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martes, 7 de mayo de 2013

HANNAH SZENES [9865]


HannahSzenes1.jpg

Hannah Szenes
Hannah Szenes (en hebreo: חנה סנש‎; en húngaro Szenes Anikó) (17 de julio de 1921 – 7 de noviembre de 1944) fue una integrante de la Resistencia judía contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Fue una de los treinta y siete judíos que vivieron en el Mandato Británico de Palestina (actual Israel) que fueron entrenados por el Ejército Británico para lanzarse en paracaídas sobre Yugoslavia para salvar a los judíos de Hungría, quienes estaban a punto de ser deportados al campo de concentración de Auschwitz.1
Szenes fue detenida en la frontera húngara, llevada a prisión y torturada, pero se negó a revelar detalles de su misión, por lo que finalmente fue sometida a juicio y ejecutada por fusilamiento.1 Se la considera una heroína nacional en Israel, donde varias calles, los cuarteles generales del Movimiento Juvenil Sionista Israel Hatzeira y un kibbutz fueron nombrados en su honor, y donde su poesía es muy reconocida.



Hannah Szenes y su hermano, Budapest, 1924.


Szenes nació el 17 de julio de 1921, en el seno de una familia judía en Hungría. Su padre, Béla Szenes, un periodista y dramaturgo, falleció cuando Hannah tenía seis años de edad. Siguió viviendo con su madre, Catherine, y su hermano, György.

Asistió a una escuela privada protestante para niñas, la cual también aceptaba alumnas católicas y judías; sin embargo, tenía que pagar el doble de arancel mensual por ser judía. Este hecho, junto con la precaria situación de los judíos en su país, la llevó a adoptar profundamente el judaísmo. Les anunció a sus amigos que se había convertido en sionista y se unió a Maccabea, un movimiento juvenil sionista húngaro.


Inmigración a Nahalal



Szenes se graduó en 1939 y decidió emigrar a lo que en ese momento era el Mandato Británico de Palestina, para estudiar en la Escuela Agricultora para Mujeres en Nahalal. En 1941, se unió al kibbutz Sdot Yam y más tarde a Haganah, el grupo paramilitar que fue una de las bases para la fundación de las Fuerzas de Defensa de Israel. En 1943, se enlistó en el Woman's Auxiliary Air Force del Ejército británico como Piloto Femenino de Segunda Clase y comenzó su entrenamiento en Egipto como paracaidista militar para la Dirección de Operaciones Especiales (SOE) británico.



Arresto y tortura



En marzo de 1944, ella y dos colegas hombres, Yoel Palgi y Peretz Goldstein, se lanzaron en paracaídas sobre Yugoslavia y se unieron a un grupo de partisanos. Después de atetrizar, descubrieron que los alemanes ya habían ocupado Hungría, por lo que los hombres decidieron cancelar la misión por ser muy peligrosa.1 Szenes continuó y llegó hasta la frontera con Hungría. Allí, fue arrestada por los gendarmes húngaros, que encontraron el transmisor del Ejército británico que ella llevaba y que utilizaba para comunicarse con el SOE y con otros partisanos. Fue enviada a prisión, donde la desnudaron, la ataron a una silla y luego la azotaron y apalearon durante tres días. Los guardias querían saber el código de su transmisor para poder encontrar a los demás paracaidistas. Sin embargo, Hannah no se los dijo, ni siquiera cuando llevaron a su madre a la celda y amenazaron con torturarla a ella también.

En la cárcel, Szenes usó un espejo para enviar señales de luz a través de la ventana a los prisioneros judíos que ocupaban las otras celdas, y se comunicó con ellos mediante cartas en hebreo que colocaba en su ventana de vez en cuando y con dibujos de la Estrella de David sobre el polvo. Trataba de mantenerse con ánimo cantando, y a pesar de la tortura logró mantener alto su espíritu y continuó fiel a su misión.


Juicio y ejecución



Fue enjuiciada por traición el 28 de octubre de 1944. Hubo una postergación de ocho días para darles tiempo a los jueces de dictar un veredicto, debido al nombramiento de un nuevo abogado. Fue ejecutada por fusilamiento. Llevó un diario hasta el último día de su vida, el 7 de noviembre de 1944, cuando fue asesinada por un grupo alemán de fusilamiento. Una de sus entradas decía: "En el mes de julio, tendré veintitrés años/Tuve un papel en el juego/Los dados han rodado. He perdido", y otra: "Amé la cálida luz solar".




Tumba de Szenes.



Su diario fue publicado en hebreo en 1946. Sus restos fueron trasladados a Israel en 1950 y enterrados en el cementerio de Monte Herzl, Jerusalén. En noviembre de 2007 su tumba fue trasladada a Sdot Yam.

Durante el juicio de Rudolf Kastner, la madre de Hannah, Catherina Senesh, testificó que durante la época en que su hija estaba presa, la gente de Kastner le había aconsejado que no consiguiese un abogado para Hannah. Además, relató una conversación que había tenido con Kastner durante la guerra, en la que le había dicho: "No digo que podrías haber salvado a mi hija Hannah, sino que no lo intentaste; es muy difícil para mí saber que no se hizo nada".
Después de la Guerra Fría, una corte militar húngara la exoneró oficialmente.


Cultura popular



En 1988, se estrenó una película sobre la vida de Szenes titulada Hanna's War, dirigida por Menahem Golan. La actriz Maruschka Detmers interpretó el papel protagónico.









``¡Oh Señor, mi Dios!
Elevo mis plegarias para que
estas cosas nunca se terminen
La arena y el mar
El susurro del mar
El estrépito de los cielos
El rezo de un hombre''.

``Eli Eli, sheló igamer l'olam. Hajol v'haiam. Rishrush shel hamaim. Barak hashamaim. Tfilat 
ha-adam''.


Eili eili, shelo yigamer l'olam Hachol v'hayam, rish-rush shel hamayim, B'rak hashamayim, 
t'filat haadam. . . .




Dios mío, Dios mío,
que no se acabe jamas,
ni la arena del mar
ni el rumor de las aguas
ni los rayos de los cielos
ni la oración del hombre.






De su diario……

En fuegos de guerra, en un incendio, en la pira,
entre los tempestuosos días de sangre,
enciendo mi pequeña lámpara,
para buscar, buscar a un hombre.
Las llamas de la pira sofocan mi lámpara,
la luz del fuego ciega mis ojos;
¿cómo podré mirar, ver, conocer, reconocer
a alguien cuando esté a mi lado?

Pon una señal, Dios, ponla en su frente,
para que en el fuego, en el incendio y en la sangre
reconozca el centelleo puro, eterno,
que he buscado: un hombre.





A mi madre

¿Dónde aprendiste a borrar las lágrimas?
¿A soportar el dolor en secreto?
Ocultar en tu corazón la queja,
el sufrimiento, el llanto, el tormento...
¡Escucha el viento!
Desgañitado
brama en la garganta, en las montañas.
Mira el mar...
con ira destructora azota los dones de las rocas.

Toda la naturaleza se agita, tiembla





A un buen amigo 

Fui herida, sí. Sin sentirlo
también yo resulté herida en la batalla.
La flecha estaba afilada por los dos extremos.
Tras ella quedará una cicatriz




A los hermanos 

Si nosotros faltamos
aceptad el yugo,
grande, pesado,
sobre vosotros.
Construid sobre la arena,
bajo el azul
cielo,... todo
de nuevo.

Y sabed que el precio del camino
de la justicia y el valor
no es bajo.






Morir... 

Morir... joven... morir... No, no quería.
En la época de la entrada de Rusia en la guerra.
Amaba el cálido sol,
la luz, la poesía, el destello de unos ojos,
y no quería destrucción, guerra.
No. No quería.

Pero si hoy se me obligara a vivir
en un baño de sangre, en la terrible destrucción,
diría: -Bendito sea el Señor por el derecho
a vivir; que venga la hora de la muerte
sobre tu tierra, mi país, mi patria.






Tus montañas, Galilea, son como todas.
Amarillo, verde, rocas y prados.
Entre tus laderas, la sombra fugaz.
Pero las montañas... Todavía no es Galilea.

Y también tus terrazas son como todas.
En el seno de su tierra están ocultos los secretos
del pan blanco, de los frutos pródigos.
Pero los campos... Todavía no es Galilea.

También tus hijos son como todas las personas.
Días de esfuerzo, largos, duros.
Cavaron zanjas profundas.

Pero Galilea... No son los hijos.

Sobre las montañas y en el corazón de los hijos
el hechizo de un recuerdo de miles de años.
El que llora en los sonidos de la flauta.
Es Galilea.





Un momento... 

Entre los miles de años transcurridos
y los que vendrán después de mí
besé, Kinneret, la gloria de tu rostro
en el ardor de los besos de mi juventud.

Me consumí del todo. Tú quedas como antes,
tu rostro es apacible y frío.
Tu cuerpo elástico y suave encuentra reposo
en el brazo cerrado de las montañas.

Seguiré mi camino. Si vuelvo a ti...
No sé cuándo...
El recuerdo del beso de gloria
quemará en mis labios.







A Cesarea 

¡Silencio!: cesarán los sonidos,
más allá del mar de arenas.
En la costa cercana,
en la querida costa de oro,
la casa de la patria se insinúa.

Con paso obstinado y alegre
caminaremos entre un pueblo extranjero
sin el sonido de una melodía,
hacia el pasado, el futuro...
Cesarea.

Sólo cuando lleguemos a la ciudad de las espadas,
susurraremos en voz queda unas palabras:
aquí estamos, hemos vuelto.
Y en voz queda responderá el silencio de las piedras:
Dos mil años os hemos esperado.





Ginosar 

Una noche oscura, en campos negros,
se encendieron velas, se extendieron las luces
de la fiesta de la labranza.

Una noche negra, en campos blancos,
se encendieron hogueras, se extendieron las llamas...
de la destrucción del mundo.
En el campo negro
el tractor tocó
la melodía del futuro agitado...

En el campo blanco
gimió el hombre
moribundo.





A las madres en la Diáspora 

Uno y dos días, una semana, dos,
un año, muchos... esperando.
Una carta, un verso. Una señal.

Noches sin fin
apilando, coleccionando
imágenes de terror.

Escondiendo en los días
terribles de sangre
una lágrima...

¿Qué podremos responder?
Sólo una mirada, sólo la palabra:
¡madre!







Hora de una hija de la Diáspora 

La hora trepidante, retumba, sacude,
estalla, agita a mi alrededor.
En el hechizo del ritmo
de alegría y tristeza
atrae mi cuerpo y mi corazón.

El pie camina, el hombro tiembla,
el canto se extiende, la canción arde,
baile y poesía,
oración sin palabra
al Dios del futuro, al Dios de la creación





Y de repente...
una imagen revolotea frente a mí.
Mis brazos se sueltan de los de mis compañeros.
Mi corazón se desentiende de la música trepidante.
De cerca y de lejos ella conquista todo mi ser.

Ojos azules, mirada inquisidora,
silencio triste y boca obstinada...
En mí crece el silencio. Me he quedado sola
entre la multitud. Ella... y yo.





Si vinieras... 

Si de repente por la calle vinieras hacia mí...
manos en los bolsillos, una sonrisa en los ojos
y el sonido de tus pasos con el ritmo conocido;
me quedaría sorprendida, desconcertada
ante la maravillosa y dulce visión.

Hasta que tu imagen se precipite en lo profundo,
hunde todos los muros, tus dudas, sobre mí;
levanta los brazos, agítalos para que te abrace
con una risa y una lágrima: ¡mi hermano!






Soledad 

Si encontrara a un hombre que lo entendiera todo...
sin palabras, sin indagaciones,
sin confesiones ni mentiras,
sin preguntar.

Extendería ante él, como un mantel blanco,
el corazón y el alma,
el oro y el barro,
y él lo entendería con gran comprensión.

Y cuando hubiera rastrillado el corazón,
cuando todo lo hubiera vaciado y entregado,
no sentiría aflicción ni dolor:
sabría que me había enriquecido.






No estás sola 

No estás sola. Aquí está tu mar
que te preguntará con su tierno murmullo
por los sueños de tu camino, por tus deseos






Esperaron tu llegada. Todos esperaron:
la costa, la arena, las rocas, las olas y el mar.
Lo sabían con seguridad: una noche oscura llegarías.

A lo alto, miles de ojos celestiales
entienden a sus dos compañeros
que robaron del mar infinito... una lágrima.







Ha caído una semilla, queda sembrada, una baya amarilla,
no entre las rocas, ni en una terraza en la calle.
Cógela: una capa de tierra negra
para protegerla del calor y de la escarcha.
Una semilla es una vida encerrada en una cáscara.
Desde el secreto infinito, una baya, una gota.
Bajo tierra se comprime, espera una insinuación,
la señal de la primavera, el rayo de luz, el sol,
el día.







Cogimos flores 

Cogimos flores en los campos, en las montañas,
respiramos aires nuevos de primavera.
Nos bañamos en el ardor de los rayos de sol
en la patria, en la casa amada.

Marchamos hacia los hermanos en tierra extraña,
bajo el peso del invierno, la oscuridad y la escarcha.
Nuestro corazón traerá la nueva de la primavera,
nuestro idioma alzará el cántico a la luz.






En la cárcel

Uno... dos... tres... ocho pasos de largo,
dos de ancho...

La vida se cierne sobre mí como un interrogante.
Uno... dos... tres... Quizá otra semana.
O el fin de mes aún me encuentre aquí.

Pero sobre mi cabeza... la nada.



Ahora, en julio, cumpliría veintitrés años...
Escogí número en un juego arriesgado.
El dado da vueltas. He perdido.








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