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martes, 22 de enero de 2013

LEONARDO LARA ARRATE [9184]




LEONARDO LARA ARRATE 
Nace en Concepción, CHILE 1990. Ha participado en talleres de poesía tanto en Balmaceda 1215 como en la Biblioteca de Santiago. El año 2010 fue becario de la Fundación Neruda. Ha participado en diversas lecturas de poesía y este año publicó su primer libro titulado Lunáticas. 



Los siguientes poemas son parte del libro inédito Elysium Mons.




Hay portadas, papeles más papeles, palabras incisivas, gestos que uno imagina podían deshacer y hacer por su ímpetu, uno sólo camina, se supone que tiene un trabajo pero siempre está yendo o viniendo, absorto, calle es una palabra que uno no podría ocupar pero yo la nombro, recuerda que todo esto se esfuma, quieta, pareciera que uno cae y ve imágenes y cae, al caminar y ver





Como una ventisca ella me besó, fue al lado del rió invisible, recuerdo que nos tomamos y en un momento fuimos más grandes que el mundo, éramos dos dioses de amor adolescentes y agónicos, la misma aireada borró el recuerdo, las obras de los artistas visuales son los recuerdos de alguien, lo extraen y lo encuadran, expuesto se repite la secuencia del recuerdo una y otra vez, pero ya no sabes si fue cierto, si fue un sueño, si ocurrió u ocurrirá, si está ocurriendo ahora mientras lo ves





Me insultaba y lloraba, escupió mi chaleco, quiso pegarme pero lloraba mucho, yo te quería, decía llorando, yo la amaba pero me fui, y continuó llorando en el baño mientras todos intentaban consolarla, ella luego dijo que no me conoció, yo decía que aún la amaba y sólo quería morirme, lo tuve que pagar, se folló a mis amigos y en más de una oportunidad quise cortarme las venas, intoxicarme con pastillas, irme a cualquier lado, he sido un desgraciado y no sé si esto tenga que ver pero, de vez en cuando aún siento deseos de cortarme, intoxicarme, irme, como a veces siento que la amo, pero tal vez no sea verdad, tal vez sea por la poesía





En el desierto había una multitud, clones, fantasmas, espejismos, que de repente se venían encima y me hablaban pero mudos, y yo caía lentamente y luego no había nada, porque lo único que había era el sol, que bramaba feroz como un dios ciego






Nosotros ya nos habíamos acostumbrado, seguimos caminando y comenzó una ventolera, en eso apareció el alma grande con su túnica y bastón, lo miramos intentando caminar contra el viento, sollozaba ligeramente, hasta que una aireada lo borró, seguimos detenidos por unos segundos y continuamos caminando, yo seguí pensando un poco en el alma grande y me vino una nostalgia de tiempos, pero no lo había, a lo lejos los edificios seguían desplomándose silenciosos, como sombras que se caen, anónimas






Llegamos a un sótano donde habían más personas, no tardó en presentarse alguien que dijo ser imitador de un cantante, nadie sabía lo que era eso, hasta que comenzó a hacer sonidos, cantaba con otras palabras, luego se presentaron otros tipos que decían ser imitadores, afuera el viento lo volaba todo y nos quedamos por más rato, algunos practicaban esto de cantar, otros follaban mientras los miraban, de vez en cuando intercambiaba palabras con alguien, yo estaba solo y aunque no entendíamos mucho lo supe de pronto, como hace mucho tiempo tuve vivos deseos de escribir





Me encontré con ella en el lugar más arruinado de todos, sentada entre los escombros veía las filas de edificios desplomándose, le conté con cierto entusiasmo que me habían dicho que era poeta, y recordé que por bromear dije que lo era, y me dio calma pensarlo, en mi mente vi el rostro de cada uno de ellos y fue satisfactorio emocionarme otra vez con sus vidas y poemas, luego creí que era una estrella llorando, contemplando mi cuerpo, ella me odiaba y se fue, no me importó, yo sabía que era una estrella que lloraba y que aún habría algo llamado vida después de todo este derrumbe embriagoso






Necesito llegar a la naturaleza de mi corazón, aquí ya no hay refugio, sólo voces de las sombras y espejismos, en qué sueño estás tu sonriente fuera de casa, en un campo, una tierra cuidada por ti, yo aquí huyo, abro, cierro puertas, no descansas, siempre estás yendo o viniendo, absorto, despertando en cualquier lugar sin saber por qué, no te importa o no lo piensas, sólo sabes que tienes que correr, y cuidarte de que no te saquen la carne








Lunáticas, del poeta Leonardo Lara Arrate

felipe eugenio poblete riverA

 



Lunáticas es el título de la primera publicación, de tomo y lomo, del poeta Leonardo Lara Arrate (1990), inscrita bajo el sello Divergencias, tal como se lee en la última página, a modo de colofón. En realidad, se trata de una especie de autoedición, lo que me parece sumamente positivo, por cuanto no está la necesidad de someter los textos a los caprichos y criterios editoriales, que por lo demás, muchas veces (no siempre), suelen estar muy ajenos, muy apartados de la naturaleza de la obra.

En cuanto a los textos mismos, lo primero que debe ser aclarado es que deben ser tomados como si se tratase de "escenas", tal es el espíritu del libro, por tanto, la lectura no debería seguir caminos distantes a los del ámbito del teatro. Claro, ello constituye una mera sugerencia. Los mismos textos, las escenas, coquetean continuamente con el género dramático; y en razón de eso, hacer la lectura en voz alta, es otra sugerencia.

Observando la estructura del libro, me refiero a las diversas escenas, identificamos su segmentación en tres: al comienzo se sitúa un texto introductorio, que funciona como una especie de didascalia, la cual no es demasiado extensa, pero tampoco es acotada, si descriptiva pero sin perder la intensidad ni la soltura. En virtud de aquello quizás sea válido nombrarlos como "poemas en prosa", sin entrar en mayores y difíciles reflexiones teóricas sobre qué cosa son los llamados "poemas en prosa". Concedida, entonces, vuestra aprobación, prosigo con mi texto: poemas en prosa que enumeran las acciones que vive, o más bien padece, la lunática en cuestión, que viene a ser el personaje central de la obra, la heroína si se quiere. La escritura en estas didascalias es desapasionada y al mismo tiempo resulta consoladora, pues le imprime a la heroína (a la lunática), un aura de melancolía, de mucha soledad, de tristeza y angustia, por lo que el lector, o lectora, tiende a  solidarizar con dicho sufrimiento.

Narra una voz que no es completamente omnisciente, en estas secciones. Es curioso: si bien hay momentos en que puntualiza condiciones que solamente la heroína podría saber, en otros, se manifiesta dudoso en torno a lo que antes ha podido conocer. Las acciones son dichas desde un afuera de la escena. Y solamente en dos oportunidades este texto va dirigido puntualmente hacia ella, como si intentara apuntarla, acusarla:

"Caminabas de vuelta del trabajo" (p.14) 
"Te marchas, te vuelves a marchar…" (p.16)

A continuación, el texto central de la página es para el parlamento de la lunática. Las estructuras elegidas son las del verso y la estrofa, siempre bajo la forma de la cursiva, que la diferencia. Asimismo, el texto va centrado en la página, y esto es, a mi entender, una correspondencia entre dos niveles de lectura, a saber, la diagramación y la enumeración.

Reúnen y modulan estos versos, la voz de la lunática, la cual es presentada siempre en primera persona. Es la propia lunática quien expresa su condición, al tiempo que dirige sus reproches a un él (al él de ella, se entiende). Si el narrador habla desde un afuera, la lunática habla in situ, padece el instante, ilusionada y sufriente. Se trata, por lo tanto, de un monólogo, salvo en los versos de la cuarta escena (página 11), en donde participan varias lunáticas, y cada una —sin estar identificadas nominalmente— dice su línea. Son versos que, entre sí, más que un diálogo articulan un coro, no obstante, esta es la excepción en el libro, lo que el poeta ha trabajado es la forma y modalidad del monólogo, a través de sus lunáticas:

"me gustaría clavar en mi piel para que esta escena vea" (p.8)
"que mi pura boca nunca podrá decirte, / nunca podrá tocarte las palabras" (p.9)
"Mi ángel se fue y no puedo  / dejar de escuchar los tambores y la lluvia" (p.12)

Del sector bajo de la página, se ubica un breve texto, siempre de menor extensión que los dos precedentes, y que, del mismo modo que el primero, va en prosa, aunque ahora justificado hacia la derecha, característica que acentúa la condición de cierre, por dar testimonio de una movilidad en la verticalidad de la página. El texto avanza, de izquierda a derecha, al igual que la lectura. Puede ser entendido este corpus textual como una coda del inicial, como un cierre. Por ejemplo:

"Pero la ensimismada no iba a morir de angustia, de amor" (p.8)
"Luego de unas horas despertó" (p.9)
"Entonces abandonando esta escena siguieron bebiendo" (p.11)
"Eso escribió al anverso de algún documento de estudio" (p.13)

Ordenados y definidos los límites estructurales del poemario, sus palabras, considero valioso mencionar un curioso parentesco: de Lunáticas con La perla suelta (Cuarto Propio, 2009), de Paula Ilabaca. Para ambos casos está presente la conexión de la poesía con el teatro. Y a mi entender no se trata de una simple coincidencia azarosa, sino de un nexo verdadero, muy nutritivo para articular una lectura. Además, la acción a través de las escenas es, en cierta forma, un movimiento que también está descrito por el movimiento dramático en el libro de Paula. Por otra parte, la imbricación de los personajes, que son múltiples y son uno, la Perla y la Suelta; las diferentes lunáticas que, a su manera, también son solamente una. O bien, el tiernotristesol que opera como un reverso, al tiempo que un complemento, de las lunáticas; él también es como son el Eunuco, el Rey o el Joyero. En fin, es un punto de comparación posible.

La portada del libro, además, con aquel desdibujado retrato (de la autoría de Álvaro Benavides), por medio de mínimos recursos pictóricos, dan imagen a una mujer que llora, pero sin perder la calma, nadan hoy sus ojos entre el rímel[1]. ¿Acaso no se parece, siquiera vagamente, a la autora de La perla suelta? Es nada más una comparación, quizá es solamente la chasquilla. En todo caso, es una posibilidad de lectura para este libro.

Al pensar en las lunáticas, es importante que sea en plural, como ya anticipaba, en el libro hay un coro de sufrientes lunáticas que está disperso, al cual la lectora, el lector, difícilmente puede individualizar ¿cuántas son exactamente? ¿En dónde  viven? ¿Qué edad tienen? Pareciera que se trata de damas, al decir de Rodrigo Lira, "preferiblemente in her twenties: entre los veinte y los treinta", en razón de unas pocas y dispersas pistas, las que dejaré a la sagacidad de los ojos más críticos. Convengamos en que son varias y que al mismo tiempo se mixturan en una sola, posiblemente muy similar la representada en la portada.

Respira en el aire la ceniza y lo destruido, pues la lunática necesita a su lunático, que ha perdido solo para ganar un "hondo dolor" (p.14), una condición febril, que es prolongada y sostenida por la angustia, la cual de tanto en tanto se alterna con el hastío, engendrado por el ensimismamiento. El alcohol, cuya presencia en el libro no es menor, conduce a las lunáticas a una percepción dislocada del entorno (p.13), la noche es ese escenario para estos dramas, la noche es el largo y solitario espacio que las rodea para siempre, existe una suerte de redención de la pena mediante el alcohol. Otro factor es la mención de estrellas, estrellas ya apagadas, desaparecidas de la bóveda celeste y que sin embargo todavía son visibles "por razones que tienen que ver con la luz y la distancia" (p.3). Aquella es la metáfora del nexo amoroso que, fuera del libro, antes del libro, comunicaba al tiernotrsitesol con sus lunáticas. Y hacia el final... No, el final no se los voy a contar.

Ahora, ya para ir cerrando la lectura que ofrezco, mi presentación, que es solamente una más entre varias otras posibles, quiero ofrecer como ejemplo paradigmático —exagerando también los diálogos, las filiaciones y las conexiones internas—, el libro Tala, de la última y más potente Mistral, que contempla una sección llamada, justamente, "Locas mujeres", que obviamente es un símil de lunáticas. Armado este puente, nuestro poeta, acá presente, con su primer libro, se emparenta nada menos que con la poeta más relevante del Chile del siglo pasado. Ahora, eso sí, este segundo vínculo es todavía menos contundente que con la primera poeta citada; pero cabe señalar la hipótesis de lectura. Y así sea para los auditores: la invitación a concebir otra forma de leer.

Viña del Mar - Santiago, 2012

[1] "Dios de la adolescencia", de Invisible.








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