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viernes, 11 de noviembre de 2011
5334.- ALBERT CARACO
"Nuestras revoluciones son puramente verbales y cambiamos las palabras para tener la ilusión de que cambiamos las cosas".
ALBERT CARACO
Albert Caraco nació en 1919, en Constantinopla, pues así llamaba Caraco a Estambul. Personaje irreal, aunque no imaginario, se dice que nació en julio, o en agosto, y se sabe que murió en París, suicida en septiembre de 1971, al día siguiente de morir su padre. Lo había avisado Caraco: «Si una mañana mi padre no se despertara, yo lo seguiría de buen grado». Lo siguió, como lo había seguido en su vida errante de judío rico (Viena, Praga, Berlín, París, Managua, Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires), heredero de sefardíes establecidos en Constantinopla
La deconstrucción del caos: Albert Caraco
Nos da miedo que alguien venga a decirnos la verdad, sobre todo si es una verdad dura y cruel. Pensamos: “es un pesimista, un negativo, su mente estaba obnubilada”. No es posible saberlo porque no concimos al hombre; quizá en lugar de levantar un juicio sería conveniente escuchar atentamente lo que tiene que decirnos el hombre; quizá, como ocurre muchas veces, descubramos que este loco tiene razón y que por eso nadie lo entiende.
Albert Caraco nació en 1919 en Constantinopla, murió en septiembre de 1971; se sucidó, como había proyectado, después de que fallecieran sus progenitores. Pasó su infancia en Alemania y en Europa Central, pero hacia 1939, con la amenza nazi, viajó junto con su familia a Uruguay, nacionalidad que adoptó. Después de la guerra se trasladó a París en donde empezó a escribir su obra teórica, para ello se impuso una disciplina monástica: escribir todos los días seis horas en un horario fijo (recordemos a Kant). Su obra está compuesta de ensayos y diarios que todvía no son muy conocidos en español. Autor inclasificable, lo llaman, ya que no se puede decir si es filosofía nihilista, decadente, existencialista o todo y nada de esto.
En la lectura que comparto de Breviario del caos, Madrid: Sexto Piso, 2004, podremos ver a Albert Caraco no sólo como un crítico de la Modernidad sino también como un profeta (como él mismo se denomina) que, a pesar de contemplar la decadencia del mundo, sabe que más adelante llegará un nuevo tipo de civilización regida por otro principio.
I
Se me dirá que no soy constructivo, se me reprochará que edifique sobre la catástrofe y la considere condición previa al reordenamiento del universo; se me dirá que no soy social, se me reprochará que prevea la inmolación de los locos y la considere necesaria para que la restauración del hombre finalmente tenga lugar; se me dirá que soy inhumano, puesto que la vida de varios miles de millones de insectos no me importa y porque predico el despoblamiento de la ecúmene; se me dirá que soy inmoral, puesto que sacudo el eje de los valores e invierto los signos. Reconozco mis errores, quiero declararme culpable y estoy conforme con preservar en mis gestiones: es que yo creo en el orden de nuestros días siguientes, este orden del que yo soy uno de los profetas y en que nuestros descendientes reencontrarán eso que habían profesado los hombres arcaicos. Soy uno de los restauradores de eso que existió en los comienzos del mundo, el orden según las mujeres es más antiguo que éste que observamos y yo reanudo con aquél, derribo nuestros fundamentos con el solo fin de poner al día lo que los sostiene e incluso edifico ahí encima una Ciudad mañana intemporal. (p.77)
La mayoría de las reflexiones de Albert Caraco, a simple vista, apuntan hacia una destrucción total de la civilización como único futuro del género humano; parecería una perspectiva pesimista y, no obstante, el filósofo trasciende esta visión y señala el retorno al origen de la religión (tal como lo han propuesto otros historiadores y escritores) en donde la divinidad adquirirá nuevamente las cualidades femeninas y ese principio será el que rija a la nueva humanidad: liberada, integrada y sin jerarquías.
Otro fragmento que anuncia el retorno del principio femenino: http://drusilabemol.tumblr.com/post/3340765462/caraco
II
Cada uno de nosotros muere solo y muere por completo, éstas son dos verdades que la mayoría rehúsa, pues la mayoría dormita todo el tiempo que vive y teme despertar en el momento de perecer. La soledad es una de las escuelas de la muerte y el común no asistirá a ella nunca, la integridad no se obtiene en otra parte, es también recompensa de la soledad y si fuera necesario clasificar a los hombres, los hombres formarían tres razas: los sonámbulos, que son legión, los razonables y sensibles, que viven en dos planos y que sabiendo lo que les falta, se esfuerzan en buscar lo que no encuentran, los religiosos, nacidos dos veces, quienes caminan hacia la muerte con igual paso para morir solos y para morir por completo cuando por ventura no escogen el momento, el sitio y la manera, con el fin de marcar su desprecio por las contingencias. Los sonámbulos son los idólatras, los razonables y sensibles, los creyentes, los religiosos nacidos dos veces adoran mentalmente aquello que los primeros no imaginan y que los segundos no conciben, pues ellos son plenamente hombres y como tales, no irán a buscar aquello que han encontrado, ni lo adoran, ni lo idolatran, puesto que son ellos mismos. (p. 10)
A pesar de que en otros ensayos Caraco deconstruye cualquier dogma y sostiene que los hombres de religión son unos charlatanes embaucadores, habrá que distinguir las dos maneras en que el autor concibe este asunto; por un lado, la religión como la institución y el dogma que han coartado la libertad y condicionado la asociación humana (“nuestras religiones supuestamente reveladas no supieron más que construir la tumba de la especie”), y por otro lado, cuando habla de “los nacidos dos veces” (término con el que se designa a los iniciados o discipulados) se refiere al camino interior, a los que siguen la senda espiritual, en el que, se puede apreciar, encuentra todavía una especie de salvación.
III
Estamos condenados, y aquellos de nosotros que lo saben ya no pueden hacerse escuchar, y aunque pudieran, preferirían guardar silencio. ¿Para qué predicar ahora a los sordos y desengañar a los ciegos? ¿Les impediremos preservar el pensamiento que los lleva? Vamos directo al futuro más horrible, este futuro se inciará de la noche a la mañana, nos encontraremos sumidos ahí sin siquiera entender lo que nos ocurre, no nos quedará más que morir desesperados en el universo inhabitable. Los hombres se hacían la guerra por la posesión del suelo, mañana se matarán mutuamente por la posesión del agua, cuando el aire nos falte, nos degollaremos con el fin de respirar en medio de las ruinas. Esperamos que la ciencia haga milagros y pronto le exigiremos lo imposible, pero ella está superada por nuestras necesidades y nunca más las satisfará, somos varios miles de millones de más pidiendo el Paraíso sobre la Tierra y es el Infierno el que volvemos inevitable, nuestra ciencia ayudando bajo el cayado de nuestros pastores imbéciles. Nuestro futuro dirá que los únicos clarividentes eran los Anarquistas y los Nihilistas. (p. 105)
Estimado Caraco, queremos informarle que su futuro ya nos alcanzó. A los ciegos y sordos los llamamos zombis, se le olvidó mencionar la pelea por las semillas, y el infierno lo hemos divinizado tanto que hasta hicimos una película. Gracias.
Epigramas para no zombis: http://cajondevidrio.tumblr.com/search/Caraco
Sitio sobre Albert Caraco: http://albertcaraco.free.fr/
Tendemos a la muerte como la flecha al blanco, y no le fallamos jamás, la muerte es nuestra única certeza y siempre sabemos que vamos a morir, no importa cuándo y no importa dónde, no importa la manera. La vida eterna es un sinsentido, la eternidad no es la vida, la muerte es el reposo al que aspiramos, vida y muerte están ligadas, aquellos que demandan otra cosa piden lo imposible y no obtendrán más que humo como su recompensa. Nosotros, quienes no nos contentamos con palabras, consentimos en desaparecer y aprobamos en consentir, no elegimos y nos consideramos afortunados de no sobrevivir en ninguna parte a esta vida, que nos fue impuesta más que dada, vida llena de preocupaciones y de dolores, de alegrías problemáticas o malas. Que un hombre sea feliz, ¿qué prueba esto? La felicidad es un caso particular y nosotros observamos sólo leyes del género, razonamos a partir de ellas, sobre ellas meditamos y profundizamos, despreciamos a quienquiera que busque el milagro y no estamos ávidos de beatitudes, nuestra evidencia no basta y nuestra superioridad no se encuentra en otra parte.
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