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domingo, 10 de febrero de 2013

OVIDIO VILLAFUERTE [9313]




Ovidio Villafuerte
EL SALVADOR (1940 - 2007)

Nació en Sonsonate, El Salvador, el 30 de enero de 1940. Licenciado en Filosofía. Maestría en Docencia de la Educación Superior. Ha realizado estudios en Economía, y se ha desempeñado como catedrático en el departamento de Filosofía de la Universidad de El Salvador.

Cofundador del Grupo Literario “Piedra y Siglo”. Ha obtenido varios premios en certámenes literarios nacionales e internacionales: en 1966 obtuvo el premio “15 de septiembre” en la ciudad de Guatemala con su obra Ritual de Piedra en aventura de Honda; y en coautoría con José María Cuellar, en San Vicente, obtuvieron el primer lugar en los juegos Florales del Centenario de la ciudad, con la obra Bajo un sol de naranjas. Entre su obra publicada destacan, en poesía, Ritual de piedra (traducida al francés); Cuzcatlán en la Sangre y la Protesta; El Elogio de la Vida; Del hombre un solo rostro; y En el ala de un sueño. En ensayo ha publicado: La propiedad privada, Fundamento Histórico de toda Alienación y El fantasma del comunismo no sólo recorre Europa, sino que el mundo. En narrativa ha publicado: La burla de las Bestias y otros Cuentos.

Murió en la ciudad de Sonsonate, el 23 de abril de 2007.




El poder de la tierra

Nosotros,
los que no hallamos sitio para echar al descanso nuestra sombra,
sabemos que la tierra en un principio
era a toda criatura
COMO EL SOL QUE SE DA SIN SER DE NADIE...

Para entonces
(época en la que el sexo perpetuaba su luz contra las piedras)
el fruto
era al hombre
y a la bestia
COMO EL VIENTO Y LA LLUVIA...

No era ajena la tierra
que sus frutos alargaba como pechos agrestes;
pero el asombro
que ha sido para el hombre
como piedra lanzada contra el agua,
al expandirse el trueno que cabalgaba
el potro de un relámpago,
hizo que nuestros padres
en busca de las últimas cavernas
se largaran detrás de su alarido...
Ese fue
el acabóse.
Extraviamos del fruto la dimensión del viento
y de la lluvia,
y sobrevino el odio...
Después fueron las puertas
y los muros...
Muchos quedaron fuera
y se entabló este duelo de lo tuyo
y lo mío...
Desde entonces
LA GUERRA:
La dispersión y la agresión al hombre;
TODA LA VIDA HERIDA
POR LOS QUE SE ADUEÑARON DE LA TIERRA...


En un principio:
flechas, arcos y lanzas;
del pedernal y la madera alzaron el aguijón del odio...
Después sería el filo en los metales; la explosión de la pólvora;
la dinamita, el NAPALM; y el uso de armas químico-biológicas,
contra el hombre y la tierra...
Luego,
para destruir el pálpito del mundo
según los industriales de la muerte
con el poder de los misiles basta...
¿Pero por qué no lo hacen?
Bien saben los malditos
que de una o de otra forma
de todos modos perderán la guerra.
LA GUERRA ES A LOS HOMBRES
COMO A LA MADRE LOS ALUMBRAMIENTOS...
¿Por qué?
Porque los que se hicieron de la tierra
por los medios y frutos del trabajo
se apropiaron la vida: del esclavo, del siervo y del obrero...
Espartaco
formó con los esclavos un mar incontenible de guerreros...
La Inquisición fue ante la luz un muro;
un muro hecho de sombras y de hogueras
contra los Galileo
y los Giordano Bruno...

En América
el primer coloniaje que ultrajó las raíces de la tierra
fue a nombre de un dios nuevo
del que nada sabían los abuelos...
Los abuelos contaban
que si algo hubo de humano entre invasores
humano era el caballo...
Cervantes, si a ti te dejó manco la Guerra de Lepanto,
a los pueblos de América
les resultó muy caro el Don Quijote.
Es más, fuimos de mal en peor:
ahora somos colonias de otro imperio.
—Nos llevó quien nos trajo...

Desde entonces la guerra:
La expansión de mercados; la explotación de clase
y de naciones; el chantaje espacial de la era atómica;
la paja sobre el arme y el desarme; las ciencias y las artes dispuestas 
al servicio de la guerra.
Malthus, el genial traga semen,
desde que Wal Stret se harta de fetos
le hace la guerra al vientre,
porque los niños pobres,
con la sola presencia de su risa explosiva,
se han vuelto cada vez más peligrosos...
La civilización para la guerra; la guerra de la bomba imperialista;
los refugios atómicos y el temor a que llegue el fin del mundo;
la guerra no deseada en el futuro; la humana y progresiva guerra siempre.
Todas las guerras,
contra la carne herida por el hambre y el miedo...
Y nosotros
los hijos de esa carne sin reposo —siendo millones de millones
de hombres y contados los amos de la tierra—
por qué no le oponemos fuego al fuego,
la antiguerra a la guerra,
“la guerra justa ante la guerra injusta”,
hasta lograr con la pobreza nuestra
pobre en bienes y tierras pero abundante en hombres,
agrupar nuestras manos en una sola fuerza...

¿Se entiende?
Que nuestros hijos sepan
que aparte este miedo hacia la muerte,
los pobres
YA NO TENEMOS NADA QUE PERDER...
Sólo habrá paz entonces
cuando todos comprendan
QUE EL HOMBRE ES ALGO MÁS QUE UN INDIVIDUO Y LA TIERRA UN ASUNTO 
QUE NOS CONCIERNE A TODOS...







En el ala de un sueño

Tú me miras como si no vieras.
Huyes de mí, pero por mi tú vibras;
de mí ya no te escapas, ni te libras,
porque en el pensamiento aunque no quieras:
Yo me llevo mujer las lisonjeras
Cadencias de tu andar, del ser que libras,
quien sabe de qué lianas, de que fibras
que impulsan el vaivén de tus caderas.
Mujer, no me habré de morir con el deseo,
de cultivar en tu jardín la vida,
de un nuevo palpitar en el que creo,
se saciará de amor, la flor herida,
el despertar del ave, el aleteo,
de esa perpetua luz que en tu alma anida...







Azarosa es la llama que nos quema.
Nos sentimos arder
y a solas vamos,
cultivando de sueños la luminosa flor del naranjero.
Siempre será el afán de un nuevo día
la misma luz del orbe
y el amoroso enjambre,
donde el rubor desnuda su amapola...
Todos se van. Se han ido.
Los ciegos obedecen la obstinada señal de los relojes.

Tomado del libro Ritual de piedra



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