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lunes, 15 de abril de 2013

OLGA GOLDENBERG GUEVARA [9706]



Olga Goldenberg Guevara

Nací en San José, Costa Rica, el siglo pasado, hace ya 72 años. El gusto por la poesía y la necesidad de escribir han sido una constante en mi vida desde mi adolescencia. Sin embargo, otras urgencias ocuparon mi tiempo. La escritura quedó relegada durante años en los que, además de parir y criar cuatro maravillosos hombres, hice algunos estudios que me dieron los títulos de Bachiller en Literatura y Ciencias del Lenguaje y de Licenciada en Pedagogía por la Universidad Nacional. La militancia política de izquierda y el interés personal me llevaron a estudiar en forma autodidacta asuntos propios de las ciencias sociales y de las desigualdades de género en el desarrollo humano sostenible. 

En el campo laboral me desempeñé como docente e investigadora en la Escuela de Planificación y Promoción Social, en la Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica. Por un breve tiempo me hice cargo del tema de género y desarrollo en la sede de FLACSO Costa Rica.

En los años 80 incursioné en el área de educación popular y fui Coordinadora de la Red Latinoamericana de Educación y Economía Popular para el Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL).

Por invitación del Dr. Rodrigo Alberto Carazo Zeledón, formé parte del equipo fundador de la Defensoría de los Habitantes de la República y dirigí durante su gestión el Área de Defensa del Derecho al Desarrollo Humano Sostenible. 

Durante los últimos 10 años de mi vida laboral activa, trabajé como Consultora en Género y Desarrollo Humano para:
Proyecto Informe Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible. Consejo Nacional de Rectores. CONARE. Costa Rica.
Despacho de Gloria Valerín, Ministra de la Condición de la Mujer. INAMU, y posteriormente Diputada a la Asamblea Legislativa, Costa Rica.

Actualmente estoy jubilada. Ahora tengo tiempo para escribir poemas.



LILITH

Noche a noche me saco las costillas,
las acomodo en fila, 
las dejo reposar sobre las sábanas.

Analizo su blancura de cal,
su calidad flexible y resistente.

Celebro el amoroso abrigo
que dan a mis pulmones,
el soporte que dieron a mis senos,
la erguida simetría y proporción que guardan
pese al pasar y al peso de los años.

Infatigablemente andando mis caminos 
ninguna se extravió.

Ninguna alimentó el falaz,
el quimérico encanto de la transmutación.

Ninguna jugó el juego delirante 
de pretender estar fuera de mí conmigo
-herido mi costado-
en las complicidades de furtivos abrazos 
y el tiritar de madrugadas húmedas.

Cada noche las cuento de una en una.

Están todas completas.

En su jardín 
Adán nada en la sombra.

Nada encuentra.





Yo pez


Soy el cristal que fluye con el río.

Soy  la gota que va contracorriente.

Yo soy de agua.

Soy ese pez que mira de costado
al pez que sube,
que mira de costado
al pez que baja.

Yo soy el pez caído del estanque,
como el ángel
el día que lo pescaron 
en pecado. 





NAUFRAGIO

Al borde de esta sábana abismo
que nos cubre,
al filo de los fríos y el silencio
que tus ojos amparan,
hay una piedra seca y aprendida
para decir los golpes,
anegar la palabra,
sumergir los anillos,
anclar a la deriva, 
soltar en la borrasca
el pez y la barcaza.

Esta mujer sin pies 
no fue invitada.

Esta mujer sin ojos
destejida en tu cama.






PROBADAS

Quienes fuimos traídas y puestas en tutela,
erigidas guardianas 
de nuestros propias cárceles,
cercadas, 
“desnegadas” del ser por treinta siglos, 
treinta lúgubres túneles, 
treinta laberintos, 
treinta pesadas losas catacumbas,
treinta mil cerraduras
engarzadas en la única puerta del milagro
del cuerpo
que nos fuera expropiado.

Quienes fuimos tentadas por encuentros furtivos
y acudimos
-aunque dejáramos prendida el alma en los aleros- 
a los desdoblamientos y las máscaras,
al flujo de las metamorfosis, 
al azaroso devenir,
transformadas de ingrávidas libélulas
o garzas de majestuoso andar,
en letárgicas boas, 
fugaces lagartijas, grillos saltarines, 
vacas nutricias,
apacibles ballenas de ojos soñolientos, 
lentas jorobas, dilatados vientres 
y ajenos horizontes migratorios
coronados por altos surtidores de sal.

Quienes empecinadamente renacidas
achicamos las aguas del naufragio
hasta abrazar azul el horizonte,
elevar papalotes, la palabra, la voz
y atrapar los demonios de las sombras
con la punta de un lápiz.

Quienes sin indagar respuestas 
de incógnitos espejos, 
brujas madrastras de lo cotidiano,
podemos inventar  nuevos ensalmos 
de alasvuelocolor multiplicadas,
y expertas en sostener el punto
discurrimos la edad 
y sus anillos deslumbrantes,
ya no estamos a prueba.





LO FATAL 

           y no saber a dónde vamos,
           ni de dónde venimos!...
                                                   Rubén Darío.
No la idea de morir, 
sino el fantasma 
de la descabellada amiga
que pospone las citas a su antojo,
que pierde en un recodo su guadaña 
y no viene a cortar, cuando la espero,
el hilo. 

No la idea de morir,
sino las circunstancias,
el momento del trance sin aviso, 
en territorio incierto, 
la persona sin vela en el entierro
a la que toque el gesto intrascendente
de cerrarme los ojos
y acomodar mis manos sobre el pecho.

No es lo fatal la muerte.
Lo fatal es la vida
que conmigo la aloja, la alimenta,
y la anima a que tome ella la rienda
que ya mi aliento no retiene
y suelta.

Lo fatal es la vida, 
¡esa traidora!
Aparenta ser mía, mas conspira,
confabula con la otra a mis espaldas.

Sospecho que al tenor  de  sus acuerdos,
ella es quien burla mi control
y escapa.

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