Ricardo Cuéllar Valencia nació en Calarcá, Quindío, Colombia, el 10 de septiembre de 1946. Posee la nacionalidad mexicana. Poeta, ensayista, editor y profesor universitario. Sociólogo de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín, se doctoró en la Universidad de Valladolid. Durante 35 años ha ejercido la cátedra universitaria en diversas universidades de México, España y Colombia. Su experiencia académica pasa por la regencia de cátedras en materias de Ciencias Sociales, Poética, Crítica literaria, Metodología de la Investigación Literaria e Historia de la Literatura Hispanoamericana. Ha ejercido el periodismo cultural como editor de suplementos, revistas y columnista en distintos diarios, en Colombia y México. Ha publicado los libros de poesía: Fatiga de los cereales; Sereno secreto de morir; Pasos del sueño y el insomnio; De los Mitos de Coyatoc; Rosa del destino; Los cielos de mi cuerpo y Ojos dorados del cuerpo. Entre sus publicaciones ensayísticas, se encuentran, entre otras: Simón Bolívar y las guerras de independencia en la Nueva Granada; Escritores chiapanecos del siglo XVII; y Fray Matías de Córdoba o el pensamiento criollo en el siglo XVII en Guatemala. Ha sido director del Departamento de Literatura de la Universidad Autónoma de Chiapas, México, en el cual se editó la Colección Poesía no eres tú. Director y editor de la revista cultural Boca de Polen, en la misma universidad. Cursó, en 2004, en la Universidad de Valladolid, los seminarios del doctorado El Quijote y la novela moderna. Actualmente escribe la tesis doctoral en Madrid, sobre Teoría Poética, Poética y la Poesía en la obra de Miguel de Cervantes. En la carátula del libro Ojos dorados del cuerpo, se dice de él: «El poeta muestra en sus versos que es posible, mediante palabras, articular la imagen de lo indecible. Al verbalizarlo atiende el sabor y al saber del cuerpo: su sapiente aroma intangible, audible, percatándonos del erotismo pulsional y controvertido que, quizá, encarna el alma en el sexo. Así, a través de la diversidad plural de los sentidos, dibuja deletreando el otro sentido, el unívoco, el exacto a inasible, el sólo perceptible en la experiencia poética…»
La confesión
Hombres de púrpura, calvos y cojos
Instalaron el Concilio de Letrán (1215)
Y con sabia serenidad ordenaron
El Ritual de la Confesión
Con sus nutridos tribunales de inquisición.
La palabra fue dicha:
Haz de confesar los crímenes y pecados,
Los pensamientos, los deseos,
El pasado, los sueños y la infancia,
Tus enfermedades y todas tus miserias.
Hombre pecador:
¡Confiésate! en público o en privado
¡Arrepiéntete! Y conquista solemne
La sagrada confesión.
Ella te descubre el alma
O te arranca el cuerpo.
Ha nacido el animal de la confesión.
La boca
La boca no tiene fin en la boca
Larga ovalada cerrada
La boca tiene hambre
Cerrada o abierta
La boca es espuma o sangre
Silencio o puro silencio
La boca es sabia e ignorante
El fin de la boca es el comienzo
De la palabra tragada
Hundida
Dispersa en el cuerpo
Buscada en la hiel de los huesos
Transita en el nervio
Cuajada en los dedos que escriben
Aún torturada
Sonámbula
Dormida
Ida
La boca es reposo
En el lago del saber y el ser
Ahora
Siempre
* * *
Y el cuerpo escucha sus haberes con sigilo
Tembloroso, acusado, sobresaltado
Entre las ruinas y la esbeltez de la ciudad.
La ciudad se alumbra y mueve como una locomotora
La ciudad: hija perpleja de la luz en movimiento
Nada está en calma
El corazón del mundo sufre
Las orgías del poder y del dinero Flaca es la luz de los zaguanes
Y en las buhardillas llora un viento
Enroscado en sus murmullos.
El sol destrozado permea el horizonte
Mientras el hígado de la ciudad se inflama
Cargos y descargos iluminan las sombras de los días
En esa vaporosa higiene de la guerra
En donde el dolor es espada y el riesgo la espesura.
Cuando era el tiempo del misterio
Cuando era el tiempo del misterio
Cuando era el tiempo de la magia
Nacía el culto de la madre tierra
Con la mirada del misterio
Con los dedos de la magia
Entre rezos y cantos secretos
Convocaciones e invocaciones
El artista brujo
El artista cantor
Labraba la piedra elegida
Labraba el hueso del animal sagrado
Labraba el marfil acerado nocturno
* * *
La mañana paleolítica que el
Homo Sapiens despertó habló
La mañana paleolítica que el Homo Sapiens despertó habló
Había reordenado los huesos y
Ungido sus sentidos ante la diosa luna
Luego vio
En el hondo sueño
Al levantar la mirada frente al sol
Fluir del pensamiento
Caracol del tiempo
Destino del ser
Círculo mágico
Árbol lógico
Rosa dialéctica
Ventana del Día y de la Noche
Ojo del cosmos
Ahora la oreja la sien la cárcel la locura
Ahora la oreja la sien la cárcel la locura
El señor de la cordura no entiende
El esbelto señor del pensamiento sólo se entiende a sí mismo
Venerable por su sabiduría
Fabrica polvos ácidos y pantanos
Cada vez que lo observo lo veo pulcro y maniático de gala y espada
Dice el discreto señor del espíritu cada media noche que pasa:
En la estrecha cisterna que llamáis “pensamiento”
Los rayos del espíritu se pudren como parvas de paja
Ahora los sentidos son las antenas del alma agrega Blake a Artaud
En el instante
El instante pierde su longitud
Convertido en fuente perpetua
Cae da vueltas no cesa de caer
Disuelto por el aire de los cuerpos
El instante engendra cada sitio
Devoción del fuego
Donde arden las preguntas
Y la voluntad pule obsidianas
Observa cómo cambia el movimiento
De las cosas del cielo y de la tierra
¡Tan nuevo es el mundo!
Es invocada la entraña de la rosa
Para Vicenrte Huidobro
Es invocada la entraña de la rosa
Su herida mansa deshojada
La frágil voz haciendo la alborada
Efimero templo de la montaña
Cuando lame su fuego el animal
Y el viento mísero recuerda el nacimiento
Nunca muera la rosa
Esclava de la luz y de los labios
Deshojado perfume de la alcoba
Conduce las cenizas y el hilo de la vida
Medida del sentido náufraga nocturna
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