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domingo, 12 de diciembre de 2010

2634.- ANTONIO RIGO


Antonio Rigo nace en Palma de Mallorca en abril del 1957. Escribe poesía. Actualmente dirige los encuentros poéticos El Último Jueves que se celebran cada mes en la librería Literanta de Palma, así como el taller de poesía que ya en su segundo año acaban de iniciar este curso en dicha librería.

Ha publicado los siguientes libros:
Luces de posición, 1991, edición AR
Mujer Triple, 1994, Bolsa de Pipas, editado por Monograma
Poemas del Polígono Industrial, con versión inglesa de Lucía Graves, 1994, Bitzoc
Página Par, con el dibujante Pere Joan, 1995, La Bolsa de Pipas, Monograma
Parpadea y me habré ido, pintura y poesía, con el pintor Joan Pol, 2000, edición de Santi Trián
Poemas del aeropuerto, 2004, Zigurat, Ateneo Obrero de Gijón
Días de radio y niebla, 2006, Calima
Tiene en editor próximos a aparecer dos nuevos títulos: Pan con aceite y otros poemas y Poemas del Bosque y de la Lluvia

Ha sido incluido, entre otras, en las siguientes antologías:
Feroces, selección de Isla Correyero, 1998, DVD
Poesía contemporánea de Mallorca en castellano, 1999, Calima
Voces del extremo, poesía y conciencia, 2000, Fundación Juan Ramón Jiménez
El último en morir que apague la luz, Atlas poético, 2001, Zigurat, Ateneo Obrero de Gijón




Poemas del libro Pan con aceite y otros poemas.



I.

Acercarse al poema
con un cuchillo
entre los dientes.

Danzar alrededor del árbol
cultivar en la noche y
orar al mediodía.




II.

El rocío de esta madrugada:
Una mariposa de escarcha.




III.

Me lanzo al lago
de la noche, alcanzo
la otra orilla.
Eso es para mi
tu parpadeo.



IV.

Libélula nocturna
que elevas inocente
mi casa encendida,
¿a dónde te diriges?


V.

Cuando estás
te veo junto a mi,
cuando no estás
te veo en todas partes.
He desterrado la soledad.




VI.

El silencio de la nieve
es azul. La velocidad
de las flores, blanca.




VII.

El silencio de la montaña
roto por el sonido
de la hierba que brota,
el ruido de la ciudad
aplastado por el silencio
de la hoja que crece.










libro:
Subsidio De Desempleo







El Olivar

No hay electricidad
ni cuarto de baño
bebo agua de lluvia y
escribo lunas de cosecha
en todos los cristales.
Soy un bruto,
salgo corriendo montaña abajo
abrazando árboles
me alimento de raíces y
pienso constantemente
en el amor.








Una cajera del mercado
donde habitualmente hago la compra
me pide que le dedique un poema
no accede sin embargo
a dejarme pasar camufladas
las patatas o las naranjas
el vino o las aceitunas
las alcachofas ni el atún.
La cajera, el poema y la subsistencia.
Toma este poema.
Un pedazo de queso de Mahón 638 ptas.








Infinito

Estoy en el coche y
parado en un semáforo
escucho por la radio
como algunos científicos
aseguran que el infinito
es cinco veces mayor.
5 veces mayor.
Se lo digo al vendedor de pañuelos.
Se lo digo al vendedor de periódicos.
Se lo digo al que intenta
limpiarme el parabrisas.
Parece no importarles.
El infinito del paro y todo eso.
5 veces mayor.
¿Y qué coño hago ahora yo
con mi infinito?






del libro :
Poemas Del Bosque Y De La Lluvia.





Tengo una cabaña en la cabeza.
Los dedos de la tristeza
atan cintas coloreadas
a las maderas húmedas
de mi piel.
La hierba de mi pelo se estremece y
habla con el rocío.
El agua de mis ojos tiene sed.
Tengo una cabaña en la cabeza.
Al anochecer enciendo hogueras
donde celebro los gestos
las ausencias, las ciudades.
He llegado. Soy todo lo que hice.
Y eso ya no existe.






Vuelvo de la noche
sabio de frutas y de humos.
El silencio trae perlas
en una mano y
un acero frío y afilado
en la otra.
No puedo dormir pero escucho el canto
del primer pájaro.
Ah! ser invencible al amanecer.







Contemplo un árbol.
Canta un pájaro.
Viene un dolor.
Soy un hombre antiguo.







En mitad del silencio
todo resuena tres veces
antes que nada.
La rana. La mula. El alma.





Aquel vestido blanco.
Siempre te traía flores y
frambuesas
de mis bruscos cambios de humor
y de mis paseos solitarios.
Ponías el romero y la miel
en la ventana de la cocina
llenabas de limones el suelo del baño.
Aquel vestido blanco.
Siempre que salíamos de noche
volvíamos a la casa desnudos
y con luz en las manos.
Ponías el café y la seda
en la ventana del abrazo
llenabas de naranjas el suelo del ocaso.
Aquel vestido blanco.
El álamo aguanta en pie.
El viejo búho continúa ululando.
No sé si ahora reconocerías estos lugares.








Cada tarde
alrededor de las 6
viene un gorrión
a la puerta de casa.
Le doy unas migas de pan.
Él da cuatro o cinco saltitos
gorjea un poco y
se marcha.
Cuando vuelvo al poema
me noto ligero, pardo y
emplumado.
Duermo con un ojo abierto.
Hay días que no sucede nada más.







Subo hasta donde el viento
no es invisible y
me siento en una piedra.
Entono una melodía durante 2 ó 3 horas.
La montaña silba.
La montaña sola y el hombre solo.
Viene un pájaro y
nos hace a los dos.







La montaña sigue igual.
Otros brazos rodean tu cuerpo.
Y la montaña sigue igual.
Otra lengua lame tu pecho.
Y la montaña sigue igual.
Otro hombre muere en tu interior.
Y la montaña sigue igual.








en Poemas Del Aeropuerto





DUBLÍN

Una anciana irlandesa
algo bebida y animada
me pregunta por el precio
de una botella de Tullamore Dew
y después señalándome a mi
si estoy incluido en el mismo.
Debería decirle que sí.
Dublín.







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