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miércoles, 2 de marzo de 2011

3385.- MIGDALIA BEATRIZ MANSILLA ROJAS


Migdalia Beatriz Mansilla Rojas
Licenciada en Educación. Nacida en Cabimas , Edo. Zulia, Venezuela, el 23 de Abril de 1950.
Escritora, relatora de emociones y sentimientos. Poetisa en palabras que pretenden ser versos en los poemas que brotan de una pluma atrevida.
Pintora en acuarelas, óleos, carboncillo y tiza pastel, que dejan colores, formas en lienzos y papel.
Libros publicados: Entre dos mundos .unos poemas.
Libros en edición para publicar: La vida es un bolero y un tango también.
Libro inédito de narrativa y cuentos cortos: El delantal.
Antologías: Letras al Viento. Ediciones Mis escritos. Argentina.
Dos Antologías. España.
Concursos:
Primer lugar en Narrativa y Cuento Corto. Cuento: El delantal en el IV Certamen Internacional de Poesía y Cuento Corto auspiciado por Mis Escritos . año 2005
Cuarto Lugar en Poesía. Poema: Al desear tu luz, en el IV Certamen Internacional de Poesía y Cuento Corto. Año 2005
Mención especial por ser ganadora en ambos rubros y los dos poemas enviados resultaron finalistas en el IV Certamen Internacional de Mis Escritos.
Escribe en varias páginas Web, de España, Argentina, México, Estados Unidos, Venezuela.
Actualmente es Moderadora del Foro Literario. Estrellas y Latidos. Articulista de la Revista Estrellas y Latidos.
Sus poemas han sido y son difundidos por la emisora de Corrientes Argentina 94.5 Fm Radio City. Programa Momentos de Ramón Rojas Morel.







El grito ahogado del silencio

Como un todo navegando en la nada
mi garganta se reseca ante el grito
que sale de mis entrañas,
de mi locura,
de mi no saber si existo
o si soy sólo un reflejo de algún espejismo.
Mis manos me recorren,
no me encuentro y ¡grito!
Grito entre el silencio ahogado
de los fantasmas que me siguen.







Mudez

mi voz
desata los sueños anclados
sube por las cumbres
desafía mi propia cárcel
vuela sobre los caminos
anchos de libertad
largos de quimeras

mi voz
se pierde en la noche blanca

lleva en la garganta
el misterio de las cosas calladas
se rebela impotente
–pálida amiga viajera–
ante el silencio de mis tímidas palabras

mi voz
cayó como una piedra
en el agua solitaria






Déjame decirte

Sí, déjame decirte que eres
más que una voz, que un rostro,
que una orilla de sueño,
que un murmullo de estrellas,
que un prado de trigo fértil,
déjame decirte amor callado y sereno,
que eres en este instante que te nombro,
la única forma de mirar la vida.

Déjame decirte que eres sí, la vida
que de repente tiene parecido
a tus ojos sin historia cuando el día mueve
lentamente los párpados perezosos,
a los brazos tristes y a las manos que parecen arados
que van sembrando angustias en la tierra del recuerdo.

Déjame decirte que junto a tu voz callada,
se ha desbordado el río del silencio,
en el borde mismo de las horas
que al girar el tiempo en el momento justo
que borra las siluetas de la tarde,
se convierten los luceros en pasajeros
dormidos de la noche eterna.

Déjame decirte, amor sin nombre escrito,
que el mundo comienza a ser un dibujo,
detrás de tu recuerdo.




Extranjera

Soy una extranjera en tu lecho de palabras,
una emigrante que llegó un día huyendo del dolor
pérfido y cruel del desamor al país de las ilusiones.

Soy una errante ahora detrás de las columnas,
debajo de las cornisas de todos los edificios imaginarios,
de todas las calles vacías de gentes y de bulla.

Soy una exiliada del amor, deportada de un corazón a otro
y sin embargo, creyente de tu palabra, amalgama de tu ser
en las angustias que rasgamos en las paredes de la ciudad ambulante.

Soy una extraña en tu mundo, soy de las que viven compartiendo
secretas soledades y ansiando otra especie de sueño
en la vida que un día no muy lejano pusiste a mis pies.

Soy una extranjera en tu lecho de palabras,
una sombra que solo promete un amargo silencio
en el momento justo en que se revelen todos los sonidos.

Soy al fin, en un resumen sin historia,
una asilada en este mundo raro y ajeno.






Me propongo

caminar la alta noche, la obscura,
la de sombras interminables,
la que se mete en algún recoveco
de la ciudad dormida esperando
ver aparecer bajo el farol de alguna esquina,
la huella del que fue y ya se ha ido.

Esta vez mi memoria no guarda recuerdos,
nuestro destino juntos pasó de largo,
quedaron en las raídas aceras de las calles
solitarias, sólo restos de tristezas
y una sonrisa colgada en un balcón cualquiera.

Me propongo en la alta noche,
caminar desde aquí hasta allá,
en la disparatada locura de estar viva,
después de morir dentro de ti.






La pregunta imposible

se me mueren las preguntas
desconcierto de falenas
ante el absurdo de la vida

surco arado por la hoz del destino
en la cresta de una ola
en el minuto que no llega

fallece el tiempo antes de nacer






Añicos

Aquí estamos
tú y yo

un poema sin leyes,
pasajeros en el barco de Ulises,
dueños de un mar
al que renuncio.

Penélope se durmió
sobre su propio sueño,
cansada de bordar
lo interminable.

Aquí estamos
tú y yo

nadando en este mar
hundido en mi esperanza,
la sonrisa de Safo
se perdió en una estela.

La realidad explota
precisa,
inexorable.

La luz del sol
hace añicos el Mito.






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