DAVID BUSTOS (1972) Santiago de Chile. Ha publicado Nadie lee del otro lado (Mosquito ediciones, 2001), Zen para peatones (Del temple ediciones, 2004), Peces de colores (Lom ediciones, 2006) y Ejercicios de enlace (editorial Cuarto Propio, 2007). En el 2006 obtuvo el Premio Municipal de poesía por su libro Peces de Colores. Sus poemas han sido seleccionados en diversas revistas y libros tanto en Chile como en el extranjero. Actualmente es editor de la Colección de poesía Amarcord de Ediciones del temple.
EL PARQUE DE LOS VENADOS
Después de 49 días de meditar bajo una higuera
Después de mortificarme con frío, sueño y hambre
Después de observar la línea azul del deseo en el cielo
Después de escuchar como los animales comían de mi cuerpo
Después de escuchar a los ciervos caminar entre las hojas secas del bosque
Después de haber perdido la huella del Tathagata en la neblina de mi mente
Después de nacer, enfermar, envejecer y morir
Después de abandonar a mi esposa Yashodhara y a mi hijo recién nacido Rahula
Después de gozar a mis tres concubinas y vencer en una guerra de la que nadie tiene noticia
Después de las pulsaciones de mi corazón y la higuera
Después del lenguaje y el deseo
Después de que la luna y el sol salieran al mismo tiempo
Después de las cosas y entre las cosas
Después de vivir por 29 años en Kapilavstu
Después de pertenecer al clan, la casta, la rama, la confederación de las tribus
Después de que mi padre me ocultara en los salones y jardines de su palacio
Después de renunciar a mis vestiduras y raparme la cabeza
Después de vivir en el paladar del bosque más profundo de la tierra
Después de ver danzar desnudas a mis tres hijas entre llamas de fuego bajo la nieve
Después de Cristo y antes de Cristo y el perfume de la sangre
Después de que las preguntas sobre la flecha, el arco y arquero, fueran respondidas
Después de comprender de que la paz es el epílogo de la confusión
Después de perder el peso y la estatura
Después del desierto y la voz de las piedras
Después de esto y lo otro y en el principio
Apago mis palabras como si se tratara de una vela
Humedezco mis dedos con saliva
Abro los ojos.
EL TEMPLO HA ABIERTO SUS PUERTAS
La Virgen del Rocío yace agrietada por los cuatro costados, la línea de sotos ha pasado del verde oscuro ha un amarillo crepúsculo. La lluvia en las esquinas de los techos y sus puntas torcidas destilan como timbales, madera húmeda, palo santo, olor a leña quemada. El bosque de letras, el gran libro de agua abre sus islotes, archipiélagos, viento blanco, escarcha. Me froto las manos, el templo ha abierto sus puertas. La cabeza rasurada, el kimono desteñido y los pies juntos, el mentón paralelo, uno las manos, dejo caer mi ropa y saludo al sol, el musgo prolifera. El maestro llega con el té de jazmín a tiempo.
Namasté. Hoy ha comenzado la primavera, Allegro y los pianissimos escurriendo desde las cornisas. El cuervo reconfigura su vuelo se detiene en el aire, reposa en una estaca de arrayan. El bosque de letras, el templo, la reescritura de los sotos. El verde limón, el limonero. El olor a leña quemada, bajo la vista, mis ojos permanecen abiertos. El té de jazmín abre las fosas nasales, la garganta se despeja, el silencio encuentra su lugar en otra parte. Una flauta dulce caracolea notas, luego las siete campanadas, la Virgen del Rocío, el libro de agua, el sol, la reflexología, el calor, el vapor, el brote de lo nenúfares, la curvatura del puente japonés.
Paseo con mi bastón de punta nacarada. La escudilla huele a romero, las cuatro estaciones sucediendo simultáneamente. Un arcoíris se marca de a poco en el cielo, la nieve cesa, la escarcha se quiebra con los primeros rayos de sol, el paso de las sombras de las nubes.
Saludo al sol con los empeines pegados al piso, luego de un salto cruzo las piernas por el arco de mis hombros, doy gracias y bebo mi té de jazmín, rodeo la porcelana con la tibia yema de los dedos, mis pies ahora son una voluta de raíces azules, mis brazos abiertos y quebrados se mecen con el viento, escucho a los queltehues graznar rasantes en la hierba.
Mientras un bosque húmedo despierta dentro de mí.
HESPERIDES
Barro las hojas de un templo desierto:
La diosa de la fecundidad agrietada en cuatro costados
inclina una sombra sobre el lunar de su pie.
Los últimos peces del Lago Ligustino mutaron
en ratas que socavan y socavan
estampas del país de los seguidores del lucero.
Barro las hojas de un templo desierto.
la escoba pelecha, adelgaza.
Las manzanas de oro caen machucándose
allá y acá en los jardines.
La Vírgen del Rocío ha muerto un espacio
húmedo verdoso se llena y decrece
con los hurtos del tiempo un charco
refleja un aeroplano que surca el crecimiento de la yerba.
Se ha hecho de noche en el templo
las campanas deslizan gotas de rocío
sobre la luz se han fugado la salidas
el momento encuentra su silencio en otra parte.
Junto las palmas apunto con los dedos
hacia un cielo descompuesto por la nieve
se pigmentan los paseos que despejo.
La escoba adelgaza entre mis manos.
SE PROHIBE EL ACCESO
Toda esta literatura para transeúntes (PELIGRO NO BAÑARSE) trata de ti:
Caligrafía en imprenta o diamantes en bruto que tallan las vidrieras
de estos almacenes. Productos que mal exhibidos dan claros
problemas de vencimiento:
El tiempo que demoro en contar estos pesos partidos por el rayo es =
al tiempo que demora el rayo en partir estos pesos que cuento.
La operación matemática con que añades y quitas
o la indiferencia con que observas el abrir y cerrar de la caja
registradora del corazón. Momento en que suena el timbre ($)
que ya has incorporado en tu álbum de pérdidas generalizadas,
y despreocupada escuchas estas razones que son las mismas
de siempre: ganas inusitadas de violar los recintos privados
de tu cuerpo;
a fuerza de limar los barrotes de la conciencia
a fuerza de obviar los bordes
que se deshacen como pastillas efervescentes en un vaso de agua.
(El devalúo de la propiedad privada, el alza de intereses
de una pareja estable).
-La costura en que caminamos por el poema, muchas veces
calles sin salida o en excavaciones profundas y peligrosas.
- La costumbre de cumplir con el horario y exceder la tarifa
para este tipo de oficios poco rentables.
- En fin. El comercio con que se ama lo hace a uno perder
las ganas lo hace a uno caminar por los barrios antiguos de
Santiago y estar debajo de la cornisa que se desmorona,
único dígito, tecla, tic de todo acto sensible; capaz de algo
espantosamente útil-dijiste- despidiéndote de beso-
:agárrate la cabeza en el estallido de aves: o alcanza
con cierto estilo la pluma ingrávida en el aire
y escribe por ejemplo:
Que tú nunca fuiste una alumna brillante, en esto
de dar y recibir. Yo tampoco aprendí de esas clases en el colegio
(: recinto de curas que ya nadie de nuestra generación visita
y en el que recuerdo nos hacían formar en filas todas las
mañanas de invierno en el patio y rezar el Padre Nuestro,
tal vez sea esa la razón de tanto compañero ateo con que
te topas en las botillerías, sitio donde siempre
hay que pagar por los envases)
Por eso ser el peatón autorizado que ahuyenta los lobos
en el gran bosque de la noche, es una cosa que no dice
relación con el abismo de la letra.
Sitios eriazos que despiertan en mí las más extrañas
tonterías: intensos golpeteos en la roca húmeda del pecho,
de espalda y extendido, con los ojos fijos en un punto
de fuga. Aire escrito a pulso, pantallazos de lucidez.
Luz que termina en un soplido.
(de Zen para peatones)
Los cigarros de otros se disfrutan el doble
Alguien llama desde una cabina telefónica a este número
cortado. Y un hombre habla con la boca llena de comida y la
población de vagabundos y artistas va en aumento. Los
cigarros de otros se disfrutan el doble, como los versos mal
cortados de la equilibrista, que en el momento de girar la llave
siente terror a la oscuridad.
El Caballero de la Triste Figura toma café en castellano antiguo
mientras lee un libro de poemas (Zen para peatones) nada
interesante parece decir.
La realidad es una cuenta que debemos pagar, lo demás son
sobras desvanecidas al costado de un museo.
Los peces de colores duran lo que una pastilla en el paladar y
el espejo de Carrol yace pulverizado después de un ataque de
histeria.
Alicia es una estudiante de filosofía en una universidad
mexicana y las partituras de un músico callejero se borran con
la lluvia.
A pesar de los reveses de la retórica, la llave gira, sí, eso es, las
piezas a pesar de todo calzan: - oleajes obstinados
- ondas ociosas
Arbitrariedad.
(de Peces de colores)
EJERCICIO Nº 11
(una biblioteca de sonidos)
En este alicate he encontrado las pruebas los tiros
las luces de bengala las pez-uñas de tus ojos hilos
de volantín cabello fractura la hepatitis he encontrado
atrofiado los músculos dorsales y abdominales.
He encontrado los dientes y las tapaduras los muebles
acumulados y apilados en un rincón de tu esqueleto.
He encontrado un meñique menos un anillo
en el anular y una escoliosis como S italiana
un par de canciones mal bailadas una miopía
de leer literal las obras completas de Marx una guitarra
he encontrado dos cuerdas desafinadas un pañuelo
en la parte superior de la guitarra una foto de tu pareja
en tu oreja he encontrado una frase de tu hija
en el momento de la detención he encontrado eso
una voz de niña una voz que ahora mismo es más gruesa
una voz que se acumula en tu oreja como los cristales
acumulan el zumbido del viento.
(inédito de Ejercicios de Enlace)
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