Liani Nimrod (1959)
Nacido en Chad, asume las angustias de esta generación con Pierre, poussière (1989) y Passage à l'infini (1999). En una lengua limpia, depurada y con el brillo de las diferentes estaciones, sus versos —regidos por el aire— recuperan la postura individual sobre el estado efímero de la palabra, del tiempo, del infinito y de la vida (el genocidio de Ruanda, por ejemplo).
Los jóvenes poetas exploran la tensión poscolonial, la escalada de la violencia en las sociedades africanas, la utopía postergada, la fragmentación de las identidades, lo humano universal (la muerte, la vida, el amor...), combinado con la reflexión sobre la palabra misma.
Colma el estiaje nuestros deseos
A Bruno Szwajcer
Huye la noche del fulgor de las soledades,
Y éstas se vuelven hacia el limo
Como hacia el lustre de las golosinas;
Y las berzas aseguran su sueño.
Ya no lucha tu hambre, se alboroza
Sobre vastos impulsos. Y las matas
De mandioca anexionan su espacio.
A lo lejos, acogiendo al crepúsculo del cerro,
Junto al campo soluble,
La cabellera de los maizales acompaña al batallón de las islas:
El silencio les aboca al aguacero.
Con nubes de esperanza, como cuando
Las infancias de antaño, el pastor desaltera
La resignada espera de la espiga, con el dorso apoyado
En la alegría de las ansias que piden que se active
La cosecha—¡surge entonces la llama
Allá donde los asnos cuidan esta mies merecida!
IN MEMORIAM RWANDA
El resplandor azulea en la nuca de un niño
Y el fuego de la tarde ya no tiene esperanza
Aquel verano la hemorragia fue silente
Y la luz enterraba al mantillo
Era como una risa idiota bajo el yeso,
Cuando ya no se ríe –pobre carne–,
Un diente puro en lo más claro del espacio
¿Y qué botín fue aquel, colmado, a rebosar?
¿Qué flor frotada por el hierro junto a nuestros oídos?
Arrasábamos, por plácidas colinas,
En el desierto. Sólo se oye el clamor
De los osarios—el mantillo es carnívoro.
Traducción del francés de Javier del Prado
LOS CAMINOS
Tus pasos no han elegido camino alguno. Cuando pisan
el polvo, son rumores que se agrandan
por la noche; que nos obligan
a almacenar la memoria de las tormentas:
la tierra viaja así por nuestros pensamientos.
Los caminos nos encantan; dragan
nuestras venas con pepitas de diamante.
Desconfiamos de la omnisciencia de los dioses,
despreciamos la gloria de los videntes;
poco nos importa desvelar los oráculos.
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