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domingo, 14 de noviembre de 2010

2063.- IDA HERNÁNDEZ CAAMAÑO


IDA HERNÁNDEZ CAAMAÑO
Nació en Manzanillo, República Dominicana (1949). Poeta, narradora, articulista y docente. Se graduó de Doctora en Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Hizo Postgrado de Especialización en Administración y Planificación de la Educación Superior en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec) y es egresada de la Universidad de Santiago de Chile y la Organización Universitaria Interamericana. Entre 1979 y 1994 trabajó en el Intec, donde desempeñó varios cargos, hasta ocupar el de Decana de Servicios a la Comunidad Académica. Su conocimiento de la universidad y su identificación con su mística educativa, le permitieron escribir la historia de los veinticinco años de la entidad. A partir de 1995 es profesora de Derecho Laboral en los programas especializados para maestros y directores de centros educativos, y responsable del Círculo Literario de esa institución. En 1981 comenzó a publicar artículos sobre asuntos laborales, la condición de la mujer y otros temas en las páginas del suplemento Isla Abierta, del periódico Hoy. En 1993, apareció su primer poemario, un libro cargado de añoranzas, Viajera del Polvo, en el que evoca su pueblo fronterizo y su adolescencia en Ciudad Nueva, en Santo Domingo. En las páginas de Oh Magazine, del Listín Diario, dio a conocer una serie de estampas en la sección “La mirada¨, escritas a partir de fotografías sobre los más diversos temas. En las revistas Ysabela y Mujer Única, aparecieron sus relatos de amor, reunidos posteriormente en el libro El amor todos los días (2001).

TE RECUPERO A MI MODO

Yo no quiero hacerte realidad
sino
convertir todo el recuerdo
en un suspiro infinito,
canto, flor de lluvia
que huele y no me toca
abrazando en una brizna tu tristeza
hasta el cansancio.

Te recupero a mi modo;
sin olvidar el polvo
ni pensarte a diario
te veo etéreo,
y en la distancia
te siento más cercano.

Quiero desenhebrarte
traerte al horizonte
nuevamente
sin quemarme las manos
ni ahuyentar las palabras
guardándote en secreto
como un misterio ajeno
que ya no puedo descifrar
porque estoy sola,
lejos de tus arenas
temiendo falsearte
al invocar las circunstancias
de tus alrededores,
de mí y de todos los que como yo
se extraviaron contigo
de modo diferente
y sin embargo igual,
perdidos, reencontrados por siempre.
Te me deshaces en la memoria
y aun así quiero
no pisar por tus calles asfaltadas
ni conocer el murmullo
que te encierra,
para dejarte libre
el mito que se clava
en mi melancolía
que nunca,
sin romper el hechizo
tantas manos ausentes,
convertidas en polvo,
en nada,
la instalaron sin límite.


OH MELANCOLÍA

Esta melancolía de mi ser,
que ha nacido en el tiempo,
encontró en él su forma
desparrama y escurre su resina
entre todos aquellos que soy
que me hace ser yo misma en lo adelante.

Con ella me reitero, desaparezco
y vuelvo a cimentar mi existencia
sobre un hilo fino, persistente
que se acuna en su origen
y me recorre haciendo magia
con todo lo que toca.

Yo sigo siendo
como un espejo turbio
de aquellos que han querido
mirarse en el silencio
permaneciendo a veces
a través de mis ojos.

Sigo cual desafío
con los pies saturados de promesas
para andar, desandar y quedarme
resuelta a no descansar nunca
conciliando pedazos de mi sombra
recogidos en la huella que pasa y me detiene.

Oh melancolía
tú me llenas sin piedad de fuerzas locas
y luego me abandonas
al porvenir oscuro
que no busco ni alerto.
Tú sabes poner el límite perfecto
al universo
cuando moja la lluvia
el ayer solamente
y dejas resbalar sobre el cuerpo entumecido
una gota de rocío que llega hasta mi boca.

Eres lágrima de montaña lejana
que anunciada
desciende suave y penetra la vida,
te ubicas en el centro mismo
de los amaneceres y en todos los momentos;
me haces ver hacia atrás, hacia la nada.

Oh melancolía
traducida en la tierra con gaviotas y mares,
en tiempo del mundo
que levanta la vida sobre el viento
persistes en inundar el cuerpo
con recuerdos de dolor, de muerte,
soledad y silencio
acunando en la memoria
la esperanza del canto, la voz,
la palabra extrañada
que tendida en el sueño se recobra de olvido
y tiene en sus colores de crepúsculos
el sabor de infinito
como el amor de ausencia.


COSECHAS DEL TIEMPO

Estoy como desnuda
y para ello
arrojé mi piel cual los lagartos
quité a mi corazón sus experiencias
comenzando la vida
con mis años a cuestas
que sirven para remontarme
sin perder el pasado
que me trilla razones
restaurando memoria
que desentierran sueños.
Voy recogiendo el tiempo
de aquellos que legaron sus palabras
de quienes presentaron credenciales
ante el mundo,
con su canto,
con la voz del dolor, la trascendencia,
el origen y todo lo que adentro se aprisiona,
de lo que guarda el elan que nos fija a la tierra
y se queda presente en la esencia del viento.


HIJA

Una perla nacarada creció en mí
en septiembre, sol del mundo
emigró de los mares, se colocó en la tierra
en una media isla, entre mis manos
yo la entrego a la vida poco a poco.

Esa perla callada, esplendorosa
atesorada en mí, lleva nombre de poesía
cubre ternuras, recoge sus destellos
irradia por las noches
desde su umbral mi sueño.

La mecen golondrinas en invierno,
y un cantar de gaviotas
y mi piel, mis palabras
se derraman en ella lentamente
para centrar mi vida con la suya.


RELEVO EN LA PALABRA

En honor a ti y a tus deseos
levanto la palabra que se escondió en la bruma
recojo de tu vientre lo callado y no dicho
descifro en la penumbra
de tu sueño entrecortado
que en mis manos se expande,
y en mi ser se hace eco,
tu palabra perdida para decir por ti
lo que en tu voz oculta
fue la vida, el dolor y la muerte.

Te recorro en tu carne que es la mía
y buscando comprenderte en el silencio
llega en la soledad un homenaje
a tu existencia transida
que se agotó en el camino hacia la nada,
a tus cenizas que empolva el horizonte,
a todo lo que de ti pernocta
debajo de la tierra humedecida y caliente
imagen y palabras entrañadas por siempre
que a mi ser sobrecogen
en tu ausencia infinita.


LA VIDA EN MEDIA ISLA

Bajo un techo de nubes de esta isla
que sin ser toda nuestra
vive su historia, su vida
cada quien.

En ella estamos.
En ella, donde se enredan los dedos
de soledad y silencio enrarecido
donde es preciso hacer un hueco
para alojar temprano la tristeza,
y un puñado de angustias.

En esta isla pequeña
encontré en las tardes de la vida
un trillo fino de ternura
un oasis profundo para abrevar pasiones,
multiplicar la vida
soñar la trascendencia misma
dejando jirones de amor
impresos en el viento.

Allí le crecieron raíces a mis pies
importunando el vuelo hacia los sueños
apegándome a la tierra calurosa
abordando las orillas del mar que me rodea
como viajero eterno que se amarró a su mundo
para volver al centro, empuñar la palabra
y jugar con mi acento, con mi voz apagada
golpeando la esperanza
resguardada en los humores del tiempo.

En esta media isla,
cruzo por la penumbra y me quedo en la sombra
entrego en cada edad, en mis transmutaciones
la visión del contagio con los años,
hago sonar los dedos intranquila
abono la paciencia
yendo y viniendo de mí hacia los otros,
de los otros a mí, de los otros a los otros
de mí hacia mí misma, hacia la nada…


MORIR ES FÁCIL

Morir es fácil
nadie me lo dijo
lo supe de repente y con simpleza
en una madrugada de septiembre
con la esperanza en vilo y espantada.

Luego se presentaron otros días
una tarde de enero y de febrero
la mañana de un diciembre
que asolaron de mi cuerpo la alegría
y sembraron la penumbra del dolor eterno
cuando vi de nuevo que morir es fácil.

Todavía deseo ser como antes
cuando colgaba la risa en los puntos cardinales
y la vida era un propósito con alas
y la muerte se expresaba con campanas lejanas
con olores de azucenas y rosas
hasta que de repente y muy temprano
supe que morir es fácil.


ESTA PERENNE SENSACIÓN

Urgida por la fosa
de mi ancestral tormento
me coloqué en tu pecho
golondrina.

Para viajar contigo tan serena
formando parte de tu ropaje suave
me estremecí en tu cuello
y volé con tu aliento
y posaste mi pena estremecida
en la cima de un cerro silencioso
cual remedo ferviente
de mi fiel nostalgia.

Dejé tu pico recorrer mis ternuras
hurgué bajo tus alas sensitivas
sin encontrar consuelo
abrí la vida al viento
caí en profundos mares
y se acunó entre el prodigio
del dolor siempre abierto
que mira con desdén las alegrías
una perenne sensación:
melancolía.