BUSCAR POETAS (A LA IZQUIERDA):
[1] POR ORDEN ALFABÉTICO NOMBRE
[2] ARCHIVOS 1ª, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª 6ª 7ª 8ª 9ª 10ª 11ª 12ª 13ª 14ª 15ª 16ª 17ª 18ª 19ª 20ª y 21ª BLOQUES
[3] POR PAÍSES (POETAS DE 178 PAÍSES)

SUGERENCIA: Buscar poetas antologados fácilmente:
Escribir en Google: "Nombre del poeta" + Fernando Sabido
Si está antologado, aparecerá en las primeras referencias de Google
________________________________

domingo, 30 de junio de 2013

FRANCISCO PÉREZ ESTRADA [10.192]



Francisco Pérez Estrada --poeta, antropólogo social, ensayista e investigador de nuestro folclore-- nació en la Isla de Ometepe (mayo 19, 1917). De 1933 a 1934 residió en Bluefields con su padre, circunstancia que le permitió conocer la cultura de la costa afrocaribeña nicaragüense. De regreso a Granada trabajó durante 10 años de secretario del doctor Carlos Cuadra Pasos, oficio que le dio acceso a su biblioteca y a relacionarse con los integrantes del Movimiento de Vanguardia, políticos e intelectuales que frecuentaban la casa del doctor Cuadra Pasos.

A inicios de los años 40 se conectó a la Cofradía de Escritores y Artistas Católicos del Taller San Lucas, en Granada, y colaboró en las publicaciones periódicas de esa ciudad: Cuadernos del Taller San Lucas, Juventud, Caminos y El Diario Nicaragüense. Con su compilación de piezas teatrales folklóricas de Nicaragua obtuvo el premio de la Comisión Nacional de Cultura Argentina en 1948, país donde recibió clases de fol-klore en el Instituto Nacional de la Tradición de Buenos Aires, dirigido por Juan Alfonso Carrizo.

Julio Valle-Castillo (El Siglo de la Poesía en Nicaragua, Tomo II) destaca en Pérez Estrada al investigador de la cultura mestiza, labor con la que rescató relaciones orales, tradiciones religiosas, artesanías, arte popular, oraciones mágicas. Además compiló piezas del teatro folclórico y de cristianización (1946). Fue agudo divulgador e intérprete de la obra primigenia El Güegüence. Refiriéndose al brevísimo poema Flor y canto afirma que es comparable a los mejores textos de Pablo Antonio Cuadra basados en cerámicas indígenas, que “es síntesis de dos mundos, biografía y autorretrato abstracto, ars poética y ética, metafísica náhuatl y occidental”.

Su único poemario, Chinazte, fue publicado en 1960, con sólo 17 poemas “breves, concentrados y profundos”, antológicos la mayoría, como señaló el doctor Jorge Eduardo Arellano en la introducción a su tercera edición: “Pérez Estrada penetró en la esencia del ser nicaragüense. Así lo sugiere el título Chinazte: semilla, siembra, cultivo de ese mismo ser que no puede ocultar su trasfondo indígena, su esencia popular y su sensibilidad telúrica, características que el poeta comparte y trasmite con economía de recursos y elementos”.

Franco Cerutti ha destacado la forma genuina de Pérez Estrada al acercarse al mundo indígena con verdadera fuerza de poeta, calificándolo de “autor de una de las líricas más bellas y expresivas de la poesía nicaragüense contemporánea, digna de ser comparada con las de los más renombrados y acreditados exponentes de todas las corrientes poéticas que se han ido alternando desde Rubén hasta hoy”.

Álvaro Urtecho ha destacado: En Chinazte hay tanto memoria mítica y cosmogónica (La llegada de los mexicanos a Nicaragua y La virgen quiché) como conciencia de clase y afirmación de soberanía de los humildes y honestos (Nocturno en Granada: Está segura esta casa en su silencio; /toda la familia duerme su convicción burguesa, / solo yo vigilo una inquietante estrella roja), tanto exaltación de la naturaleza y del futuro liberado (Alfonso Ñurinda) como una visión desamparada y trágica del pueblo pobre e indio que recuerdan, en su desolación impactante, a Rulfo y, por supuesto, al Joaquín Pasos de Misterio Indio (Entierro de un pobre» y «La María Martínez).

Fue biógrafo del héroe nacional José Dolores Estrada, escribió las primeras cartas ecológicas “desde Catarina” y ensayos sobre tenencia de la tierra, la negritud, la resistencia indígena, el cacique Nicaragua, las migraciones mesoamericanas, el mestizaje, Xilonem o el maíz, los griegos y latinos, y los clásicos hispanos como La Celestina.

En 1956 publicó Las comunidades indígenas de Nicaragua (Guatemala, Universidad de San Carlos) y Granada en estampas, calificadas por el poeta Álvaro Urtecho como complemento de su poesía: “poemas en prosa, relatos breves, pinceladas azorinianas que revelan su devoción por los salones y retratos de las casas solariegas que describe con precisión y acendrado gusto. En 1965 publicó Estudios del Folclore nicaragüense. Entre sus ensayos están Los nahuas de Nicaragua (1970) y Ensayos nicaragüenses (Col. Cultural Banco de América, 1976). En 1978 preparó con Pablo Antonio Cuadra el Muestrario del folclore nicaragüense y en 1980 su Historia precolonial de Nicaragua (Ministerio de Cultura).

En Madrid estudió Antropología y el 26 de abril de 1951 obtuvo el segundo premio del Instituto “Fernández de Oviedo” en el IV Día del Indio. En Barcelona cursó Antropología Social y se incorporó a la Asociación Española de Fol-klore. Hizo estudios en Argentina, España y México donde siguió especializándose en antropología. Fue miembro de la Academia de Historia y Geografía de Nicaragua y miembro electo de la Academia Nicaragüense de la Lengua, a la que no pudo incorporarse. En 1981 recibió la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío y el 17 de octubre de 1982 falleció en Granada de Nicaragua.





El entierro de un pobre
Solo,
abandonado del calor,
con los músculos extinguidos, 
llegó Manuel Guillén a la comarca.

Fue un árbol más en Caña de Castilla
Pulía tomates con la paciencia de los años,
daba color a las berenjenas con su puro innumerable, 
y nadie negó que su barba se convertía en chayote, 
ni que sus dedos sarmentosos fuesen antiguas raíces.

Era indefinible como los pobres
y generoso como ellos;
su muerte, fue anónima como él.

Lo confesó el Padre Argüello,
el alcalde dio la caja,
la compaña el Juez de Mesta.

Los corazones de los pobres lo acompañaron; 
los músculos de los pobres cavaron su sepultura 
que se fue llenando de silencio y de sombra.

Estaban alegres los pobres
con su triste alegría de guaro.

Se burlaron de la tristeza,
de la humillación que es la muerte,
de ser tan pobres como eran.

Yo, dijo uno,
lo hago porque soy cristiano.

Yo, dijo otro, porque Dios me ve.

Yo comenté:
¡Qué pobres son los pobres!
Lo enterramos de noche y en Diriomo,
éramos doce, con el muerto.

(1949)
La llegada de los nahuas 
a Nicaragua
Desde Tula venimos
Desde Tula, la de espléndidas pirámides.

Desde Tula, donde las manos esculpieron la dureza.

Desde Tula, la espléndida, cuyo corazón dijo en piedra 
su fe.

No fue un sol. No fue una luna.

Navegamos muchos soles de hambre;
navegamos muchas lunas de sed.

La sequía asolaba el Anáhuac...

No teníamos agua;
no teníamos maíz.

Los pájaros morían,
caían de las ramas;
las flores se tronchaban en los tallos.

No habían cantos,
no habían flores.

Se pararon las aguas del cielo
por la cólera de Tláloc.

Se hundieron las aguas en la tierra.

Se secaron las acequias
por la cólera de Tláloc.

Los sacerdotes echaron suerte al maíz,
observaron el vuelo de las aves;
las entrañas de diversos animales;
los dioses callaban un silencio seco.

En vano le ofrendamos a Xilonem
mariposas azules, mariposas rojas;
los mejores pájaros: chichitotes, sinsonte;
libélulas de alas iridiscentes.

Ni las lágrimas calientes de las mujeres,
ni el llanto angustiado de los niños,
ni la tristeza de los guerreros,
todo fue en vano.

Los dioses ordenaron partir... y partimos.

Y ahora hemos llegado.

«Nicán náhuatl: Nicaragua».

«Hasta aquí los nahuas».

Somos toltecas de rostro claro,
de recto corazón.

Por fin hemos llegado
y traemos un canto.

Poronga
Manos precolombinas dieron forma a la sed, 
modelaron el agua primitiva.

Fue después de la jícara,
fue después del huacal.

Las mujeres congregaron el barro
en la plaza lo juntaron:
barro rojo, como el oriente rojo,
barro negro, como el oeste negro;
barro blanco, como del norte;
barro amarillo, del color del sur.

Recorrieron la sed para buscar la forma.

Amasaron el barro
lo redondearon
lo cocieron.

La poronga trajo el río a nuestras casas,
recogimos el invierno con güizpal.

(1955)
La Virgen Quiché
Por amor concibió Ixquic; 
por amor y por magia.

De un árbol de jícaro,
del espíritu de los árboles.

Virgen quedó Ixquic
después que parió a Hunapuh, 
después que parió a Ixbalanqué.

lo oíste vos y yo
y los demás lo oyeron
¿no es verdad?
solita una negra vieja en el fondo de la
gran Iglesia
cantando
¿Missis EVANS?
Era Missis EVANS la vieja
como la imaginación ahora 
que sigo el ritmo de Bluefields
y ya sé cómo
es el son.

La Virgen María dándole de mamar al niño
(Paul Claudel)
¡No por ser este niño el hijo de DIOS, va a dejar de ser 
buena la leche de esta mujer!
El niño agarra con una mano el pecho
derecho y con la otra mano
detiene el pecho izquierdo
como si lo estuviera guardando para después.

Se nota que el niño
es bueno para mamar y se pega
al pecho con ganas,
como un glotón
Hace una eternidad que el niño DIOS ha estado

esperando este momento para mamar la leche del pecho 
de una mujer
No hay que extrañarse, pues, que el niño agarre

el pecho de su madre como si fuera a devorarlo.

La Virgen se conmueve de amor
aunque no ignora que tiene entre sus brazos a un niño hambriento.

Ella dice en bavoz ja que es cierto que
el niño es terrible
pero a ella le gusta mucho
ver cómo goza el niño mamando.

Se pudiera decir que el niño es un comensal
que simplemente está comiendo y bebiendo
de su pecho; 
pero a la Virgen eso no le importa nada.

A ella lo que le gusta es vedo feliz y satisfecho mamando.

Después que el niño deja el pecho, se le acurruca 
en el hombro, queriendo ver de cerca la cara de María, 
cerciorarse mejor sobre lo extraño que le resulta,
al fin y al cabo, a Dios
tener una madre humana.

María también queda viendo al niño y piensa que es una vaina 
que el hijo suyo que carga entre sus brazos
lo tiene además que compartir con Dios-Padre.

Entonces lo que ella hace es reírse
y el Niño-Dios se da cuenta, claro,
y moviendo las patitas
se ríe a carcajadas.




CHINAZTE



Por: Guillermo Menocal.


La tercera edición de Chinazte de Francisco Pérez Estrada, (nació en la Isla de Ometepe, Nicaragua, en 1917, y falleció en Granada, Nicaragua en 1982), se publicó en Managua, Nicaragua en 1975, por Ediciones Nacionales. El librito contiene 17 poemas y una introducción de nuestro polígrafo, el poeta Jorge Eduardo Arellano. A pesar de su escasa producción poética, Pérez Estrada, es un versificador auténtico y consciente de su origen, de su idiosincrasia, y por lo tanto, de lo que escribe; pues en sus escritos podemos apreciar esa atinada pericia que posee para valerse de muchos recursos lingüísticos-mestizos y expresarlos certeramente en el poema. Su poesía no es superficial, ni encontramos en ella temas comunes o banales; no, sus versos nacen de la madre tierra y del barro que trabaja y da forma el indígena y los reviste de un leguaje propio, original, netamente nativo, híbrido. Sobre su obra poética, quisiera comentar lo siguiente:
I. LO ABORIGEN: Hay dos poemas de raíces indígenas (como casi todos los de este poeta) que se refieren a un histórico momento y a una de las leyendas del Popol-Vuh: el primero, trata sobre la llegada de los aztecas mexicanos (náhuatl) desde Tula a Nicaragua; cuando los dioses les ordenaron a estos partir, porque “la sequía asolaba el Anáhuac”…”por la cólera de Tláloc”, entonces “los dioses ordenaron partir… y partimos”. “ahora hemos llegado… 
Hasta aquí los nahuas”.

Ni las lágrimas calientes de las mujeres,
ni el llanto angustiado de los niños,
ni la tristeza de los guerreros,
todo fue en vano.
Los dioses ordenaron partir… y partimos.
Ahora hemos llegado.
“Nican náhuatl: Nicaragua”.
“Hasta aquí los nahuas”.
Somos Toltecas de rostro claro,
de recto corazón,
por fin hemos llegado
y traemos un canto”.
(La llegada de los mexicanos a Nicaragua)


El otro está inspirado sobre un pasaje muy conmovedor del Popol-Vuh de los quiché: “por amor concibió Ixquic; /por amor y por magia. /De un árbol de jícaro, /del espíritu de los árboles. /Virgen quedó Ixquic, /después que parió/a Hunapuh, /después que parió a Ixbalanqué/…Ella era una mazorca tierna. /… De quién es el hijo que tienes en el vientre/hija mía, y ella contestó: /”no tengo hijo, Señor Padre, /aún no he conocido varón”./…/”Cuando los Señores quemaron la sangre de Ixquic, /la sangre que llevaron los mensajeros, /la que llevaron los buhos,”comenzaron a sentir el olor los de Xibalbá, /y sentían muy dulce la fragancia de la sangre”, /porque en realidad era virgen Ixquic. (La virgen quiché).
Ambos poemas son hermosos, conmovedores y heroicos; sentimos que estamos frente a dos breves piezas epopéyicas que nos deleitan y satisfacen. Es notorio lo sucinto y la exactitud de los versos, asimismo, el empleo metafórico expresado y adornado por un vocabulario muy vernáculo.
II. LA CERÁMICA: Poronga representa el arte que cultivaron nuestros antepasados con gran maestría. Al finalizar de leer este bello y exquisito poema, dan ganas de beberse una poronga de agua fresca. Realmente se trata de una Oda a la Poronga. El material de este poema es el barro y sus artistas, nuestras mujeres precolombinas que “congregaron el barro” (multicolor)/”en la plaza”, allí lo “amasaron”, “redondearon y cocieron”, le dieron vida y lo instalaron como un río adornando la casa. “Dieron forma a la sed”, “modelaron el agua primitiva”, congregaron el barro”, “recorrieron la sed”, “recogimos el invierno”, son elementos idiomáticos que nos atraen y sorprenden por sus construcciones lingüísticas y por su hallazgo original y espontáneo.


PORONGA.
Manos precolombinas dieron forma a la sed,
modelaron el agua primitiva.
Fue después de la jícara,
fue después del huacal.
Las mujeres congregaron el barro
en la plaza lo juntaron:
barro rojo, como el oriente rojo,
barro negro, como el oeste negro; 
barro blanco, del color del norte;
barro amarillo, del color del sur.
Recorrieron la sed para buscar la forma.
Amasaron el barro
lo redondearon
lo cocieron.
La poronga trajo el río a nuestras casas,
recogimos el invierno con guizpal.
III. HOMENAJES. “Alfonso Ñurinda”, “Catalino Cóndor” y “La María Martínez”, son tres personajes indígenas a quienes el poeta admira y enaltece. La sangre de Alfonso Ñurinda “es leche en el potrero”, sus “músculos surco y grano” y ha dado “calor de barro a las espigas”. Este personaje se caracteriza por ser un insigne trabajador y el poeta destaca y celebra en él su robustez y valentía. Nótese cómo el producto de la labor de Ñurinda es considerado por el vate como la poesía misma:


ALFONSO ÑURINDA.
Salud,
porque tus manos hicieron el milagro del pan
y tu sangre es leche en el potrero.
Tus músculos surco y grano;
y la poesía del canal florecido
un bosque de banderas resplandecientes
que anunciaron la luz de un futuro potente.
Salud.
Porque tus manos hicieron el total;
rozar, barrer, arar, sembrar,
deshierbar, aporcar y cortar,
emparvar, aporrear,
hasta regar el surco con sudor..
Salud.
Porque tus músculos crearon la poesía
de esta flor gigantesca:
la noche sublunar con pétalos de plata
y diste tu calor de barro a las espigas.


Catalino es el hijo de Guayacán Inmaculado, hermano del Níspero Rebelde y amigo de Guachipilín airoso. Este es otro personaje que Pérez Estrada admira, ensalza y cree irrefutablemente que toda la naturaleza se siente orgullosa de Catalino Cóndor:


CATALINO.
Qué dirá la montaña,
los árboles, las hojas,
qué dirán
del hijo de Guayacán Inmaculado,
del hermano de Níspero Rebelde,
del amigo de Guachipilín airoso.
Qué dirán los senderos
de sus pies caminando libertad;
qué dirán los cerros
de su pecho aspirando justicia;
qué dirán los volcanes
de Catalino Cóndor?


De estos tres poemas, el que más prefiero y me conmueve es “La María Martínez”. Esta hermana de árboles que se “dormía de sol entre la milpa”, que de repente “reventó mujer” y “sus pechos llenaron la comarca” y “los indios dijeron: está buena, está buena, no duró mucho su verdor” y “fue vientre numeroso”, pariendo hijos que crecieron “en Coajtepe, La Fuente, El Guapinol”. Ahora, ya anciana nadie se acuerda de ella, ni siquiera ya existen los monos cara blanca que antes la enamoraban tirándoles ramitas. La María Martínez es el espejo de nuestra futura edad que cada día cargamos a cuestas, hasta que un día la carga se nos cae y perecemos con ella. Hermosa toda la construcción y lo narratológico del poema. Los nexos versátiles que hace el poeta del personaje y la naturaleza, deleitan; como también complacen los vínculos del uso de términos propios del habla campesina y la personalidad física de la María Martínez, donde parecen surgir varias frases con sentido parabólico.


LA MARÍA MARTINEZ.
Era hermana de árboles.
Niña,
se dormía de sol entre la milpa,
cuando volaba pájaros su grito.
Un día subió la savia en ella y reventó mujer.
Sus pasos olían a madroño,
sus pechos llenaron la comarca.
Su sexo se oyó en todos los caminos
cuando los indios dijeron: está buena, está buena.
Las ramas secas se asomaron en renuevos verdes,
el día que subió la primavera,
los monos cara blanca le tiraban ramitas
cuando iba a traer agua a la vertiente.
No duró mucho su verdor,
maduró en nueve lunas
de barro y de Madera.
Fue vientre numeroso.
Sus hijos sembraron músculos
en Coajtepe, La Fuente, El Guapinol.
Ahora, anciana,
es solo una pregunta
de piedra, de silencio, de sombra.


IV. INGRIMIDAD, es un poema intimista que nos revela a un ser solitario y afligido. Entendemos que la soledad hizo al poeta descubrir cosas, lugares, “todo el mundo” y que se identifica con ella y parece estar agradecido de sus enseñanzas. El entorno de “Ingrimidad” está contenido en una poesía de carácter existencial, muy recóndita en su ser, y que se desprende de la interioridad del poeta y la exhala con añoranza. Sospechamos que hay más dentro de ella; pero el poeta se resiste a expresarlo porque se guarda para sí los detalles y las explicaciones, dejándonos, un cierto olor a misterio en esos “atardeceres de colores más bellos” y en esos “astros más brillantes”. Sabemos que él conoce lo telúrico (tierra-nacimiento), la sangre que corre por el ser humano (linfa) y sus ancestros (raíz) que lleva en su corazón.


INGRIMIDAD.
Oía en sus venas el rumor del caoba,
cuando su carne encendía azerinas.
Es tan cierto que la luna goteaba azahares
en el silencio de sus ojos que nunca amanecían.
En ellos conocí todo el mundo:
el pequeño Puerto de San Carlos,
el lago, el Río Frío, Los Chiles;
toda clase de flores: el malinche;
toda clase de pájaros: sinzonte;
toda clase de peces: roncador.
Los atardeceres de colores más bellos,
los astros más brillantes y cercanos.
Todo lo supe en ella:
tierra, linfa, raíz.


V. MUERTE. “Árbol seco”, “El entierro de un pobre”” y “La Katucha”. Son tres poemas que se refieren a la muerte.
En “Árbol seco”, podemos palpar la condición desolada y abandonada de este ser vegetal muerto y que se ha quedado “mudo” sin la alegría del canto de los pájaros. “Gris”, carente de ramas, hojas, flores y sombra. Además, causa fealdad alrededor de todo el verdor del campo. “Árbol seco” nos muestra un mundo de tristeza. El impacto que nos produce el retrato al mostrarnos esa parte de la naturaleza muerta, es desgarrador:


“Mudo, /sin pájaros/Gris, /sin sombra./Pena/en la verdura”.
“El entierro de un pobre”, nos relata la pobreza en que murió Manuel Guillén, un campesino sembrador que “fue un árbol más en Caña de Castilla” y que:
“Pulía tomates con la paciencia de los años,
daba color a las berenjenas con su puro innumerable,
y nadie negó que su barba se convertía en chayote,
ni que sus dedos sarmentosos fuesen antiguas raíces”.
(El entierro de un pobre)


La condición social de los pobres y la solidaridad entre ellos se reflejan en el poema; asimismo, la denuncia del poeta sobre las formas indignas de vida del campesino, que vive sin ninguna esperanza de mejorar o superarse. Los versos dejan al descubierto ese terrible ambiente de indigencia, de humillación y tristeza. Manuel fue enterrado “de noche y en Diriómo” y:


“Los corazones de los pobres lo acompañaron;
los músculos de los pobres cavaron su sepultura
que se fue llenando de silencio y de sombra.
Estaban alegres los pobres
con su triste alegría de guaro”
(El entierro de un pobre).


“La Katucha”, es un poema que informa la noticia que trajeron las olas sobre la muerte de la Katucha, quien “era suave, /como lo que uno percibe cuando cree que se ha movido el silencio”/Era bella, /empezaba inmediatamente después de la tierra. /” ¡Tan vegetal!/Sembrada al viento ahora será rumor de flores”. Estos versos de tono apesarado, testimonian lo que ella era en vida: primero, con el movimiento del silencio, es decir, su presencia apenas perceptible, era escurridiza y callada; segundo, el vínculo de la Katucha con la proximidad de la tierra nos hace suponer que ella era en sentido figurado, un precioso vegetal que nunca fue cortado (que tenía poca experiencia de la vida), que vivía en estado virginal; pero ahora que está muerta, queda “sembrada al viento”, enterrada, para luego transformarse en un rumor, murmullo oloroso de flores. Los cuatro adjetivos: “útil” (hacendosa), “humilde” (suave, dócil), “preciosa” (natural, vegetal) y “casta” (virginal, púdica), describen los rasgos de la personalidad dulce de Katucha; “dulce como el Tacaniste, dulce”.


LA KATUCHA.
Las olas trajeron las noticias:
¡la dulce Katucha, ha muerto!
Dulce, como el Tacaniste, dulce;
dulce, como la Mariola, dulce.
Era suave,
como lo que uno percibe cuando cree que se ha movido el silencio.
Era bella,
empezaba inmediatamente después de la tierra.
¡Tan vegetal!
Sembrada al viento ahora será rumor de flores.
Era útil
y humilde
y preciosa
y casta.


La poesía de Francisco Pérez Estrada, es una poesía que nace de una concepción, pasión y sentimiento indigenista; es sufrida, telúrica, trágica y humana; representa a la clase social pobre y campesina, con la cual él poeta se identifica, defiende y denuncia la indigencia en que viven los pobres con sus desesperantes pobrezas; es también sincera; unas veces es narrativa; otras, lógica, misteriosa, metafísica, arcana, inspirada; pero nunca alegre ni divertida, porque el poeta mantiene el equilibrio de una atmósfera seria; nada experimental ni lúdica; posee una gran fuerza en su gravedad intrínseca. El poeta se nos muestra tal como él piensa. Vive en un mundo normalmente cercado por sus raíces indígenas, por la idiosincrasia del nicaragüense aldeano. Sus poemas son rurales, extraídos de ese ambiente agreste, donde él alterna con unidad satisfactoria, entre la naturaleza y el campesino. Sus versos contienen un acentuado lenguaje nativo y es notorio ver en muchas de sus líneas, la comparación constante que hace del hombre con el árbol. Para él la vegetación está en perenne similitud con el ser humano. Las metáforas y las imágenes comparativas guardan una gran reprocidad entre tierra, vegetación, colinas, montañas, ríos, volcanes, músculos, hombre, mujer, belleza; el poeta todo lo fusiona para entregarnos una poesía muy original, lúcida, sorprendente, concisa, folclórica (en el sentido más respetuoso, cultural y serio del término) y humana. El poeta Francisco Pérez Estrada nos estremece con este librito. Con esta guaca, nos alimenta el espíritu y nos hace tomar conciencia de la sangre india que corre por nuestras venas. Nos revive ese sentimiento trágico del aborigen, desde entonces, hasta nuestros días, en un mundo en el cual nos hemos olvidado de los siguientes versos:


“Aquellos son los caminos
por dónde íbamos a servir a los cristianos;
y aunque trabajábamos mucho,
Volvíamos al cabo de algún tiempo
a nuestras casas
y a nuestras mujeres
e hijos;
pero ahora vamos sin esperanza
de nunca más volver,
ni de verlos, ni de tener más hijos”.
*(Lamento de los Chorotegas).


*Tomado del libro: “Brevísima relación
de la destrucción de las Indias” de
Fray Bartolomé de las Casas. (1552).










No hay comentarios: