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martes, 7 de mayo de 2013

KHALED MATTAWA [9856]



Khaled Mattawa
Khaled Mattawa (nacido en 1964) es un poeta libio, y un reconocido escritor árabe-estadounidense, también es traductor centrándose en la traducción de la poesía árabe al Inglés. Trabaja como profesor asistente de escritura creativa en la Universidad de Michigan, Ann Arbor, Michigan, EE.UU., donde actualmente vive y escribe.

Khaled Mattawa nació en Bengasi, la segunda ciudad más grande de Libia, donde pasó su infancia y adolescencia. En 1979 emigró a los Estados Unidos. Vivió en el Sur desde hace muchos años, terminando la escuela secundaria en Louisiana y completó licenciaturas en ciencias políticas y economía en la Universidad de Tennessee en Chattanooga. Llegó a ganar una maestría en Inglés y una maestría en escritura creativa de la Universidad de Indiana, donde fue profesor de escritura creativa. 
Fue profesor de Inglés y Escritura Creativa en la Universidad Estatal de California, Northridge.
Su trabajo ha aparecido en la Kenyon Review, Blackbird, Crazyhorse, New England Repase, Callaloo, poesía oriental, Michigan Quarterly Review, The Iowa opinión, Negro Warrior revisión y el Premio Pushcart XIX, The Best American Poetry 1997 antologías. 
Khaled Mattawa comenzó a escribir poesía en la década de 1980. Su primera colección de poemas fue publicada en 1995. Luego comenzó a trabajar en la traducción de la poesía árabe de reconocidos poetas árabes en Inglés. 

BIBLIOGRAFÍA:

POESÍA:

Tocqueville New Issues, 2010 ISBN 978-1-930974-90-6
Amorisco Ausable Press, 2008, ISBN 978-1-931337-44-1
Zodiac of Echoes. Ausable Press. 2003. ISBN 978-1-931337-16-8.
Ismailia Eclipse The Sheep Meadow Press, 1995, ISBN 978-1-878818-44-7

TRADUCCIONES AL ÁRABE:

Adonis: Selected Poems (The Margellos World Republic of Letters), Yale 2010, ISBN 978-0-300-15306-4 (shortlisted for the 2011 Griffin Poetry Prize)
Amjad Nasser, (2009). Shepherd of solitude: selected poems, 1979-2004, Banipal Books, ISBN 978-0-9549666-8-3
Joumana Haddad, (2008). Invitation to a Secret Feast, Tupelo Press, ISBN 978-1-932195-62-0
Iman Mirsal, (2008). These are not oranges, my love: selected poems, Sheep Meadow Press, ISBN 978-1-931357-54-8
Maram Al-Massri, (2004). A Red Cherry on a White-Tiled Floor: Selected Poems by Bloodaxe Books, UK, 2004, ISBN 978-1-85224-640-2; Copper Canyon Press, USA, 2007
Fadhil Al Azzawi (2004). Miracle Maker, Selected Poems. BOA Editions. ISBN 978-1-929918-45-4.
Saadi Youssef, (2002). Without An Alphabet, Without A Face: Selected Poems Graywolf Press, ISBN 978-1-55597-371-1
Fadhil Al Azzawi, (1997). In Every Well A Joseph Is Weeping, poems of Quarterly Review of Books
Hatif Janabi (1996). Questions and Their Retinue: Selected Poems. University of Arkansas Press. ISBN 978-1-55728-432-7.

ANTOLOGÍAS:

Dinarzad's Children: An Anthology of Arab American Fiction, University of Arkansas Press, 2004 ISBN 978-1-55728-912-4
Post Gibran: Anthology of New Arab American Writing, Kitab, 1999, ISBN 978-0-9652031-3-5




La historia de mi rostro

Mis labios vinieron con una caravana de esclavos
Que pertenecieron al Gran Sanussi
En Al-Jaghbub fueron liberados.
Siguien viviendo en el sector pobre de Benghazi
Cerca del hospital donde yo nací.

Nunca quisieron instalarse
En Tokara aquellos griegos
Cuyas cejas yo porto
-luego olfatearon la salvia salvaje
Y declararon a mi país su lugar de nacimiento

Los caballeros de San Juan invadieron Trípoli
Los residentes de la ciudad
Divisaron ayuda de Estambul. En 1531
Los turcos trajeron mi nariz.

Mi cabello se extiende
Hasta una concubina de Septimio Severo
Ella le hacía el desayuno
Dio a luz a cuatro de sus hijos

Uqba tomó mi ciudad
En el nombre de Dios.
Nos sentamos al lado de su tumba
Y te canto:
Dulces pestañas, filoso como una flecha
¿Es ese mi rostro el que veo
Reflejado en tus ojos?

Publicado em http://www.pbs.org/newshour/art/blog/2011/03/conversation-khaled-mattawa.html
Traducido del inglés por Myriam Rozenberg








ECO &  ELIXIR 2                     

Los taxistas de El Cairo me hablan en inglés.
Respondo, y dicen tu árabe es bueno.
¿Cuánto hace que estás con nosotros? Toda la vida
digo, pero nunca me creen.
Me hablan en farsi, me hablan en griego,
respondo montañas de oro y plata,
navíos fantasma navegando mares enfangados.
Y cuando me hablan en español,
digo moriscos y Alhambra.
Digo judíos rescatados por barcos otomanos.
Y cuando me hablan en portugués,
toda mi vida les digo, café, cacao,
indios y lanzas envenenadas.
Digo Alfonso rey de Bikong escribiendo
a Manuel para que libere a sus hijos esclavizados.
Y los taxistas de El Cairo me dicen
tu árabe es sorprendentemente bueno.
Entonces me hablan en italiano,
y les cuento como yací envuelto en vendas
a un mes de camino de aquí. Les cuento
campos en el desierto, alambre de espino, viudas
e hijas muriendo, camellos babeando enfermedad,
la arena que se extiende en un pozo sin fin.
Y dicen qué bien qué bien.
¿Cuánto tiempo has estado con nosotros?
Toda mi vida, pero nunca me creen.
Entonces me hablan en francés,
y contesto Jamila, Leopold, Stanley,
cestas de manos y pies cortados.
Digo el horror, batallas de Argel.
Y me hablan en inglés
y digo Lucknow, Arbenz. Digo índigo,
Hiroshima, continentes empapados en té.
Toco el ritmo de los sellos. Invoco
a la señora Cummings, cónsul de EEUU en Atenas,
digo Ishi, Custer, Rodilla Herida.
Y los taxistas de El Cairo me dicen
tu árabe es increíblemente bueno.
Ahora dinos la verdad, di la verdad,
¿cuánto tiempo has estado con nosotros?
Digo me llamo cachorro de león,
me apellido rama rota.
Canto “Happiness uncontainable”
y “fields greening in March”
hasta hacerme arena, cansado de tanta verdad,
y como de costumbre no me creen.
Entonces me llevan a través de los embotellamientos,
el aire arenoso, las estrechas calles llenas
de Pepsi y Daewwo y las caras chupadas
de los pobres. Y cuando llegamos, los taxistas
de El Cairo y yo hablamos todas las lenguas
del mundo, y hablamos y hablamos sobre
corrupción, desilusión, las oportunidades perdidas,
las jodidas obligaciones, las tarifas astronómicas.

Traducción del inglés: Laura Casielles








GROWING UP WITH A SEARS CATALOG
IN BENGHAZI, LIBYA

Omar pointed to a pink man
riding a red lawn mower,
rose bushes, yellow tulips,
orchids framing slick sod.
Owners of villas in Jilyana,
my brother's friends
desperately needed
"the grass machines."
He planned to charge triple
his cost, build a house
by the sea. Eyes half-shut,
cigarette clouds above him,
he snored leaving unfinished
a recitation of truncated schemes.
In my room I gazed
at the pink man again,
marveled at pictures
of women in transparent bras.
How I loved their black nipples
and full gray breasts!
I fancied camping
with the blue-eyed one
in the $42 Coleman tent,
the two of us fishing
at a lake without mosquitoes,
sailing the boat on page 613.
After watching soaps
on our mahogony-cased
(27 inch) color TV,
we galloped lime green scooters
on "scabrous terrains,"
returned to our 4-bedroom home,
mud up to our knees,
to make love on the mattress
on page 1219.
One morning,
my brother and I, landed
in New Orleans, in the heat.
The city's stench nauseated us,
mosquitoes slipping through
our window screen.
At the Lake Shore Sears
he caressed lipstick
red fenders, sank fingers
in the comfort of seats.
The smallest model
was striped with silver,
and he hugged it
like a long lost niece.
In a patois of his own,
he bargained, told
universal dirty jokes.
We rode two on a nearby lawn,
sunshine, cool morning breeze.
We parked them outside
Morrison's where our waitress
said she bought all
her clothes from Sears.
That night I undressed her
gently, stroked her breasts
with my cheeks.
She sighed, and I heaved,
the air in her room
scented with my dreams.
In the morning she said
I talked in my sleep,
raved at someone,
kept asking
"What kind of flower
you want planted
next to your grave?"







RAMADAN

My mother forgets to feed her animals
because it's only fair.
She rushes to them when
she hears hoarse roosters crowing
and billy goats butting
over a last straw.
This month the moon becomes a princess.
The stars fan her,
Jupiter pours cups of wine,
Mars sings melancholy mawals.
Bearded men holding prayer beads
and yellow booklets stare at her
and point aching fingers at her waist.

In our house we break a fast
with dates from Huun
and glasses of buttermilk.
Then on to bowls of lamb soup
flavored with mint, trays
of stuffed grape leaves,
spiced fava beans drenched
in olive oil and lemon juice.
And that is only the beginning.

The spirits of Johnny Walker and gin
hide in the trunks of white Peugeots.
In the nightclubs of my city, waiters
serve only non-alcoholic beer
and belly dancers cover themselves.

Father of sixteen children, our neighbor
visits bringing two kilos of baklava.
He washes them down with a dozen
demitasses of sweet sage tea.
Before dawn he runs to one
of his two wives, both named Salma,
and loves her hurriedly,
his hands barely touching a breast.

A Mawal is an unaccompanied improvisational vocal solo regularly performed by singers of traditional Arabic music to show their poetic as well as singing prowess.







THREE KITCHENS

I pace a friend's house. On the walls,
abstracted hearts of fruit, papayas
figs and pears. The kitchen, white
and plain like a restaurant plate,
the air crisp, not a trace of food.
A year ago a cousin sent me
a video cassette of my family--
winter--mud on the stone fence
and cars, on shoes and hems.
Everyone was in the kitchen.
Through the window near the ceiling
the sun poured an avalanche of milk.
Kerosene stove on the floor,
my sister frying eggplant and squash,
curried steam wafting from a pot of rice.
Someone mentioned a wedding
and they broke into song.
I could not watch any longer.
In my kitchen, I paced between
oven and sink, diced onions,
cut tomatoes into square-inch cubes,
potatoes, carrots and celery
for stew, pressed garlic, the flavor
tarrying on my finger tips.
Forgive me. My friend's kitchen
wasn't so bad, ours not a blissful place.
On my left foot, a burn mark from tripping
on the kerosene stove, the beatings
I got there, my mother humiliated,
my father raging, his dinner late.
But the light pouring in early afternoon!
And the way at night, my bedroom window,
streetlight penetrating the curtains,
I stand in the doorway breathing the haze
and I'm at home when the electricity
had just gone out, everyone scurrying
for candles, lanterns, hurricane lamps.
Shadows large and eerie, the air thick,
we move as though under water,
careful not to stave whomever
the darkness has summoned in.
One night I told my father about
the times my heart stopped beating.
Indignant, eyes half-shut, he looked
as if to say such miracles
were expected on nights like this.
The lights would flash back on,
but we would switch off and wait
until dawn for angels to reappear.







THE PYRAMID OF KHUFU

With each step upward
another was necessary,
and every time I looked down
the familiar world seemed
a dangerous place.
I had never intended
to climb this summit,
never thought I could find
refuge in the sky.
The sand below
shimmered and disappeared
behind a boiling mirage.
With guides and camels
the tourists turbaned
in red satin were a circus
on a hot plate.
Ten steps down
I could have heard
faints echoes of their laughs.

The world crawled,
slow enough for me
to be lost and safe,
enough to be surprised
by what I had forgotten:
Near the tombs of the slaves,
my parents sat
where I left them
in the shade
fanning themselves,
nibbling on pumpkin seeds.








TWO-RIVER LEDGER

Joke used to be:
if you don't like it,
drink from the sea. Now
drink from the Nile.
Year 2030 all the fish will die
before reaching Dimietta.
Sometimes the world breaks
into shards aiming for your face.
Before they reach you
they turn into bubbles
and what joy to see them burst!

I'm talking about Lethe,
not the neighborhood in Benghazi,
five kilometers from the airport
where my father is building a house--
no architect, no map,
no contractor, no frills.
My mother says too big;
my brother, just
like the old house;
my sister, too far.
My father tells them:
Go drink from the sea.

Sadly, Fadil recites
"The waves beat ceaselessly
against my heart."
His neighbors console
"O Eye, be brave!"

Which do you think is resurrection,
the soul chiseling its way
back into the body,
or the body like a doughnut
rewrapping itself around a hole?
Is there such a thing as the art
of farewelling? Is there any other art?

Fadil now cries from a minaret,
"How I wish to drink
from the waters of Lethe,
how I wish to die
on a mountain of fruit."
His neighbors hand him
a spoonful of hashish.

Here's my father again,
drowning in his own water,
tubes out of arms and nose,
mouth open, lavender tongue.

What do you make of the dead,
their voices drifting to outer space,
and the radar we've built
to recapture them?

"Do not forget the blue shoes
I bought you when you were four.
Do not forget the nights
I carried you to the doctor,
frail, choking with coughs.
Do not forget to love your mother.
Do not forget the rosemary bush."







IN THE GLORIOUS YEMEN RESTAURANT

25 on Atlantic Avenue, faces kneaded
from Hadramout clay, and walls
the color of canned peaches. The men
and their moustaches come from a country
where all questions were answered
when Solomon glimpsed Sheba's thighs.
Here a man tells his story by the way
he drinks his tea. One named Anwar
asks about a charm he'd lost. His mother
tucked it in his pocket the day he left.
Mine I lost when an officer rummaged
through my clothes. My knees caved in,
my charm dubbed immigrant trash.
Haji Ahmad sits next to me because
my face is familiar. He opens an envelope,
shows me a picture of a niece's wedding.
When did you come here Haji?
He stares, puts on a reminiscent Sinbad:
I was young, took the first ship to Java.
Never returned. In Oran
a woman promised never to forget me.
In Jirba, I kissed the hand of a Jew
because his wife came from Sana'a.
I live here now, but I'm settled everywhere.
The cook wails Ya lail, Ya lail, a song
about tonight, how I'll walk to my room
in George and Donna's house where
Donna will be fucking another man.
Ya lail, Ya lail, Ya lail...
The waiter hands Anwar a basket
filled with lost charms--prayer beads,
photographs, false jewels. He searches
and I'm caught between laughing and weeping
because tonight I sipped sweet mint tea,
ate with my hands and licked my fingers
to satisfy a memory, to water its roots
with frankenscence and cloves.
Ya lail, Ya lail... I am here, I am there,
I am lost between Carroll Street and Smith.
I slip to full moon summers,
stars dancing to the pilgrims' return.
I slip to dreams that happened in dreams.
Ya lail, which means O night!, is a common refrain in Arabic music.










jueves, 23 de septiembre de 2010

1443.- IDRIS TAYEB



Idris Tayeb Libia 1952. Poeta, periodista y diplomático. En 1973 fue corresponsal de la prensa Libia en Suecia y Finlandia. Escribe poemas, ensayos, cuentos cortos y crítica de arte. Publicó cinco poemarios en árabe. Su antología personal más reciente se titula Tenderness of the desert, traducida al inglés por el autor y publicada en Nueva Delhi, 2003.



La armonía de la convivencia

Al vecino de enfrente donde el sol
nunca visita su celda pero sí su alma,
al poeta Mahamad Al Fakih Salah.

1

La prisión nos enseñó cómo
transformar la convivencia en
una conversación de muro a muro,
un batallón de poemas
y un ejército de canciones,
cuando la poesía me sorprende como
una aureola en la frente de los compañeros,
un orgullo que tranquiliza sus sueños.
Tu voz nos supera,
con himnos,
y tu música eleva su melodía al cielo,
esta tarde es hermosa,
al verte,
tu corazón se llena de ternura,
como las celdas están llenas de deseos
y la prisión flota en
las vastedades de los campos
como un jardín de dolor,
criándonos en él
nuevos hijos
elevando a las alturas el canto de un eterno nuevo amanecer.
2

Deseo que la prisión se mueva un poco
hacia el este y suba sus ventanas
para que pueda hallarse en el camino de los rayos de luz,
pero es tan sólida como tu voluntad,
algunas convivencias en prisión son
como el sol.
Un sol capturado por los murmullos de la poesía
que tan sólo poetas pueden crear,
como un pájaro que comparte mi ración de pan,
cargándome de saludos para ti,
todos los días.
3

No hay nada allí,
sino tranquilidad y trinos de pájaros.
A medianoche extrañas el sol.
Él me visita
y conversamos por las barras de mi ventana,
trato de convencerlo de ir contigo,
por eso te visita un minuto antes del atardecer.
Te da su ligero y tembloroso beso
y se va.
Es triste cuando parte
pero el té a la tarde dispersa la melancolía
y nos hundimos en la charla,
en los corredores crece la música
que une nuestras celdas en el deseo por cantar.
A quien mató la prisión en él,
ninguna prisión puede matarlo.
Por eso me sorprende, todas las hermosas tardes
de esa fiesta que creamos día a día,
aquel invitado
sonríe sentado,
participa entusiasmado,
cuando le preguntamos,
¿quién eres?,
simplemente responde:
Soy tu patria.







El orgullo elige sus vestidos

Al mártir Naji Alalí (1)

1

Me siento a reposar en mi cama
que se extiende de “Jafa” a “Cuba”,
y de Mandela a Guevara,
formando paciente una estrella en el universo de amor,
tan apasionado como yo,
parto desde el corazón temeroso hacia la densidad de las cosas.
Me quedo aquí a recibir a los mártires
que no necesitan un pase para visitarme
y que no se distinguen, excepto por la herida en su sonrisa
y por una suerte de sangre salvaje derribando el círculo universal
para moldear un juguete para un niño que por primera vez toca las cosas,
entran por la profundidad del mayor dolor del llanto.
Sin embargo, no hay que llorar por ellos,
comparten conmigo la taza de té cuando la mezclo con canciones.
Viene su coraje en mi voz.
Y por eso no me abandona este tenaz deseo de una lágrima en su poesía,
hasta que todos los alfabetos huyan al brillo de sus ojos,
ellos vuelven a mí
y admiran aquel rincón en mi gran celda de agua tan inmediato al desierto.

Esta es mi invitación al rey de la compacta fantasía,
que venga – acompañado por una rosa y dos palomas –
a vivir conmigo en mi pequeña celda,
entonces el orgullo dejará de elegir sus vestidos.
2

Un rostro como un torrente,
exhaustas facciones,
ocupadas por el infierno de la tierra,
su pincel es una costumbre,
su dulzura está pospuesta
y no tiene tiempo de volver al campo de refugiados
entre el golpe del gatillo
y el trágico encuentro de su cara con el sol.
Su madre me dijo: llévatelo
y bébelo en tu leche matutina.
Cuán amargo eres, hijo mío, en la boca de mis enemigos.
Como si nunca hubieras abandonado mi tienda.
Los rostros rastreantes de tu pueblo te extrañan.
Visita tu patria en escuelas y piedras,
esto es un cuaderno que ha abierto sus páginas para ti.
Por lo tanto, entra.
La batalla comienza después de la primera hora de clase
y el sol de tu país ha abierto las alas para proteger
la repulsión de armas instintiva de lo ingenuo.
Tú, el poético y mágico “Naji”:
¡Qué feroces son tus lanzas, hombre!
Entretanto ellos ven cómo destruyes sus tropas,
de una sola pincelada
comprometida en la fogosa guerra,
y tu rostro alza la bandera de tiempos saludables.
Cuéntame: ¿Eres un rebelde?
¿O un profeta?
3

Sigo aquí para recibir a los sobrevivientes de las arcadas de las violentas olas
sobre los bancos del primer beso.
Aquí está el barco agresor
que jamás escapará para salvarse.
Toda la tierra emigrará allá para sobrevivir.
Jamás se entregará al huracán.
Viaja, si quieres, hacia el creador de tu salvajismo
y espérala.
Tu futura corona será forjada por la diáspora de los que amas,
son los que te alimentarán con su hambre
cuando cantes sobre la gloria de su pobreza.
Hijo mío,
ven a un irresistible amanecer en las heridas de la ensangrentada luna de “Shateela”,
y cuéntame, ¿has visto ya un amor como el mío?,
con esos ojos poseídos de convulsiones en la vertiente del amor.
Todos los pájaros apátridas lloran a sus rodillas cuando ella desangra cantos,
yo estoy aquí,
extendiendo en su arcilla,
de una ciudad a otra, en busca de un niño que infiltre lágrimas en mi humilde alegría,
hacia aquella pasión que nos elige los vestidos para el orgullo
en su próxima resurrección.
(1) Artista, periodista, caricaturista palestino, asesinado en Londres el 22/7/1987.

Traducción de Jona y Tobias Burghardt



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