ARJEN DUINKER nació en Delft, Holanda, en 1956. Estudió psicología y filosofía. Ha publicado una novela y ocho volúmenes de poesía en los Países Bajos. Uno de sus poemas fue traducido a 220 idiomas diferentes para un proyecto titulado “World Poem” (Poema Mundial). Actualmente, en conjunto con el artesano del vidrio Bernard Heesen y la diseñadora gráfica Désirée Achterkamp, trabaja en la elaboración del diccionario enciclopédico “The World of The Glassblower” (El Mundo del Soplador de Vidrio). Igualmente, tiene unos proyectos de colaboración con el poeta chino Yang Lian. Cuando se publicó “Rode Oever”, su primer volumen de poesía, fue inmediatamente evidente que había surgido un poeta que no había sido cortado, o no quería serlo con el molde de otros poetas holandeses. El volumen incluyó algunos poemas que parecían ser poco más que descripciones unidimensionales de la realidad. Algo que Duinker hizo con tal equilibrio que la pregunta inevitable del postmodernismo se hacía completamente superflua. ¿Qué realidad? Sólo la realidad. Desde el principio la poesía de Duinker se ha ocupado de la realidad de las flores, piedras, montañas, lluvia, viento, hiedra, ríos, en fin, la realidad de las cosas como entes autónomos separados. Es decir, la existencia de todas esas cosas con independencia del hombre, del pensamiento demasiado humano, sin la interposición de abstracciones que alcen su cabeza tan pronto como un ser humano abra su boca. En su segundo volumen, “Losse Gedichten”, podemos leer: “si me das abstracciones, / te daré un ventilador de la madera / Nada es más ajeno a mi que la creencia / que la conexión emocional / a través del pensamiento. Lo qué él desea es eso: que las cosas / las cosas mismas se hagan visibles.” En sus colecciones, Duinker ha tratado constantemente de ocultar su propia personalidad, su esencia y bagaje, para contrabandear en sus poemas las cosas que experimenta sin pensar: el “sin esfuerzo”, la evidencia propia de la existencia de cosas como flores y piedras. En cada poema es como si el poeta fuera, en cita sacada de “Het uur van de droom”, “requisado por una realidad inhumana e ininterpretada”. Las cosas esculcan sus bolsillos, sus ropas, su cabeza, su personalidad entera buscando esa cualidad demasiado humana que permite que los hombres siempre se perciban a si mismos como enfrentando la realidad. En su colección más reciente, en el poema largo “Las Horas” dice: “(...) me permite permanecer en la sombra / de cada posibilidad. / Viene a mí / y me requisa / retrocede / y comienza a reír.” La risa de la realidad misma es a menudo oída en su poesía. Esta risa se asegura que la piedra que no puede florecer lo haga, que la abstracción permanente de la lengua se convierta en ventiladores de madera en las manos de Duinker y que los lectores inmediatamente oigan a la realidad misma hablando, diciendo “me mantengo en silencio sobre la realidad”. El poeta llama “Vengan, cosas que se quedan y ríen, nótenme!”. Esta petición, ese deseo de ser parte de una realidad indivisa, una realidad experimentada no con la mente sino con todos los sentidos, conduce a la poesía que viene en busca de las cualidades demasiado humanas del lector. Los poemas se acercan al lector, esculcan sus bolsillos, revisan las costuras y los dobladillos de su personalidad, su esencia, su bagaje, amable pero resueltamente sacudiéndolo.
Poemas de ARJEN DUINKER
BIBLIOTECA
Donde la flor exhibe su hermosura,
el deseo se suelta del después,
cuelgan nombres en dos racimos de ocho,
raya una uña el horizonte en la piel.
Donde la flor exhibe su hermosura
los dedos se entregan al aquí y aquí y aquí,
manos atrapan velos de pelo,
colores respiran infinitamente lo infinito.
Donde la flor exhibe su hermosura
zumban insectos en una luz incomprensible,
exceden ojos el vientre embriagador,
el antebrazo huele sueños olvidados.
Donde la flor exhibe su hermosura
la consonante inspira a la vocal.
Donde la flor exhibe su hermosura
mariposas se llevan lo salado del mar.
Donde la flor exhibe su hermosura
esmalta el tiempo tatuajes en las hojas.
*
El clamor de las olas, rojo.
Una flor se desliza por una ondulación
y ofrece su perfume a una escarpa
que, libre en el aire, calla.
El orgullo de las olas, negro.
Los ojos roban lo inesperado
que con pequeñas hojas
calma las estrías de la piel.
*
¡Las palabras en las mitades de la lengua
adquieren más autonomía e independencia!
¡Empiezan a gritarse cosas,
ambiciosas bajo un cielo infinito!
¡Se esfuerzan, sacudiéndose transparentes,
para destilar estrellas de saliva!
La bolsa junto a la ventana.
Los zapatos junto a la ventana.
Los cigarrillos junto a la ventana.
El collar encima de la cama.
Ahora las palabras no pertenecen ya a la lengua:
la lengua pasó a ser propiedad de las palabras,
olas decoradas que acarician tobillos.
Los dedos de los pies se sueltan del suelo,
sintiendo adoración en el abismo,
los dedos de los pies dispersan polvo rojinegro,
deslizándose suavemente por el aire
y mostrándose luego en una nube.
*
Estremecimiento con cola
en la espalda, ojos
que ven dos labios.
Donde la flor exhibe su hermosura...
brilla el barco entre escamas desmedidas,
va serpenteando el barco hacia su agitado destino,
se enrosca el abismo alrededor de pechos exaltados,
brilla el abismo cual corazón estremecido.
Traducciones de Diego J. Puls