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lunes, 3 de diciembre de 2012

JOSÉ MANUEL PRADO ANTÚNEZ [8753]




José Manuel Prado Antúnez (Baracaldo, 1963) es un escritor español.
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Deusto (Bilbao), ha cursado estudios de Doctorado en la Facultad de Sociología León XIII de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid. Es profesor de Historia de la Filosofía y Psicología en el Instituto de Educación Secundaria "Cardenal Sandoval y Rojas" de Aranda de Duero, localidad burgalesa donde reside.
Ha publicado cuatro poemarios, el volumen de relatos Casi todas las muertes ficticias de Ana Ozores y la novela Hasta los cuervos picotean las cerezas. Conocido fundamentalmente como poeta, la revista Baquiana le ha dedicado dos números y muchas de sus creaciones han sido incluidas en distintas antologías.
Este autor, según Fermín Heredero, "conduce al lector por caminos nuevos, sorpresivos, calzados de ingenio, aprisionándole en la malla de su lenguaje, lo mismo en el instante del verso corto que en el periodo del verso largo".
Es miembro de la Asociación de Sociólogos y Politólogos de Castilla La Mancha (ACMS) y miembro fundador de la tertulia Telira. Colabora de manera habitual con Diario de Burgos, El Mundo/El Correo de Burgos y El Progreso de Lugo, además de las revistas Cuadernos Telira y El Grito.

Obra

Poesía

Largo octubre en un instante (CCG, Santiago, 2000)
Deadline. De la oquedad del limes (Telira, Aranda de Duero, 2002), con prólogo de Apuleyo Soto y epílogo de Ricardo Ruiz
Correrá la caricia por mi castro, Hesíodo (CELYA, Salamanca, 2004), con prólogo de Xulio L. Valcárcel y portada de Máximo López Vilaboa.
Poemas diversos (Baquiana, nos. 27 y 28, año V, Miami, 2004)
Definiciones y nostalgias (Baquiana, año VII, Miami, 2006)
Perdurablemente anfetamínico (Editorial Gran Vía, Burgos, 2009), reseña en contraportada de Marta Rivera de la Cruz

Narrativa

Casi todas las muertes ficiticias de Ana Ozores (CELYA, Salamanca, 2006)
Hasta los cuervos picotean las cerezas (Editorial Gran Vía, Burgos, 2012)

Antologías que incluyen su obra

Pájaros de papel (Ediciones Beta, Bilbao, 2003), prólogo de Gonzalo Santonja
Con voz propia II. Poetas de Burgos (DosSoles/Caja Burgos, Burgos, 2003), presentación de Olvido García Valdés, prólogo de Ricardo Ruiz
30 en oro. Poetas burgaleses (CELYA, Salamanca, 2004), selección de Manuel Aparicio e Isabel Allegretto
Del lagar y la pluma (Telira, Aranda de Duero, 2004)
Aquí llama primera del XXI. 107 poetas burgaleses (Cuadernos Telira, nos.7 y 8, Aranda de Duero, 2004)
Vento. Sombra de vozes /Viento. Sombra de voces. Antología de poesía ibérica (CELYA, Salamanca, 2004), selección de Joan Gonper y Pedro Salvado, prólogo de Gabriel Magalhâes
Huellas (Poemas a Castilla y León) (Telira, Aranda de Duero, 2005)
Salida 15 (Telira, Aranda de Duero, 2008)

Obras colectivas en las que ha colaborado

Diccionario de Sociología de Octavio Uña y Alfredo Hernández (ESIC/Universidad Rey Juan Carlos, Madrid, 2004)
El Quijote del IV Centenario (CELYA, Salamanca, 2005)





RAZÓN DEL EXILIO

Perdí el misterio, la locura
la carta del ángel,
la sonrisa del niño.
La cama de los padres,
el niño babea, hermano de Ahab,
el adusto gesto del filósofo,
ya piense o yazga carnal, en
el serio pasear, sin rostro, un
apenado romántico,
las manos a la espalda
y el negro gabán, en
las vastas auroras
del jardín y el olvido. 
Perdí el misterio y el dedo meñique,
y escribir tu nombre, la capacidad en
la tierra embarrada, el genio libre.
Amor, ¿cómo abrazarte
si mis manos espadas,
mis dientes miradas,
que mato y muerdo
en la Plaza Mayor de Aranda?

Lo dicho, perdí el misterio, las
ciudades y el consuelo,
me queda el exilio
en tu nombre, tan vasto
si jardín en la aurora,
en ti, tú, ángel val(i)ente 






LUGO

Huye y ve Lugo su río,
río musgo, sólido, denso,
su decurso de nube a un dedo de la cima,
oquedad de verdín, 

Viscoso verdín, musgo trabado, lo ven
sus dioses de utopía, flota en su altar.
Mezcla el musgo, el verdín, la madre vertebral,
palabra antigua de prediga romana, oíd
en la niebla de amor y muerte que la muralla cubre.

Musgo blando este denso mar de albas
que cubre el denso, plúmbeo musgo de Erín,
es mi verdín tu niebla afilada.

Huye del verdín, Lugo, de su río
corriente y remolino, en una nube,
corriente sin remanso, barrio crudo, 
vestigios y corriente, a cada paso,
que me hundo en su corriente, meigas, trasgos.
Huye Lugo de un mítico verdín
de su río, al altar más utópico,
de esta densa niebla, protección. 

Un hombre solitario admira el río,
la muralla, entre el cielo y su reflejo,
parado en esta senda, en otros ecos,
a cada paso otros, bajo tierra, hombres
le dicen, que le cuentan, arde lucus,
y él recoge el verdín, el musgo y altares
y flores del lejano Castromayor ,
para las hijas del César, para el pelo,
para que cubra el seno del pasado.

De un río de verdín, perpetuo Miño,
mi sempiterno Lugo huye, denso.

Miran mis ojos al río, color Miño,
al denso color musgo de este río,
que refleja murallas y murallas,
sus piedras son la carne sagrada, Lug,
y ese verde verdín su sangre, Lucus.
Murallas y murallas que son puerta
a la cima del mundo a mis pies, Lugo,
a este monte sin cima, seguridad.
Lucus, Lug, Lugo, espuma en mis días.







CORAZONES DE BUDA Y MAZAPÁN

Ni la química ni la lejía desvanecieron,
inscripciones que el tiempo no borró
de las lápidas blancas que son mesas,
a estos Budas confiados, signos en la era de acuario.
Sentadas, silenciosas tres muchachas, vírgenes que seduje,
novio optimista en brega anacrónica, 
Ana, Cheché e Isabel, ajenas al tiempo, añejas de tiempo.

Inhalan sangre, sueño y quimera,
y en sus lazos del pelo quedan restos
de la resina liada y las burbujas del cava. 

Sueña Cheché, de negro y va lejos, 
una calada y salta al cementerio,
las sucias losas contra sus recuerdos
la reciben
una flor negra y un negro gato y luna, 
alza los brazos, flujo que la acuna. 

¡Tantas marchitas flores a la verja sacramental!

Intenta o calla, muere si surca 
la lápida más fría, al fin sellada, 
sin cincelar los nombres que ella llora. 

A él lo llama y lo colma de gala
y lágrima tardía, como orballo. 
Cierra los ojos lentamente, 
posa la espalda, qué frío mármol, 
tumba que oculta su herida en el alma. 

Se desprendió de un lácteo cielo, luna
cae, la penetró y en cueros levitó
ante esa cruz, corona la sepultura,
y vio al desconocido padre hablar,
desencajado papi, al amanecer. 

Risueña sueña, rana Ana de excesos, 
una larga calada y un extenso trago. 
Para príncipes castos en un hada
transformada, príncipes sin mirada
que con dragones luchan, les dan la muerte,
brota la sangre, anuncia su llegada. 

Pero nunca la alcanzan cuando sueñan 
que posarán el beso más devoto, 
¡qué virginal su beso, qué sumisos! 

Hechizos y princesas, duermen, velan
para que nunca alcancen ni se acerquen 
los encantados príncipes a su croar 
que anuncia su imposible amor, su celo. 

Va, salta de un nenúfar a otro, y canta, 
sé fealdad al príncipe que lidia
obediente, rendido, tus dragones. 

De la aflicción al último nenúfar 
brinca y en la rueca mírate grisácea – 
cómo atardece, lentamente, al fin.

Isabel dos caladas y un sorbito
de cava a sus labios de mosquito.

Si se mira en la calma de un mar lunar, 
pliega su imagen, fragmentos de voces,
en su alma benigna que arrulla

al maldito doctor que la enamora, 
con su cielo de risas y olvido.
La mano en su emergente pecho explora y 
rasga el vestido, sorbe el ombligo, ido. 

Levita de la mesa al techo firme,
como Venus renace, sacudida
asciende a la estrella más inquieta. 
rebelde asciende inquieta a la estrella, 
en el vértigo, en síncope, convulsa.

Todo espejo refleja hambre de luna,
un sorbito en cava y dos caladas 
y anochece, se calla, sosegada. 

El recuerdo, la imagen, la mirada 
persiste empalagosa, almibarada,
y brilla como Budas peripuestos. 
Toda visión se exhala relamida,
al inhalar resina y más cava. 


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