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viernes, 26 de agosto de 2011

4689.- ANAÍS PÉREZ LAYED


Anaís Pérez Layed (España)
Artista zaragozana de la escuela del maestro acuarelista Juan Carmaniú, también estudió con Juan Baldellou y Ángel Laín. Diplomada en Trabajo Social por la Universidad de Zaragoza, profesión que ha ejercido varios años como docente de cursos de metodologías pedagógicas y sociales para titulados universitarios en la Universidad de Zaragoza. También trabajó como docente en un proyecto propio de dinamización terapéutica y creatividad plástica en la Comunidad Terapéutica del "Proyecto Hombre". Actualmente, su dedicación artistica se bifurca en dos vertientes vitales, sin poder elegir un sólo camino, se debate entre la pasión del fuego literario y el agua de su pintura. Ha colaborado con algunas revistas literarias, cuadernos de poesía y antológias poéticas además de contar en su curriculum con 11 exposiciones plásticas.




DEMASIADO COBARDES

No era posible.
Nos sentíamos
demasiado cobardes
para escucharnos.

Y para no herirnos,
escondíamos nuestro
lagarto rojo y verde,
enterrándolo en la hojarasca
de una risa infantil
blanda como el lecho
donde duerme la luna.

Allí, se suicidaba
nuestro vientre, mudo y ciego,
mientras estallaban a escondidas
millones de amapolas
gritando: ámame,
desesperadamente.






MIS MANOS DESNUDAS

El oráculo siempre responde

a mi pregunta,
pero tú no vienes,
y te espero ante la hoguera
de mi cuerpo,
cada hora de mi vida.

Cuidando, como una vestal,
el fuego secreto,
así nunca se extingue
la llama en la que ardo
por la que sigo viva.

Cada noche
prendida la mantengo
hasta muy tarde, hasta que la aurora
enciende una vez más el cielo
de oro y de granates.

La vida hoy,
también amaneció bailando,
entre los árboles del bosque,
alrededor del circulo de piedras,
sin consolar mi llanto, mis heridas...

Y colgada de los ojos ámbar,
de un pájaro oscuro,
bailo aún descalza, despidiendo
los últimos reflejos de la luna. Vistiéndote,
interminablemente,
con mis manos desnudas.








ESCARABAJOS DE AZABACHE

Duermen los escarabajos,
de azabache,
prendidos, entre tu pelo ciego.

Agradezco sus cosquillas,
porque despertaron
a las libélulas de cristal
que simbióticas vivían,
adosadas a mis muslos,
lastrándolos, tácitamente,
como si fuesen de metal.
Apoderándose de ellos,
con su mirada de jabalí
torva y aciaga.

En aquel tiempo,
las arañas dudaban, si comerse
mis nalgas. A pesar
de que silbaba la serpiente
subiendo
por mi espalda, sudorosa y mojada.

Y aunque ya no soñaba con lechos
de flores perfumadas, la tempestad
me arrebataba, furiosa,
todas las caracolas, abrasadas.

Y tú, ahogándote en bocas nacaradas,
de niñas ebrias
que sueñan
entre algodones verdes.
Dormido
en el almíbar de otros tiempos,
naranjas y dorados.

Sobre alzados tacones,
con paraguas mojados, brillan
las botas altas,
de mil caperucitas rojas,
perdidas en el bosque de mi llanto callado.







TU MAZMORRA

Yo no puedo vivir
condenada a la humedad fría
de tu gruta.

Me carcomo sin fe
en las mazmorras
de tus miedos llenos de ratas.

Yo no puedo vivir
intentando peinar
tu peligrosa cabellera
de Walpurguis.
Despiadadas me muerden
sus violentas serpientes.

Ya no quiero vivir
prisionera y perdida
en la negrura de tu túnel.
Tratando de escapar eternamente.

Necesito respirar afuera,
aquí contigo,
se suicida hasta el aire.








ESCAPO A UN PARAÍSO

Cierro los ojos y escapo
a un paraíso
donde tus miradas
me muerden
como lobos, me aúllan
y despierto
cubierta de nada dolorida,
abrazada a los átomos
del centro de tu ombligo.

Te recuerdo en cada edad
-aunque no te he vivido-
y en cada fuego infantil,
eterno crepita el tuyo,
me interroga, regalándome
a cada paso
la magia de la vida,
porque tú ocupas
su risa, a la sombra
del arco iris pleno.

Ya apenas reconozco,
el latido de tu pulso lejano,
en el aliento de las calles,
y en el fluido paso de los ríos
que se marchan
llevándose mis días y el futuro.
Y aún así
lloras conmigo
en cada lluvia.








PISANDO LOS CHARCOS

Estalló el vendaval súbitamente.
Caminábamos absortos
sobre los charcos,
a lomos de una inocencia ciega
que resbalaba
entre toboganes de gotas,
bajo los aleros
de los palacios renacentistas.

En el ruido del agua
nos ocultábamos
de nuestros dragones
y el uno del otro.

Mas silenciosa
regaba la lluvia
secretas semillas, enterradas
en nuestro corazón fértil,
y mil lirios azules
nos nacieron de repente
en el pelo.

Así sin darnos cuenta,
entramos en un túnel
sin retorno.
Y donde un día imaginé
un jardín soleado de nardos blancos,
sólo sentí un vértigo oscuro,
al perderme hacia abajo en tu cuerpo.







REPTANDO CADA NOCHE

Reptando desde mis rodillas,
como una enredadera envenenada,
con tu recuerdo trepas,
cada noche, el tronco abierto
de mi cuerpo.

Embriagada vivo
en el perfume
de tus moradas flores.
No puedo aniquilarlas.
Como inmortales murciélagos
se enganchan a mi sangre.

Y asisto a toda fiesta
en callejones y palacios.
Confundida en el tumulto
de algún incandescente lecho,
intento llenar al límite
la copa de mi vida,
que rebose hasta escupir
tu nombre.

Y tú
mientras yo río y bebo
me persigues
y mil sensaciones tuyas
aprietan mi garganta
hasta asfixiarme.






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