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viernes, 23 de diciembre de 2011

5690.- GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ





Guido Rodriguez Alcalá (* Asunción, Paraguay, 1946) poeta, narrador, historiador, ensayista, periodista y crítico literario. Colaborador asiduo en diversos periódicos locales y extranjeros.


Trabajos Realizados
“Artigas y La Independencia del Paraguay” (compilación)
Esta obra contiene una selección de cartas intercambiadas entre Artigas y la Junta de Gobierno del Paraguay, que descubren ciertos aspectos pocos conocidos de la historia paraguaya. El autor acompaña la recopilación con explicaciones.
“Residentas, destinadas y traidoras”
Vividos relatos de las protagonistas de la gesta del 70, (Guerra de la Triple Alianza) compilados por Guido Rodríguez Alcalá. Residentas eran aquellas que no habían caído en desgracia con el Mariscal Presidente. Destinadas (o traidoras) eran las mujeres destinadas a los campos de concentración por ser parientes de algún enemigo del Mariscal.
De su novela Caballero cito:
«Y eso es un poco lo que pasaba al comienzo, quiero decirle al final de la guerra, porque los brasileños no querían ni oír hablar de un paraguayo armado con un sable; no nos querían dejar que tengamos un ejército... No nos tenían confianza, por eso se quedaron hasta 1887 ocupándonos el país... Pero entonces salía cualquier soldado por la calle, fuera de su cuartel, y allí mismo lo agarraban entre cuatro o cinco cuando podían agarrarlo, no había seguridad. No había respeto, no había policía, no había nada... Policía, sí, pero cuatro gatos armados con bastones, y eso no daba para asegurar la tranquilidad, y entonces se dieron cuenta de que necesitaban un ejército; ellos necesitaban tanto como nosotros, los paraguayos, para asegurar la paz de las personas y también para que los liberales no les regalen todo el Chaco a la Argentina. Porque usted comprende que el Paraguay no quería quedarse sin su Chaco, ni el Brasil tampoco no quería que todo un territorio así se le quede a la Argentina, porque entonces los curepí llegaban con su país hasta el Mato Grosso, y eso podía perjudicarles. Y allí fue que nos pusimos de acuerdo los brasileños y nosotros; los dos en contra de la Argentina. ¡Quién diría después de pelearnos tanto! ¡Quién diría que justamente a mí tenían que elegirme, yo que les había liquidado tantos regimientos tantas veces! Pero esa fue justamente la ventaja de mi viaje a río: el Gobierno Provisorio les pidió a los brasileños que me tengan prisionero de guerra porque en el Paraguay podía armar bochinche, dicen que, pero aproveché precisamente mi viaje para hacerme de buenas relaciones que me iban a servir después...»


En 2002, Guido Rodríguez Alcalá lleva más allá la historia paraguaya para situarla debidamente en su entorno regional, en la época inmediatamente anterior a la independencia, en su novela Velasco, y examinar los procesos políticos que condujeron a ella, así como especular con fundamentos documentales sobre lo sucedido.
En cierto sentido, Rodríguez Alcalá abandona su temática histórica habitual, fundamentada en el replanteamiento de las figuras de la historia paraguaya mitificadas por la dictadura, para ensanchar su perspectiva a la conexión internacional de la independencia paraguaya.
Además de reconstruir los acontecimientos que marcaron la convivencia del gobernador Velasco en el Paraguay con el núcleo que gestó la emancipación, en ella, la conclusión fundamental que extraemos es que la política paraguaya, contra lo que se suele pensar dentro del país, ha estado sujeta al devenir de los sucesos de los países vecinos, por lo que la incidencia de las relaciones exteriores en la política nacional ha sido mayor de lo que se suele pensar, y no solo en las perspectivas políticas que culpan al exterior o al imperialismo inglés de los desastres bélicos.
Ello, en el fondo, rebate la interpretación aislacionista de la historiografía oficial. Velasco es una de las más insuperables reconstrucciones diáfanas de una época, el momento de la independencia, donde abundan numerosas lagunas.
Como se observa, la narrativa contesta a los lugares comunes del tratamiento habitual de la época colonial, para obligar a revisitar el período, preguntarse por las reacciones humanas y reivindicar un nuevo punto de vista que se aproxime a lo que realmente pudo ocurrir desde la reinterpretación que permite la ficción.


Comentarios
Guido Rodríguez Alcalá, quien ha vuelto a centrar su última novela, Velasco, en uno de esos hombres que han marcado la Historia de su país. El coronel Bernardo de Velasco (primero gobernador de la Provincia de Misiones y, desde 1806, también de la de Paraguay) fue el último representante del poder nombrado por España: en circunstancias muy poco claras, Velasco fue depuesto la noche del 14 al 15 de mayo de 1811; e incluido en el gobierno provisional (supuestamente independentista) que se formó el día 16 del mismo mes.
Tras una minuciosa documentación (origen de su ensayo inédito Rasgos americanos de la independencia paraguaya), Guido Rodríguez Alcalá se acerca en la novela a los últimos momentos de la Colonia, y a los primeros de la Independencia. Para ello, como hiciera en sus dos novelas anteriormente citadas, ficciona la figura de un personaje histórico, y le da voz, convirtiéndolo así en narrador, protagonista y testigo de los hechos.
Velasco abandona el tema de la contienda de la Triple Alianza y sus consecuencias inmediatas, argumento motor tanto en Caballero y Caballero rey como en muchos de los cuentos de Guido Rodríguez Alcalá. Sin embargo, se mantienen algunos de los recursos a los que este escritor nos tiene acostumbrados, como la inserción de diversas voces narrativas, y la combinación de sucesos reales e inventados. Y continúa la tendencia a construir argumentos cada vez más lineales, que facilitan el seguimiento de la historia.
En contra de lo que sucediera en las otras dos novelas, el personaje ahora atrae las simpatías del lector. Y no sólo porque no estamos ante un pérfido como Caballero, sino también porque Velasco carece de contradicciones e invita a la credibilidad; y porque el lenguaje que utiliza el autor incita a la identificación con el narrador. De hecho, al afrontar un tema poco claro pero poco manipulado por la historiografía oficial, parece que Rodríguez Alcalá está abandonando parte de su pretensión combativa anterior. En un momento de transición democrática como el actual, el sentido de la novela histórica es ligeramente distinto del que tenía durante la dictadura: entonces, atentar contra los mitos establecidos por el stronismo suponía batallar contra el propio régimen; ahora, la novela recupera su función lúdica, sin olvidar la indagación en la verdad.
Y esa verdad implica desmontar algunas de las afirmaciones de la historiografía oficial: así, Velasco sostiene que el 16 de mayo de 1811 no se izó «ninguna bandera tricolor como se ha dicho. Fue la bandera española» (pág. 58); y, además, recuerda: «juramos fidelidad a don Fernando VII» (pág. 58). Respecto a la revolución de los Comuneros, que algunos quisieron interpretar como un preámbulo de la Independencia, Velasco afirma: «no fue una rebelión contra el rey sino contra los jesuitas» (pág. 66).
Como sucede en sus obras anteriores, Guido Rodríguez Alcalá juega con las palabras de sus personajes para denunciar situaciones que se prolongan en el tiempo mucho más de lo que los protagonistas de las novelas deberían saber: por ejemplo, Velasco arremete contra el «vicio local de destruir documentos» (pág. 49); afirma que el guaraní es «el idioma de la mayoría pobre y de los ricos ignorantes, que entre nuestros ricos no son pocos» (pág. 100); y denuncia: «libros sobre el Paraguay, por desgracia, no se escriben o no se publican» (pág. 105). Cuando ese sistema no basta para actualizar el texto, el autor no duda convertir a sus personajes en visionarios («esos porteños [...] dentro de cien años seguirán atribuyéndonos sus propias faltas», pág. 176), ni en recurrir al anacronismo (Saturnino Rodríguez de la Peña aparece como «el Poltergeist de la jabonería», pág. 159). Pero quizá el recurso al que mayor partido le saca es el de la ironía: «ningún filósofo francés se ha ocupado del asunto, con que no tenemos una fabulación como la urdida sobre el sistema jesuítico» (pág. 84). Una ironía que utiliza con particular saña contra la figura del primer dictador paraguayo: Al margen de estas consideraciones, hay que destacar que, como sus obras anteriores, el texto de Velasco está trufado de citas de documentos reales: fragmentos de cartas del propio Velasco (pág. 49), notas enviadas a las autoridades (pág. 55), actas del Cabildo (pág. 62), citas del informe que redactó el gobernador Pinedo en 1775 (págs. 108-109), reglamentos de gobierno (pág. 188).... Algunas sirven para que el personaje pueda responderse a las múltiples preguntas que se va haciendo en su intento de comprender lo que ha pasado. Actitud esta que no es sino un reflejo de la costumbre de su autor.
Como hemos podido observar, Donde ladrón no llega, Vagos sin tierra y Velasco suponen tres acercamientos a la Historia y la intrahistoria del Paraguay colonial. Tres novelas de extraordinario interés que testimonian la vigencia de la narrativa histórica en el Paraguay del cambio de siglo; y que suponen la existencia de autores maduros que han sabido forjarse una voz literaria propia.


Obras
Guido Rodríguez Alcalá ha publicado obras en casi todos los géneros.
Su producción literaria incluye, entre otros:


Narrativa:
Caballero (novela, 1986): elaborada en torno a un personaje histórico, a quien desacraliza a través de su propio discurso.
Caballero Rey (novela, 1988).
Cuentos decentes (1987).
Curuzú cadete (cuentos, 1990): Ganó el premio Radio Curupayty.
El rector (novela, 1991): obra galardonada con el Premio El Lector (en narrativa) de 1991.
Cuentos (1993).


Poemarios:
Apacible fuego (1966).
Ciudad sonámbula (1967).
Viento oscuro (1969).
Labor cotidiana (1979).
Leviatán (1980).


También ha escrito varios ensayos, entre ellos:
Literatura del Paraguay (1980).
Ideología autoritaria (1987).
Asimismo, ha realizado investigaciones históricas:
Paraguay y Brasil, documentos sobre las relaciones binacionales, 1844 - 1864 (2007): trata sobre los 20 años anteriores a la Guerra de la Triple Alianza.
Justicia Penal de Gaspar Rodríguez de Francia (1997).
En su obra, es a veces difícil separar la narrativa de la historia, dada la exhaustiva investigación y abundancia de citas y referencias.






ADVERTENCIA DEL AUTOR
El presente libro es una colección de poesías escritas entre 1976 y 1979 - aproximadamente. La primera parte, LEVIATÁN, alude a la bestia bíblica que ha pasado a ser sinónimo de totalitarismo. La segunda, ET CÉTERA, tiene poca o nula unidad temática, pero quería publicarla. Gracias.




PARTE I


LEVIATAN


ARTE POETICA


El dios Apolo llegóseme y me dijo:


"-A ti, el más humilde de mis hijos
te ha cabido la gloria (la tarea)
de enumerar las miles de batallas
del hombre por la vida y su escenario;
pacientemente anota
el paso de la lluvia sobre el aire
el amor de las múltiples mujeres
las generaciones y los barcos
las amapolas rojas y las sangres.


A ti se te encomienda
la guía de teléfono divina
que registre los números oscuros
direcciones remotas y los nombres
de pueblos apagados y suburbios,
las bodas y las muertes sospechosas
en Paraguay, en Chile, en Argentina.


Escucha bien, vate alado,
poeta,
las tablas que te han dado
aquella máquina
para escribir más rápido,
tu corazón sangrando en el crepúsculo
tus lagos, tus mujeres solitarias,
hoy día tienen dueño
-se trate de Olivetti
del lago de Palermo
de Play Boy Magazine.


Definite chamigo, en las praderas
bordadas de asfodelos
en la noble colina del Parnaso
se tira a la derecha o a la izquierda.








LEVIATAN


Los ríos van al mar, pero del viento
se conoce muy poco;
nadie sabe si es heraldo de arcángeles
o escritura de un libro misterioso.
Nadie lo ha visto, pero el hombre sabio
apuesta por su símbolo.


Las tribus más feroces
siguen al Behemoth, encandiladas
por su frente de oro,
por sus ojos de piedra
de estúpido becerro.


"-Comedores de viento -nos han dicho-
de vuestro dios oscuro, ¿ qué se sabe ?
¿ Quién le ha visto los pies ?
Ante los cuernos duros
de nuestro dios se humillan las falanges
de Babilonia y Tiro
y caen sus murallas. El dios potente
de la Nueva Israel es con nosotros.
Suya es la gloria, suyos nuestros ojos
y aún tus ojos necios al mirarle
porque suyo es el culo de tu esposa
y aún tus diversiones semanales.
El nos entrega el mundo
sin requerir el corazón a cambio.
Nuestro señor banquero, fifty-fifty,
reparte las ganancias con nosotros.
Habrá sangre en su altar. Eso lo admito.
Mas homo homini lupus, es preciso
sobrevivir, darle empleo a la gente
en este mundo nuestro
el mejor entre todos los posibles.


Hijo mío, te lo dice este anciano,
no escuches sus palabras
ni sus ofrecimientos de trabajo.
No los sigas en sus orgías insensatas
en los burdeles de Babilonia o de Manhattan.
No ames a las mujeres rojas de Penthouse.
No te arrodilles ante falsos dioses
ni blasfemes con sus coroneles.


Hijo mío, mira a su dios estúpido,
mira al torpe becerro consagrado:
No puede ver, mas ojos no le faltan
no puede caminar, no puede amar
con su callado corazón metálico.
Somos hombres, fabricamos los dioses,
mas somos a su imagen.
Si amas al hombrecillo de oro
se secará tu sangre como el metal
se secará tu lengua
se secarán tus ojos
se secarán tus manos y tu vientre.


Ama al Dios verdadero sin retratos
ni templos ni moradas
porque El no tiene cara
y El es todas las caras. Y El no está.
Búscalo en el silencio.


A veces pasa un ángel
con su carro de fuego, pero el ángel
es apenas su huella
en el espejo cóncavo del viento.
Y el templo es sólo un punto en su escritura.
Y eres templo también,
tú eres el templo.


Vela, hijo mío,
acecha en el silencio
en la noche profunda de tu pecho
la palabra preciosa
que saciará tu impura sed de imágenes.


El llegará. La espera no es estéril.
Es el agua fecunda
con que la lluvia limpia los barbechos
antes de la cosecha.
En tu puro silencio, en tu blasfemia rota
se incuba un hondo canto
que romperá la valla de los siglos
y atravesará las constelaciones
y las comisarías de los hombres
para llegar, volando, de hombre a hombre.


Acepta tu penumbra, tu rabia y tu silencio.
Pasarán largos años, pero un día
podrá llegar el Hombre
su Profeta
su Nuncio prometido.
Sus palabras
serán corno una espada fulgurante
para quemar el aire
y desnudar el alma de las cosas.
Ese día quedarán revelados los pergaminos sabios
que guardan los ancianos de la tribu.


Pero (escúchame) el Hombre
no llevará señal sobre la frente
ni hablará con parábolas;
dirá las cosas simple, claramente,
hablará en las cafeterías y los circos.
El beodo, el colérico, el nigromante falso
no oirán sus palabras
entorpecidos por el vino rojo
de la vid, el rencor y de la magia.


Animará la música dormida
en las rosas oficiales
y en los pechos
de las muchachas vírgenes.
Se elevará su sol resplandeciente
-el de la vida-
más que el sol de Hiroshima.


La negra Ker, la Parca de Quevedo
recibirá patadas en el culo
y todos cantaremos al unísono:
- ¿ Dónde está, oh muerte, dónde, tu victoria ?


(Esto que yo te cuento, hijo querido,
pasó hace mucho tiempo).


Ya la vida me deja.
Es preciso iniciarte., ya eres hombre,
acércate y escucha
mi palabra final:
Ya no es secreto el Símbolo.
Tú puedes ser el Hombre.
Yo puedo ser Elías, San Juan o Juan González.










CEDULA DE IDENTIDAD


¿Por qué no biografía?
La mía, paraguaya,
algún temblor de esteros imantados
por la luna del trópico,
la noche tropical y las mujeres
más hondas que la noche;
por qué no guacamayos luminosos
rojas aves del sueño, caimanes fabulosos
la vacilante luz de los jazmines,
naranjas perfumadas por la noche;
el inventario
fascinante y folklórico
que nos atan al cuello
cada vez que queremos
hablar como nosotros.


Pero no, compañeros,
la luna es siempre la luna
el aire es aire
pero el hombre no es Hombre
algunas veces,
a veces, cuando olvida
su cara en un espejo.


Te agradezco, Abenámar,
tu cortesía aquesta
mas disiento.
Si vine a hablar de mí
frente a vosotros,
si he venido a explicarme
no haré ningún discurso
ni tronaré, patético,
en el podio.
Con toda cortesía
(todo orgullo)
me llevare la mano a los bolsillos
al corazón, al cuello
al calzoncillo
para hallar y enseñar
discretamente
esta raíz oscura e incompleta
que me crece por dentro.










HABLANDO CON LA MADRE PATRIA


Hablando claramente
podríamos decirte
por qué has quedado pálida
al leer las noticias del diario
frente a un hecho
que quizá no es lo básico.


Podríamos decirte en qué la luna
difiere de las lunas del teatro
de tus fiestas paganas u oficiales
o judeocristianas, o simplemente
obscenas e importadas.


¿Alguna vez pensaste para dónde
te han llevado tus pasos?
¿Vuelves a ti después de cada noche
y te miras, y adviertes el cansado
color de tus miradas y tus trajes
y el revuelo insolente de las luces
del carnaval ridículo en que bailas?


Desde lejos te alcanzo para verte
como una dama gorda y recatada
que ha perdido su tiempo en reuniones
y a veces (digo las más) se calla
o llora o va de compras, pero siempre está sola.


Mas déjame decirte que te quiero
con un amor convulso como el odio
con el amor del odio.
Que desde lejos vuelven tus contornos
hasta mí, con tu suma y tus fracciones
tu agonía ridícula, tu corazón en babia.


Pero, ¿cómo decirte lo que eres
si es la sangre un mensaje más intenso
que tu callado río innumerable
y somos sangre y sangre y agua y agua
y respiras conmigo, feto y madre?


A veces es preciso, sin embargo,
utilizar palabras como piedras
para llamar al alma;
te tiro mis palabras como el niño
las tira a la ventana
para dejarte algunas piedras blancas
sobre una piedra negra
o quizá solamente piedras negras.


Oh patria, nombre único
multitud de luceros y de sábanas
oh cáliz de las luces, puerta amarga.
Patria, maldad, mis pantalones largos
mi primera aventura, oh todos mis amigos...
... ¿Los puedes recordar?...
¿Verás a Pocho y Jorge como niños
o durmiendo, tirados en la calle
en un sueño de balas y gendarmes?
¿Pensarás en René? ¿Podrás ver a Juan Carlos
como a un muerto
a quien le van muy chicas cuatro tablas?


Déjame que te cuente. Un día despertamos
(nosotros, los muchachos, la perrada)
"ebrios de fiestas" si así te gusta, o
simplemente un poco empelotados.
Mi madre no me había acostumbrado
a ver la muerte. Un día despertamos
y allí estaba la tipa. No sabía
que se puede morir también de siesta.
Que a las tres o las cuatro de la tarde
llega la camioneta colorada y opama.
Y ves hermano
cómo todo se acaba y nuestras vidas
son ríos literarios
porque en verdad el río de la muerte
o el mar que es el morir es pura fábula
y un día se te acaba y eso es todo.
Y lo peor que nadie te recuerda
y que siguen los bailes
y ayer se fue tu hermano pero estamos
con elección de reina como nada...


Es por algo (te dije) madre patria
que a veces te quedás sobresaltada
cuando un pelo en la sopa, una pavada
(cuando un acto fallido, como dicen
los señores psicólogos)
de golpe te recuerda alguna cosa
que no sabés muy bien y estás tan pálida. . .


. . . Es por algo, te digo, alguna cosa
que conocemos todos. No es por nada.










PARTE II


ET CÉTERA


Cuando crece la sombra
cuando la tibia noche en torno a ti adelanta
tú floreces y vuelvo a tu mirada
vuelvo a tu boca terca, a tu temblor, tu celo,
vuelvo a tu luz y a tu piel insistente.


Llegas de pie, como una lenta música
como el vestido blanco de la lluvia,
llegas como vestida de estaciones
llegas trayéndome un cierto poniente
una luna perdida, alguna tarde
caída sobre el agua, una mañana,
llegas de golpe con las manos llenas.


Y entonces, ¿dónde estamos
cuando al día enemigo
sigue la noche lenta de los besos,
sigue tu amor, caliente como un templo
de plata incandescente,
la llama demorada de tus ojos,
el impaciente abrazo de los muslos
y tu piel y tus manos, tu cabello
como una noche fresca que me abraza
y somos en silencio, entre sollozos,
entre quietos relámpagos,
entre sueños que vuelven, entre sábanas?


Veré caer el sol como una dura piedra
del corazón amigo de la noche;
las casas serán casas
los árboles los árboles.
Y su luz implacable
ordenará las cosas.
las calles poluídas de automóviles
entregarán su carga de empleados
a cientos de oficinas. Renovarán las máquinas
su canto de sirenas invencibles.
Por todas las esquinas recorridas
me seguirá un ejército de nombres.












MIRANDO EL RIO PARAGUAY


Mis ojos no miraron
más que el poniente estático
de la tarde caída en la mirada
de una novia ya extraña.


Acaso como en sueños
no sabía que el río tiene historia
que en su esplendor, su ocaso, su agonía
bogaron carabelas y piraguas.


Sentí la tarde enorme poseída
de una sola presencia. Ahora vuelvo
a caminar por esa misma orilla
y veo que hasta el aire está poblado.


Discurre el corazón entre perfiles
de acero. Si ha perdido
su inconsistente encanto adolescente
decidme donde estoy. Decidme donde estuve
Discurre el río
con su ominoso cinturón de aceite.










CREPÚSCULO


Momento de presencias
cuando crecen las sombras y las bestias
y el corazón, una campana oscura,
golpea desde adentro.


Una tarde que llega
con residuos
de mi forma de ser.


Recobro una mirada
la argentería frágil
de palabras y sueños.


Algo que vuelve acaso
como un barco
bogando por un río inexistente;
como un espejo roto
con el marco
cerrando el agujero
donde se ve la imagen
que niegan los espejos.










MUJERES DEL SUBURBIO


(Chacarita, Asunción)


1
Mujeres, carne oscura
carne tempranamente inaugurada
trabajarla sin término
por el limo del río poluído
por el hombre sin nombre
el hombre sin palabras
que llega pero pasa como el río
dejándote un remanso
de camalotes secos en el alma.




II


Mujeres, Severina
María, Juana, lgnacia, rostros duros
y manos destruidas:
¿Habéis oído acaso de la reina
de aquella Cleopatra
de piel gloriosa, clara
sedosa y delicada como el alba
donde halló trono el hombre
que cambió su corona por sus manos?




III


Rapunzel, lirio blanco
le tiende sus cabellos al amante
y Margarita sueña
y dona Sol pasea por el parque
donde la luna es plata
y el amor estandarte
¡Oh mujeres sutiles cinceladas
por artistas y amantes!
¡Mujeres con brillante y con esclava!




IV


Pero a vosotras, niñas
sin doncellez, mujeres sin amante
¿qué príncipe constante
o, más modestamente, que operario
constante os amaría?
Hay que tender la ropa
coser, lavar, zurcir, fregar el piso
(si hay piso) cada día
darle el pan, la cama y la alegría.




V


En la noche del río
sin ruiseñor ni perla ni jardines
sin duelo ni suspiros
el sueño llega torpe y sin sonido
cayendo como oscura.
piedra en el agua inmóvil.
¿Podéis pensar acaso en otro empeño
más real que el dormir
el corazón sin pena ni sentido?












ESPERA


Dije a mi corazón: No te apresures
si ves el agua muerta del invierno
que se pudre en las hojas,
si ves la nieve adentro y por afuera
señales sin sendero.


Aún tú puedes ver el mar Cantábrico
cuando latía el Can, la pedrería
sin número del cielo. Quedan puertas.
Y has besado muy poco. Todavía
no te viste en tus sueños.


Sabes lo que no sabes; tu saudade
que es proyecto y recuerdo.
Apaga ese tumulto de tus voces
como apagan los cirios en la iglesia
para sentir la oscuridad poblada.


Aprende a amar esa pequeña historia;
tus olvidos, tus sueños incompletos.
Mira que en tus sentinas quedan pasos
todavía sin dueño. Que te llaman
aunque no sepas quien, de más adentro.










HALLAZGO


Como se busca el oro en el escombro
del incendio, en las ruinas del palacio,
yo busco el resplandor de aquel espacio
en el recuerdo, el frío y el asombro.


Porque no estamos ya. Las soledades
que un día compartimos, la esperanza,
la claridad, la luz eso no alcanza.
Somos remotas, tercas realidades.


Amaste la alegría más sencilla
de lo real; la clara maravilla
de vernos y de ser y de abrazarnos.


También te amé pero seguí a mis sueños.
Ya te vas, ya despierto, ya soy dueño
de tu imagen final al separarnos.







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