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miércoles, 17 de noviembre de 2010

2158.- RODRIGO CASTILLO


Rodrigo Castillo (Ciudad de México, 1982). Coordinador de colección y consejero editorial de Ediciones El Billar de Lucrecia Poesía Latinoamericana; jefe de redacción para la revista Tierra Adentro; obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven "Jaime Reyes", UACM, 2006. Ha hecho traducciones del portugués al español de Haroldo de Campos, Ferreira Gullar y Camila do Valle.




Chancro

(versión ii, versión i ver papeles de la manscupia)
Marchita la flor
marchito el tallo,

ampulosos

ambos sucumben por granos,

pequeñas úlceras clavadas
como calvario
como beso del payaso:::::::rojo
(¿puede ser de otro color?)
en el vientre de su.









Antibeatle

Que me declare antibeatle
no quiere decir que me declare sumiso

he puesto a prueba mi hombría
escribiendo versos a escondidas

padre: —deja de escribir puterías

ni me declaro
anti-beatle por el gusto de la fauna.


Fauna*

::::::::::*Léase escuchando Dont let me down

Canta el cerdo
para que no le metan navaja.








Héctor derrotado

me harté de estas manos y su pudor,
yacer entre nodos intermedios de aparente tristeza,
y no escribir vísceras de baudelaire por la mañana,
como si Diómedes hubiese sido vencido, mutilado,
partido,
aunque fueran verdad los medios para hacerme falso,
sentirme falso, con golpes de tristeza en falso,

y así querer nubarrones en estrépito,
límpidos, de humo al hablar de Joyce (1),
esto es
como cuando aparece el ruido que arrastra una mujer consigo
y trae, detrás suyo,
eternidad.

yo quien quería una caja obscura
para servirme de espera cuando me arranque los dientes,
y lo único dado es este lazo al cuello que me amarra al mundo.

tengo nervios por si acaso,
por si una tormenta filigrana
deposita en tus ojos mi embrutecimiento:

ábreme, decías: tan fácil es llegar al hueso, pintarme
olorosa pero vernos los ojos encaramados, ambos, ahí.

¿ábreme decías? nadie se tritura frente al espejo,
espiándonos.

y hacías del poema cuerpo y discurso,
milenios oméricos de inmediatez tecleada
en la prontitud de un verso inconsciente,
como cuando se oye el aleteo de un pajarraco
que es utilizado con desdeño para “sentir” más respeto…

y ahora tanto púbico amor me tiene enternecido,
mientras, temblando, prueban el filo de sus hachas,
y con ello, impávidos, sacuden su mediocridad.

¿Quién puede entenderlo?,
alguien debe arder y ser vencido:

Héctor el derrotado,
el arrastrado,
Héctor el muerto.



[1] Ulises y Joyce fundidos






) Respiradero (

Decir del cuerpo, decir del cuerpo y el vértigo, decir cuerpo y vértigo y decir de la angustia, decir de palabras, de la lengua que quema la inocencia en la última bala que nos queda; decir de lengua, de vértigo; decir de lengua es decir de cuerpo y del cuerpo decir que es lengua, cuerpo y ojo; círculo es decir vértigo, infancia, carne herida; agonía es decir cuerpo, es decir de lengua vértigo, es decir de angustia despojado de mis vendas, filo de navajas, es decir: tradición herida, de lengua, es decir del cuerpo herir lo más sagrado, es decir, de improperios en la angustia, en la desesperación de lo no dicho, es decir, cristo mientras jugamos a hablarle, es decir salvación, ira y ruego; implorar es decir: ansia de cenizas, aire, hiede la misericordia, es decir, hiede la misericordia cuando hieden las palabras en los labios, es decir, vértigo, es decir que el diámetro del cerebro sólo inserta soledades, es decir, inserta látigos en la epidermis cuando la impaciencia paga el precio de la carne.



) Respiradero (


Cristo es el viento, ahí donde hiede la misericordia está cristo, ahí me enseñaron de la misericordia a cambiar los nombres, a decir de las verdades y a hacer de las verdades injusticias, ahí donde es el viento es cristo, ahí donde hiede la misericordia es el viento, ahí está cristo y hay un madero, ahí está cristo y se diría de él, que aún, hiede la misericordia y los días con él y la misericordia con él, ahí hiede el viento irrespirable, los días de redención, las mañanas sin ojos, se diría de las mañanas sin ojos, que los labios han puesto el nombre a mis vértebras, a cada una de ellas inquebrantables e incurables en la pila, agua de pila como mi nombre, se diría de mis vértebras que oscilan en el viento, ahí donde hiede, ahí donde es el cuerpo figura de cristo y ramaje de lo inmediato, se diría de lo inmediato que son mis vértebras, mi nombre a cada una de ellas, mis vértebras en agua de pila, se diría de los ojos y de los labios y de mis vértebras que anudan en el viento, en el rostro del viento que hiede a misericordia, que hiede a compasión, se diría de la compasión y del sufrimiento ajeno como se diría de mis vértebras gastadas, de los ojos y los labios arrugados, de la vejez, que aún, la vejez, se diría de ella en las carcajadas de la estirpe que se va regando por las hojas como plaga, como viento que le lleva a oler a misericordia, a impregnarse de ella, que aún, los ojos y los labios son partes inacabadas de mis vértebras como mi nombre a un costado de la pila, como mi cabeza, aún, recién cabeza, recién existencia, se diría de la existencia como se diría de las verdades injustas que han puesto en mis cabellos para ascender a la salvación, se diría del cuerpo y del viento putrefactos en las alturas, que aún en las alturas, que aún en las bajezas más hondas y en el vacío más profundo, se diría de ello, que aún, cristo, el nombre de pila, se diría de las cicatrices en las palmas de mis manos, se diría del recuerdo fallido, que aún el aire carga su dosis de dolencia, de abandono, que aún, el aire va impregnado
de misericordia.






2:00 dos de la mañana

Oigo a lo lejos el mundo de mi madre, su andar entre las brasas,
su diálogo con el rencor que le acompaña: hablan de mi padre, de
la mujer que tiene, de su risa, que suena como tromba de flores
pisoteadas.

Francisco Hernández


El garito bien plantado / atrás la casa de madera


)allá lo vi tirado una tercia de ocasiones /
golpeado / con sangre en el hocico /
y el ojo derecho destrozado(

el golpe de las patas traseras de mi caballo /
galope sobre la máscara oscura /
vi ascender las fauces de mi madrugada /

di una pausa a sus patas para que no lo matara /
grité a todo pulmón / mano en cintura /
grité detente y el caudal /
el caudal
sólo siguió la comisura de sus labios hinchados
como los párpados de su ramera.

Mi madre / dos de la mañana / a cuestas un jorongo /
examina a luz de vela su escapulario /
algo
habrá pasado /

porque no es hora de salir a las calles
ni es hora buena para resolver
acertijos de primavera

)mi padre / desangre por la boca /
preña a la mujer que no debió(
mi madre / aún con inocencia /
torpeza
y la negra sabiduría de la mujer-bruja /
escucha a un caballo descender la sierra /
y me pregunta /
me cuestiona el repiqueteo de los cascos de mi caballo
en su oído sordo.

De su tímpano izquierdo aflora una oración / su lengua /
hecha pedazos / me exaspera.

El lento crujir de una hoja
acompaña a mi madre hacia las hormigas /

)¿qué más quería / quién sabe de mis impulsos /
qué agua bebió mi corcel esta mañana?(

ella se refleja en mis ojos / ella / mi madre /
la gran puta que ha llorado a su cerdo /
supo que la carne
sólo es espectáculo cuando hay tragedia /

ella / la santa ramera también lloró /
la puta buena que parió siete cabezas
y encontró en dios el camino hacia el infierno.

Aquél / mi padre / verdugo y sanguijuela
no supo despertar.

Mi madre / su mano / vade retro / mi mano /
juntos por la orilla del río
enmudecimos.









Casa desierta


En el agua limpia los peces
saltan y prueban la corrosión.

Han nacido de un filete mal cortado
los niños que habitan la casa.

Su madre ha dicho:
—es hora.
Y los niños guardan sus máscaras antigases
y se adentran en la pecera especial
que su padre dejó en testamento.

Los niños que habitan la casa
aún no saben
que son estrellas.


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