(Hubei, China, 1899 – Kunming, China, 1946)
Desarrolló su labor literaria y docente en el llamado Movimiento de la Nueva Cultura durante la primera mitad del XX. Fue asesinado por dos sicarios debido a su compromiso con la libertad en China. Escribió los poemarios La candela roja (1923) y Aguas muertas (1928).
Traducción: Javier Martín Ríos
CONFESIÓN
No te miento, yo no soy un poeta,
aunque adore la pureza de las piedras blancas,
los pinos y los océanos, el sol poniente sobre el torso de los cuervos,
el crepúsculo tejido completamente de alas de murciélagos.
Tú sabes que yo adoro a los héroes, más aún a las altas montañas,
que amo a los colores nacionales flameando en el viento,
desde el amarillo claro hasta el color broncíneo de los crisantemos.
¡Recuerda que mi alimento es el té amargo!
Pero aún hay otro yo, ¿tú no le tienes miedo?
Pensamientos como moscas arrastrándose por el cubo de basura.
pertenece al libro Aguas muertas (Bassarai, 2006).
RETIRADA
¡Algún día el destino decidirá dejarnos partir!
No temas. Aunque tengas que pasar por un agujero negro,
tú avanza con osadía. Déjame coger tu mano.
No preguntes de dónde viene ese viento siniestro.
Recuerda sólo mis palabras de ahora, guarda en el corazón
el cariño, unos cuantos besos, guarda en el corazón algunas sonrisas,
recogiéndolo todo, sin falta. Recuerda mis palabras:
recógelo todo, también esa ristra de latidos de corazón color del coral.
Por desgracia hoy sufro por ti —el corazón anhelando el corazón.
En otro tiempo te dejaste llevar, llevar por el júbilo,
recibiendo el oro que hoy hemos perdido.
Esos pétalos multicolores que quedan, son nuestro amor,
recógelos y llévatelos.
Llevando contigo el halo del amor,
nosotros partiremos de nuevo, ya sea al infierno, ya sea al cielo.
pertenece al libro Aguas muertas (Bassarai, 2006).
Quizá
Quizá de tanto llorar, ya no te sale llorar.
Quizá, quizá precises un poco de descanso.
No dejes entonces al halcón de la noche
carraspear, ni aletear al murciélago, ni croar al sapo.
No permitas al sol abrir las cortinas y tocar
tus ojos.
No permitas que ni tan siquiera la más leve brisa
despeine tus cejas.
No, nadie perturbará tu reposo.
Abriré una sombrilla de oscuros pinos
para guardar tu sueño.
Quizá oyes ahora a las lombrices horadar
la tierra,
o a los pelos de las raíces del césped
absorber el agua;
Quizá esta música que oyes sea más bella
que los insultos y las maldiciones
de la gente.
Así es que cierra tus párpados, apriétalos
muy fuerte.
Te dejaré dormir, te dejaré dormir.
Te cobijaré suave, muy suavemente, con
arena amarilla
Y dejaré que vuelen sobre tí las cenizas de los billetes,
lento, muy lentamente
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