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lunes, 25 de marzo de 2013

JOSÉ DE JESÚS MARTÍNEZ “Chucho Martínez” [9665]


Filósofos.

José de Jesús Martínez “Chucho Martínez”
(1929-1991)

Nació en Managua, Nicaragua, el 8 de junio de 1929.  Es panameño por ejercicio y voluntad. Doctor en Filosofía, matemático, catedrático y piloto de las extintas fuerzas de defensas de Panamá; además de poeta, ensayista y dramaturgo. Conocido en las letras panameñas como “Chucho Martínez”.

Los estudios primarios los realizó en San José Costa Rica y los secundarios en Estados Unidos, en la Tabor Academy de Marion, Massachuset. Realizo estudios universitarios en la Universidad Católica de Chile, en la Nacional Autónoma de México y después en la Complutense de Madrid. En esta última universidad obtuvo la Licenciatura en Filosofía y el Doctorado con una tesis sobre El tema de la muerte en la filosofía contemporánea.

En Panamá trabajó en la educación secundaria y universitaria enseñando lógica, filosofía y después matemáticas. Ejerció la docencia por más de treinta años y su mayor satisfacción consistió "en haberse ganado la credibilidad del estudiante".

Durante el gobierno del general Omar Torrijos, trabajó muy cerca de él, obtuvo el grado de Teniente de la Guardia Nacional y lo acompañó en todos sus viajes alrededor del mundo. "Haberme ganado su confianza fue otra de mis satisfacciones".

Fue instructor de vuelo y debido a un accidente en San Blas concluyó su vida de piloto. Este hecho, además de la invasión de Panamá, los consideró "sus mayores derrotas".

Participó en diversos congresos internacionales y ganó varios concursos literarios, entre ellos el Premio Ricardo Miró de Panamá, en varias ocasiones, así como el Premio Casa de las Américas con su libro Mi General Torrijos.

José de Jesús Martínez falleció en la ciudad de Panamá, el 27 de enero de 1991.

Obras 


TEATRO

La Venganza. No Editada. Madrid. 1954
La Mentira. No Editada. Madrid.. 1954
La Perrera. No Editada. Madrid. 1958
Caifás. Ediciones Tareas. Panamá. 1961
Amanecer de Ulises. No Editado. Panamá. 1961
Enemigos. Ediciones Tareas. Panamá. 1962
Juicio Final. Ediciones Instituto Nacional, Panamá. 1962
Santos en espera de un milagro. No Editada. Panamá. 1963
Aurora y el Mestizo. Mención Honorifica, en la sección teatro, en el concurso literario Ricardo Miró, 1963. Departamento de Bellas Artes. Panamá. 1964
El Mendigo y el Avaro. 3º. Premio,  en la sección teatro, en el concurso literario Ricardo Miró, 1963. Costa Rica. 1970
La Retreta. Ediciones Tareas. Panamá. 1964
La Ciudad. 2º. Premio, en la sección teatro, en el concurso literario Ricardo Miró. 1964
Roberto. 3º. Premio,  en la sección teatro, en el concurso literario Ricardo Miró. 1965
Cero y Van Tres. 1º. Premio,  en la sección teatro, en el concurso literario Ricardo Miró, 1967. Ministerio de Educación. Panamá. 1970
Baby, Baby. 3º. Premio,  en la sección teatro, en el concurso literario Ricardo Miró. 1968
Segundo Asalto. Ediciones Tareas. Panamá. 1971
El Caso Dios. Ediciones Tareas. Panamá. 1975
La Guerra del Banano. Premio Ricardo Miró. INAC, Panamá. 1975

POESÍA

La Estrella de la Tarde. Imprenta Nuevo Mundo. México. 1950
Tres Lecciones en Verso. Ediciones Fuensanta. México. 1951
El Lugar y la Hora. 3º. Premio,  en la sección poesía, en el concurso literario Ricardo Miró. 1962
Poemas a Ella. No editado. Panamá. 1963
Amor no a ti, Contigo. 2º. Premio,  en la sección poesía, en el concurso literario Ricardo Miró. 1963
Aquí, Ahora. Casa de la Cultura Ecuatoriana. Quito. 1963
Hacer la Paz. Ediciones Tareas. Panamá. 1964
Poemas a Mí. 2º. Premio, en la sección poesía, en el concurso literario Ricardo Miró, 1965. Dirección Nacional de Cultura. Panamá. 1966
Las Señales. Mención Honorifica, en la sección poesía, en el concurso literario Ricardo Miró. 1966
One Way. No editado. Panamá. 1967
Taxi. Colección Abra Palabra. Toluca, México. 1973
En el nombre de todos. Ediciones Tareas. Panamá. 1976
Medio Siglo. Ediciones 9 de Enero. Panamá. 1979
Ars Amandi. Ediciones Tareas. Panamá. 1985
Flores para tu entierro. Edición Especial de la Revista Cultural Lotería. Panamá. 1998

FILOSOFÍA

El tema de la muerte en la filosofía de Santos Tomás. No Editado. Panamá. 1962
Introducción a la lógica moderna. No Editado. Panamá. 1962
Estudio filosófico. En colaboración con Ricaurte Soler. Premio Ricardo Miró de Ensayo. INAC. Panamá. 1971
Lecciones de historia de la filosofía moderna. No Editado. Panamá. 1981

MATEMÁTICA

Conjunto y Probabilidad. Panamá. 1965
Aleph Cero. Ediciones de la Guardia Nacional y el Departamento de Matemática de la Universidad de Panamá. Panamá. 1977
Introducción a la teoría de la probabilidad. Edición del Instituto Nacional de Cultura y de la Guardia Nacional. Panamá. 1979

NARRATIVA

Libro para Rodar. Colección Múltiple, INAC. Panamá. Incluye: Ideas para rodar (Aforismos bicornes) y Cuentos para Rodar. 1975
Teoría del Vuelo. Colección Nueve de Enero. Panamá. 1979

TESTIMONIO

Mi General Torrijos. Premio Casa de las Américas 1987. Edición Centro de Estudios Torrijista. Panamá. 1987
La Invasión de Panamá. Causadías Editores. Bogotá. 1991
Entre las poesías de José de Jesús Martínez podemos mencionar l



Lección Sobre las Manos

Vengo desconsolado de la calle
y entro furioso en mí como en un túnel
a digerir las sombras que mis ojos
vieron y que mis párpados, iguales a
peludos labios, masticaron entre
lágrimas agrias salivales, y ahora
los blancos intestinos del cerebro
se me revuelven con gemido y cólico.
Pienso en el hombre y cómo últimamente
como un pequeño dictador sangriento
le ordena a sus dos manos que fabriquen
terribles bombas, armas infernales,
que escriban maldiciones y mentiras,
que le tapen la cara en la emboscada,
que roben, que asesinen, y que estrujen
el corazón hermano tembloroso
y dulce como ardilla pero débil.
He visto cómo el hombre ordena, obliga
a sus dos manos tal a dos esclavas;
cómo les da, para que estén contentas,
de vez en cuando un cuerpo femenino,
y ellas, dos ciegas lenguas y dentadas,
gustan lamerlo a tientas y a mordiscos,
digo, a pellizcos, y con sed caliente,
porque es el único placer que tienen.
Para que estén contentas nuestras manos
no basta darles ese gusto efímero
o engalanar sus dedos con anillos.
Mira cómo se crispan y se arañan
al ver las injusticias y las guerras
que obras son de ellas mismas, que hemos hecho.
Mira las mías cómo se me esconden
en mis bolsillos, rojas de vergüenza.
Si ya no por bondad, por miedo entonces,
debemos procurar un noble oficio
en qué ocupar nuestras dos manos. Piensa
que un día pueden rebelarse, odiarte
por los sangrientos usos que les das.
Piensa que pueden conspirar un día,
no hacerte caso más, no obedecer
tus órdenes tan crueles y asesinas,
romper el nervio como rienda eléctrica
que tu deseo hala, empuja, ordena,
y no te oirán ya más ni cuando pidas
que te vistan el cuerpo o que te rasquen
o que te limpien en el excusado.
Les dirás que te roben un dinero
y te abofetearán en las mejillas;
les dirás que te pongan en la boca
el cigarrillo y quemarán tus ojos;
les dirás que se agarren del balcón
y ellas te empujarán al precipicio.
Piensa que un día pueden escribir
como en extraño idioma, fabricar
inventos superiores a ti mismo,
y entonces te verás desamparado,
rodeado de enemigos, indefenso:
tu corazón te expulsará del cuerpo
y te blasfemará tu propia voz,
te patearán tus pies y tus dos manos
te sacarán, igual que de un costal,
del cuerpo, esa república pequeña
que no supiste gobernar; serás
como el pequeño dictador la noche
de la revolución de los esclavos.
A esa hora de la noche en que se apagan
las luces del vecino y los deseos,
cuando el remordimiento se nos prende
como una insomne lámpara en la niebla,
haz inventario de tu vida y piensa
de nuevo en tus dos manos y otra vez
piensa que un día pueden darse cuenta
de su gran fuerza y de la débil tuya,
que pueden despertarse a media noche
sin espantar tu sueño, silenciosas,
y, como dos arañas, arrastrarse
hasta tu cuello para estrangularte.
Para que eso no pase, amor, hermano,
para que no suframos la vergüenza
de morirnos por nuestras propias manos,
por nuestras propias obras infernales,
y para que dejemos limpia huella
de nuestro breve paso por el cuerpo
que hagan tractores estas manos dulces
y no fusiles, y que toquen pinos,
no instrumentos de sórdidos sonidos;
que sean pañuelos, no para la sangre,
sino para el sudor, y vasos de agua
y amor para el sediento del camino;
que levanten inválidos y casas
y párpados de plomo y que nos bajen
la luz a nuestros ciegos corazones;
que escriban cartas fraternales, versos
dulces y sobre nuevas medicinas
y costumbres de pájaros extraños;
que saluden de lejos; que dibujen
corazoncitos, iníciales, fechas,
en la corteza hermosa de los árboles;
que cojan de la fruta y a otras manos,
y otras manos aún, todas las manos,
que así las nuestras vivirán felices
y nos abrazarán y harán caricias
aplaudiendo de júbilo, infantiles,
y nos ayudarán en las labores
ya como dos hermanas y no siervas:
podrán cegar más trigo y empujar
con más fuerza los remos y el arado,
podrán tejer para las viejas aunque
éstas se hayan dormido de repente,
podremos ir, como con un amigo,
de mano con el cuerpo y nuestras manos
a hacer un mundo que imagino y sea
odio, rabia y envidia de los muertos.

Del libro: Tres Lecciones en Verso, 1951.
Publicado en: 
Tareas, Año I,  Nº3, marzo – abril de 1961.





Lamentaciones

I

Veinte y cuatro colmillos tiene el día
que con sus horas y feroz manera
me muerde como perro, como fiera
de carne hambrienta y de la vida mía.

Cada minuto es leña seca y fría
que me apresura el corazón hoguera
para que salte en su veloz carrera
hacia la sorda campanada umbría.

¡Ay, bestia mía, corazón hambriento,
digiriendo en mis venas lo que tragas
con sed de sol, meridional, sangriento! 
Se apaga el día, y con el día apagas
también tu sed; entonces es que siento
por fuera heridas, por adentro llagas.

II

Todo mi cuerpo me odia y me reclama
y me quiere botar del cuarto aciago
cuya renta con lágrimas la pago
y que mi corazón habita y ama.

Sólo en mi pecho puede arder su llama
con la cual ardo y con la cual me apago,
solo en mi pecho, en tan total estrago,
que —no de orgullo—. De dolor se inflama.

Solo en la oscuridad, sólo en un clima
tenaz, como del pecho, y tan sangriento,
habita el corazón, que aunque lastima,

que aunque feroz consume, arde violento,
todo cuanto inocente se le arrima,
es la única vida su tormento.

Del libro: La Estrella de la Tarde, 1950.
Publicado en:
 Itinerario de la Poesía en Panamá.






Hacer la Paz – 9

Ahora amanece.
La luz, por fin, nos ha encontrado.
Tápate, estás desnuda.

¿Oyes? La gente.
Son la gente.
Seres despreciables.
Nos llaman.
Nosotros mismos nos llamamos.
Tú por tu nombre: la Fulana.
Yo por el mío: el Zutano.

Oh, gente despreciable, oh vida
maligna, odiosa.
Vístete ya, desayunemos,
orinemos.
¿Qué le vamos a hacer?

Del libro: Hacer la Paz, 1964.
Publicado en: 
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.






No hay soledad...

No hay soledad más rica
que la que gozo contigo
ni forma de amar el mundo
con más luz y más en tibio
que cuando a tu lado, amando
contigo, no a ti, lo vivo.
Tu alma suave, abierta y clara,
duro mi amor y con filo,
¿cómo no haberte pasado?,
¿cómo no haberte perdido?

Yo ya no sé ni si existes
ni si estás aquí conmigo,
porque yo ya no te toco,
amada, ya no te miro;
mas cuanto veo en el mundo,
cuanto en él toco y respiro,
tiene el color de tu alma
y el calor del amor mío.
Teñiste de tu alma el mundo
y mi amor te ha trascendido.

Es como si no te amara
pero mi amor fuese el mismo,
como si hubieras ya muerto,
como si hubieras partido,
y el mundo fuera la casa
en donde habías vivido,
y yo oyera en él canciones
brotando desde el olvido,
atravesando silencios
agujereados de ruido.

¡Qué solo, contigo, amada!
¡Qué soledad más contigo!
¡Amor, tú aquí, qué lejana!
¡Amor, que lejos conmigo!

Del libro: Amor no a ti, contigo, 1965.
Publicado en: 
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.







Respiran todos los seres

Respiran todos los seres
en el aire que respiras,
miran todo lo que miras
y son todo lo que eres.
Hombres, niños y mujeres
y hasta el muerto más profundo
tienen vida, amor y mundo
en tu cuerpo, en tu regazo,
que cuando beso y abrazo
con la tierra me confundo.

Del libro: Ars Amandi, 1985.
Publicado en: 
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.







Lección del Árbol

Tú, que te nutres, árbol, de la tierra
llena de amargas sombras y de muertos
tienes el pelo verde, de esperanza,
y alzas los brazos saludando al cielo.
Yo, sin embargo, que me nutren nubes
y esperanzas y pájaros y sueño,
y que huyo de la tierra y sus gusanos,
siempre miro hacia abajo, y tengo el pelo
más negro que la noche y más amargo,
por más que es luz y cielo mi aliento.
Tú estás plantado, eres feliz así,
y así bailas y cantas con el viento
y resistes las grandes tempestades.
Inmutable, seguro, satisfecho,
eres de y en tu patria. Yo soy huésped
hasta en mi casa, hasta en mi propio cuerpo,
y ni bailo ni canto, y si camino
es porque busco qué buscar de cierto
cayéndome a menudo en las tinieblas
tal un inválido indeciso y ciego
al que le falta Dios como una pierna.
Débil apoyo aunque en extremo bello
hacen las nubes a los hombres fáciles
de caer, de morir de desconsuelo.
¡Oh, cuánto diera yo por un bastón,
por una dura fe como tu cuerpo!
A ti te riega el agua, tibia apenas,
y hasta te llueve sin amparo el hielo,
y das frutos sabrosos, y das flores.
A mí el sudor y lágrimas de fuego 
me llueven en la carne y en el alma
y crezco en uñas nada más, y crezco
en versos que no sirven para nada,
y en niños epilépticos y en pelos.
Aun derribado por el hacha o rayo
tú sigues siendo útil en invierno
cuando calientas el hogar del pobre.
Yo, sin embargo, ni después de muerto
seré otra cosa que un abono para
esa hierba que crece en cementerios
y que no se la comen ni las cabras
porque posiblemente sea veneno.
Antes que eso suceda imitaré
tu único amor por este suelo nuestro
que algo debe tener de bueno y dulce
para que el mar, en olas y de lejos,
venga en lengua a lamerlo, desdentado,
salpicando saliva, como un perro
sediento, amargo, y sin creer en Dios.
También yo me harté de su alimento;
probará mi alma la comida cruda
que arranco de la tierra y doy al cuerpo;
no me alimentaré más de las nubes
ni de las esperanzas y los sueños
que tanto mal nos hacen a los hombres.
Quiero aprender a soportar mi peso
sin ningún otro apoyo que mis piernas:
olvidaré las cosas que no veo;
olvidaré el consejo de mi madre
y buscaré en la tierra mi sustento.
Así tal vez una esperanza crezca
de mis manos y de mis pensamientos
amiga de los pájaros, del hombre
y de la tierra, hasta del mismo cielo,
para recompensarme mis raíces
clavadas amorosas tierra adentro
y únicamente, como a ti, oh árbol
que hoy me has dado un camino con tu ejemplo.

Del libro: Tres Lecciones en Verso, 1951. 
Publicado en: 
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.







Acuérdate de mí...

Acuérdate de mí cuando te acuestes.
Quiero habitar tu pensamiento entonces
para pararme rígido en su entrada
y guardarte tu sueño y tu reposo
libre de pesadillas y fantasmas.
Llámame sin temor al pensamiento
que yo saldré a rondar tu dulce frente
apagando tus últimos recuerdos
y a vigilar tu plácido abandono.
Si desde el sueño entonces se me cae
a tu mejilla una caricia, un beso,
lo espantarás, creyéndolo una mosca,
y seguirás durmiendo sin sentirme.
Toda la noche en vela, contemplándote
desde tu sueño, amor, que será mío,
estará más tranquilo y satisfecho
mi cariño sin límite y mis celos.
Oh, sueña, piensa en mí cuando te acuestes.

Del libro: Poemas a Ella, 1963.
Publicado en: 
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.








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