TAHAR BEN JELLOUN
(Fez, Marruecos, 1944)
Narrador y poeta marroquí en lengua francesa. Estudió filosofía en la Universidad de Rabat donde escribió sus primeros poemas recogidos en Hommes sous linceul de silence (1971). Empezó enseñando filosofía en Marruecos, pero tuvo que marcharse a Francia en 1971, ya que se arabizó la enseñanza de esta disciplina y él no había sido formado para ello. Colaborador habitual de Le Monde, continuó con un doctorado en psiquiatría social: su escritura se benefició de su experiencia como psicoterapeuta. En 1985 publicó la novela El niño de arena, que le lanzó a la fama. Obtuvo el Premio Goncourt en 1987 por La noche sagrada. Tahar Ben Jelloun vive actualmente en París con su mujer y su hija, para quien ha escrito varias obras pedagógicas (Le racisme expliqué à ma fille, 1997). Su obra, en la que consigue aunar los mitos ancestrales, las leyendas magrebíes con los problemas que acucian a la sociedad contemporánea, ha sido traducida a numerosas lenguas.
Traducción y notas: Adolfo Gómez Tomé
Ciudad
No basta con un montón de casas para hacer una ciudad
Hacen falta rostros y cerezas
Golondrinas azules y bailarinas frágiles
Una pantalla e imágenes que cuenten historias
Las ruinas son tan sólo un cielo masticado por las nubes
Una avenida y águilas pintadas en los árboles
Piedras y estatuas que asedian a la luz
Y un circo que se queda sin músicos
Los orfebres atesoran la primavera en manos cristalinas
Sobre el suelo huellas de un tiempo sin maldad
Un mantel y sílabas vertidas por el jugo de una granada
Son los hombres los que beben y es el sol el que se hastía
Una ciudad es un enigma encandilado por los espejos
Jardines de papel y manantiales de agua sin alma
Sólo lo saben las mujeres románticas
Ellas se visten de luz y de ensueño
Metálica y altanera,
La ciudad sacude su memoria
En túmulo de libros y sarcasmos, de rumores y de risas
Y nosotros la cruzamos como si fuéramos eternos.
Tahar Ben Jelloun
París, 11 de noviembre de 2005
El niño de arena (fragmento)
Esta historia tiene algo de la noche; es oscura y sin embargo rica en imágenes; debería desembocar en una luz, débil y suave; cuando lleguemos al amanecer, seremos liberados, habremos envejecido una noche, larga y pesada, un medio siglo y algunas hojas blancas desparramadas en el patio de mármol blanco de nuestra casa de recuerdos.
La noche sagrada (fragmento)
Ahora que soy vieja, tengo toda la serenidad para vivir. Voy a hablar, depositar las palabras y el tiempo. Me siento un poco pesada. No es por los años que pesan más, sino por todo lo que no ha sido dicho, lo que he callado y disimulado. No sabía que una memoria llena de silencios y miradas podía convertirse en una bolsa de arena que vuelve la marcha difícil.
(...)
Mi historia era mi prisión, y el hecho de estar encerrada en una célula gris por haber matado a un hombre era secundario. Dondequiera que fuese, transportaría mi prisión como un caparazón sobre la espalda. Allí habitaba y sólo me quedaba habituarme. Este aislamiento me ayudaría tal vez a cortar uno a uno los hilos tejidos a mi alrededor por ese destino oculto. Era una caja cerrada, depositada en un hangar estrecho y sellado.
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