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viernes, 14 de diciembre de 2012

NELSON MERREN [8933]



Nelson Merren
(La Ceiba, HONDURAS   1931 - Nueva York, 24 de mayo de 2007) 
Se graduó de Doctor en Odontologia, en la Universidad de Salvador, ejerciendo su profesión en su ciudad natal.

Publico sus primeros poemas en la revista “Honduras Literaria” de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en 1963.

En 1969 obtuvo el Primer Premio Juan Ramón Molina de Poesía de la Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazan con el libro “Color de Exilio”, publicó sus primeros poemas en la revista "Honduras Literaria" de la UNAH en 1963. 

Pertenece al grupo literario “La Voz Convocada” de La Ceiba.

Obras publicadas:

Calendario Negro (Poesía), 1968.

Color Exilio (Poesía), Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Colección Creación, Tegucigalpa, 1970.

Color de Exilio, Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazan, Tegucigalpa, 1970.




Ciudad Nativa

Y me dijo mi madre:
“Fue una mañana invernal
Cuando a mis brazos llegaste.
Yo te bese muchas veces
Y llore no se porque”.

Esa mañana de Diciembre se hizo camino
Y lo mismo las lagrimas.

Hoy regreso
De un país donde el paisaje
Es solo aire y horizonte.
Regreso a tus montañas,
A tu intacta verdura,
A tus tejados calientes.
Y me siento en los parques
Donde la sombra es móvil,
Y voy hasta la playa
Donde
La luz, de blanca, tiene
Fogonazos azules.

Arena traída y llevada,
¿serás la misma?
En otro tiempo fui, joven grumete,
Por los barrios portuarios
Viendo
Hombres de óptica confusa salir de las cantinas
Y la constancia de las vigas.
Y además de las escarolas del humo
Descifre la ortografía de los navíos,
Y vi la arquitectura del polvo
Subir a las ventanas.
(¡Allí están, no lo sigas,
No cruces corredores
De tinteros antiguos!)

Mi soledad anduvo de rodillas
Por el sol y tus barrios,
Y una piedra insultada
Me crecía por dentro.
Recuerdo para siempre
Cuando quise ser duro
Y resueltamente
Mate mi primer pájaro.

Y el ruido me llevo
Por valles y volcanes,
Penínsulas de cuarzo y playas álgidas.
Y anduve insomne, errante,
Conociendo y viviendo,
Muriendo y reviviendo,
Y en las manos abiertas y desnudas
Un ronroneo negro de preguntas.

Hoy regreso a tus casas
Afanadas y buenas,
Toco cercas con polvo
Y recorro tus calles
Con confeti de baches.

Camino hasta el crepúsculo
De la quieta bahía,
Y el zumbar de preguntas
En el aire simétrico
No sé de qué color tiene.






Esperando

El circulo, o lo informe, o
lo que no tiene volumen, pero
que me ofrezca quietud.

Lo imponderable, lo que no tiene dimensiones
pero
que no deje de filtrar ningún recuerdo.

Lo luminoso, plúmbeo, sin que pueda saberlo,
pero que adormezca para siempre
cualquier ansia.

Allí disolveré mi titulo de hombre,
que me hizo candidato para todos los infortunios.
Allí no me agitare con fútiles alegrías
ni con sinceros dolores.
Allí no me olvidare de amar conceptos
y de ser engañado.
Allí mis pasiones se habrán esfumado
y dejaran de zarandearme.
Allí olvidare que el hombre es admirable y perverso
y olvidare mi latitud y el Tiempo.






Paisaje Con Un Tronco Podrido

Flojo el mar, con pereza
Zarandea constante al viejo tronco.

Cada vez que respira
El mar, lo mueve un poco,
Lo tira más allá, luego lo trae,
Y lleva horas en esto.

En esta pobre costa
Con bloques de cemento carcomido
Y carnaval de latas y papeles
El mar sigue jugando
Sin ganas con el tronco.

Ni el mar se anima un poco,
Y el tronco es un pelele
Resignado a su suerte
Y yo se que lo tres estamos aburridos.







Pasando

Bajo altos edificios
En las aceras
En la algarabía de tomates y repollos
De los mercados
En los elevadores y tranvías
Cruzando puentes
Contestando a gritos
Discutiendo a gritos
Llorando a gritos
Sintiendo en la garganta y en los sesos
El aguardiente de una cólera terrible,
Leyendo diarios o revistas
En consultorios pintados de blanco,
Por todos lados, a donde vaya
Aquí, allá, siempre he tenido,
Tengo en los ojos ante mí
Ese color de cuernos negros,
Tengo en la boca, siempre,
Ese sabor a exilio.






Sabor A Sombra

He tomado parte en sesudas discusiones
Sobre si la poesía política
Tiene derecho a llamarse poesía
Y comido ancas de rana y horrorosos percebes
Y panes con miel y toras ácimas
Y visto salir el sol y recordar en ese instante
Que los poetas lo han llamado el ojo del día
Y dorado emperador
Y leído deliciosas y cretinas novelas pornográficas
Y dramas en que la virtud es recompensada
Y me he aburrido de tanto día soleado
Y añorado los de lluvia
Y tenido diez días seguidos de lluvia
Y añorado los soleados
Y he hecho cosas indecentes en ciertos parques
Y visto caer la noche y tratado de crear una frase nueva
Y viajado en auto y en ferrocarril
Y comido duraznos y humildes bananos
Y dicho: en cuantos lea todo lo del socialismo
Podre morirme en paz
Y olvídalo de todo con unos vasos de vino
Y bañado desnudo en los ríos como un polinesio
Y dicho: en cuanto vea todas las películas
De esa famosa actriz podre morirme en paz
Y viajado en distintos tipos de aviones
Y dicho: ¡La inventiva del Hombre Blanco!
Y he quebrado espejos grandes
Y tratado de olvidarme de los días amargos
Y dicho: en cuanto pruebe todos los cocteles
Podre morirme en paz
Y sostenido sin creerlo que los hombres fuertes
Tienen poco seso
Y lavado mi cuerpo con jabón perfumado
Y pisado inmundicias en callejones oscuros
Y comprobado que en China el blanco es color de luto
Y echado de mi cabeza a escobazos los días amargos
Y extasiado con los nombres de las estrellas
Altair Vega Sirio Benatsnach Zubeneschamali
Y dicho: ¡que vida tan rica la mía!
Y sonreído de niños descalzos y de vientre hincadas
Que se llaman Cesar Augusto
Y visto que soy prácticamente igual a los chinos
Y a los negros
Y escrito con plumas de ganso
Solo por curiosidad
Y examinado mi espalda y aun más abajo
En un gran espejo
Y examinado mis ojos en un espejo
Y visto algo en ellos infinitamente doloroso
Y recordado toda mi vida
Y visto que no hay nada como el éxtasis negro
De la muerte
Y sentado en parques, bajo el viento helado
Esperando que llegue
Y deseado siempre, con cada latido de mi corazón
La paz que no termina.




Carpe diem

Paisaje con un tronco podrido
Flojo el mar, con pereza
Zarandea constante al viejo tronco.
Cada vez que respira
El mar, lo mueve un poco,
Lo tira más allá, luego lo trae,
Y lleva horas en esto.
En esta pobre costa
Con bloques de cemento carcomido
Y carnaval de latas y papeles
El mar sigue jugando
Sin ganas con el tronco.
Ni el mar se anima un poco,
Y el tronco es un pelele
Resignado a su suerte
Y yo sé que lo tres estamos aburridos.







Invocación

Mi noche es un jadeo que se alarga
como la voz de un náufrago,
y una estrella me sorbe las retinas
cegadas de ceniza.
Un cielo turbio me promete un cielo
de sombra sumergida
y un rocío de cálida salmuera
me rodea los ojos.
Quiero mirar un ramo de azucenas
pero mis ojos fallan,
y siempre que hablo se despeña un aura
De pétalos amargos.
Quiero borrar las sombras apretadas
con mis manos de piedra
y mirar desde un vórtice de espejos
una desnuda imagen de alegría.







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