ADALBERTO POLTI nació en Buenos Aires en 1943. Ha colaborado en las revistas literarias Momento, Cuadernos de la juventud, Cormorán y Delfín, Runa, Tridente, Cuaderno experimental, Tiempo, La Tabla Redonda, Poesía 2000, Empresa poética, Clepsidra, Nexo literario y otras. También en los diarios La Acción y La Tribuna de Morón, La Opinión de Pergamino, El Tiempo de Azul y La Capital de Mar del Plata. Participó en las antologías Once Poetas, once artistas plásticos de la Fundación Argentina para la poesía, La casa y los poetas de la Fundación Raggio, Antologías del Grupo Zahir de los años 1996 y 1998, World Poetry (Madras, India); antología Mar azul, cielo azul, blanca vela (en homenaje a Arturo Cuadrado) y antología Café de Buenos Aires, Tercer milenio. Publicó los libros "Bailarín de tinieblas" (Empresa poética, 1987), "Terca sombra" (Ultimo Reino, 1994), "Ojo Avizor" (Ed.Kir, 1995), "Mendiga palabra", Libros del Empedrado, 1997) y "Oigo pasos" (Libros del Empedrado, 1998). Fragmentos del sueño (2002) es su más reciente poemario.
LOS DIOSES Y LA INDULGENCIA
Nos duelen los muertos
Recorren nuestras venas
como océanos del canto
Y giran
y claman sueños doblegados
infinitos
Soles
Muros solitarios y dudosas calles
Laberintos oscuros
Ninguna puerta descubre la otra orilla
Multitud de voces
toda la sangre puesta en los ojos
del tardío consuelo
Templos vacíos
pocos dioses para tanta indulgencia
HABLA GALILEO
Si mudo de palabras
si el astro no fue fiel a los dogmas
y en el frágil andamio abundan los culpables
Si me absuelven
si del rostro del verdugo no nace la vergüenza
crecerá el silencio
el disfraz del olvido vestirá la memoria
Y fantasmas habrá
y una antigua pesadilla que los invente
y días nefastos alimentarán el caos
Jardín lento
amanecí desde lo profundo y el tiempo y la palabra y el alma roja del jardín lento y su esqueleto de niebla y los ojos de los pájaros consumieron la lluvia y su rostro de piedra maltratado rostro y el alma roja del jardín lento y su sombrero de aire a la deriva y su nube de espanto como azorado planeta abandonaron sus cauces y nacieron testigos del infierno y días del precario universo me despojaron del cuerpo vital
adiviné un caluroso mediodía con apariencia humana y olvidé prejuicios y sediento y vagabundo recorrí como tren peregrino el alma roja del jardín lento mientras devoraba el pasado y su memoria infinita y navegué el espacio y elegí el destino con aire de siglo
apagué la niebla oscura del canto infinito de la tarde mientras el alma roja del jardín lento dormía en las estaciones mudas de las ramas como el pájaro duerme en el hueco débil del sol desesperado e inútil del crepúsculo
atravesé sueños y la noche como el ave y su ventana que huele a siglos y arrastra y duele y el alma roja del jardín lento como algo muerto y solitario hablaba desde un muro que sangra
Ojo Avizor
1.
Antes que el alma
localizara el punto mínimo
de su universo
el ojo ya lo había devorado
2.
Frente a la inmensidad del mar
y de mi propio abismo
siento caer el día
Y veo su gota helada
a través de los huesos
percibida por el ojo avizor
Siento caer el día, pálido rostro
carcome el tiempo y medibuja
en el entero cuerpo de la muerte
Siento caer el día como
un avaro de brazos largos
Invitados a la última cena
Frente a un grabado de Escher
Cielos y escaleras giran y giran
cielos e infiernos, ángeles y demonios
giran y giran
cielos imaginarios, infiernos imaginarios
escaleras imaginarias, suben y bajan
giran y giran
Algún día, alguna historia apocalíptica
real o irreal
u odioso destino o muerte tenazmente puntual
los sorprenderán junto al olvido
frágiles pasajeros de la lluvia
Los sorprenderán junto al olvido
palomas de fugaces sueños
El día menos pensado
aparecerán en nuestras mesas
invitados a la última cena
1.
Apenas un fragmento del sueño, pájaro solitario de la noche, hoja
triste en la espiral del pensamiento. Una perdida estrella gritaba
locamente con su boca de espanto. Piedra arrojada al azar, negra
explosión de la nada. Gritaba junto a hombres que husmeaban en
dudosas orillas. Bajo grises ciudades el secreto iba perdiendo su
alma, sus contornos de silencio, su insaciable nocturnidad. Había
anochecido repentinamente. Espesa negrura y áridas voces
otoñales lamentaban su vencida suerte. Espurios fantasmas
besaban un suelo eterno que luego maldecían. Un viento de
sorpresas iniciaba el camino. Ibamos a eternizarnos limpiamente.
2.
Todo era ayer en el gris y áspero sueño. Patria de ojos olvidados.
Caía el tiempo con su barba de silencio. Caía y se ahogaba y no
volvía a su cauce. Desde escondidos rostros envejecidos un sermón
antiguo se alojó en la sangre. Merodeaba el cielo de los justos.
Lejos, un canto monótono de noctámbulos insectos formaban el
coro ciego de la noche. Miedo en los dioses inocentes. Rostro
entristecido y único. Las alas del viento expandían un aliento
desesperanzado. Caía el tiempo como un extraño rumor, como si
mendigara al cielo mezquino. Encendido rencor en los pasos de la
esquiva felicidad. Caía el tiempo como invisible mano de hierro.
Llegaba hasta los ojos como una calle dormida. Desde frágiles
astros puntos luminosos pugnaban por ganar espacio en el sueño.
Nos vigilaban con aterradora paciencia.
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