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miércoles, 15 de mayo de 2013

JACOBO SUREDA [9922]



Jacobo Sureda
Jacobo Sureda Montaner (Palma de Mallorca, 1901-1935), pintor y poeta mallorquín en lengua castellana. Intercultural y vinculado al ultraísmo, aunque no exclusivamente ultraísta, sino con una amplia base sincrética de corrientes literarias. Se caracteriza por la indiferencia e independencia frente al ambiente circundante, el antidogmatismo, la libertad personal y la renovación de la forma y del decir poético.

Su obra literaria

Su obra poética se encuentra recogida en el libro "El prestidigitador de los cinco sentidos"





Haikais amètrics / Haikais amétricos


Cuando me miras
El sol se apaga.
Dame días de luz y soleados.





-¿Entiendes este verso?
-Hago más, le sobre-entiendo.
-Así ha de ser, sobre-pásale
Y vuela sobre el sentido.







La noche presentóme
En su pizarra azul
Una cuenta de estrellas.
¿Cómo podré pagar
Si no es en besos?






¡Aleluya, aleluya!
Ya definí el amor:
Es un recontrarecontraste
De afinidades contraopuestas.






Yo vi en las cunetas
Desgarrones de almas
De los transeúntes
Trozos de poetas.







Un árbol desnudo
Vienen las estrellas
Le visten de hojas
El alba las seca.







JACOBO SUREDA Y EL ULTRAÍSMO ESPAÑOL

(fragmentos)
http://www.ogigia.es/OGIGIA3_files/OGIGIA3_MOJARRO.pdf

Jorge Mojarro Romero
(Instituto Cervantes, Varsovia)


Jacobo Sureda sigue siendo un desconocido en las letras españolas. Aunque formó parte del Ultraísmo, las escasas antologías de poesía de vanguardia publicadas apenas reparan en él1. La moda de los centenarios trajo consigo una serie de estudios que aportaron interesantes datos biográficos y curiosas informaciones referentes a sus contactos y sus relaciones con otros intelectuales, literatos y artistas de Palma y la península, pero pocos avances en relación a un análisis detenido de su producción poética, de la que sólo se han hecho, hasta el día de hoy, lecturas muy superficiales
...
Se acoge a un simbolismo de fácil identificación, si bien ya asoma el gusto por la imagen y la metáfora a lo Herrera y Reissig:


Mana la noche sin ruido: un búho
Hace de campanero y cacarea
Una estrella en un charco haciendo un dúo
De amor con una rana sabia y fea.

Me acucian las punzadas del lirismo
E irónico me miro por adentro.
¡Si desconfío hasta del cinismo!
Con cada idea tengo un mal encuentro.

No estoy de humor para tomar en serio
Sensiblerías de una luna fofa;
La oscuridad no es más que un sahumerio
Y la noche no tiene ni una estrofa.

 Ni yo tampoco.




Esta es una de las tendencias visibles en los poemas que componen El prestidigitador de los cinco sentidos, pero constituyen una minoría.
Los poemas más representativos del libro son aquellos en los que Sureda da pie a una forma muy particular de asimilar las vanguardias que podemos denominar ʻUltraísmo intimistaʼ donde las sucesiones de imágenes y metáforas dejan de ser un fin en sí mismas, como proponían los manifiestos del Ultraísmo y como practicaron, entre otros, Guillermo de Torre,Xavier Bóveda o el mismo Gerardo Diego en su primer libro, y se convierten en el modo predilecto de encauzar motivos sentimentales, preferentemente amorosos: 

ʻComo el rayo de luna palpa el deseo / Voy por tu corazón con mis 
deseos.ʼ (“Reserva”); 
ʻEn el arpa sutil de tus pestañas / Roza sonoramente un gran silencioʼ (“La regla del 
silencio monacal”);
ʻMira cuántas caricias penden de mis manos / Que a tu cuello quisiera yo prender / 
como collares blancos!ʼ (“Timidez”).

Un ejemplo perfecto de esta metaforización del proceso amoroso a la que Sureda recurre constantemente lo constituye el poema:


“Motivo oriental”

¡Oasis de tus ojos
Hacia el que caravanean mis miradas!
En su fatamorgana ando extraviado.

Bajo la sombra de las palmeras
De tus pestañas
Me tiendo a reposar yo descuidado,
Tus párpados se cierran de repente
Y prisionero quédome en su trampa.



También a través de poemas emparentados con el simbolismo, como “La casa”, donde se hace la descripción de una casa abandonada ʻabatida por sombras y cuervosʼ, o “Los caminos”:



Los caminos blancos y derechos
Son los lechos
Donde se acuesta el viento moribundo.

Las tardes suntuosas
Que caen como pájaros heridos
Hasta el fondo del mundo
Se van por los caminos 
Cenicientos.

¡Rutas que perseguís a los crepúsculos
Como galgos que cazan un pájaro sangriento!
¿Qué estrella por vosotros ha pasado?
¡Qué blancos ha dejado
La estela de los vientos!



Algunos poemas, los de mayor belleza plástica, se limitan a ser una sucesión de imágenes ingenuas y levemente conexas. El pesimismo y la nada se expresan a través de comparaciones cándidas y ese contraste le da al poema un tono sutil muy original comparable, en cierta medida, a la poesía metafórica del vanguardista peruano Carlos Oquendo de Amat.

“Paisaje japonés” es el ejemplo más logrado de esta fórmula poética:


Los japonesitos tienen caras ingenuas
Y una vieja sonrisa.
El campo es una miniatura
Y hay que andar a pasitos
Por senderos que conducen a nada.
En la cabaña de bambú
Vive un sabio en soledad
Sonriente y divertido.
El viento es una ardilla
Que se columpia de las ramas de los cerezos.
Los pescadores con el alma en un hilo
Y la atención colgada del anzuelo
Van pescando paciencia
En ríos de silencio.
Las mariposas atareadas y versátiles
Vuelan de aquí para allá
Sin saber exactamente lo que buscan.



Los jaikus —haikus o hai-kais— estuvieron de moda en las vanguardias. Desde que el mexicano José Juan Tablada los transplantara a la poesía en español en su Li-po y otros poemas16 (1920), el nuevo género hizo furor y fueron pocos, desde Guillermo de Torre a Juan Ramón Jiménez, los que se resistieron a escribir jaikus. También Jacobo Sureda los practicó y les dedicó una sección en su libro con veintiocho muestras. El género originalmente se definió por ser una composición en tres versos de diecisiete sílabas distribuidas del siguiente modo (5-7-5), sin rima, y con una palabra clave que debía hacer referencia a una estación del año. Los cultivadores hispanos del género lo mutaron y lo adaptaron a sus propias necesidades expresivas, de modo que de la forma original apenas quedó un remedo. En Sureda, el término “hai-kai” es tan sólo una orientación, porque en realidad no respeta ninguna de las premisas del género: nunca tienen diecisiete sílabas, rara vez tienen tres versos y la naturaleza o los cambios estacionales no predominan temáticamente, sino el amor:





I

Un copo de nieve desciende
Columpio, paracaídas de un alma
Que regresa al la tierra 
 Dulcemente.




VI

¿Por qué se vuelve la veleta
Hacia donde tú estás?
Te busca el viento y llora
En donde no te encuentra.




XX

La luna en el árbol
Posada es araña
Que en las ramas caza
Como en red, estrellas.




XXI

Te pensé y al instante 
Surgió una mariposa
Andó volando.




XXII

¿Qué soy yo cuando duermes
Si cuando estás despierta
Soy yo tan poca cosa?


Los jaikus de Sureda se limitan a ser pequeñas imágenes deslumbrantes, breves sugerencias que no se ajustan a molde prefijado alguno.


Su poesía, responde a la metaforización de un mundo, el del poeta, donde predominan una admiración sumisa hacia la amada y una concepción pesimista de la existencia. 
Por otro lado, su obra no se caracteriza por la experimentación lingüística, si hacemos excepción del poema “Concinación”, mero juego fonético y musical:  



Haía Heyo!
Tanódia la polima tal larela
Lirón tilón menaya tasaí
Satila pola tasalón tinela
Yarádia nívea miniresolí.

Haía! Heyo! Fuisiriá!
¿Venikirión salá lanasavel?
Velsanalá sinila conolodia
Estrapatán niso pinidistel
Pavaria pea tratipela.
Haía Heyo!!


El olvido en el que se haya sumido la obra poética de Jacobo Sureda se debe fundamentalmente al hecho de haber escrito un libro periférico de un movimiento de vanguardia —el Ultraísmo— igualmente periférico en la historia de la literatura española. 
En los nueve años que le quedaron de vida apenas publicó algún texto —parece que se dedicó más a la pintura—; así pues la falta de continuidad creadora tampoco le benefició. 
Es, sin lugar a dudas, un poeta muy interesante del que todo queda por hacer: una búsqueda y ordenación de toda su obra literaria desperdigada en revistas de la época, una edición crítica y corregida de su principal libro que esclarezca con detalles las circunstancias de su publicación y los cambios que sufrieron los poemas desde su publicación primera en revistas de vanguardia hasta su inserción en El prestidigitador, un rastreo de sus influencias españolas y europeas, una ordenación cronológica de los textos y un estudio que ponga en relación sus poemas con su obra como dibujante gráfico y pintor, entre otras tareas. Creemos que su obra lo merece.

Ogigia. Revista electrónica de estudios hispánicos, n.º 3, enero de 2008, pp. 5-16





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