —
cada flor tiene una criatura para engullir.
Ninguna noche se cierra
Ningún arpa interrumpe la muerte
Quema la sal
como el silencio.
IV
Los hombres venían a soplar en tus labios la música de las hojas
y creían tener en los brazos el árbol donde crecerían en silencio
durante tres estaciones. Eran esos labios la tuba que anunciaba
la primera muerte. Las piernas confundiéndose con las raíces:
ninguno escucharía de nuevo el chirrear de las criaturas
la lengua de los prados tan libre de sus declinaciones.
Dormían y acordaban en tu sangre
el único jardín al que llamaban casa.
V
Esta mañana llegué temprano al mundo
Vine a limar los labios en el cuerpo de las piedras
visitar la casa de la infancia —
un poema con la métrica de las grandes danzas
en el intervalo del mar. Mi tiempo es breve
pero va lento como van las olas.
Bajo los labios donde fueron navíos y hubo un cuerpo
todavía resiste el cráter y una gota de vino
la playa sabe qué bichos son esos que beso:
un pájaro que muere todos los días a tu sombra
y la sombra de las cigarras el ramo sin hojas
del árbol que nadie ve partir.
Irei eu se ele for
na cavalgada.
Irei eu a galope em meus pés
veloz por entre as avezinhas
do fundo das águas-furtadas
em águas de lábios furtadas
veloz e espessa como a torrente
de um parto.
Irei eu em todas as minhas mãos
pégasos e ventanias
o corpo preso por um frio gentil
o corpo a tilintar de sonhos.
Serei eu o que ele for
na cavalgada.
Irei eu sem música sem mesa posta
dar-lhe prato verde
onde caibamos os dois dar-lhe
este emudecimento este abatimento cardíaco
da floresta.
Cântico dos Cântaros
Voltando um pouco atrás
à costura das fotografias
àquela escuridão pulmonar onde te vi
pela primeira vez onde eras
mais que certo quase cavalo
quase branco
a galope nos meus dentes.
Fotografias do tempo em que chamavas
árvore de rapina ao instrumento
que te educava os dedos.
Um dedilhar de amigo
à beira do vinhal.
Um encantar de amigo.
Se te deixasse ficar à sombra
haveria ainda as linhas da tua mão
tão irregulares tão imponderáveis
como a chuva nas boas noites.
Haveria ainda o perfume das grainhas
na primeira curva da manhã.
Era no tempo das fotografias.
Agora, dizes tu, há o orvalho dos murtais
um cesto silencioso e humano.
Nunca saberás que isso a que chamas
silêncio orvalho
eu chamo música
e toco-a.
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