Fayad Jamís nació en Zacatecas, México en 1930 y murió en La Habana en 1988.
Desde 1951 expuso con regularidad en Cuba e integró el grupo de "Los Once". En 1954 se trasladó a París, donde, dos años más tarde, efectuó su primera exposición personal patrocinada por el poeta André Breton. Regresó a Cuba en 1959. Poeta, pintor, diseñador, periodista y traductor, fue coeditor de las Ediciones La Tertulia y director de Ediciones F. J. Fue jefe de la plana cultural de Combate y del suplemento dominical del periódico Hoy. Ejerció como profesor de pintura en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán. Fue miembro del ejecutivo de la Sección de Literatura de la UNEAC y director de la revista Unión. Desempeñó el cargo de consejero cultural en la Embajada de Cuba en México durante once años. En 1962 obtuvo el premio de poesía en el Concurso Casa de las Américas con su libro Por esta libertad.
A veces
A veces, en el silencio del pasillo, algo salta,
rompe alguien algún viejo nombre.
La mosca enloquecida cruza zumbando, ardiendo
lejos de la telaraña luminosa.
Esto es así, tan solo; pero tan lleno de sorpresas.
Caserón de fantasmas sin hijos, en l polvo
hace nuevas ventanas, nuevos muebles y danzas.
No, tú no lo conoces, tú no me has visto mucho las pupilas
y por eso te llenas de lágrimas. Escúchame:
mi casa no es fuga; está lejos siempre.
Por estas escaleras se sube hasta lo negro.
Uno se cansa de subirlas y jadeando se duerme
sin saben ni los días, ni la fiebre, ni el ruido inmenso
de la ciudad que hierve al fondo.
A veces, en el silencio del pasillo, alguien nace de pronto,
alguien que toca en la puerta sin número y que llama.
No, tú no has estado aquí jamás. Ni, tú no vengas.
Mi palabra es abrir, pero es que casi siempre
ando de viaje.
Abrí la verja de hierro
Abrí la verja de hierro,
Sentí como chirriaba, tropecé en algún tronco
y miré una ventana encendida, pero la madrugada
devoraba las hojas y tú no estabas allí diciéndome
que el mundo está roto y oxidado. Entré,
subí en silencio las escaleras, abrí otra puerta,
me quité el saco, me senté, me dije estoy sudando,
comencé a golpear mi pobre máquina de hablar,
de roncar y de morir (tú dormías, tú duermes, tú
no sabes
cuánto te amo), me quité la corbata y la camisa,
me puse el alma nueva que me hiciste esta tarde,
seguí tecleando y maldiciendo, amándote
y mordiéndome
los puños. Y de pronto llegaron hasta mí
otras voces:
iban cantando cosas imposibles y bellas, iban
encendiendo
la mañana, recordaban besos que se pudrieron
en el río,
labios que destruyó la ausencia. Y yo no quise decir nada
más: no quiero hablar, acaso en el chirrido
de la verja rompí cruelmente el aire de tu sueño.
Qué importa entrar o salir o desnacer.
Me quito los zapatos
y los lanzo ciego, amorosamente, contra el mundo.
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia. Yo crecí
entre bestias y yerbas y en mi casa
la pobreza encendía su candil en las noches.
Los árboles se cargaban de nidos y de estrellas,
por los caminos pasaba asustándose una yegua muy blanca.
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia. Sólo puedo
recordar el sacrificio de las lagartijas,
el fuego oscuro del hogar en las noches de viento,
las muchachas bañando sus risas en el río,
la camisa sudada de mi padre, y el miedo
ante el brutal aullido de las aguas.
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia, comí caramelos
y lágrimas, en mi avión de madera conquisté
nubes de yerbas y no de piel humana.
Soy un privilegiado de este tiempo, crecí bajo la luz
violenta de mi tierra, nadie me obligó a andar
a cuatro patas, y cuando me preguntan mi nombre
un rayo parte la sombra de una guásima.
Cuando miro tus ojos
Cuando miro tus ojos
veo en ellos la Patria
no puedo separarlos
de esa imagen tan clara.
Ellos son como el viento
que hace temblar las ramas
tú me miras y entonces
amanece en las Guásimas.
Quédate para siempre
en mi noche, mi lámpara
mi amor tiene en tus ojos
su alimento, su llama
tú duermes y yo escribo
y todo es bello amada
el mundo, las estrellas
los campos y las fábricas.
Quédate para siempre
en mi noche, mi lámpara
que no se apague nunca
ni un día tu mirada,
que no se apague en mí
el azul de esta llama
clara como los días
que crecen en la Patria.
Cuerpo del delfín (fragmento)
A José Lezama Lima
En el palacio de la memoria, en el humo del cuerpo,
una palpitación extraña, un remoto aleteo:
la sombra roja de un delfín entra suavemente.
¿Qué importa la marca del arpón?
¿Qué importa si el nombre del barco es "Little Fish" o "Cheval"?
¿Qué importa el rostro encendido del arponero?
¿Qué importa un delfín muriéndose en la memoria?
Nada. Un delfín muerto no importa nada, lo mismo que una hormiga.
El delfín y la hormiga son realmente dos monstruos, pero no importan nada.
Sin embargo, yo veo ahora un muro y escucho una ciudad;
y ahora veo una ciudad y escucho un muro.
Y pienso que sí importa la muerte de un delfín, porque su aleteo
es cada vez menos remoto en mi memoria.
Pero el delfín no acaba de morir y yo siento que me pierdo
y que mi pérdida es menos bella y menos perceptible que la muerte de una hormiga.
En el jadeo de las aguas, en la incesante eclosión de las verdosas aguas,
¿qué cuerpo es más durable que la espuma?
¿qué arrecife salta más arriba que la espuma?
¿qué templo es más inmóvil que el templo de la espuma?
La ciudad está aquí, el mar está aquí,
tú y yo estamos aquí, entre el mar y la ciudad,
miedoso del mar y la ciudad,
amando el mar y la ciudad,
y olvidando el mar y la ciudad por temernos y amarnos y olvidarnos a nosotros mismos.
¿Me oyes?, ¿me conoces?, ¿estás viva?
Mi cuerpo vacío habla para un cuerpo vacío.
Yo soy un caracol, una piedra, un simple cuerpo vacío que habla sobre el muro,
para otro cuerpo vacío que duerme sobre el muro.
Y las olas estrellándose, y la noche estrellándose,
¿qué son sino brillos deshabitados, hielo y sal sobre el muro?
Oh, cuerpo de mi cuerpo, qué lejos, imposible, la roca henchida de la espuma,
el opulento, inmortal, blanco muro.
El ahorcado del café Bonaparte
A Pablo Armando Fernández
Para no conocer los abismos del humo
para no tragarse los periódicos de la tarde
para no usar unos espejuelos cubiertos de sangre o telaraña
El que estaba sentado en un rincón lejos de los espejos
tomándose una taza de café no oyendo el tocadiscos
sino el ruido de la pobre llovizna
El que estaba sentado en un rincón lejos de los relámpagos
lejos de los leones morados de todas las guerras
hizo un cordón con una hoja de papel
en que estaban escritos el nombre del Papa el nombre del Presidente
y otros dos mil Nombres Ilustres
y a la vista de todos los presentes
se colgó del sombrerero que brillaba sobre su cabeza
El patrón del café salió bajo su capa negra en busca de un policía
Armstrong cantaba sin cesar la luna había aparecido
como una gata furiosa en un tejado
Tres borrachos daban puñetazos en el mostrador
y el ahorcado después de mecerse dulcemente durante un cuarto de hora
con su voz lejana
comenzó a pronunciar un hermoso discurso:
"Maintenant je suis pendu dans le Bona
La lluvia es el cuarzo de mi miseria
Los políticos roen mi bastón
Si no me hubiera ahorcado moriría
de esa extraña enfermedad
que sufren los que no comen
En mis bolsillos traigo cartas estrujadas
que me escribí yo mismo
para engañar mi soledad
Mi garganta estaba llena de silencio
ahora está llena de muerte"
"Estoy enamorado de la mujer que guarda las llaves de la noche
Ella se ha mirado en mis ojos sin saber quién he sido
Ahora lo sabrá leyendo mi historia de hollín en los periódicos
Sabrá que me llamaba Louis Krizek
ciudadano del corazón de los hombres libres
heredero de la ceniza del amanecer
He vivido como un fantasma
entre fantasmas que viven como hombre
He vivido sin odio y sin mentira
en un mundo de jueces y de sombras
La tierra en que nací no era mía
y tampoco el aire en que reposo
Tan sólo he poseído la libertad
es decir el derecho a sufrir a errar
a ser este cuerpo frío
colgado como un fruto
entre los que cantan y ríen
entre una playa de cerveza
y un templo edificado para adorar el miedo
La mujer que guarda las llaves de la noche
sabrá que me llamaba Krizek
y que cojeaba un poco y que la amaba
Sabrá que ahora no estoy solo que conmigo
va a desaparecer un viejo mundo
definitivamente borrado por el alba
Así como la niebla a veces aplasta
las flores del cerezo
la muerte ha aplastado mi voz"
Cuando el patrón volvió con un policía de lata y azufre
el ahorcado del café Bonaparte
ya no era más que el humo tembloroso de un cigarro
bajo el sombrerero
sobre una taza con restos de café
Filosofía del optimista
El optimista se sentó a la mesa, miró a su alrededor
y se sirvió un poco de lo poco que halló. Le dijeron
que había demasiado nada (en realidad había pocomucho)
pero él devoró su ración sin hacer comentarios,
abrió el periódico, se fumó su café y acabó
de cenar en paz. Pensó: tengo derecho a comer con alegría
lo pocomucho que me gano mientras llega la abundancia.
Sin embargo seguían hablando de todo lo que no hay
no hay no hay no hay. No hay esto ni lo otro.
Pero el optimista se levantó en silencio
y otra vez recordó aquellos años en que sólo comió
lágrimas. No había nadie para decirle no hay sopa o bistec
o tome un pedazo de pan duro para el perro de su hambre,
pero jamás de sus dientes salieron discursos.
Y ahora estaba satisfecho de la cena frugal. El hombre
salió a la calle y echó a andar mientras silbaba.
Las luces eléctricas le recordaron el porvenir.
La victoria de la playa Girón.
Boceto para una cantata (fragmentos)
A la memoria de José Álvarez Baragaño
EL PUEBLO ANUNCIA
Donde cayó mi hermano se levanta la patria.
Donde cayó mi hermano se levanta el futuro.
Del puño de mi hermano saldrá un árbol
y en ese árbol cantarán los días
y junto a su tronco crecerán los niños,
los invencibles héroes del futuro.
Del pecho de mi hermano saldrá un río
y en su humedad florecerá la tierra
y en su espejo los pájaros y el cielo
se fundirán en un chorro de luz.
Donde cayó mi hermano se levanta la patria.
Donde cayó mi hermano se levanta el futuro.
De la frente de mi hermano surgirá la aurora
serena, fuerte, roja,
con rumor de mandarria que golpea
y de libro que se abre.
De los ojos de mi hermano brotará la llama
inextinguible de esta vida nueva
que nos arrastra en su carroza ardiente
mientras nos canta su himno inmortal la primavera.
EL PUEBLO AFIRMA: NO HAY MUERTE
No hay muerte sino yerba calcinada.
No hay muerte sino sangre a borbotones.
No hay muerte sino hierros retorcidos.
No hay muerte sino vidas que florecen
en la tremenda primavera.
No hay muerte. Los nenúfares siguen estallando
sobre el silencio de las bombas.
No hay muerte. No hay sino victoria.
El cielo azul está de fiesta. La lluvia va a caer.
Los cadáveres de nuestro enemigos se hundirán más en el fango.
Sus ojos se pudrirán en el fango.
Sus manos se pudrirán en el fango.
El fango de sus vidas y el fango de sus muertes se fundirán
para siempre en el fango de la infamia.
Y en cada nenúfar que se abra brillará nuestra victoria
húmeda de purísimo rocío.
Y en cada nenúfar que se abra se abrirán unos labios
para gritar: ¡Que vivan
los héroes de la patria!
¡Que vivan los hijos de la tierra,
los defensores de la tierra!
¡Que vivan los caídos victoriosos para siempre en la gloria!
TODO EL PUEBLO CANTA
No morirá la patria
en la sangre del pueblo.
No acabará en cenizas
la dulce primavera.
No morirán los árboles
en el himno del viento.
No caerán las montañas
crujiendo, como iglesias.
No, no serán los días
oscuros y desiertos.
No morirá en la rosa
tu piel enamorada.
No habrá ni soledad
ni frío, ni silencio.
No volverán los surcos
a llenarse de olvido.
No saldrán otra vez
de su fosa los perros.
No crecerá en la patria
ni en el cardo ni la ortiga.
No bajarán su puño
de brasa los obreros.
No caerán las banderas
gloriosas en el fango.
No morirán jamás
nuestros hermanos muertos.
No habrá hierro en mis pies
ni sombra en tu mirada.
No volverán las bestias
a cruzar nuestros sueños.
No apagarán su lumbre
las albas de mi tierra.
No se ahogará en el polvo
el canto de mi pecho.
No veré en tu cintura,
Patria, más que mis besos.
No habrá sino esperanza
y alegría y trabajo.
No habrá sino canciones
en la sangre del pueblo.
Mejor es levantarse
Si no puedes dormir levántate y navega.
Si aún no sabes morir sigue aprendiendo a amar.
La madrugada no cierra tu mundo: afuera hay estrellas,
hospitales, enormes maquinarias que no duermen.
Afuera están tu sopa, el almacén que nutre tus sentidos
el viento de tu ciudad. Levántate y enciende
las turbinas de tu alma, no te canses de caminar
por todas partes, anota las últimas inmundicias
que le quedaron a tu tierra, pues todo se transforma
y ya no tendrás ojos para el horror abolido.
Levántate y multiplica las ventanas, escupe en el rostro
de los incrédulos: para ellos todo verdor no es más que herrumbre.
Dispara tu lengua de vencedor, no sólo esperes la mesa tranquila
mientras en otros sitios del mundo chillan los asesinos.
Si no puede soñar golpea los baúles polvorientos.
Si aún no sabes vivir no enseñes a vivir en vano.
Tritura la realidad, rómpete los zapatos auscultando las calles,
no des limosnas. Levántate y ayuda al mundo a despertar.
Muchacha en Banao
La terre n′aime pas le sang ni les ordures.
Agrippa D′Aubigné
El ómnibus se detuvo. Los viajeros bajaron uno
a uno.
Tú estabas entre la multitud de muchachas que
trabajan esa tierra
y el sol de mediodía. Los viajeros se asomaron a
los surcos,
a los rostros; interrogaron y sudaron, y luego volvían
al ómnibus
cuando tú te me acercaste y empezaste a hablarme,
y, mientras
sonreías, me respondiste: "Retrátame, retrátame".
Comprendí
que debía fotografiarte con mi cámara vacía, recoger
tus ojos
en la tierra de tu cara, porque tú querías que ese
fantasma tuyo
viviera en las manos de un desconocido. Y aunque
realmente
he olvidado cómo eres, ahora me he puesto a hacer
con letras
tu retrato: aquí están la luz sudorosa de Banao
y las manchas de tus ojos en el rostro de
la multitud.
Por una bufanda perdida
A Andrés Simor
Aquella bufanda color de oro viejo
que me había acompañado a vivir durante tres años
la miseria la gloria de la luz el amor
la soledad de las calles estrechas como ataúdes
y todos los instantes que el agua va grabando con líneas verdosas
en la frente de las estatuas
Aquella bufanda color oro viejo comprada en la bruma de Génova
(quinientas liras a la entrada de Europa)
bufanda bandera de libertad bandera de poesía
en un mundo de piedras gastadas en que el hombre
dolorosamente
trata de renovarse sin cesar
para no envejecer
para no morir
Aquella bufanda color de perro de la rue Viconti
(esa calle en que siempre está nevando o lloviendo)
acabo de perderla se ha quedado allá atrás
con un poco de mi juventud
ahora que la humedad habita los muros
y que la noche crece bajo los abrigos
con el temblor helado de las ramas
Problemas del oficio
Mientras te quitas los zapatos piensas en la
poesía,
sabes que alguna vez escribirás algo parecido a un
gran poema,
pero sabes que de nada sirve acumular materias
primas
para cuando llegue la ocasión. Puedes ponerte de
pie y gritarle
a tu propio fantasma que es hora de poner manos
a la obra.
Puedes comerte tu cuchara con lágrimas, escoger
un recuerdo,
saltar como un sabio al descubrir las posibilidades
de lo imposible.
Pero nada habrás conseguido: el poema te mira con
ojos de sapo,
huye como una rata entre desperdicios y papeles,
florece
en el patio de tu casa, está en el fondo de una olla
y no lo ves,
lo ves y lo conoces y lo tocas, es el pan de tu noche,
pero aún
no lo atrapas, y si logras cogerlo por el cuello acaso
se te rompe,
se estrella en tus narices; y es lo cierto que no sabes
amasar
esa sustancia informe y diferente. Te pones a
ladrar porque entonces
recuerdas que así te ocurría con chivos y carneros
(cada uno trataba
de tirar la soga hacia su mundo) y luego meditas
si no sería mejor
ir reuniendo notas sobre un tema determinado,
ir dando vueltas alrededor
del humo de un tabaco, hasta que las yerbas
alcancen las grupas
de las yeguas que sudan y relinchan al borde del
poema.
Es inútil. Inútil. Así no llegarás a poseer tu oficio:
de tus manos
a veces saltan, rotas, las palabras. Los versos se
deshacen en tus dientes,
y de pronto te asombras de que un hombre rompa
a carcajadas su sarcófago.
Todo es posible aquí. Se fueron los verdugos, las
piedras se convierten
en panes o relámpagos. A ti te sorprendió la
tempestad
y ahora la alimentas con los puños cerrados. No
habrá gallina muerta,
bala o trapo que te paralice. Contempla esos
caminos, esas guásimas:
son los mismos en que has muerto, los mismos en
que ya vives
y navegas, pero el viento entró con sus semillas en
tu casa.
Si te vas a dormir acuérdate del vaso de agua que,
desde luego, no es
para los santos sino para los sueños de tu sed,
prepara tus papeles,
junta tus zapatos. Y no olvides seguir asomándote
a los abismos,
no te canses de vivir impulsado hacia las raíces de
las cosas, muerde
el amor en su fuego, en su sal. Ayuda a tus hermanos
a edificar la gran casa
en que no parirá la crueldad. Algún día escribirás
un gran poema.
Vagabundo del alba
A Nicolás Guillén
La mañana pálida de París crece sobre mis hombros
después de la noche larga mi amor esta brisa
Las hojas color de miel del otoño deslizándose por las calles
en las aceras las hojas del otoño sobre la cabeza de los mendigos
Aún duermen una mujer se ha levantado ha recogido una boina
que había a los pies de un durmiente y le ha cubierto el rostro
La ternura de esa mujer debajo de los harapos negros
como la flor pálida del día como la paloma
que revolotea sobre el Sena de humo de cristal de plata
Así es aquí el amanecer yo te lo digo ahora que es otoño
así es el alba de la ciudad está muerta sus huesos pueden ser palpados
y nadie dirá nada los policías duermen sus orejas de corcho
las leyes duermen la miseria dormita yo camino camino
primer hombre de este nuevo día como si la ciudad fuera mi mujer
y yo la contemplara desnuda el cielo naciendo de su espalda
Así es París yo te lo digo a veces sueño que recorro un mundo muerto
después de la última bomba muerta hasta la esperanza
Yo no comprendo mucho pero me siento un poco Robinson Crusoë
Ronbinson de esta terrible hermosa grande ciudad que se llama París
Los gatos salen de todas partes buenos días los latones de basura están llenos
juguetes rotos frutas podridas trajes papeles desgarrados
papeles donde el olvido ha dejado su oscura cicatriz
El mundo la civilización todo eso ha muerto los gatos y yo sobrevivimos
Frente a uno de estos puentes escogeré mi casa
tal vez aquella de la cortina roja en la ventana
o la otra que avanza como si quisiera saludarme buenos días
Pero no es verdad detrás de todos esos muros grises hay hombres
que respiran roncan y sueñan
hombres que quizás recuerdan un grito perdido en el valle turquesa de los siglos
hombres que acaso están pensando en los nuevos modelos de automóviles
en su trabajo en el amor tal vez en la muerte
Aquella mancha negra que arrastra la corriente es un cartón
creía que era una tortuga creía que era un ahogado
y no más que un cartón a su alrededor flotan tres hojas
como tres corazones de miel tres cifras de otoño
Los árboles salen del río como el humo de los cigarros
Otra paloma revolotea su sombra blanca sobre el agua gris
Los urinarios tienen la belleza astuta de ciertas iglesias de Castilla
voy entregando en ellos para hacer algo mientras pienso
mientras camino mi amor es decir nadie en el mundo esas hojas
Los semáforos le dan paso a los gatos a la brisa
en la frente del día pálido estas luces de ámbar
Anoche hablaban de la guerra siempre de la guerra
cadáveres espuma de eternidad de cadáveres
pero no todos saben como es dulce la libertad por ejemplo a estas horas
en el carro blanco del lechero viene detrás de sus bestias blancas
Una muchacha de Israel me hablaba de la juventud de su país
ella no tiene religión ella ama París ella ama el mundo
mañana todos tendremos el mismo rostro de bronce y hablaremos la misma lengua
Mañana aunque usted no lo quiera señor general señor comerciante señor de espejuelos de alambre y ceniza
pronto la nueva vida el hombre nuevo levantarán sus ciudades
encima de vuestros huesos y los míos encima del polvo de Nötre-Dame
En la primera panadería que se abra compraré un gran pan
como hacía en mi país sólo que ahora no me acompañan mis amigos
y que ya no tengo veinte años
entonces hubiera visto todas esas sombras de otro color
Hubiera silbado hubiera arrastrado el recuerdo de una muchacha trigueña
En fin todas esas cosas se van quedando atrás
ahora es más importante trabajar para vivir
Algunos pájaros empiezan a cantar las hojas secas caen
Me voy alejando del río de las lanchas de los puentes blancos
parece que estos edificios fueran a caer sobre mi cabeza
se van volviendo gibosos al paso de los siglos
la rue du Chat-qui-Pêche me hace imaginar historias terribles
Pero es mejor continuar es el alba es el alba
las manos en los bolsillos proseguir proseguir
Dos carniceros dan hachazos en la mitad de una res
eso no es nada divertido y sin embargo me gusta mirar
mi alma es aún un poco carnicera estamos en 1956
Mañana quizás no será así quizás no habrá carniceros ni verdugos
mi corazón un poco verdugo y un poco ahorcado
tu corazón tu corazón serán polvo agua viento
para los nuevos girasoles
cada semilla como una abeja dormida
El día pálido era blanco ahora amarillea
algunas chimeneas parece que fueran a encenderse
Pasa un soldado con una maleta enorme
rombo a la gare de Lyon rumbo a Egipto la muerte
Pasa una mujer en bicicleta ella va a su trabajo
cuando el sol está a la altura de las rodillas como el trigo
todos los días ella va a su trabajo toda la vida
Pasa un camión cargado de vino de estrépito de alba
Ya estoy en el boulevard Saint-Germain miro las vitrinas de las librerías
Algún día compraré un buen diccionario las obras completas de Rimbaud
muchos libros mejor es no hablar de ello
Por todas parte hay mendigos aquél parece un niño
entre su cabeza y el cemento de la acera no hay más que una lámina helada
Tengo ganas de tomarme un café con leche tengo hambre y sed
el alba amarilla tiene un mal sabor en mi boca
París comienza a despertar ya no soy un Robinson
más bien un extranjero más bien un fantasma
más bien un hombre que no ha dormido
vagabundo de la ciudad el otoño y el alba
mientras mi amor ha de estar mirando las cumbres del Perú
o el cielo esmaltado de China
yo no lo sé mis pies se cansan eso es todo eso es todo
Después de haber amado vivir el nuevo día
es hermoso
En la ciudad y el corazón arde la misma llama
París, septiembre 16 de 1956
A la memoria de José Álvarez Baragaño
EL PUEBLO ANUNCIA
Donde cayó mi hermano se levanta la patria.
Donde cayó mi hermano se levanta el futuro.
Del puño de mi hermano saldrá un árbol
y en ese árbol cantarán los días
y junto a su tronco crecerán los niños,
los invencibles héroes del futuro.
Del pecho de mi hermano saldrá un río
y en su humedad florecerá la tierra
y en su espejo los pájaros y el cielo
se fundirán en un chorro de luz.
Donde cayó mi hermano se levanta la patria.
Donde cayó mi hermano se levanta el futuro.
De la frente de mi hermano surgirá la aurora
serena, fuerte, roja,
con rumor de mandarria que golpea
y de libro que se abre.
De los ojos de mi hermano brotará la llama
inextinguible de esta vida nueva
que nos arrastra en su carroza ardiente
mientras nos canta su himno inmortal la primavera.
EL PUEBLO AFIRMA: NO HAY MUERTE
No hay muerte sino yerba calcinada.
No hay muerte sino sangre a borbotones.
No hay muerte sino hierros retorcidos.
No hay muerte sino vidas que florecen
en la tremenda primavera.
No hay muerte. Los nenúfares siguen estallando
sobre el silencio de las bombas.
No hay muerte. No hay sino victoria.
El cielo azul está de fiesta. La lluvia va a caer.
Los cadáveres de nuestro enemigos se hundirán más en el fango.
Sus ojos se pudrirán en el fango.
Sus manos se pudrirán en el fango.
El fango de sus vidas y el fango de sus muertes se fundirán
para siempre en el fango de la infamia.
Y en cada nenúfar que se abra brillará nuestra victoria
húmeda de purísimo rocío.
Y en cada nenúfar que se abra se abrirán unos labios
para gritar: ¡Que vivan
los héroes de la patria!
¡Que vivan los hijos de la tierra,
los defensores de la tierra!
¡Que vivan los caídos victoriosos para siempre en la gloria!
TODO EL PUEBLO CANTA
No morirá la patria
en la sangre del pueblo.
No acabará en cenizas
la dulce primavera.
No morirán los árboles
en el himno del viento.
No caerán las montañas
crujiendo, como iglesias.
No, no serán los días
oscuros y desiertos.
No morirá en la rosa
tu piel enamorada.
No habrá ni soledad
ni frío, ni silencio.
No volverán los surcos
a llenarse de olvido.
No saldrán otra vez
de su fosa los perros.
No crecerá en la patria
ni en el cardo ni la ortiga.
No bajarán su puño
de brasa los obreros.
No caerán las banderas
gloriosas en el fango.
No morirán jamás
nuestros hermanos muertos.
No habrá hierro en mis pies
ni sombra en tu mirada.
No volverán las bestias
a cruzar nuestros sueños.
No apagarán su lumbre
las albas de mi tierra.
No se ahogará en el polvo
el canto de mi pecho.
No veré en tu cintura,
Patria, más que mis besos.
No habrá sino esperanza
y alegría y trabajo.
No habrá sino canciones
en la sangre del pueblo.
Mejor es levantarse
Si no puedes dormir levántate y navega.
Si aún no sabes morir sigue aprendiendo a amar.
La madrugada no cierra tu mundo: afuera hay estrellas,
hospitales, enormes maquinarias que no duermen.
Afuera están tu sopa, el almacén que nutre tus sentidos
el viento de tu ciudad. Levántate y enciende
las turbinas de tu alma, no te canses de caminar
por todas partes, anota las últimas inmundicias
que le quedaron a tu tierra, pues todo se transforma
y ya no tendrás ojos para el horror abolido.
Levántate y multiplica las ventanas, escupe en el rostro
de los incrédulos: para ellos todo verdor no es más que herrumbre.
Dispara tu lengua de vencedor, no sólo esperes la mesa tranquila
mientras en otros sitios del mundo chillan los asesinos.
Si no puede soñar golpea los baúles polvorientos.
Si aún no sabes vivir no enseñes a vivir en vano.
Tritura la realidad, rómpete los zapatos auscultando las calles,
no des limosnas. Levántate y ayuda al mundo a despertar.
Muchacha en Banao
La terre n′aime pas le sang ni les ordures.
Agrippa D′Aubigné
El ómnibus se detuvo. Los viajeros bajaron uno
a uno.
Tú estabas entre la multitud de muchachas que
trabajan esa tierra
y el sol de mediodía. Los viajeros se asomaron a
los surcos,
a los rostros; interrogaron y sudaron, y luego volvían
al ómnibus
cuando tú te me acercaste y empezaste a hablarme,
y, mientras
sonreías, me respondiste: "Retrátame, retrátame".
Comprendí
que debía fotografiarte con mi cámara vacía, recoger
tus ojos
en la tierra de tu cara, porque tú querías que ese
fantasma tuyo
viviera en las manos de un desconocido. Y aunque
realmente
he olvidado cómo eres, ahora me he puesto a hacer
con letras
tu retrato: aquí están la luz sudorosa de Banao
y las manchas de tus ojos en el rostro de
la multitud.
Por una bufanda perdida
A Andrés Simor
Aquella bufanda color de oro viejo
que me había acompañado a vivir durante tres años
la miseria la gloria de la luz el amor
la soledad de las calles estrechas como ataúdes
y todos los instantes que el agua va grabando con líneas verdosas
en la frente de las estatuas
Aquella bufanda color oro viejo comprada en la bruma de Génova
(quinientas liras a la entrada de Europa)
bufanda bandera de libertad bandera de poesía
en un mundo de piedras gastadas en que el hombre
dolorosamente
trata de renovarse sin cesar
para no envejecer
para no morir
Aquella bufanda color de perro de la rue Viconti
(esa calle en que siempre está nevando o lloviendo)
acabo de perderla se ha quedado allá atrás
con un poco de mi juventud
ahora que la humedad habita los muros
y que la noche crece bajo los abrigos
con el temblor helado de las ramas
Problemas del oficio
Mientras te quitas los zapatos piensas en la
poesía,
sabes que alguna vez escribirás algo parecido a un
gran poema,
pero sabes que de nada sirve acumular materias
primas
para cuando llegue la ocasión. Puedes ponerte de
pie y gritarle
a tu propio fantasma que es hora de poner manos
a la obra.
Puedes comerte tu cuchara con lágrimas, escoger
un recuerdo,
saltar como un sabio al descubrir las posibilidades
de lo imposible.
Pero nada habrás conseguido: el poema te mira con
ojos de sapo,
huye como una rata entre desperdicios y papeles,
florece
en el patio de tu casa, está en el fondo de una olla
y no lo ves,
lo ves y lo conoces y lo tocas, es el pan de tu noche,
pero aún
no lo atrapas, y si logras cogerlo por el cuello acaso
se te rompe,
se estrella en tus narices; y es lo cierto que no sabes
amasar
esa sustancia informe y diferente. Te pones a
ladrar porque entonces
recuerdas que así te ocurría con chivos y carneros
(cada uno trataba
de tirar la soga hacia su mundo) y luego meditas
si no sería mejor
ir reuniendo notas sobre un tema determinado,
ir dando vueltas alrededor
del humo de un tabaco, hasta que las yerbas
alcancen las grupas
de las yeguas que sudan y relinchan al borde del
poema.
Es inútil. Inútil. Así no llegarás a poseer tu oficio:
de tus manos
a veces saltan, rotas, las palabras. Los versos se
deshacen en tus dientes,
y de pronto te asombras de que un hombre rompa
a carcajadas su sarcófago.
Todo es posible aquí. Se fueron los verdugos, las
piedras se convierten
en panes o relámpagos. A ti te sorprendió la
tempestad
y ahora la alimentas con los puños cerrados. No
habrá gallina muerta,
bala o trapo que te paralice. Contempla esos
caminos, esas guásimas:
son los mismos en que has muerto, los mismos en
que ya vives
y navegas, pero el viento entró con sus semillas en
tu casa.
Si te vas a dormir acuérdate del vaso de agua que,
desde luego, no es
para los santos sino para los sueños de tu sed,
prepara tus papeles,
junta tus zapatos. Y no olvides seguir asomándote
a los abismos,
no te canses de vivir impulsado hacia las raíces de
las cosas, muerde
el amor en su fuego, en su sal. Ayuda a tus hermanos
a edificar la gran casa
en que no parirá la crueldad. Algún día escribirás
un gran poema.
Vagabundo del alba
A Nicolás Guillén
La mañana pálida de París crece sobre mis hombros
después de la noche larga mi amor esta brisa
Las hojas color de miel del otoño deslizándose por las calles
en las aceras las hojas del otoño sobre la cabeza de los mendigos
Aún duermen una mujer se ha levantado ha recogido una boina
que había a los pies de un durmiente y le ha cubierto el rostro
La ternura de esa mujer debajo de los harapos negros
como la flor pálida del día como la paloma
que revolotea sobre el Sena de humo de cristal de plata
Así es aquí el amanecer yo te lo digo ahora que es otoño
así es el alba de la ciudad está muerta sus huesos pueden ser palpados
y nadie dirá nada los policías duermen sus orejas de corcho
las leyes duermen la miseria dormita yo camino camino
primer hombre de este nuevo día como si la ciudad fuera mi mujer
y yo la contemplara desnuda el cielo naciendo de su espalda
Así es París yo te lo digo a veces sueño que recorro un mundo muerto
después de la última bomba muerta hasta la esperanza
Yo no comprendo mucho pero me siento un poco Robinson Crusoë
Ronbinson de esta terrible hermosa grande ciudad que se llama París
Los gatos salen de todas partes buenos días los latones de basura están llenos
juguetes rotos frutas podridas trajes papeles desgarrados
papeles donde el olvido ha dejado su oscura cicatriz
El mundo la civilización todo eso ha muerto los gatos y yo sobrevivimos
Frente a uno de estos puentes escogeré mi casa
tal vez aquella de la cortina roja en la ventana
o la otra que avanza como si quisiera saludarme buenos días
Pero no es verdad detrás de todos esos muros grises hay hombres
que respiran roncan y sueñan
hombres que quizás recuerdan un grito perdido en el valle turquesa de los siglos
hombres que acaso están pensando en los nuevos modelos de automóviles
en su trabajo en el amor tal vez en la muerte
Aquella mancha negra que arrastra la corriente es un cartón
creía que era una tortuga creía que era un ahogado
y no más que un cartón a su alrededor flotan tres hojas
como tres corazones de miel tres cifras de otoño
Los árboles salen del río como el humo de los cigarros
Otra paloma revolotea su sombra blanca sobre el agua gris
Los urinarios tienen la belleza astuta de ciertas iglesias de Castilla
voy entregando en ellos para hacer algo mientras pienso
mientras camino mi amor es decir nadie en el mundo esas hojas
Los semáforos le dan paso a los gatos a la brisa
en la frente del día pálido estas luces de ámbar
Anoche hablaban de la guerra siempre de la guerra
cadáveres espuma de eternidad de cadáveres
pero no todos saben como es dulce la libertad por ejemplo a estas horas
en el carro blanco del lechero viene detrás de sus bestias blancas
Una muchacha de Israel me hablaba de la juventud de su país
ella no tiene religión ella ama París ella ama el mundo
mañana todos tendremos el mismo rostro de bronce y hablaremos la misma lengua
Mañana aunque usted no lo quiera señor general señor comerciante señor de espejuelos de alambre y ceniza
pronto la nueva vida el hombre nuevo levantarán sus ciudades
encima de vuestros huesos y los míos encima del polvo de Nötre-Dame
En la primera panadería que se abra compraré un gran pan
como hacía en mi país sólo que ahora no me acompañan mis amigos
y que ya no tengo veinte años
entonces hubiera visto todas esas sombras de otro color
Hubiera silbado hubiera arrastrado el recuerdo de una muchacha trigueña
En fin todas esas cosas se van quedando atrás
ahora es más importante trabajar para vivir
Algunos pájaros empiezan a cantar las hojas secas caen
Me voy alejando del río de las lanchas de los puentes blancos
parece que estos edificios fueran a caer sobre mi cabeza
se van volviendo gibosos al paso de los siglos
la rue du Chat-qui-Pêche me hace imaginar historias terribles
Pero es mejor continuar es el alba es el alba
las manos en los bolsillos proseguir proseguir
Dos carniceros dan hachazos en la mitad de una res
eso no es nada divertido y sin embargo me gusta mirar
mi alma es aún un poco carnicera estamos en 1956
Mañana quizás no será así quizás no habrá carniceros ni verdugos
mi corazón un poco verdugo y un poco ahorcado
tu corazón tu corazón serán polvo agua viento
para los nuevos girasoles
cada semilla como una abeja dormida
El día pálido era blanco ahora amarillea
algunas chimeneas parece que fueran a encenderse
Pasa un soldado con una maleta enorme
rombo a la gare de Lyon rumbo a Egipto la muerte
Pasa una mujer en bicicleta ella va a su trabajo
cuando el sol está a la altura de las rodillas como el trigo
todos los días ella va a su trabajo toda la vida
Pasa un camión cargado de vino de estrépito de alba
Ya estoy en el boulevard Saint-Germain miro las vitrinas de las librerías
Algún día compraré un buen diccionario las obras completas de Rimbaud
muchos libros mejor es no hablar de ello
Por todas parte hay mendigos aquél parece un niño
entre su cabeza y el cemento de la acera no hay más que una lámina helada
Tengo ganas de tomarme un café con leche tengo hambre y sed
el alba amarilla tiene un mal sabor en mi boca
París comienza a despertar ya no soy un Robinson
más bien un extranjero más bien un fantasma
más bien un hombre que no ha dormido
vagabundo de la ciudad el otoño y el alba
mientras mi amor ha de estar mirando las cumbres del Perú
o el cielo esmaltado de China
yo no lo sé mis pies se cansan eso es todo eso es todo
Después de haber amado vivir el nuevo día
es hermoso
En la ciudad y el corazón arde la misma llama
París, septiembre 16 de 1956
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