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domingo, 12 de diciembre de 2010
2635.- ARTURO BORRA
Arturo Borra (Argentina, 1972) se licenció en Argentina en la carrera de comunicación social (UNER) y en la actualidad está realizando un doctorado en estudios interdisciplinarios de la comunicación en la Universidad de Valencia. Ha participado en las antologías poéticas Aldaba (2003), Cuadernos Caudales de Poesía (2007) y Los centros de la calle (2008). Es autor de los poemarios La vigilia del deseo (1998), La sombra del mediodía (2001), Esplendores vulnerados (2004), Figuras de la asfixia (2007) y Umbrales del naufragio (Baile del Sol, 2010), así como de la prosa poética Anotaciones en el margen (2005), la plaquette Cielo partido (2009) y el libro de cuentos La reinvención del mundo (2008). Colabora regularmente con publicaciones literarias y comunicacionales en revistas de Argentina, México y España.
http://arturoborra.blogspot.com
OBEDIENCIA
Todo marcha: ¿bien?
¿Qué hay que temer cuando
nada perturba la cuadrícula del goce?
Los anteojos no engañan:
los ministerios administran los misterios
de la carestía.
Cada uno tiene su espacio para transitar:
los caballos atropellan/ los peces obedientes esperan su red
y estos monos económicos no dudan
en talar las arboledas.
Todo marcha: allá el dolor/ aquí la dicha/
abajo los elefantes/ arriba el cazador
en el instante previo de serrar el marfil
sobre el que se sentará mañana
a mirar el prodigioso movimiento del cielo.
(LOS CENTROS DE LA CALLE, Antología pequeña
editado por Ed. GERMANIA en el 2008)
Entonces escribe
“…se sienta a la mesa y escribe”
Juan Gelman
dime qué hago dice y no sabe
dime cómo miro dice y tampoco sabe
qué hace cómo mira en esta pendiente
oscura como un silencio o un llamado
desconocido
y no sabe sigue sin saber –y entonces escribe
cuando ya no puede decir más no sé no sé no sé:
escribe entonces como un silencio un llamado
y la pendiente oscura cae sobre sus ojos
y la pregunta es un caballo que corre sobre
regiones blancas
dime por dónde sigo dice –y no hay respuesta
que no sea fuga
___________y no sabe
y entonces escribe:
Vértigo
Nada que no sea vértigo: en el vientre
de la quietud nacen fracturas –como un aullido
que sólo después oiremos: escucha las hojas
de invierno,
supervivientes.
Crepitarán también cuando
las estaciones gélidas cedan
al rumor del agua. Y verás
entonces cómo la noche se hace clara
y brotan abejas
en los troncos secos.
Poema del hambre
“No parece que quepa, hoy en día, otra poesía más que la que diga el hambre”.
Chantal Maillard
Preguntás cómo se conjuga la palabra
«hambre» en un poema. Pero un poema
sin hambre no es. No todos saben que el hambre
es poema, que no hay
palabra que salve de la desnutrición que rompe
los cuerpos.
Es cierto que la palabra «hambre» no es
todavía cuerpo hambriento. Apenas un poema
la menciona avergüenza de delgadez
(pero quien conjuga
no puede conformarse con la plenitud
de lo inexistente).
Un poema sin hambre es palabra desdentada,
altar de sacrificios.
La palabra
«hambre» no llena el poema: lo abandona
desnutrido hasta la médula, socava
su manta, la geometría del
equilibrio.
El hambre muerde tanto silencio y
por hambre se escribe:
para ofrecer el vientre.
Casi todo
Más tarde supe: sobra
casi todo.
Esta escritura sobrante
sobrevive como una especie
que agoniza. No sé qué lenguaje apagado
invoca. En una grieta
me asomo hasta las últimas luces
y nada veo.
Sólo el desierto es consistente.
imposible
En todo anhelo hay
enjambres ávidos de una miel
imposible.
La colmena desafía
ese batir ciego que poliniza
el desierto.
Ceguera
No es que las cosas sean transparentes
y la mirada turbia
tapara lo que reposa en su espera
desde el fondo del tiempo.
La ceguera es anatomía de la mirada
y sin embargo
hay resquicios de luz que no sucumben
en los trayectos de lo imperceptible.
Se mira desde el fragmento; se ensaya
en la penumbra.
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