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domingo, 23 de junio de 2013

ISABEL MATTA BAZÁN [10.145]


Isabel Matta Bazán  (Lima 1971): Escritora, fotógrafa, apasionada de la pintura y de la música. Estudió tres años de Derecho en la Universidad San Martín de Porres, carrera que dejó para luego ir a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos donde hizo la carrera de Comunicación Social y Educación. Es diplomada en Salud Pública por la Universidad Ricardo Palma y en esa misma casa de estudios se formó para ser profesora de español para extranjeros.

Trabajó como redactora y reportera gráfica en el Suplemento Dominical del diario El Comercio. Asimismo  laboró en la Agencia ANDINA de Noticias  y Canal N.
Desde el 2004 labora como facilitadora de español y cultura en el Cuerpo de Paz de la Embajada de los EEUU.
Empezó su trayectoria poética en el año 1989 y a comienzos de los 90 participó en el Grupo poético Neón. A lo largo de la década hasta la actualidad ha participado en diversos recitales poéticos. En el año 2000 ganó los Juegos Florales del Pedagógico San Marcos y en febrero del 2005 el concurso EROS de poesía de la región Puno. Sus poemas han sido publicados en revistas como: “Uqbar”No1 y  “Qlisgen” No8 . Asimismo en los libros: “,“La generación del 90”, “Luz hecha a mano, 12 poetas del 90” y “Estas 13 del 90” . Fue antologada en el libro “Historia de la literatura peruana” siglo XX de César Toro Montalvo. Algunos textos poéticos fueron publicados en el libro “La poeta peruana y el erotismo” en el año 2000, en la revista año III número 3 del taller de poesía de San Marcos y  en la antología de poesía del grupo Neón “poemas sin límites de velocidad” 1990-2003 en el 2003. Dos años después algunos de sus poemas aparecieron en “Los diez” Antología de la nueva poesía peruana. A finales del 2012 fue considerada en la muestra de poesía actual  “Confesiones de un descreído”. Tiene publicados los poemarios: “Soledad Nuestra” (1999) y “Reina Moribunda” (2005).





SOLEDAD NUESTRA

¿Merecíamos acaso el amor y las caricias de los insectos?
No. Ni sus patas rozando la soledad de nuestros genitales.
Los hombres partieron a la guerra dejando cuerpos femeninos
a merced de las hormigas-soldado, de las cucarachas murciélago.
Sé que nuestros hombres fornican atrás de los cerros
con rameras de nalgas firmes y pezones botón.

Hay una araña en mis cabellos y hace su nido.

(De “Soledad Nuestra”)






RENGLONES QUEBRADOS

Al decir que tu ausencia
es el síndrome
de extraña enfermedad
que afecta mis terrenos
simplemente digo
que a veces mi cuello
se queda estático
como suspendido por agujas
y cordeles anudados por tus manos.

Simplemente digo
que en este maretazo se perdieron
las redes,
el refrigerio de los pescadores,
los anzuelos,
la pequeña brújula,
(hasta la banca
de la iglesia que nunca visitaste)

y yo me pregunto
en qué refugio escondes tanto.

(De “Soledad Nuestra”)






CONTINUIDAD AL AMANECER

Mira el semblante que nos persigue
(observa sus gestos).

Parecía funcionar el escondite
en el supermercado de lujo
(el de lechugas orgánicas
de precioso verdor).

Pero la carne de res
aun en neveras impecables
sigue siendo
el mismo animal muerto
en un antro inhumano
donde los mugidos no importan
ni la clemencia.

Ya no puedo apoyarme en las paredes
mis manos están heridas.

(De “Soledad Nuestra”)





A veces sueña en morir, otras en matar
en ponerse boca abajo, boca adolorida
de náusea mínima, óleo seco, honor expuesto.

Esa mujer ha enloquecido al tiempo,
a los papeles del fax, a la herida de los leones.
No se alimenta de habas ni de arroz
con su boca apuntando al cielo traga el hermetismo
que nace del techo frente a su imagen fantástica.

Esa mujer se deshace recostada sobre una mesa
desnuda como un seno al viento,
de su cabeza brotan insectos, galaxias,
mas quebrada toda, algo de ella perdura.

(De “Reina Moribunda”)






Como un perro que súbitamente amanece alado
persigo el hueso con menos esfuerzo que ayer.
De noche lo hago mejor porque la carne duerme,
el espíritu se levanta y las piedras ciegas
hablan lentamente con esa boca que apenas se abre.

Las polillas bogong le tememos al sol,
nos seca las articulaciones cual bisagras de biombos chinos
atacadas por el óxido espeluznante que nos marca el tiempo.

Como ebrias trasnochadas buscamos el osario entero
hacemos lo que sea por hallar el esqueleto completo
nos sumimos bajo las cuevas llenas de ecos, lechuzas y arañas.

Y nos odian porque lo destruimos todo con el pensamiento.
Obsesionadas  por los capullos tejemos como locas
para no morir quietas como los gorriones en invierno.
Y tejemos y volamos y nos llenamos de placer sólo en la noche.

Esquizofrénico vuelo nocturno, medicina urgente, viento azul.

Otoño, no digas que nos viste, sólo déjanos volar al norte
cual cometas en miniatura que anhelan recalar en el llano.
Que nuestra apariencia de barro no asuste a las flores
sólo déjanos hallar la poesía, nuestro hueso predilecto.

(De “Reina Moribunda”)






Cuando no soy río soy mar que besa el malecón.

Soy montaña donde no crecen los cactus.

Cuando no soy río bravo, intenso y feliz
soy árbol olvidado en plena carretera.

Cuando no soy río de extensiones magníficas
soy la piedra que se sumerge sin sentir.
Porque el río es la constancia de la felicidad,
a veces rápido a veces lento
pero siempre caminando hacia delante.

Pero cuando no soy río, cuando no soy río
soy la casa donde se velan los difuntos
y no he de sonreír, ni mirar,
ni gritar al cielo, ni recibir los dones.

Entonces soy
la pluma que no se mece con el viento
las piernas que se destrozan en un solo lugar.

(De “Reina Moribunda”)






Cuando las brujas se meten en mi patio
los olores son de muerte y aloco al mundo.
El gris me contamina de adentro para afuera
entonces no comprendo las eres dislocadas
el sueño del gran elefante, ni los sonidos de su trompa.

Detesto esas noches de pisos que parecen techos
de camas-ataúdes, de estrellas negras, de Lunas rotas.
¿Para qué lado mi cabeza, para qué lado mis pies?

La amargura se cuela entre mis dientes como un fuego.
El agua de las flores es un charco de sangre espesa
(un pez camina con zapatos y llora en la esquina)

Si las respuestas se atraparan como mariposas en el bosque...

Ay, el dolor, de huesos, de heridas, de presente, de preguntas.
¿Y si la muerte me atrapa sin respuestas, sin árboles agitándose,
sin el recordado aroma de mi padre?

Dejen que me vaya arrastrando la almohada azul por las escaleras.

( De “Reina Moribunda”)





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