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sábado, 8 de enero de 2011
2970.- JUAN MANUEL ROMERO
Juan Manuel Romero (Sevilla, 1974) es un poeta español en lengua castellana.
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla, donde también ha realizado estudios en Estética e Historia de la Filosofía, es profesor de Lengua castellana y Literatura en un instituto de Algeciras (Cádiz); también ha trabajado como profesor de español para extranjeros en Sevilla y como periodista en un diario local de Lérida. Ha publicado reseñas y artículos de crítica literaria en revistas como Clarín, Mercurio, El Maquinista de la Generación, Azul y Turia, además de en los suplementos culturales de los periódicos El Correo de Andalucía, El Diario de Andalucía y El Diario de Sevilla. Ha traducido poemas de Henri Cole y Thom Gunn. Ha sido incluido en las antologías Alzar el vuelo, de José Luna Borge (César Sastre, 2006) y en La inteligencia y el hacha (Un panorama de la Generación poética de 2000), de Luis Antonio de Villena (Visor, 2010), y poemas suyos aparecen también en recuentos de poesía española contemporánea como El origen del mundo (Hiperión, 2004), Palabras que se mojan (Diputación de Sevilla, 2007) y Sevilla: 24 poetas y 24 artistas (Imagoforum, 2004), entre otros.
Obra poética
Los ángeles confusos (Universidad de Sevilla, 1999).
Invitaciones sospechosas (Editorial Renacimiento, 2001).
Casa quemada (Editorial Regional de Murcia, 2004).
Las invasiones (DVD Ediciones, 2006).
Golpes (con imágenes del artista Javier Parrilla, César Sastre, 2007).
Hasta mañana (Pre-Textos, 2008).
Galardones
VI Premio de Poesía Surcos.
V Premio de Poesía Joven Radio 3, de Radio Nacional de España.
IX Premio de Poesía Emilio Prados.
ACCIDENTE
Respiro noche oscura
y el aire es otra forma de belleza.
Noto que te has dormido en el asiento
de al lado y pienso en ti,
en cuánto tiempo seguiremos juntos.
La ruta en la que insisto, ¿dónde va?
Sé que soy inseguro, y saberlo me expone
a un tránsito constante
de ida y vuelta hacia el miedo.
Todo está conectado.
El aire que respiro,
la luz que reverbera en las señales
y mi incapacidad de ser de otra manera.
Siento el futuro
igual que luces ciegas.
Ahora estamos juntos. ¿Eso basta?
La piedra de la luna
golpea de repente el parabrisas sucio
y lo que siento choca en lo que soy.
Todo vuelca:
la calma de tu sueño
y el aire de la noche,
cada cosa que en mí se salva o se destruye.
FARO
Hoy recuerdo la tarde
en la que fuimos a mirar el muelle.
En un brillo de grúas y de contenedores,
mi padre me enseñaba los trabajos del puerto.
La verdad no hace ruido:
su luz se vuelve un faro que encallara
los barcos contra el arrecife a posta.
Pero he oído el golpe
de lo que somos contra lo que somos.
Es como un hundimiento
que revienta los ejes del sentido.
Me lo enseñaste tú: el tiempo hace y deshace,
pero es precisamente en ese tránsito
en el que debo parecerme a ti.
Honestidad, respeto, aceptación.
Una flecha lanzada al centro de la edad
nos alcanza a los dos en este punto,
como la oscuridad que abraza a los ahogados.
PIEDRA
Llega la hora,
el cielo
es carbón derretido.
Mientras me voy,
ella se queda murmurando un nombre
equivocado. Intenta un pensamiento
pero dentro no queda quien lo piense.
La silla en la que está sentada está vacía.
Todo lo que se pierde
crece: una levadura en el olvido.
Presión de claridad
sobre la piel reciente;
a los seis años,
cuando jugaba con los aspersores,
ella tendía un brillo de sábanas fragantes.
Ahora he comprendido que es inútil:
no te puede doler lo que ya no recuerdas.
Ahora,
el tiempo es una piedra ennegrecida
que baja a un fondo limpio,
al que no llega el miedo o el dolor,
en comunión perfecta con lo oscuro.
[Tres poemas de Hasta mañana (Pre-textos, 2008)]
FRAGMENTOS
Tengo un vaso en las manos.
Tras comer en silencio, tú te has ido a dormir.
El vaso estalla.
Los trozos de cristal, hundidos en el agua
del fregadero, cortan.
Lo inesperado
se convierte en un vaso
que se quiebra en el agua.
Al fondo,
todo lo que se rompe antes de tiempo:
nosotros, esta noche.
SEQUÍA (Blanchot)
El arroyo se seca
y va quedando sólo un sendero deshecho
con restos de agua pútrida
en los recodos,
como a un cadáver que trasladan
de una cama a otra,
o como la carrera del viejo en el andén
con pasos de humo
igual que todo lo que ya no vuelve.
Soy una parte de lo que se agota,
maleza de mí mismo,
un ciego que, asustado, encendiese una lámpara.
los dos son [de Hasta Mañana, 2008]
Tres poemas del libro "Casa quemada":
CASA QUEMADA
Exprimimos al fondo de la noche
los cuerpos imponiéndoles
un pulso y una extrema resistencia
al viento oscuro que provoca
el demonio febril
que aquí nos tiene, esclavos. Queda todo
dicho en la lasitud y el vicio
que nos limpian de un modo impredecible,
como un verso llegado a la pura ignorancia,
como si nos volcase la ola del vencimiento.
Se hace carne el presente, frágil
y violenta a la vez, consciente del desastre
de esta agresión que no sucede
contra el tiempo, sucede sin indulto
sobre nosotros los culpables, los débiles.
Para la noche débiles, para el dolor osados.
¿Quiénes son los que queman
su casa contra el frío de la intemperie,
los que anegan la propia barca
en nombre de una costa que no existe?
Nosotros que mordemos sobre lo irreparable
y en la fiera alegría
del desamparo, por llegar más lejos,
por ser nosotros pero sin nosotros,
dejamos que la noche nos exprima
como seca naranja y le rendimos,
exhausto barro irremisible,
este homenaje atávico del cuerpo
LIBRO DE LEVÍTICO 10: 1,2
Servidora celosa de una turbia liturgia,
despreciando la luz que no provenga
de tus injustas brasas, la ruda claridad
que intentamos alzar destruyes implacable
y clavas tu pisada, como una fría púa
o un insano silencio, como feroz aceite
sobre el pecho indefenso, limpio,
de la derrota unánime que somos.
Haremos con palabras
un fuego extraño,
con nuestra juventud que no tolera
estar vivos sin más y necesita
a una llama apostar su vida inútil.
Pero tú bajas, muerte,
en nombre de qué dios
altivo,
y rompes cuanto alumbra nuestra noche.
No podrás evitar, sin embargo, este grito
que cifra una respuesta ingobernable:
no somos nada y en la nada ardemos.
MANZANAS
La mañana nos dice su luz desmadejada
como una flor abriéndose al rocío.
Tras la ventana espera ya
el brillo de las cosas que con su fin nos tientan.
Si no abro la ventana el asombro se duerme
bajo una manta que no cubre
sus pies entumecidos.
Si no abro la ventana no existirá el camino
que veo atravesar un bosque que me oculta.
Nos dice la mañana un nacimiento,
el sol urdiendo un mundo sin respuestas
para el hielo dolido de las vanas preguntas.
Es su trabajo terco ofrecer las manzanas
que en el deseo dulces se deshacen.
Negarlas es el terco oficio
de la derrota nuestra, tan podrida.
Sobre la piel marchita de las sombras
que somos rompe el sol y contra los visillos.
No hay transparencia
más alta que este ser en el temblor del día,
en la necesidad de las manzanas.
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