Carlos Piera Gil (Madrid, 1942). Estudió en el Liceo Francés de Madrid, en la Universidad Complutense de Madrid y, luego, en Barcelona. Miembro del Círculo Lingüístico de Madrid, junto con Rafael Sánchez Ferlosio, Víctor Sánchez de Zavala, Agustín García Calvo e Isabel Llácer. Se doctoró en la UCLA con una tesis inédita sobre métrica. Ha sido profesor en la Cornell University (Ithaca, EEUU) y en la Universidad Autónoma de Madrid. Fue miembro del consejo de redacción de la revista de ensayo La balsa de la medusa. Es responsable de la sección de métrica de la Revista de Erudición y Crítica. Es autor de cuatro libros de poesía: Versos (1972), Antología para un papagayo (1984), De lo que viene como si se fuera (1991) y Religio y otros poemas (2005). Ha publicado un libro de ensayo, titulado Contrariedades del sujeto (1993).
ESPECTRO BREVEMENTE
Een schilderij die spreekt, een spook van weinig’uren
[Una pintura que habla, un fantasma de unas pocas horas]
CONSTANTIJN HUYGENS, EEN COMEDIANT
A una señora mayor que vivía sola
e imaginaba visitas de vivos y muertos,
que siempre la dejaban sin despedirse
Esa televisión tuya de espectros
a falta de presente
se enciende y se apaga sola, como el presente,
ciudad de puras desapariciones.
Hace familia de lo que no ha llegado, de las
intemperies pequeñas , las infidelidades
del electrodoméstico, lo que, en tiempos perdidos,
era querer abrazos y no saber de quién.
Vienen como a tomar el té, como si estar aquí fuera lo lógico,
como si hubiera tiempo y gana y gente
para colgar los cuadros. Y se van como vienen
(con la lógica antigua de llegar para nada
y una técnica nueva para dar soledad)
a sus ocupaciones, al vacío, insistente
promesa incumplida de amor.
Y así habremos sido y son ellos:
como las hojas en el torbellino.
***
La esperanza es interminable, intermitente,
funciona, como los televisores y la vida, mal.
Hemos venido hasta acabar traidores
o morir, que es lo mismo:
marchar sin despedirse,
venir sin cuerpo y sin voluntad propia,
ser poca cosa y anunciar desgracias,
repetir lo que fuimos,
cobrar tragedia en nombre del amor.
Cruzamos la ventana, como el vencejo,
para acabar así. Todos somos el mismo y el viento
para las hojas en el remolino.
***
Hemos vivido para que no nos cojan vivos
y aun a ti, que quisieras asirte a nosotros,
te eludimos con una displicencia de muertos, ásperos,
irónicos sin gracias, cumpliendo desganadamente
un trámite trágico en ti. Porque en ti, que nos tratas de muertos,
vivimos como hemos vivido, unas ráfagas,
de las ausencias a las concisiones,
sólo rebeldes en el gesto y esta
capacidad de huir.
Sólo se sabe que nos vamos yendo,
desabridos, secándonos,
como las hojas en el torbellino.
***
Una vida con curso de murciélago,
fingiendo hasta la imagen de las rachas del viento.
Unos caminos vistos
a sacudidas para la pantalla.
No la verdad: lo póstumo. Máquina de sinopsis.
Porque la vida es esta coincidencia de muebles,
todos somos el mismo.
Todos somos el mismo y este viento que somos
y estos papeles en el remolino.
(De Religio y otros poemas)
AFILADOR
(Con AG)
¿Qué cuchillos le puedo bajar y a quién, en la calle
vacía, llama el afilador? Había dejado de pasar y ha
vuelto con el paro, el pasado y, técnicamente, la
desesperación y se le oye los sábados, en los interludios
del estrépito, cuando están más vacías las calles y,
estando vacías, se entienden un poco mejor.
NANA DE GAZA
Qué guapa en la cuna, mi niña adorada,
para que la muerte cuando venga a verte
te encuentre acostada.
Cierra los ojitos, vida de mi vida,
para que la muerte cuando venga a verte
te encuentre dormida.
Duérmete, mi rosa,
para que la muerte cuando venga a verte
sea cariñosa.
Duérmete, ojos bellos,
si hay gatitos muertos por entre las ruinas
jugarás con ellos.
Duérmete, rubí,
y a ver si la muerte cuando venga a verte
se me lleva a mí.
BREVE ENSAYO SOBRE LA POESÍA
Ella existe en mis intersticios
y yo en los intersticios de las cosas.
Si cuando está no hay nada más que ella
desde fuera debemos ser minúsculos.
BOLERO DE LA INCONMENSURABILIDAD DE CASI TODO
(Barcelona)
Yo que tuve la suerte de mirarte
si buscara palabras
(un humo en torno tuyo con sus curvas azules)
negaría tus ojos. Va a quedarme,
por no querer ser parte del paisaje del humo
(pero eres tú, y es el alcohol remoto de la noche),
saber esa mirada resignada como
la de quien da una flor y no haber nada,
no tener nada donde no hay amor.
En “Antología para un papagayo” (Madrid, Hiperión, 1985).
SENTADITO EN SU TEJADO
Vendrá un tiempo también en que la gata Nora
sea vieja y se canse y esté siempre dormida.
Si no me he muerto, entonces seguiré como ahora
calentando la leche mientras ella me mira
o hace sus oraciones, como yo en torno al cazo,
en el suelo de la cocina.
La Europa protestante tiene gatos señores
que crecen, y envejecen, y así sigue la vida.
Así siguen, con suerte, los cuartos interiores
que no tienen salida.
MUJER EN DOS TIEMPOS
Ha pasado la flor del aire,
las calmas espesas del sur. Ha tenido las piernas
sacudidas de olores, caladas
por un éter fugaz y anunciador. Aspira
el aire como asiéndolo cuando imágenes rojas
de poniente le vienen del horizonte al vaso. Porque la figura
del deseo como
un verso dura más que el tiempo que condensa
y después, en estos prostíbulos tristes,
renace a veces, rígida y fugaz como un verso,
sin futuro, sin esperanza como un verso, rígida.
Vox clamantis
No compraremos nada en Jerusalén, no nos detendremos /en los mercados.
Lo hemos de cruzar a fin de llegar a unas piedras
iguales que éstas, al otro lado de Jerusalén.
Nos perderemos en la multitud, no queriendo verla,
y, dispersos, cada uno, solo, temiendo dejar esa piedra
que puede ser o puede no ser, hará ensayos
de voz de profeta, barítono para lagartos.
La desnortada soledad, la propia arbitrariedad del camino:
¿quién puede decir, si está solo, que no es el Mesías?
In deserto
No se propone el ave levantándose
demostrar su distancia. La ciudad
es un asterisco, una explosión lenta de retracciones,
de patinadores de espaldas, todos
movidos de lo que no son. Y zigzaguean
intermediarios perros.
Fuera alguien puede levantar la voz, convocar a campanas,
usar y sacudir sandalias, a imagen del lobo perdido.
Cimarrón, no silvestre: el lobo es un perro nostálgico
acomodado a la defensa, débil
corazón con brocal, y miente, porque
¿qué otra cosa podría hacer, con el tráfico en desbandada?
¿Lamerles las manos a los que pretenden huir.
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