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viernes, 1 de julio de 2011

4252.- BOB KAUFMAN


Uno de los deseos del poeta beat Bob Kaufman (Nueva Orleans, 1925-San Francisco, 1986) fue ser “completamente olvidado”. Sin embargo, su obra lo confirmó como uno de los creadores más influyentes de su generación y una de las figuras líderes del “renacimiento” poético estadounidense de mediados del siglo veinte. La búsqueda de nuevos vasos comunicantes entre la poesía y el bebop a lo largo de su obra, le valieron ser considerado por sus contemporáneos como el poeta del jazz por excelencia. Bardo de la oralidad y la improvisación, Kaufman actuaba a cualquier hora y en cualquier lugar, lo mismo solo, en las calles de San Francisco, que acompañado por amigos músicos en los clubes de la ciudad. En su escasa obra impresa figuran Solitudes Crowded with Loneliness (1965), Golden Sardine (1967), Ancient Rain: Poems 1956-1978 (1981) y Cranial Guitar: Selected Poems by Bob Kaufman (1996).



Cinco Poemas de Bob Kaufman
Traducción y nota de Marcel Lueiro Reyes.






Misiones profanas

Quiero que me entierren en un cráter anónimo en la luna.

Quiero construir minigolfs en todas las estrellas.

Quiero probar que la Atlántida fue un sitio de veraneo para el hombre de las cavernas.

Quiero probar que la ciudad de Los Ángeles es una broma que nos gastaron los seres superiores de un planeta simpático.

Quiero denunciar al Cielo, un sanatorio exclusivo, repleto
de ricos psicópatas que creen poder volar.

Quiero demostrar que la Biblia se publicó en una revista
romana para niños.

Quiero probar que el sol nació cuando Dios se quedó dormido con un cigarro encendido, exhausto tras una dura noche como juez.

Quiero probar de una vez por todas que no estoy loco.










He guardado mis penas

He guardado mis penas bajo el manto de una noche de verano
Dándole a cada breve tormenta el espacio que le toca en el tiempo,
En silencio, persiguiendo historias catastróficas enterradas en mis ojos,
Y sí, el mundo no es cualquier Partida Cósmica sin jugar,
Y el sol sigue a noventa y tres millones de millas de mí,
Y en el bosque imaginario, el redondeado hipopótamo se convierte
en el unicornio gay.
No, mi movimiento no incluye a los confusos guardianes de los
desastres de ayer,
Exploradores del destripamiento manifiesto en las empaladas de los dolores de ayer.
Los blues vienen vestidos como los ecos introspectivos de un viaje.
Y sí, he buscado los aposentos de la luna en las frías
noches de verano.
Y sí, he revivido una y otra vez esos encuentros interminables,
Inmóviles, aún sin terminar.
Y sí, a veces he querido ser algo diferente.

Las tragedias se cantan cada noche en los funerales del poeta;
El alma revisitada se cubre con el aura de la familiaridad.










Reporte de una batalla

Mil saxofones se infiltran en la ciudad.
Cada uno con un hombre adentro,
Oculto en cajas etiquetadas
Como FRÁGIL.

Una flota de trompetas deja caer sus anzuelos,
Esta vez, de adentro hacia afuera.

Diez olas de trombones se aproximan a la ciudad
Bajo el manto azul
De las nubes neoclásicas del final del otoño.

Quinientos bajistas, las cuerdas en toda su altitud,
Ellos las enfrentan tras sus bajos.
Cien bateristas, una baqueta en cada mano,
El delicado estruendo de los pianos, entrando.

El agente secreto, un espectador inocente,
Pide una buena improvisación.

Cinco generales, reunidos en la galería,
Soplando planes.

Por fin, el código secreto se alumbra:
Ahora es el momento, ahora es el momento.

Ataque: El sonido del jazz.

La ciudad cede.









Sonidos de la costa oeste—1956

San Fran, tierra hipster,
Sonidos del jazz, sonidos de locura,
Sonidos de terremoto, otros,
Allen en Chesnut Street,
Regalando poesía a los cuadrados
Corso de rodillas, implorando,
Ojos de Dios.
Rexroth, Ferlinghetti,
Revolcándose en los sótanos,
Kerouac en Locke's,
Escribiendo a Neil
En una buena máquina de escribir,
Neil, pinchándose un chu-chu-a
sobre las heridas zigzagueantes de su brazo.
Ahora, muchos expertos de jazz
Bajando,
Gente de Nueva York,
Hacia Monterrey, un mejor ambiente,
Los San Franers se desploman.
Las fábricas de conservas cierran.
Las sardinas huyen
Rumbo a México.
Yo también.











Vagabundo celestial

Por cada sueño recordado
Hay veinte vidas nocturnas.

Bajo los multiplicados arcos del sueño
Existencias de zombie se transforman en la Existencia.

En los rectángulos retorcidos de la noche
Bañaderas tempestuosas de sexo flexible

Ya vienen preparadas, calientes.
Cada día, confundido en posturas desesperadas,
Pierde su forma, frente a los prodigios dadaístas del negro
Nunca hubo una noche que terminara
O comenzara.


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Marcel Lueiro Reyes. (La Habana, 1977). Editor y poeta. En el año 2005 su poemario Amanecer del 17 rojo formó parte de una antología preparada por la Editorial de la Mujer. Con el libro Sopa china resultó ganador en el 2008 de la IX edición del Concurso nacional literario Félix Pita Rodríguez. Poemas suyos se han publicado en publicaciones cubanas y extranjeras.


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