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jueves, 15 de septiembre de 2011
4886.- TERESA AGUSTÍN
Teresa Agustín (Teruel, 1962)
Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza.
Cartas para una mujer (P.U.Z, 1993), La tela que tiembla (Olifante, Zaragoza, 1998), Hombre en un jardín con lirios lilas y dos amapolas (Prames, 2003), Dos pasillos (Huerga y Fierro, Madrid, 2008). She has written in the following collective editions: Erotemas (Ayuntamiento de Zaragoza, 1980), Poemas a viva voz (IFC, Zaragoza,1988), Penúltimos poetas aragoneses (DPZ, col. Veruela, 1990), Ellas tienen la palabra. Dos décadas de poesía española (Hiperión, Madrid, 1997), Mujeres de carne y verso, (La esfera de los libros, Madrid, 2002), Yin. Poetas aragonesas1960-2010 (Olifante, Zaragoza, 2011).
La virgen suicida
También sueño que puedo dormirme en el color de las olas.
Veo un mundo imaginadamente azul, tal cual lo haría
un ciego y luego lenta desaparezco en el añil.
Distendida y frágil la lluvia se suicida desde el cielo.
Los poemas azules,
en VV.AA. Yin. Poetas aragonesas 1960-2010 (Olifante, 2010).
Me Visto Para La Luna
Me visto para la luna
que influye sobre mi único enamorado.
Me visto y salgo a su encuentro
deslizándome por entre las ruinas
que el sol ha hecho visibles durante el día,
escalo para lograr un encuentro
y canto mi miedo a los ríos salvajes
que crecen bulliciosos mientras fluye la noche.
Es el triunfo de lo invisible sobre lo visible,
es el grito el que subyace:
yo, siempre yo
y la desconocida yo.
Me visto para la luna
que influye sobre mi único enamorado.
Como Endimión, yo también la espero.
Una Mujer En La Ventana
Una mujer en la ventana,
incierta como luna navegando por el mar,
princesas destronadas que inventan historias
de reyes rojos, y mujeres sueño con labios
muertos, donde crecen las manos de los árboles.
Una niña del miedo llorando en el acantilado
mientras contempla a una ahogada.
Sólo esto vi en una noche múltiple y
dolorosa, donde un arlequín sin manos,
sin pies, volvía a colocarse entre mi sombra y el día.
Sueños desde el acantilado donde vive la iguana,
del que ya te he hablado,
y en el que he decidido insistir.
Y El Niño Aquella Noche
Y el niño aquella noche
le pidió a la niña que le odiara;
y ella, recogidas las manos en su cintura,
lloró en grieta el largo camino de la palabra,
fría de silencios y de tiempos,
de quien antes le pidiese que le amara.
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