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sábado, 24 de mayo de 2014

ROBIN ROBERTSON [10.702]


Robin Robertson

Robin Robertson, FRSL (Nacido en Scone, Perthshire 1955) es un poeta escocés. 
Robertson fue criado en la costa noreste de Escocia, pero ha pasado la mayor parte de su vida profesional en Londres.
La poesía de Robertson aparece regularmente en el London Review of Books y The New York Review of Books, y está presente en muchas antologías. 

Libros de Poesía:

A Painted Field Picador, 1997, ISBN 978-0-330-35059-4 ; Houghton Mifflin Harcourt, 1999, ISBN 978-0-15-600647-7
Slow Air , Harcourt, 2002, ISBN 978-0-15-100746-2
(editor) Mortification: Writers' Stories of Their Public Shame . HarperCollins. 2004. ISBN 978-0-06-075092-3.
Swithering . Houghton Mifflin Harcourt. 2006. ISBN 978-0-15-603199-8.
Tomas Tranströmer, The Deleted World Enitharmon Press, 2006, ISBN 978-1-904634-51-5
Euripides, Medea, Random House, 2008, ISBN 978-1-4070-1399-2
The Wrecking Light. Picador. 2010. ISBN 978-0-330-51548-1.
"Hill of Doors", Picador, 2013. ISBN 978-1-4472-3154-7



Robin Robertson: Dos poemas
por Aurelio Asiain


MIS NIÑAS

Cuántas veces
me he tendido a su lado
ayudándolas a dormirse
con los cuentos de siempre;
cara a cara, sus manos en mis manos,
hasta que se deslizan en el sueño y puedo
soltar los dedos y escurrirme
escaleras abajo:
la cara en blanco,
llenas de trucos las manos.



A MIS HIJAS, QUE DUERMEN

Entre árboles que no puedo nombrar
llenos de pájaros que no distingo

veo a mis hijas crecer lejos de mí;
y el corazón está descoyuntado.

¿No hay tiempo ya, no puedo aprender todas
las palabras de amor mientras aún duermen?

“My Girls” pertenece a The Wrecking Light; “To My Daughters, Asleep”, a Swithering.




Dos poemas a partir de Ovidio


LA CASA DEL RUMOR

a partir de Ovidio

Hay un lugar en el centro del mundo,
entre la tierra y el cielo y el mar,
en que todo sonido puede oírse,
donde todo se ve.
Aquí vive el rumor,
que en lo alto de un monte hace morada.
Es una casa abierta
noche y día: un domo de aberturas
y ventanas dispuestas
como un millón de ojos que observan
fijamente, sin parpadear,
sin puerta ni cerrojo en sitio alguno.
Tienen oídos sus paredes.
Son oídos. La casa,
hecha toda de bronce
en finas hojas resonantes,
zumba incesantemente con palabras
que se repiten y replican, vuelta
y vuelta y vuelta y una vez
y otra vez en la baja
murmuración, la voz que se hace eco.
No hay lugar en silencio,
solo el murmullo de las voces
como olas susurrantes o apagado
rodar del trueno en su último desplome.
Casa tomada por las sombras
en la que van y vienen los fantasmas,
es huésped el rumor y la mentira
y la verdad se mezclan:
palabras, frases, hechos y ficciones,
fabricaciones, todo confundido.
Una historia se esparce a cada vuelta
y crece y cambia y cada quién la cuenta
poniendo a lo que oyó de su cosecha.
Todo aquí se vigila y se intercepta:
una legión de ángeles lo graba.
Viven aquí Credulidad y su imprudencia,
el temerario Error
y la Dicha insensata. Los Susurros
tienen aquí su casa y lado a lado
la Sedición de pronto, el Miedo trémulo.
El Rumor mismo
oye todo y ve todo
lo que ocurre en los cielos,
en el mar o en la tierra;
Guardia, vigía, cámara de ecos,
no olvida nada,
no olvida a nadie mientras barre el mundo.



THE HOUSE OF RUMOUR

after Ovid

At the world’s centre
between earth and sky and sea
is a place where every sound can be heard,
where everything is seen.
Here Rumour lives,
making her home on a mountain-top.
This house stands open
night and day: a dome
of apertures and windows set
like a million eyes at gaze,
steady, unblinking,
no doors or shutters anywhere.
Her walls have ears.
They are ears. The whole house
made from thinly-beaten,
resonating bronze, hums
constantly
with words repeating back to themselves
round and round, again
and again: the low susurration
of echoing sound.
No silence anywhere,
just the murmur of voices
like whispering waves
or the last low rolling crush of thunder.
The house is haunted by shadows,
ghosts that come and go, a host of rumours,
the false mixed with the true,
words and phrases, fact, fictions,
fabrications, all confused.
At every turn, a story spreads
and grows and changes, each new teller
adding on to what they’ve heard.
Here is surveillance, interception;
a multitude of recording angels.
Here lives rash Credulity, reckless Error,
groundless Joy. Whispers
make their home here, alongside
sudden Sedition, tremulous Fear.
Rumour herself
hears everything, sees
everything that happens in the heavens,
in the sea or on the earth;
invigilator, sentinel, echo-chamber,
she misses nothing
misses no one as she sweeps the world.




LA CUEVA DEL SUEÑO

a partir de Ovidio

Guarda el monte desierto una caverna
por los rayos del sol jamás tocada;
la tierra en torno
exhala
nubes de niebla
en un ocaso interminable,
la secreta morada
del dios del Sueño ocioso.
No hay ningún gallo que convoque al alba,
no hay gansos, perros ni animal alguno
que interrumpa el silencio, no hay ni ramas
por la brisa agitadas. Quietud sólo
y, muy bajo, el murmullo del distante
Leteo y los guijarros que a su paso
mueve mientras susurra: duerme, duerme.
Afuera, exuberantes amapolas;
hierbas que sueltan en la noche jugos
e infunden en la tierra su indolencia,
su tibia gravedad.
No hay puertas: chirriarían las bisagras;
no hay guardián a la entrada.
En una plataforma en mitad de la cueva
hay una cama de ébano, abultada
de sábanas oscuras y negros almohadones
donde yace el dios mismo,
en qué lánguida paz hundido.
Por todos lados sueños vacíos lo rodean,
incontables igual que en la cosecha
los granos de maíz, las hojas en los árboles
del bosque, las arenas de la playa.

Penetra el mensajero de la diosa en la cámara,
le sacude los sueños que le cierran el paso.
La luz de su vestido va inundando la cueva,
y ya empieza a agitarse el Sueño, lucha
por levantar los párpados, en pesado letargo.
Lo intenta una y otra vez, y retrocede,
y hunde en el pecho la cabeza. Al fin
despierta, parpadea, abre los ojos
y, apoyado en un codo,
mirando a la mujer, sonríe.





THE CAVE OF SLEEP

after Ovid

Deep inside a hollow mountain there’s a cave
where the sun’s rays never reach;
the earth around it
breathes out
clouds of fog
into this endless twilight,
this secret dwelling-place
of the god od idle Sleep.
There is no cockerel to summon the dawn,
no geese, no dogs, no beasts of any kind
to break the silence, not even branches
stirring in the breeze. Only stillness here,
and the distant murmur far below
of the River Lethe moving pebbles
as it goes, whispering sleep, sleep.
Huge lush poppies stand in rows outside;
herbs steep their juices in the night,
infusing the ground with a slow release,
a mulled gravity.
There are no doors, in case a turning hinge
might creak, and no guardian at the gate.
On a platform in the middle of the cave
is a bed of ebony
thick with dark linens, soft black pillows,
where the god himself
lies, deeply, languidly, at peace.
Around him, on all sides, are empty dreams,
countless as ears of corn
at harvest-time, leaves on the forest trees
or grains of sand along the shore.

The messenger of the goddess enters the chamber,
brushing aside the dreams that stand in her way.
The brightness of her robes begins to fill the cave
and Sleep starts to stir, struggling
to lift his eyelids, heavy in slumber.
Over and over again he tries, then falls back,
head sinking into his chest. At last
he wakes, blinks open his eyes and
hoisting himself up one elbow,
looks at the woman and smiles.

Versiones de Aurelio Asiain.






Ovidio, Metamorfosis, Libro XII (39-63)

Orbe locus medio est inter terrasque fretumque
caelestesque plagas, triplicis confinia mundi;
unde quod est usquam, quamvis regionibus absit,
inspicitur, penetratque cavas vox omnis ad aures:
Fama tenet summaque domum sibi legit in arce,
innumerosque aditus ac mille foramina tectis
addidit et nullis inclusit limina portis;
nocte dieque patet: tota est ex aere sonanti,
tota fremit vocesque refert iteratque quod audit;
nulla quies intus nullaque silentia parte,
nec tamen est clamor, sed parvae murmura vocis,
qualia de pelagi, siquis procul audiat, undis
esse solent, qualemve sonum, cum Iuppiter atras
increpuit nubes, extrema tonitrua reddunt.
atria turba tenet: veniunt, leve vulgus, euntque
mixtaque cum veris passim commenta vagantur
milia rumorum confusaque verba volutant;
e quibus hi vacuas inplent sermonibus aures,
hi narrata ferunt alio, mensuraque ficticrescit,
et auditis aliquid novus adicit auctor.
illic Credulitas, illic temerarius Error
vanaque Laetitia est consternatique Timores
Seditioque repens dubioque auctore Susurri;
ipsa, quid in caelo rerum pelagoque geratur
et tellure, videt totumque inquirit in orbem.




Metamorfosis, Libro XI (592-620)

Est prope Cimmerios longo spelunca recessu,
mons cavus, ignavi domus et penetralia Somni,
quo numquam radiis oriens mediusve cadensve
Phoebus adire potest: nebulae caligine mixtae
exhalantur humo dubiaeque crepuscula lucis.
non vigil ales ibi cristati cantibus oris
evocat Auroram, nec voce silentia rumpunt
sollicitive canes canibusve sagacior anser;
non fera, non pecudes, non moti flamine rami
humanaeve sonum reddunt convicia linguae.
muta quies habitat; saxo tamen exit ab imo
rivus aquae Lethes, per quem cum murmure labens
invitat somnos crepitantibus unda lapillis.
ante fores antri fecunda papavera florent
innumeraeque herbae, quarum de lacte soporem
Nox legit et spargit per opacas umida terras.
ianua, ne verso stridores cardine reddat,
nulla domo tota est, custos in limine nullus;
at medio torus est ebeno sublimis in antro,
plumeus, atricolor, pullo velamine tectus,
quo cubat ipse deus membris languore solutis.
hunc circa passim varias imitantia formas
Somnia vana iacent totidem, quot messis aristas,
silva gerit frondes, eiectas litus harenas.
Quo simul intravit manibusque obstantia virgo
Somnia dimovit, vestis fulgore reluxit
sacra domus, tardaque deus gravitate iacentes
vix oculos tollens iterumque iterumque relabens
summaque percutiens nutanti pectora mento
excussit tandem sibi se cubitoque levatus,
quid veniat, (cognovit enim) scitatur, at illa:

NOTA:

Los dos poemas reproducidos forman parte del libro más reciente del poeta escocés Robin Robertson, Hill of Doors. Fueron publicados juntos, hace unos años, en el London Review of Books.

La descripción de la casa de la diosa Fama, ese misterioso “lugar en el centro del mundo”, es uno de los pasajes más célebres de las Metamorfosis de Ovidio. Fama, diosa del rumor y representación de la voz pública, nunca duerme y en su mansión se oye todo lo que se habla en el mundo; un vocerío infinito, del que a veces se filtran voces individuales hacia algunos oídos que, sin embargo, no consiguen determinar su origen. Casa de sombras y fantasmas, donde la Verdad se confunde con la Mentira, y los hombres son cortejados, simultáneamente, por la Credulidad, el Error, la Alegría, los Temores, la Sedición y los Susurros, atrio barroco que reaparecerá, de una u otra forma, en casi toda la literatura occidental.

Como dato curioso, agreguemos que el emblema de la “Casa de la Fama” o la “Casa del Rumor” ha servido al arquitecto e informático Ivan Redi o al novelista Jake Arnott para evocar un ortloss o espacio-sin-lugar, un infoespacio o arquitectura de información universal en red —que puede asociarse a una somera definición de eso que hoy conocemos como internet.



En Roane Head

para John Burnside

Su casa se reconocía por las persianas
y por los cormoranes echados en el muro,
las cruces negras de las alas tendidas a secar.
También por el serbal y el pino que la ocultaban
del mar y de la breve luz del sol
y por el collie Aonghas, acostado a la puerta
donde murió: un bastidor de huesos, una trampa saltada.

Pasó una madeja de gansos, con el lento chirrido
de una sierra oxidada. Tiraba y enrollaba
quejoso el mar amargo y en el bosque
chillaron las palomas elevándose.

Había tenido cuatro hijos, muy bien lo supe,
todos torcidos. Ciegos de nacimiento, dicen,
boquiabiertos y simples y palmípedos
palos raquíticos. Bellos rostros, me han dicho,
pero vacíos como el aire.

Alguien los vio una vez en las afueras, renqueando
hacia la playa, chillando como ratas,
y dijo que eran buenos nadadores,
pero eso lo habría imaginado.

Su esposo la dejó: le dijo
que no podían ser suyos, que eran más
peces que humanos;
dijo que estaban hechizados,
y les buscó en la piel las marcas probatorias.

Durante años tendió cada difícil llama:
sus vacilantes cuerpos apretados.
Cada noche, para apagar el fuego,
cerraba las escamas de sus ojos.

Hasta que él volvió otra vez,
la última vez,
lleno de alcohol, diciendo
que estaba harto de aquello,
de toda esa brujería,
y los hizo pararse
en fila al lado de sus camas,
temblando. Aleteaban
sus manos; giraban los ojos
de arenque en sus cabezas.
Recorrió la fila
serenándolos
uno por uno
con una navajita.

Dicen que por las noches ella sale a tender
mantas sobre las tumbas para darles calor.
Tanto dolor que haría salirse el corazón.

Una nutria en las hojas se agitaba, una garza
marchaba lentamente sobre el agua en el alba
en que llegué otra vez hasta su puerta.

De su collar colgaban cuatro piedras,
llevaba cuatro anillos en la mano
que me condujo más allá del cuarto
en el que ardían cuatro velas
y al que llamó “la sala de la lluvia”.
Subía humo lechoso desde la chimenea
como en una cascada inversa
y ella dijo mi nombre,
y fue lo único
y lo último que dijo.

Me dio un huevo de alondra en un lecho de hielo;
me dio caireles de mis cuatro hijos; me dio
la cabeza de su marido en una caja de madera.
Luego me dio la piel de foca, y me la puse. ~

Versión de Aurelio Asiain


* “At Head Roane”, de The wrecking light, es el segundo de una serie de poemas narrativos que he estado escribiendo desde el año pasado –todos situados en lugares ficticios de Escocia–. Tienen algunos de los atributos de los cuentos populares, y algunos de los familiares del folclor, temas alegres: el asesinato, la violación, la venganza, la locura, la deformidad física, la brujería y lo sobrenatural. En este poema he invocado el mito celta de los selkie: criaturas que nadan como focas, pero que pueden volverse humanas al arrojar su piel. La transformación se revierte al ponerse de nuevo la piel de foca, pero si pierde la piel mágica o se la roban, la criatura está condenada a permanecer en forma humana. Ron –pronunciado roane– es el gaélico para “sello”. Aunque con costras de sangre escocesa y sal del mar, este poema halló su cauce al mundo una tarde de Navidad en una casa-bote alquilada en Norfolk Broads.




Asterión y el dios

nec enim praesentior illo est deus

Asterión, tal es su nombre, Rey de las Estrellas.
Alguna broma de su padre, quien ahora
lo tiene estabulado en estas galerías espirales,
en este palacio tapiado, donde la vergüenza
llora hasta el agotamiento.

¿Dónde está mi madre? ¿Por qué
me ha dejado aquí solo?
Ésta es una casa con muchos rincones
pero sólo un cuarto, todo de piedra.
Vivo dentro de esta piedra.

Miren cómo ronda, va y viene,
mi bestia de niño; moviéndose alrededor
de su mundo, observando su desolación
desde distintas perspectivas.
Pronto tendrá un visitante.

Pobre monstruo, jalándosela,
el adn desmadejándose de su mano:
blancas mariposas
se derraman en la oscuridad.
De lo quebrado brota salmuera.

A veces vienen niños a bailar aquí
y dan volteretas, cantando a voz en cuello,
llenos de vino; pero se rompen tan fácil
y luego todo está de nuevo quieto.
¿Dónde perdí mi vida?

Desgarrando toda la noche un hueso rojo
hace un espejo de la oleaza
y se ve a sí mismo, al fin, en la piedra
de los muros chorreantes: lustral,
astado, barbado en sangre.

Oigo a través de los muros lo que soy,
lo que hago; sparagmos, lo llaman,
sea lo que sea. 
Dicen que viene un desconocido
a liberarme. Que venga pronto.

Ella se me había prometido, pero ahora
usa la corona que le di para alumbrar 
el camino del desconocido. El héroe
que ha venido a matar a Asterión:
su medio hermano, mi hijo. Yo mismo.

Se traicionan tan perfectamente entre sí:
el marido a la esposa, la esposa al marido,
la hermana al medio hermano, y ahora
el amante a la amante. Las simetrías
del caos y la dicha. Los misterios.

Yo soy la verdadera vid.
Yo soy el tallo de hinojo;
y él será miel:
enterrado hasta los cuernos, su cuerpo
hogar del enjambre de abejas.

Se ha ido, ahora, con su héroe,
que ya empieza a olvidarla.
Como sea, yo nunca olvido. Colgará
en la noche del cielo como una princesa
de un ovillo de cáñamo.

A veces hablamos, a veces
dejamos que hablen los dioses a través de nosotros.
Yo a medias; él dos veces engendrado.
Mi pena aún aquí
y yo ya me he ido.

Piénsenme como el viento —la fuerza
que los animales y las aves conocen
está ahí, pero no amenaza:
parte de su mundo, pero otro.
El dios que llega; el que desaparece. 

— Traducción de Pedro Serrano



Cat, Failing

A figment, a thumbed
maquette of a cat, some
ditched plaything, something
brought in from outside:
his white fur stiff and grey,
coming apart at the seams.
I study the muzzle
of perished rubber, one ear
eaten away, his sour body
lumped like a bean-bag
leaking thinly
into a grim towel. I sit
and watch the light
degrade in his eyes.

He tries and fails
to climb to his chair, shirks
in one corner of the kitchen,
cowed, denatured, ceasing to be
anything like a cat,
and there's a new look
in those eyes
that refuse to meet mine
and it's the shame of  being
found out.  Just that.
And with that
loss of face
his face, I see,
has turned human.



Dream of the Huntress

It is always the same:
she is standing over me

in the forest clearing,
a dab of blood on her cheek

from a rabbit or a deer.
I am aware of nothing

but my mutinous flesh,
and the traps of desire

sent to test it—
her bare arms, bare

shoulders, her loosened hair,
the hard, high breasts,

and under a belt
of knives and fish-lures,

her undressed wound.
Every night the same:

the slashed fetlock,
the buckling under;

I wake in her body


broken, like a gun.

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