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sábado, 25 de mayo de 2013

ROMELIA ALARCÓN FOLGAR [10.001]



Romelia Alarcón Folgar
Poetisa de original expresión en la lirica femenina guatemalteca. Nació en Cobán, Guatemala, en 1900. Su obra fue saludada con efusión en varios países de América, como Argentina, donde fue publicado su libro Día vegetal. Su obra está compuesta de los títulos siguientes: Clima verde, Vigilia blanca, Pasos sobre la yerba, Día vegetal, Poemas de la vida simple, Claridad, Plataforma de cristal, Casa de pájaros, Viento de colores, Cauce, Llamaradas, Tránsito terrestre, Tiempo inmóvil, Más allá de la voz. En prosa público: El gusano de la luz, Cuentos de abuelita, Sin brújula, El vendedor de trinos. Falleció en 1970.






Guatemala

Nadie te hiera amor, nadie te toque
ni el dardo envenenado ni la espina
ni la espada furtiva se aproxime
a lastimar la luz de tu epidermis,
nadie con ojos fieros se te acerque
nadie te toque amor, nadie te toque
si no es para besarte,
y que estallen en tus predios,
con la ternura de sus flores nuevas
y en el silencio de tu faz nocturna
y de tu faz silvestre
con el viento de aurora conmovidas
tu tráfico de alondras sorprendidas.

Nadie te hiera amor, nadie te nombre
con los labios blasfemos porque eres
el sabio acontecer de tus mayores;
el resumen traslúcido de ayeres
que ha dejado plasmada la armonía
en todos los contornos y parajes
que relucen al sol tu geografía
única en el planeta y amorosa
desde la más humilde florecilla.
Dioses mayas regresen y te amen,
fecunden tus entrañas maternales
y una raza de héroes te salve.

Nadie te toque amor, nadie te mire
si no es para volcarse en alabanzas
con júbilo de luces y con frutos
maduros de tu tierra y ramilletes
de las flores del alba.
Hincarse reverente y cuidadoso
poniéndote un dosel de hojas y pájaros
para que tu camines conmovida.

Nadie te toque amor, nadie te nombre
si no es para adorarte.
Voceríos aclamen tu hermosura
y el tacto de tu suelo ennoblecido;
tu cesto de jardines olorosos
en el verde espiral de tu cintura.







Epístola irreverente a jesucristo (I)
               
Cristo,
bájate ya de tu cruz y lávate las manos,
lava tus rodillas y tu costado,
peina tus cabellos,
calza tus sandalias
y confunde tus pasos
con todos los pasos que te buscan
por la cordilleras y el mar;
por las comarcas;
por el aire,
por las alambradas de los caminos.

Tú solucionas cualquier cosa,
para ti todo es fácil
y entonces
¿qué esperas?
¿Por qué no bajas de tu cruz ahora mismo?
Sin parábolas, con balas
y sueltos arrecifes vengativos
en las manos...

Y se llenen los pueblos de hombres liberados
y sol de mediodía,
huertos, palomas y rosas
de corolas intactas
y clarines anuncien
pacíficas mañanas.

Cristo,
baja ya de tu cruz
donde millares de hombres contigo
están crucificaos:
lava tus manos y sus manos,
tus rodillas y sus rodillas,
tu costado y el costado de ellos;
lava tu frente y la frente de ellos
coronada de espinas.

Que no prosiga tu martirio inmóvil:
muestra tu ira,
baja ya de cruz,
mézclate con los hombres que te aman.







IV epístola irreverente a Jesucristo 

Jesucristo:
Hoy no te quiero niño
dormido en un pesebre entre la paja.
Hoy no te quiero necesitado
del calor de la mula y el buey
aunque te ame infante,
y ponga mis caudales de joyas en tu cuna.

Hoy te quiero tribuno,
hoy pido tu palabra de relámpagos,
hoy te quiero humanista
con tu vestido cívico
hoy te quiero abogado en las salas de audiencia
en los juzgados, en las cárceles,
hoy te quiero en las cátedras,
hoy te preciso médico
en las aldeas y en los valles,
hoy te quiero poeta,
escribiendo poemas de ternura
para los niños desvalidos.

Hoy no te quiero Dios,
no te quiero invisible
y que te oren con los ojos en lo alto;
hoy te quiero oloroso con las yerbas del campo,
auscultando con el oído atento
sobre el surco
el proceso de todas las semillas.

Hoy te quiero que te hablen de hombre a hombre,
caminando en las calles
como cualquier obrero, como cualquier vecino
con tu portafolio bajo el brazo.

Hoy te quiero accesible para todos,
para el que ama  su ídolo de piedra
o su becerro de oro.

Hoy te quiero artesano
fabricando zapatos para niños
y que te abunden
como el pan y los peces.
Y quiero que repitas cada día
ese milagro, si no puedes hacerlo de otro modo
en este tiempo de astronautas
que pretenden husmear en tus dominios.

Hoy quiero tu Sermón de la Montaña
como rocío azul en todos los oídos.

Y para terminar, Jesucristo,
te suplico
que pongas diariamente sin faltar,
algunas monedas en todos los bolsillos proletarios
-sin olvidar los míos por supuesto-
y verás qué alegría en los mercados.









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