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domingo, 10 de octubre de 2010

1663.- ÁLVARO MIRANDA BURANELLI


ÁLVARO MIRANDA BURANELLI, nació en Montevideo (Uruguay) el 17 de Septiembre de 1948. Ha realizado publicaciones en revistas y periódicos nacionales y extranjeros desde 1976.
Su poesía ha sido publicada y traducida al portugués, francés, inglés, italiano.
Integra diversas antologías poéticas nacionales y extranjeras.
Poesía y Ensayo han sido recogidos en Argentina, Brasil, México, Costa Rica, Estados Unidos de América, España, Portugal, Francia, Italia, Alemania.
Co-fundador de las revistas Poética y Foro Literario.
Fundador y Director de Ediciones del Mirador.
Director de la Serie de Literatura de Editorial Técnica.
Profesor egresado del IPA en Enseñanza Secundaria y Superior.
Ha participado en Congresos y Seminarios en Uruguay, Argentina, Brasil, Francia.
Ha sido jurado en concursos literarios.
Ha participado en jornadas, conferencias, mesas redondas, coloquios, lecturas de textos en el país y en el extranjero.
Investigador en la Biblioteca Nacional.
Crítico literario, teatral y cinematográfico en diversos medios de comunicación.
OBRA ÉDITA
Poesía – Libros
Yo mismo soy un extraño aquí (2005).
Cámara profunda (1998 – 2ª. Edición: 2003).
Los lentos remeros sobre espesas aguas (1995).
Dejaré los signos precipitados (1987).
Escalas escal(er)as. Poemas para ascender y descender (1983).
Nacimiento habitado (Primera producción 1971-1976) (1978).






Aria

de pronto, en medio de la representación, cantó
nadie lo había invitado, no era una pieza aburrida
pero empezó a salirle sola la voz y tuvo que pararse
y cantó, aunque no sabía cantar, y los siseos iban y venían
para hacerle callar, que no cantara, fue en un instante
crítico
en el nudo del conflicto dramático, el clímax, la mayor
tensión,
él no quería cantar, era un uruguayo típico y educado por
la costumbre
no quería irse fuera de la norma, ser el diferente
que lo señalaran con el dedo: ahí, ahí, ése, ése…
¿fue su culpa si la voz salió sola y empezó a crecer?
había una larga historia de represión en todas sus vidas,
en esas vidas que miraban la representación
¿por qué tenía que romper la monótona armonía de los
tiempos?
¿esa actitud rechinante? ¿no cantaría mejor, solo, en el baño?
¿por qué empezó a cantar en medio de la representación?
los otros habían pagado para ver la representación, nunca
para oírlo,
los otros habían destinado parte de su valioso tiempo a ver
la representación,
no se habían vestido tan bien para oirlo cantar
no estaban para cantos y ¿era el canto de quién?
sí. ¿quién cantaba?, que se callara, que dejara avanzar
la representación
hacia el desenlace, querían saber quién era el asesino
o reírse, reírse de quien era el asesino
¿a quién le importaba que él cantara?
pero la voz le salió, débil y extraña al principio
misteriosa después, como un hilo sublime que recorriera
todas las espaldas,
la voz fue, en medio de la representación, y los otros
sonidos se apagaron.







Caída Libre

¿cuántas galerías, corredores, salas de espera
aguardando que los Poderosos me hablaran

con muecas de tristeza y señas falsas
torciendo mi vida?. Yo quería decirles:

señor, no es mi vida una vara flexible
o un caño de aluminio. No puede torcerse a placer.

piense usted que es la vida de un ser humano
pero disponía de algunos segundos para hablar con los
Poderosos

y las palabras se atropellaban para salir.
Según pude conocer por los resultados nunca dije nada

particularmente eficaz. Sólo me derivaban hacia otras
galerías, corredores, salas de espera

donde las secretarias, los adulones, los mayordomos
me atendían con muecas de desprecio

el tiempo se consumía en mi descenso
en mi caída libre y lenta.





Camino Polvoriento

al principio es un pequeño pueblo cercano a una montaña
y hay una vida activa en él, los pobladores, que son pocos,
viven sus vidas, no demasiado felices ni animadas
pero todo es como el río: fluye con tranquilidad.
Luego llegan extrañas personas que no conoce nadie en el
pueblo
llegan y se instalan: una niña con un bebé que berrea
todo el día
mientras su madre, con aspecto de niña, grita, insulta,
grita sin parar,
se la ve muy nerviosa y hay un extraño vestido de negro
siempre,
alto, con sombrero y toga negros, camina por las calles de
polvo
y nunca habla. Los pobladores empiezan a cambiar y,
por consecuencia,
la vida en el pueblo cambia: ellos enferman de a poco
y no se sabe
de qué enferman, pero se les ve esperando, sentados y
vendados
en los bancos del parque, mirándose unos a otros o
mirando la montaña
y las camillas van, llevadas por las ramas de árboles
copudos,
la vida se estaciona y se detiene como un tren arribado
a destino
y no recuerdan nada de sus parientes ¿mi madre? dicen;
¿mi padre? dicen; ¿por dónde iba yo?; se despiertan de
sueños
y caen en otros sueños, hablan con los ojos cerrados
?hubiera deseado?, murmuran, pero la ceniza cae y todo
es turbio ahora.




Mi Ángel

el ángel vino a mí de pronto, me protegió
tenía el rostro de mi madre: ?hijo, has vuelto
a vivir?. Tenía algún tiempo más, supuse,
he de enmendar mis criterios, los actos deben
ser cambiados. Pero permanecí irreductible
hoy podría haber sido ayer o quizás mañana
nada cambiaría, en todo caso
hubiera sido un accidente más, una pequeña nota
en los periódicos, algún obituario,
vendría el carpintero a reparar la madera
el vidriero cambiaría el vidrio por uno nuevo, brillante,
la trampa estaría servida otra vez
dando trabajo a otro ángel. ?Vés, no quieres reconocer
cuando te equivocas?. ?Lo sé, madre, es que siempre
he vivido equivocado. No sé vivir de otra manera?.




Ningún Gato

Conduciendo el automóvil por la carretera, en medio de la
noche
la luz de los focos abriendo la noche, rasgando las tinieblas
como una navaja, sobre el asfalto negro
las señales indicadoras a los lados del camino, gigantescas
luciérnagas
de electricidad, brotan los amarillos, los verdes, los rojos
nada se distingue en torno del automóvil que cruza solitario
devorando millas a su paso como un león sobre una alfombra
fosforescente
ocurren los accidentes menores, aquéllos en los que ningún
humano sale herido
atropellar un perro, un pájaro que se estrella contra el
parabrisas
pero ningún gato, yo he visto morir seres queridos casi en
mis brazos
he sentido el sabor de la muerte en mi taza, yo he visto
el sufrimiento
más severo, el daño más cruel, el dolor más intenso
eclipsados por la resignación y la paciencia, eran mis
bienaventurados,
pero ningún gato, he visto caballos destrozados al borde
de la carretera
disputados por perros salvajes, he visto ovejas rojas
cerca de tajamares,
y cuerpos desconocidos rebotando en el cemento
pero ningún gato, no siento nada especial en cuanto a los
gatos
pero siempre me he preguntado adónde van a morir
porque nunca he visto un gato muerto. Yo que duermo con
estertores
finales en mis oídos, yo que he conocido el amanecer cara a
cara
con la muerte, yo que he lavado, con el puñal del último
suspiro,
el cadáver más querido, yo que cerré ojos para siempre como
si fueran
mis ojos, yo que nací sin hermanos que me abrazaran para
consolarme
y ningún gato, ninguno, he visto muerto
estoy por creer que las siete vidas fue un regalo divino
que Dios consideró no merecíamos.




Sesgo

si vamos hacia algo
de pronto, una movida equivocada
nos desvía y no llegamos
quizás una señal mal interpretada
por cuestión de lenguaje o confusión
y hasta por miopía
escuchamos la palabra que debería dirigirnos
hacia donde queremos ir
pero el imperfecto oído nos traiciona
y una letra nos cambia el rumbo
saltamos prolijamente todos los obstáculos
y un roce leve no calculado
nos desbarranca
una idea nos deslumbra
pero al intentar describirla se desvanece
un lugar al que no fuimos
un viaje decidido a último momento
en este juego de piezas sueltas
que suben, bajan, a izquierda, a derecha, se mueven
aun cuando, en el mejor de los casos
se sepa adónde queremos ir
sin saber si llegaremos
qué decir de los que vagan
sin rumbo fijo
si en cada instante intentamos trazar
una figura fugitiva que nos desvía
viviendo al sesgo
y vemos un camino derecho
de piadosas actitudes transformadas
en sacrificios humanos
heroicos actos de salvataje
que acaban en destrucción.
tenemos un sueño y no sabemos
si es nuestro sueño
o el que nos obligaron a soñar
y creemos nuestro.
la carretera está sembrada
de caminos laterales
que nunca recorreremos
y escribo una línea que no es mi línea
deseo para sentir el miedo
estamos yendo hacia algo
pero habrá una movida equivocada
y no llegaremos.



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