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martes, 20 de diciembre de 2011

5637.- GUILLERMO RODRÍGUEZ RIVERA



Guillermo Rodríguez Rivera (Santiago de Cuba, 1943), es profesor, ensayista y poeta. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de la Habana, en 1966 publicó su primer libro de poemas y participó en la fundación de la revista cultural El Caimán Barbudo, de la cual fue jefe de redacción. Finalista, en 1970, del Premio Casa de las Américas en la modalidad de poesía, escribió junto a Luis Rogelio Nogueras, la novela negra El cuarto círculo (1976). En el año 2003 aparece su antología poética Canta, que obtiene el Premio de la Crítica y, dos años después, este Nosotros, los cubanos que alcanza un rápido éxito y tres ediciones entre 2005 y 2007. La editorial José Martí ha editado traducciones del texto en inglés y francés. Desde 1968, es profesor universitario de Literatura.














Arte poética


y sobre todo esto: sé sincero contigo mismo
y de ello seguirá, como la noche al día,
que no podrás engañar a ninguno.
William Shakespeare



Creo que fue hace dos o tres meses,
viendo desde lo alto los automóviles de La Habana;
los automóviles destruidos que, como bestias,
se revuelcan en las calles de La Habana;
mirando la luz mortecina en la avenida espaciosa,
no concebida para la penumbra;
viendo las gentes tensas, impacientes,
ocupadas, ansiosas, aburridas;
las gentes que deambulan sin saber qué hacer
o que marchaban desesperadas por una tarea frenética;
las gentes mal vestidas que en mi patria trabajan
para que el día de mañana no s'ea una triste metáfora
en las páginas de éste, de otro libro;
creo que fue hace dos o tres meses, repito,
que comencé a escribir un poema más bien breve
en el que hablaba serena, ec.onómicamente,
de la violencia de los ojos de una mujer
y en el que me atenía, por supuesto,
a las fórmulas poéticas más recientes,
en el que empleaba varias hermosas frases hechas
que después hacía estallar sin contemplaciones,
con velocidad, con ternura.
Pero mi mano, la palma de mi mano
y ese lugar donde se juntan el aire, mis zapatos y mi alma,
no podía encontrarlo en aquellas palabras que escapaban,
que corrían
para dejarme solo y vano y mudo.










PARA SER UN POETA SOCIAL,
ELIJA ENTRE LAS FÓRMULAS SIGUIENTES:


a) La metafórica legítima, reconocida y prestigiosa. Caballo de batalla
de los viejos poetas (más de 50 años).


Ejemplo:


«y sobre las cenizas
llegan los milicianos, llegan
como rosadas caracolas
que golpean mi corazón».


b) La conversacional, el~gante, moderna, personal, propia para poetas
entre los 30 y }os 40.


Ejemplo:


«porque es grande como el amor,
definitivo como el amor
esto que construimos».


c) La antipoética ortodoxa, rebelde, juvenil, novedosa, atractiva. La
fórmula ideal para el poeta joven.


Ejemplo:


«la revolución es así,
del carajo,
ancha como la espalda de mi padre».


Pero cuando uno es, exactamente,
un miliciano y se mira al espejo y no halla
una caracola rosada enfrente;
cuando uno sabe que lo que construimos es como el amor,
pero también es como el odio y como tantas,
tantas cosas;
cuando las espaldas estrechas de mi padre
(que nunca llegó a entender verdaderamente la Revolución)
se están pudriendo ya
bajo la tierra...


por eso, entre las fórmulas de lujo,
¿ CÓMO HACER UN POEMA?
seguía yo escribiendo mi poema,
¿CÓMO DECIR LO QUE DEBO DECIR?
hablando de aquellos ojos terribles
hasta que fui al balcÓn y miré, vi desde el balcón
la gente que subía, yo que bajaba
y que era uno más entre las hileras de gentes;
yo, construyendo un mundo que me deja nacer
porque me aplasta,
buscando un sitio donde comer algo, el cuerpo aquí
y el alma en el futuro;
yo, trabajando, lleno de esperanza,
dispuesto a disparar contra la muerte;
yo, leyendo un periódico de cuatro páginas casi sin noticias,
tan lejano.
Creo que fue hace dos o tres meses
que rompí aquel poema;
que arrojé al viento de La Habana el montón de papeles
que voló sobre la avenida,
mientras la gente alzaba la cabeza;
que comprendí que el único modo real de decir todo era,
sencillamente
decir todo.










CÓDIGO LABORAL


No seas deshonesto, poeta,
ensayista, novelista.
La deshonestidad traza un breve camino
centelleante,
que no va a ningún sitio.


No jures por la luna, hombre de letras.
Asume tu destino
que, digan lo que digan,
estás hablando para siempre
y tus palabras
van a quedar escritas sobre piedra.


Si no vives con la verdad,
guarda tu pluma;
si tienes que mentir,
busca otro oficio.


Para salir del siglo XX, 1994.





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