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domingo, 16 de enero de 2011

3018.- JORGE GARCÍA USTA


Jorge García Usta. Nació en Ciénaga de Oro, Colombia en 1960.
El 25 de diciembre de 2005 falleció en la ciudad de Cartagena.
Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Santo Tomas de Aquino, y desde su juventud se desempeña en diversos cargos culturales en Cartagena de Indias, donde ha sido asesor cultural de la Universidad de Cartagena y periodista de El Universal de la misma ciudad. Poeta, ensayista y crítico ha publicado numerosas obras de diversos géneros entre los que se destacan los libros de poesía Noticias desde otra orilla (1985), El reino errante (poemas de la migración y el mundo árabes) (1991), Libro de las crónicas (1989), Monteadentro, 1992 y 1997, y La tribu interior, 1995 . Es autor de Cómo aprendió a escribir García Márquez, ( 1995), una completa revisión del período formativo de García Márquez en Cartagena durante el período 1948-1951, y del estudio introductorio de la selección de la obra periodística de Héctor Rojas Herazo, publicada en dos tomos por la Universidad Eafit de Medellín (“Vigilia de las lámparas” y “La magnitud de la ofrenda”, 2003). Ha publicado artículos sobre las obras poéticas de Pablo Neruda, César Vallejo y Aurelio Arturo, entre otros autores. Ganó una beca de investigación del Ministerio de Cultura con el trabajo Árabes en la literatura colombiana , en el que analiza las obras de García Márquez, Rojas Herazo, Álvaro Mutis y Sánchez Juliao. Algunas de las distinciones que ha recibido son el Premio Concurso Internacional de Poesía, Compañía Suramericana, Bogotá, 1984 y el Premio Nacional de Poesía, León de Greiff, 1984.






Amantes callejeros


Instrucciones de uso

I
Tantas teorías rotundas
para los amantes callejeros,
tantos límites para el vuelo de la brasa,
tantos libros contra el beso y su poquito de aurora.

Banderas, pues, al paso
que hace de la luz
otro modo del tumulto.

Rompan toda luna, ocupen el mar posible.

Libre de amor,
ellos harán con sus vidas
un arte de caballos.


II
Denles brisas cantoras
Échenlos a la calle sin sombreros
Pónganlos frente a los estadios de la noche
Sean sus bocas como escorpiones entre llamas
Sean sus mordiscos como
espadas contra pomelos

Todos los atavíos del sol
a los amantes callejeros
que hacen flotar los parques
con la orientación de los párpados.

Préstenles un cuarto el gran domingo
y el lunes volverán destruidos intactos
en paz con el primer anuncio de sus muertes.



III
Perpetua contraseña
la del llanto.

Ya ellos tienen la sangre contada.

Y ni el mar los consuela.



IV
Miran la noche
con una devoción que interrumpe
el verano numeroso.

Ella tiene en el cuerpo
ansia y llanuras.

Él prepara, incierto,
el mapa del tránsito.



V
Don de las ventanas cerradas:
los amorosos se surten de luz
abriéndose los ojos.




VI
Oh, guerra santa
de ensangrentar las manos
en la más endeble distancia.

Buscando un aire sin cárcel
el primer gemido
certifica el futuro de la fiesta.

La furia se resuelve
en un labio exhausto
y el cielo de desliza como reunión de delfines.

Pero en la memoria del amado
late ya la nueva llaga.



VII
Paradoja industrial:
son ellos
los que mejor empleo
dan a la idea de progreso.

En la distancia
sus manos cogidas
purgan y lavan toda la ciudad.





VIII
Paisajes
últimos
del mundo:

Amantes solos
calman al mar
con las sobras de su respiración.







La salida en el camino de Damasco a Beirut(1887)

Oye a tu padre,
Oye, Manzur, el fuego que divide estos orígenes.
Rauf, anda, hay otro mundo
al fondo de ese mar opulento,
montañas que se derraman,
cielos sangrados por los auguroes del holgorio,
tierras donde no ya no cabe más soledad.

(Nos iremos mañana
sin decir nada
a nadie)

La guerra pesa ya demasiado
en estas leves sangres de alfareros.

Oh, ascuas natales que liquidan
la fe de los limones,
el designio de los creyentes.

Rauf, alista tus ojos.
Llevaremos lo que, ahora, somos:
una maleta, cuatro cuerpos y
y memorias








Consejos de Elías Rumié
a su hijo(1898)

Y usted, mijito, criatura de oro,
cuándo comenzará a arar destino,
a cantar agua en las manos,
a consumir os motivos del vuelo.

Volveremos
a vernos,
tal vez, en dos mil años,
y no seré Elías, su padre,
sino un brillo gastado por la ausencia.

Aproveche estos ríos salvajes
donde la luna
como en Ramalha
es comida para el extraño.








Balada de Teresa Dáger

No hubo mujer bajo estos soles
como Teresa Dáger:
mitad cedro, mitad canoa.

Era bella, inclusive, al despertarse
Y después de comer ese pobre trigo
nativo.

En las esquinas, a su paso,
Hombres sudorosos
interrumpían las liturgias del comercio
y maldecían la muerte.

Era una forma ansiosa.
Procedía de una furia vegetal.

No la salvó tampoco su belleza.
Ahora, a los 80 años,
a diferencia de otras que fueros feas y
felices,
Teresa Dáger sueña sola en le piso 15,
rodeada de zafiros derrotados.

Y solo piensa en ese arriero de Aleppo
que el 7 de agosto de 1925
La miro con ganas y en silencio

Tres segundos antes de que su padre
la enviara al destierro de la trastienda.







Del silencio

Cuando ella puso la mano de él
en su sexo intacto
y él usó su mano como quien roza
un fuego nunca prometido

Cuando ella lamió su ombligo
con aquella sed súbita y antigua
y él vió brillar sus nalgas
como una zanja de pedernal en la noche de la selva
ambos supieron que sus abuelos tenían razón.

La mayor pobreza está en las palabras





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