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domingo, 6 de marzo de 2011

3419.- LAURA SOLÓRZANO


Laura Solórzano
(Guadalajara,Jalisco, México; 1961).
Estudió psicología y artes visuales; actualmente da talleres de narrativa y poesía.
Tiene publicados los siguientes poemarios:
"evolución" 1976 Ed. UdeG, "semilla de ficus" Ediciones Rimbaud (tlaxcala) 1999
y "lobo de labio" (selección de poemas) Editorial Filodecaballos, 2001 y esta antologáda en "Sin puertas visibles" de Jen hofer, Universidad de Pittsburgh y Ediciones sin nombre 2003.
Ha colaborado en las revistas: trashumancia, Luvina, juglares y alarifes, el zahir y aufgabe.

Lobo de Labio, edición corregida y aumentada se publica en el cálamo en enero de 2004.





a Federico

Con las imágenes de mi morada
construyo mi lengua
y la paso por cada palabra
hasta disimularla en ellas....

(Ana Becciu)

Si no fuese por la flor exterior, que nos mira,
donde volcamos las piedras de nuestras entretelas,
lo oscuro sería un zumbido,
quizás más suave pero inapresable.

(Lezama Lima)

1

Decirte cosa, cal, cisterna de cisne subido al despojo
que fragua el césped en tu fobia, frontal e indiferente,
inhóspita y subdividida en cierta acidez, te tengo
anestesiado, sonámbulo de casa de sequedad de severa
insuficiencia, sucia e inyectada.
Tu desliz hacia la forma. Decirte cosa hermosa en la cubierta.
Decirte a ti, tubérculo que trizas el arroz cocido
en el rábano de la salsa insegura, tensas,
tuerces, entierras cal de cisterna de cosa
que se rasca lívida y ligera.

2

Decirte materia. Ubicar tu segundo en el aire
que pisa el páramo de tu racimo.
Múltiplos y brotes te baten ciertamente encinta.
Tu pulpa y tu piñata de pelambre pausado.
Cosa de cielo cúbico. Masa, te digo en sopa salada
y sembrada de sorbos. Los arbustos tiemblan.
Silueta verídica que abarcas la carne,
al decirte boca perdida.
Boca de vaca abierta.

3

Materia, mordida de hoy sobre la causa tácita.
La masa levanta la deuda y la causa duda física
en el humo, alimentada en la música, masco.
Mastico el cuerpo en el océano de la fábula,
mastico el músculo, miro el monstruo que modera
la esquina. Motivo por el cual muerdo, hoy, amortizo
y muerdo la atadura del origen y la floración de partitura
que viene siendo la firma festiva al inmortalizar.
Muelo en la mesa. Mido.

4

La cosa, intuye la colmena
que habita alrededor del pie en la nube que elevas.
En la posibilidad incorporas cierta tensión
en que te viertes (veraz vaho de tu desierto cabe en mí).
Subo, sorbo, salvo un ejército de niños en la cena,
con una sensación de fosa en casa, secuencias:
el verdadero cielo espía. Te pido raíz en la nube
de un pie, cosa cabal cavando el estallido para ti,
en un cauce de colmena.

5

Al disolver tu condición de caza, el columpio te acerca
y en la cacería de aquello que te salva, está irte.
Fabricarte un torso significativo
y fornicar hasta quebrar la olla, te toca como casa, cosa.
Quebrada al revés como caverna, este pasto.
Tu ribera de vientos helados y la fogata en los zapatos
transan de noche (al someter al sueño).
Tu tibieza de curva un día se junta en plena disolución.
Quema la cuadra, te cosificas a punto de podar.
Te salvas.

6

Tenerte como si fueras materia,
o rama de materia que escupió el nido.
Nodal, siempre a nado en lo mínimo,
nubosidad de tenaza cuando tendido de tez volcánica
y en la caricia del toldo, tu temor
ha obsequiado su rareza de tránsito.
Comerte, ha sido una sombra en mi penacho,
en mi espátula de querer entrar,
en mi pico de nudos al acecho, tu nuez,
tu conjunto de nuez material o inmerecida,
no ha tenido la nave, el torrente, la travesía
de un tentar pleno, en este pulso de nervios
de negativa que te muerde
desde la médula de mi dedal.

7

Decirte tormenta que ingiere su laguna, libélula
que repasa el pistilo de su enfermedad, decirte de cabeza
y de cutícula, decirte sólo a ti en agua caída,
en relámpagos. Abrir mi pecho para hablar con lanchas
invencibles a tu oreja. Ese pecho, esa barca que se cierra
sobre el lago de la luna, no he sido yo.
Los cables de la noche superan el estrépito que repartes,
te partes donde la lluvia abre la fuente y fundamental,
cae para expresarte un rayo imposible.

8

Decirte cosa otra vez.
Tiempo para sentir y soltarte
para que lo digas tú. Otra vez la espina se pudre intacta
en la penumbra, en un dedo.
Dedo en el dedal dubitativo y deseoso, da la vuelta:
dame el pan para dorar la misa. Muerde,
si quieres que tu frente retoñe , lo que falta es lejos,
es letal, dardo que devora su desliz intermitente y delira
mientras nace, eres tú.

9

Rajada en el cubo como cicatriz de córnea a la deriva,
iba yo una vez encinta (global en el uso y glútea)
enmarañada de sesos de máscara.
Ese día, di el dado al portador del tiempo y duré más,
cavé mi hoyo a gatas y descendí a la cosa roja
que se muerde en el acto de sacar la gruta por el oído
y duré, duré toneladas de días para llegar a ver mi dádiva.
Deuda durmiente de pestaña, mi maraña humana
comía sesos, y le digo a la cosa hoy, que esta es su casa,
esto cúbico, esta córnea rajada como de cueva oscura.

10

Colgar tu risa de ramo en la nubosidad
de ojo inadvertido, de corazón colgante tu cobijo
de jaulas, este remo es río que llamo a raudales de nado,
desprotegida en corazón que roba la hora para hablar,
con ceja, con jardín de juguete, en riel rozas el puente,
como si al completar, como si al callar con carátulas
de mesa misteriosa, madres al arribo y en tu pelo,
o madres de peluche que purifican tu participación,
este influjo y esta jaula, esta jamás vista cuenca
de pupila pendiente, fuera un encuentro entre tú y yo.






(contexto)

El elemento número uno de pensar es abrir
El epicentro número uno del cuaderno está en el corazón del sismo

Hay líneas que perduran en silencio y surgen
con la mirada alerta en la secreta lectura

Son ellas que descomponen la perfección y afirman que así
se calma el concepto

El centro del número es mi Yo
El centro del niño es mi Yo
El centro del placer contiguo es mi amante en el lecho del Solo
que sólo supone el sismo

No tiene sentido, no tiene ninguna salud el sistema
Pero firmo para ti con saludable sed
y al practicar el viejo amor, distingo exactamente entre tú y yo

Somos algo, somos todo, un pedazo perfumado del polvo







(pañuelo de seda)

Quiero albas, quiero incendios y un lugar quemado por su espejo y la distracción como la fresa en la fe. Quiero la punta paliativa del drama, de cara al amor que evasivo da. Y todo eso en asiento de cine, entrañable como un temblor que abraza. Porque quiero el concierto que habrá de perseguirme en esta luz que soy, y que ingresa en mí como un Yo en fuga. Quiero regresar por mis huesos a comer de aquella primera identidad y luego en el alba increíble de mi cristo, ahondar con la lámpara de mano que todo adorna porque su avidez de ver es la cuna del consuelo.






(el desorden del néctar)

Aquí me tienes (tocada por la tecla)
atrapada por el vaso que se traga el agua
Aquí, a trasmano en la curva mental
en la materia que se extrae del cansancio
como una cueva de sed vertida

esta válvula abierta verifica el sitio

Aquí, entre los ríos de basura, entre dobleces tóxicos,
nuestra planta se pudre lentamente, pegada
al muro que la acoge porque conoce su belleza

Aquí en la entena, en la tarea de las tres, en la trampa
que suspira la débil calificación del contorno
y la débil punta de los profundos verdes

Aquí me tiene tu teclado
tendida sobre las autopistas de la incertidumbre,
susurro tras susurro, los milagros de la música
que se apoderan del silencio

Estos, precisos finales de oído largo
palabrería que suspira cuando es aquí
cuando es esto, lo que desea el enigma

Aquí, madre del día, en este mismo oasis del círculo
me doy completa al desorden, a la concepción, al néctar
en un marcapasos de entreabierta boca
que muerde, que mira y medita
su primera emanación







(dentro)

Contigo vuelvo a ver
Con una vuelta al certamen
de aventura voluntariosa
vuelvo al metro

Vuelvo al centro
Vuelvo a comer la cantera
desnuda del disco y su melodía
La franca voz que modifica
y la vena amorosa que cura el quiebre

contigo en la garganta
contigo en la pregunta
me guardo del golpe sistemático
de la gotera desierta
del sistema, del capital, del canje

me guardo contigo, te aguarda
la querida pantalla de poder intimista
vuelvo a ver en tu pantalla el pulso
vuelvo a palpitar

mi voz te envuelve, te desnuda
y te sostiene, lejos del poder
que gira su rosca y reanuda su roer
dentro y fuera
donde nosotros caemos
de donde nos escapamos







(domingo)

para Garrett Kalleberg

Hoy experimenté con el calor, la débil luz y la ausencia. Algunos miraban de pie, cómo el nido había caído desde las ramas.

Podía sentirte en la calle de los rayos oblicuos que en la tarde empiezan a rebelarse de la entonación interior y parecen reflejos de otro mundo.

Esos rayos eran criaturas de tu distancia y yo espantaba el recuerdo para que esa luz no penetrara en el instante cuando había que alcanzar el frágil y blanco cascarón que un pájaro pequeño había abandonado.

Todos querían ver el inicio de la floración violeta que siempre en estos meses invade las ramas secas y parece una mancha de fe entre los vientos desatados.

En ese cálido cuadro de primavera mis brazos hubieran florecido a tu alrededor.

En ese pulmón de familia conducida por la madre, mi respiración se agitaba pensando en volar con las ideas hasta tu aliento para expresar el vértigo del amor. Y nuestros dedos clavados en su histeria, sin dejar de escribir, hubieran coincidido.

Pero sacamos el nido de la enramada. Miramos las nuevas flores del árbol, dejamos que la luz se detuviera entre nosotros, sólo para pensar que hacía falta agua de lluvia y quizá otra bicicleta que comprendiera nuestra desazón gris de domingo.

Y yo, volando bajo, dejé que tu recuerdo se metiera entre mis fibras y llenara mi vaso de gravidez. Y una pronunciación intimista deshizo los tiempos y creí que estabas allí, mirando como la luz, yéndose, detenía nuestras sonrisas.







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