Antonio Praena Segura
Purullena, Granada, 1973.
Dominico. Es actualmente prior del Convento de Santa Cruz la Real de Granada. Licenciado en Teología Dogmática, ultima su doctorado en la teología apofática y analógica de Santo Tomás de Aquino. Desde el año 2000 se viene dedicando a la enseñanza e investigación teológicas en la Facultad de Teología de Valencia. Allí ha impartido también cursos sobre fe y cine contemporáneo, fe y cultura postmoderna, etc.
De su producción teológica cabe destacar la obra Cristianismo y poesía. (San Esteban, Salamanca 2003). De entre sus artículos destacamos «El silencio de Dios. Su inaccesibilidad elocuente» o «Intuiciones tomistas para una teología en la postmodernidad», entre otros, todos ellos en diversos números de Communio (Sevilla). Igualmente es destacable «`Cognitio divinarum personarum’ Una intuición tomista contra deshumanismos» en Actas del congreso «El humanismo Cristiano» (Roma 2004).
De su producción Literaria:
Obtuvo, con el libro "Humo Verde", el Accésit del premio de poesía Víctor Jara 2003. Amarú Ediciones, Salamanca, 2003.
Fue accésit del Adonáis 2006 con "Poemas para mi hermana" (Colec. Adonáis. Rialp. Madrid 2007).
-"Actos de Amor", Premio Nacional de Poesía José Hierro, Madrid, 2011
-"Yo he querido ser grúa muchas veces", Editorial Visor, 2013
Según el jurado del Premio Tiflos, convocado por la ONCE, el poemario ‘Yo he querido ser grúa muchas veces’ ofrece una “mezcla exultante de postmodernidad y tendencias grecolatinas que funciona muy bien”. Por su parte, el poeta valenciano Vicente Gallego ha escrito: “La hondura y el donaire conviven en estos versos que jamás rehúyen las emociones, que sangran por los cuatro costados y fluyen con precisión, con acusada musicalidad y pulso seguro”.
A propósito del autor de ‘Yo he querido ser grúa muchas veces’, Gallego apunta: “Antonio Praena –verdadero sacerdote, por ser un hombre que ama y que vive a pie de calle-, viéndoselas en el poema con strippers virtuales, escuchando a Sigur Rós, cantando la belleza de los cuerpos y volviendo en taxi al hotel tras una noche de juerga y de pecado, es una gran noticia para la orden de los dominicos, que tanto honró la prosa viva, liberadora, del maestro Eckhart”.
Finalista en diversos premios con las obras inéditas Vías de descenso y La ofrenda verdadera.
Coordina el blog http://www.dominicos.org/
EL JOVEN FRAILE
Y pensar que nadie desabrochará mi camisa
con manos de paloma,
ni hará caracoles en el vello de mi pecho
porque ya tengo un amor que es Todo y Nada...
Y saber que soy un guerrero
que reza como un almendro...
(De “Humo verde”. Amarú. Salamanca 2003).
TOMA en tus manos
este jersey tejido en nudos de memoria.
Consérvalo, porque algún día
recordarás las manos desgastadas
que lo tejieron en las noches de tu infancia.
Y no podrás volver. Y tendrás frío
cuando descubras que vivir
a veces es llorar.
Abrígate con el amor que en el jersey está trenzado:
lo que nos quita el tiempo
ha sido el tiempo quien lo ha urdido
en formas misteriosas y sencillas
que hilvanan nuestras vidas a otras tramas.
Es imposible amar fuera del tiempo,
nada infinito hay que se alcance sin su hebra
aunque la hechura de su amor
nos muestre su belleza en sacrificio
sólo al perder a quien más hondo nos ha amado.
No pienses, como Eliot,
que sólo el tiempo vence al tiempo,
porque el tiempo es invencible.
Más bien realiza hazañas cotidianas:
piensa en mamá, aprende a tricotar
tus horas en ofrenda:
-punto de arroz,
ochos perdidos,
espigas que se cruzan
con las agujas de la vida...-
Ponte el jersey
y teje otro jersey para tus hijos.
(De “Poemas para mi hermana”. Colec. Adonáis. Rialp 2007)
TÚ no te acordarás, porque eras muy pequeña,
y dulce y rubia y vivaracha;
pero en algún momento de mi vida
yo lo he pensado cada noche.
La escena ocurre así y es muy sencilla:
mamá cantaba entre los melocotoneros
una canción sobre los ruiseñores.
Papá ha subido al cruce a echar el agua
y el agua está bajando por la acequia.
Tú no te acordarás, porque eras muy pequeña
-como los ruiseñores, yo diría-.
En realidad mamá te canta a ti,
que eres los ruiseñores de pequeña,
y el agua de la acequia
está en mis ojos ahora mismo.
Y es que yo muchas veces me pregunto
por qué era aquel un tiempo diferente;
por qué no ha vuelto a ser el trigo tan brillante
ni están los melocotoneros tan despiertos;
por qué la estampa barnizada de los almanaques
nos parecía tan hermosa al enmarcarla
como una puerta al campo en el pasillo.
Y la respuesta es muy sencilla y me conmueve
hallar toda razón en vuestras manos:
el mundo consistía en su ignorancia
y estaba la esperanza sin manchar en nuestros ojos.
Tú no te acordarás, porque eres tan pequeña.
(De “Poemas para mi hermana”. Colec. Adonáis. Rialp 2007)
CUARENTA
Para J. A. González Iglesias
Yo no he cumplido aún 40 años,
pero ya he gobernado algunas vidas.
A diferencia del emperador,
mi voluntad no fue tenida en cuenta.
Como Djuna Barnes,
después de haber probado casi todo,
he estado recluido en un convento
la mitad de mis días,
que es una forma de vivir 40 años
de modo concentrado, pues el ritmo
del mundo es diferente para aquellos
que eligen el amor en dosis pura.
Y como Marco Polo, minucioso,
he anotado en libros olvidados
los exotismos de mis viajes
con un lenguaje propio del que tiene
cumplidos los 40.
Pero yo no he llegado a los 40.
Cuando llegue
-animula, vagula, blandula-
espero arrepentirme de estos versos.
VIDA MONACAL
Von Balthasar lo dijo de una forma
distinta, pero siempre ha sido así:
amor y ser son algo coextensivo.
San Pablo, sin embargo, fue más claro
en esa carta suya a los creyentes
de Roma cuando afirma
que no hay dolor ni vida ni futuro
que puedan separarnos del amor.
También aquel amigo que volvía
por pascua a visitarte hizo cumplirse
la misma convicción: abandonado
de la única persona a la que quiso
con todo su temblor en este mundo,
segó su propia sangre una mañana
perdida para siempre de diciembre.
Son formas diferentes de afirmar el mismo hecho.
Quizá por eso mismo nuestra vida
transcurre silenciosa entre la celda y el oficio:
primero el cementerio,
un poco más allá la biblioteca,
el claustro, el de profundis y al final
del largo corredor en el que cuelgan las cogullas,
la cruz a cuyos pies hora tras hora
cantamos.
De "Actos de amor". Premio Nacional de Poesía José Hierro, Madrid, 2011
QUIZÁ UNA GOLONDRINA
Como en el cuadro de Fra Angélico,
un pájaro, quizá una golondrina,
salta esta tarde entre las bóvedas del claustro
buscando una palabra en que anidar.
Y aunque no es este el año uno
ni estamos a finales del trecento,
aunque ni el manto del azul más limpio
podría cancelar todas las deudas
que tengo contraídas con la vida,
aunque, Señor, yo no soy digno
de que entres en mi casa y la ilumines,
quizá, precisamente, por mi pobre
materia de hombre pobre y desvalido,
quizá porque este cuadro de Fra Angélico
me invita a adivinar que tú sí puedes,
quizá por esta humilde golondrina
que salta, como aquella del trecento,
entre las bóvedas cuajadas
de estrellas rutilantes de este claustro
abro mi corazón y exclamo: fiat.
(Antología, CXVIII. Segunda Serie)
GRÚAS
Me conmueven las grúas en invierno.
Parecen estar vivas y cumplir
su vértigo llenándose de grajos
que bordan en su acero un pentagrama.
La esencia de las grúas son las aves
de paso. Las cruces de este siglo,
donde todo se mueve, son las grúas:
inmóviles, calladas, imposibles.
Yo he querido ser grúa muchas veces,
recibir la nevada antes que el mundo,
los pájaros, los rayos matutinos…
y ser desmantelado cuando acabe
la obra en la que elevo humilde carga.
Las grúas son amigas de los pájaros.
Que vengan y se posen en mis hombros
mientras huyen del frío es mi deseo.
Que canten para mí, ser para ellos
el árbol más sencillo, pues apenas
un eje vertical y un brazo abierto
conforman mi estructura permanente.
(Vendrá la muerte a dar vida a este sueño
haciéndome también ave de paso).
Y, mientras, ser tan sólo un trasto útil
entre el cielo y la tierra. Algo invisible
a los ojos de todos pero nunca
al ojo diferente de los grajos.
(De «Yo he querido ser grúa muchas veces», ganador del premio Tilfos de Poesía, Visor, 2013)
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