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miércoles, 24 de noviembre de 2010

2284.- ALEJANDRO DREWES


Alejandro Drewes nació en Buenos Aires en 1963. Poeta y narrador, se ha especializado en la poesía escandinava de los siglos XIX y XX. Su producción literaria ha sido reconocida con diversos premios nacionales en prosa y poesía. La mayor parte de su producción literaria se halla contenida en varias en antologías colectivas, siendo la primera de ellas Confluencia Poética, I (Ediciones Nubla, Buenos Aires, 1997) y la última en Vivencias Secretas (Centropoético, Madrid, 2004).

Anexa a esta labor editorial, hay que mencionar otras obras publicadas en foros literarios de Internet. Asimismo, es propietario y moderador del foro Azulypalabras y director de la revista literaria AERA - Revista literaria de poesía y narrativa (http://es.groups.yahoo.com/group/AERArevistadepoesia).

Es también lector de poesía en el Ateneo Poético de la Sociedad Argentina de Escritores, en “Utopoesía”, “Vientos Contrarios” y en otros espacios de la bohemia de Buenos Aires.








CANTO I


En desveladas horas has temido al trueno en los cielos
más lejanos, y nunca nadie te ha dado las claves. Nunca.
La belleza del mundo siempre en la cámara oscura
donde se consume la lámpara de los siete deseos.

Esta mañana que graba el sol en las yemas de las rosas y un destino
veloz que cruza las líneas de tu mano - pero como podrías saberlo-.
Ladran los perros oscuros de la noche incesante
bajo el largo hechizo de una sáfica luna de invierno.

En otro tiempo pedirás la gracia por tus pecados,
enésimo simio entre tantos linajes de monos:
pedirás perdón de rodillas por cada uno de los muertos
que yacen arrumbados en cada polvoriento lugar de tu casa.

Ya el tiempo declina, - río fiel que me arrastra- y se velan
de niebla mis ojos cansados, pero has de escuchar aún,
perdido entre los últimos árboles fantasmales, estas palabras,
y no las confundirás con el aullido del gélido viento en tu rostro.

Desde el sucio lecho de Occidente, donde cohabitan los monstruos
y su corte de multiplicados peces de dolor, sobre esta misma tierra
que ahora pisas, caerá tu estirpe como granos de polvo sobre el polvo
y te negará el Dios que te hizo arcilla en el fondo oscuro del no-tiempo.
Pero eres piedra -no cielo-, y has de saltar antes de la caída final.
Piedra en retorno lanzada a las más altas estancias celestiales,
cargando poemas y máquinas y música en el camino del mundo.
Eres piedra y piedra sobre piedra - nunca cielo-, y has de saltar.




UN PAISAJE

Sabes, hubo en tiempos aquí
bosques tan erguidos, bosques
como inmóviles flechas

y entre ramas nuevas
se abrigaba el canto
de pájaros de oro: era el alba

Hubo una vez un remoto lugar
y un paisaje tan verde, unos años
grabados en la memoria dañada

de la tribu. Pero al cabo no engaña
el signo crepuscular de la hora
ni vuelve atrás el flamígero viento

infinito que sopla y que pasa. Todo
es la mísera raíz de cuanto ha sido,
todo arena o ceniza deste yerto paisaje.





I. ESPACIOS AZAROSOS (fragmento)


PSI

Ni huecos cantos de pájaros
silban aquí
ni los secos huesos del viento
se arrastran aquí,
sobre este extraño mundo.

En este lugar:
donde moran los niños
de yerta inocencia
(oyes ahora ligeros susurros)
y las almas perdidas
como excéntricos astros
del círculo de la vida.

Forastero, si un día tus pies
cansados reposaran aquí
no esperes respuestas,
pues todo dejará de existir
en el alto reino de las cosas
tan sin peso.


KLEINER MANN, WAS NUN?

Hombrecito: ¿Y ahora qué?
Del título de una obra de Heinrich Böll


Ya sabes ahora –pero es tarde-
que eres parte del largo sueño de Dios
y alzas y hundes las manos
asidas al último frágil madero:

Te espera un certero naufragio
bajo las olas de la realidad,
aunque intentarás ahora
-pero ya tarde, muy tarde-
matar al viejo ciego que grita
en la carne áspera, nocturna.
Y SIN EMBARGO....

Un árbol
ciego y mudo en la noche de marzo
deja caer
una joya palpitante
y calla
sagradas plumas muertas
sobre el límite tenso
entre la sombra y el día,
como plegarias para huir del vacío.

Dolor:
cuando la blanca jauría
de colmillos dorados
persigue a la luna en lo oscuro
y el destino, nuevo Bruto,
me observa desde el fondo
más profundo de tus ojos:
pues cada mañana tu imagen se va
y el alba nunca amanece contigo.
Nunca amanece.




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