Bruno Mesa (Santa Cruz de Tenerife, 1975) es un escritor español.
Ha publicado los libros de poesía, El laboratorio (Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación) y Nadie, el libro de relatos Ulat y otras ficciones, que incluye un texto ganador del Premio Internacional de Relato Breve Julio Cortázar, la novela El hombre encuadernado y el libro de ensayos Argumentos en busca de autor.
Ha traducido poemas de Gottfried Benn, Giorgio Vigolo, Fernando Pessoa y Eugenio Montale.
Es colaborador habitual de la revista Clarín, y ha ejercido la crítica literaria en diferentes revistas y suplementos culturales españoles.
Obra
El laboratorio. Poesía, ed. Visor, 2000.
Nadie. Poesía, ed. Visor, 2002.
Ulat y otras ficciones. Relatos, ed. Idea, 2007.
Argumentos en busca de autor. Ensayo, ed. La Caja Literaria, 2009.
El hombre encuadernado. Novela, ed. Paréntesis, 2009.
Reconocimientos
Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación 1999.
Premio Julio Cortázar de Relato Breve 2004.
Via Sacra
Creían tener voz las piedras cinceladas,
pero olvidaron los rostros y perdieron los nombres
que los libros repiten sin saber a quien llaman:
Severina, Metelo, Aurelia, Lucio y Placidia
no duermen entre la hierba,
son la hierba misma,
la hierba que hoy pisan
María, Paolo, Olga, Hakim, Claus,
despreocupados, extranjeros, leves,
casi invisibles,
ellos también hierba
que otros pisarán mañana con indiferencia,
nombres que no salva el poema,
esculturas descabezadas
que descenderán a ruina,
ruina que el viento llevará hacia la piedra
luego descartada por los arqueólogos,
absuelta al fin entre despojos.
Morimos aún más jóvenes,
sin otra enfermedad que la vigilia y el espanto.
El asfalto conoce nuestra sangre
y en los edificios dejaremos algún signo
donde sin quererlo perdure nuestra locura.
Falsificamos la misma verdad
que puede ser arrugada, extendida y lavada
sin peligro para su uso general y público.
Pero ese niño que juega entre los capiteles,
que detesta estos arcos y columnas,
se parece al que hace dos milenios encendía
la mirada hacia el futuro.
Ahora reconocemos su decepción, y las hormigas
transmitirán la nuestra, envuelta en cristales,
en fango y aluminio y huesos
para que otro niño pueda despreciar mañana
sobre las piedras de esta calle
la alucinada cabalgata de los siglos.
Creían tener voz las piedras cinceladas,
pero olvidaron los rostros y perdieron los nombres
que los libros repiten sin saber a quien llaman:
Severina, Metelo, Aurelia, Lucio y Placidia
no duermen entre la hierba,
son la hierba misma,
la hierba que hoy pisan
María, Paolo, Olga, Hakim, Claus,
despreocupados, extranjeros, leves,
casi invisibles,
ellos también hierba
que otros pisarán mañana con indiferencia,
nombres que no salva el poema,
esculturas descabezadas
que descenderán a ruina,
ruina que el viento llevará hacia la piedra
luego descartada por los arqueólogos,
absuelta al fin entre despojos.
Morimos aún más jóvenes,
sin otra enfermedad que la vigilia y el espanto.
El asfalto conoce nuestra sangre
y en los edificios dejaremos algún signo
donde sin quererlo perdure nuestra locura.
Falsificamos la misma verdad
que puede ser arrugada, extendida y lavada
sin peligro para su uso general y público.
Pero ese niño que juega entre los capiteles,
que detesta estos arcos y columnas,
se parece al que hace dos milenios encendía
la mirada hacia el futuro.
Ahora reconocemos su decepción, y las hormigas
transmitirán la nuestra, envuelta en cristales,
en fango y aluminio y huesos
para que otro niño pueda despreciar mañana
sobre las piedras de esta calle
la alucinada cabalgata de los siglos.
Saber, como saben los mendigos y los perros del alba,
como intuyen los alumnos y callan los profesores,
que la belleza no está en la oscuridad
sino en las ruinas de la luz.
En: El laboratorio, Visor, Madrid, 2000.
Bruno Mesa: El laboratorio
Idioma original: español
Fecha de publicación: 2000
JUGADOR DE PÓKER
El dibujo del humo por el aire
espeso como una invasión de niebla.
Cuatro hombres juegan, tercos, a la vida
sobre una mesa sucia de ceniza,
con las cartas marcadas de antemano.
Entienden el mundo como un apuesta,
como la rata ciega que devora
el corazón blanco de la fortuna.
Son, como los poetas,
los grandes artistas de la mentira,
arlequines de un teatro vacío,
corredores que tienen como meta
el esplendor leproso del abismo.
La vida
es jugárselo todo a una carta,
es intuir- en la mesa, en el poema-
las ruinas de la luz,
es ver en los ojos del enemigo
los símbolos de su derrota.
No tienen casa, mujer o esperanza,
no tienen hijos, ni voz, ya no cantan.
Sólo hablan al oído,
sólo juegan con cartas irreales,
sólo lo apuestan todo cuando mienten.
como intuyen los alumnos y callan los profesores,
que la belleza no está en la oscuridad
sino en las ruinas de la luz.
En: El laboratorio, Visor, Madrid, 2000.
Bruno Mesa: El laboratorio
Idioma original: español
Fecha de publicación: 2000
JUGADOR DE PÓKER
El dibujo del humo por el aire
espeso como una invasión de niebla.
Cuatro hombres juegan, tercos, a la vida
sobre una mesa sucia de ceniza,
con las cartas marcadas de antemano.
Entienden el mundo como un apuesta,
como la rata ciega que devora
el corazón blanco de la fortuna.
Son, como los poetas,
los grandes artistas de la mentira,
arlequines de un teatro vacío,
corredores que tienen como meta
el esplendor leproso del abismo.
La vida
es jugárselo todo a una carta,
es intuir- en la mesa, en el poema-
las ruinas de la luz,
es ver en los ojos del enemigo
los símbolos de su derrota.
No tienen casa, mujer o esperanza,
no tienen hijos, ni voz, ya no cantan.
Sólo hablan al oído,
sólo juegan con cartas irreales,
sólo lo apuestan todo cuando mienten.
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