Samuel Ferguson (Belfast, 10 de marzo de 1810 – Howth, 9 de agosto de 1886) fue un poeta, abogado y anticuario irlandés, considerado por muchos el más importante poeta angloirlandés del siglo XIX, perteneciente al Renacimiento céltico.
Debido a su interés por la mitología y la historia irlandesas, es visto como uno de los precursores de W. B. Yeats y de los otros poetas del Crepúsculo celta. Nació en una familia que se trasladó desde Escocia al Ulster durante el siglo XVII. Su padre llevaba una vida de perdulario incorregible y su madre era una persona muy sociable y amante de la literatura, de forma que desde niño les hizo leer a sus seis hijos las obras de Shakespeare, Walter Scott, Keats, Shelley y otros autores ingleses. Varias veces cambiaron de casa; en Glenwhirry el joven poeta encontró una naturaleza que habría de influirle posteriormente; se educó sin embargo en Belfast y luego se trasladó a Dublín para estudiar derecho en el Trinity College, donde obtendría el Bachillerato en Artes en 1826 y el grado de maestro (MA), en 1832. Como la prodigalidad del padre saqueba las arcas familiares, Ferguson tuvo que pagarse sus propios estudios, para lo cual se dedicó a la escritura en el Blackwood's Magazine con apenas 21 años. Comenzó a trabajar como abogado en 1838 sin dejar de escribir en el Blackwood's y en el reciente Dublin University Magazine. Se estableció, pues, en Dublín y empezó a relacionarse en 1846 con los historiadores y arqueólogos de Museos y Bibliotecas y del los medios académicos irlandeses; se casó en 1848 con Mary Guinness, de una célebre familia, e hizo de su casa una tertulia de famosos intelectuales; además de publicar poesía, escribía sobre temas de arqueología y antigüedades. En 1863 viajó a Bretaña, Gales, Inglaterra y Escocia para estudiar monumentos megalíticos y yacimientos arqueológicos, a fin de preparar su gran trabajo sobre la materia, Ogham Inscriptions in Ireland, Wales and Scotland (Inscripciones Ogham en Irlanda, Gales y Escocia), que fue publicado póstumo en 1887.
Una colección de sus poemas, Lays of the Western Gael (1865), le valió un doctorado honoris causa del Trinity College. Dos años después, Ferguson abandonó los tribunales para aceptar el cargo de diputado conservador de los Registros Públicos en Irlanda. En recompensa por sus servicios recibió el nombramiento de caballero o Sir en 1878.
Su principal trabajo poético fue el largo poema Conal (1872); un tercer volumen, Poems, fue editado en 1880. Em 1882 fue elegido Presidente de la Academia Real Irlandesa. Falleció en Howth, el puerto de Dublín, y fue sepultado en Dunegore, Condado de Antrim.
Obras
Lament for the Death of Thomas Davis (1847)
Cashel of Munster (1867)
The Coolun (1867)
Dear Dark Head (1867)
The Poetry of Sir Samuel Ferguson (published 1887)
Poems of Sir Samuel Ferguson (published 1918)
Ogham Inscriptions in Ireland, Wales and Scotland 1887.
El Lamento de Deidre
I.
Los leones han marchado de la colina,
y me han dejado sola –sola-
Cavad la tumba, ancha y profunda.
¡Porque estoy enferma, y débil dormiría!
II.
Los halcones de los bosques han volado,
y me han dejado sola –sola-
cavad la tumba, profunda y ancha,
y dejadnos yacer lado a lado.
III.
Los dragones de las rocas están durmiendo,
sueño que no despiertan nuestros lamentos:
cavad la tumba y disponedlo;
echadme sobre el cuerpo de mi amor verdadero.
IV.
Echad sus lanzas y brillantes hebillas
al lado de los guerreros correctamente;
delante de mí muchos días los Tres
me llevaron sobre sus hebillas de eslabones.
V.
Sobre el suelo de la baja tumba pones,
bajo sus cabezas, la azul espada;
muchas veces los nobles Tres
enrojecieron por mí las azules hojas.
VI.
Poned los collares, convenientemente,
de sus grises mastines a sus pies;
muchas veces para mí trajeron ellos
con su ladrido al rojo y alto ciervo.
VII.
¡Oh! Escuchad mi verdadero amor cantando,
dulce como el sonido de las trompetas tocando:
como el balanceo del océano creciendo
gira su profunda voz alrededor de nuestro sitio.
VIII.
¡Oh! Escuchad los ecos retumbando
alrededor de nuestro verde y bello casco,
cuando los Tres, con altísimos coros,
pasan a la silenciosa alondra sobre nosotros.
IX.
Eco ahora, duerme, mañana y noche
¡solamente la alondra encanta el firmamento!
Los labios de Ardan están escasos de aliento,
la lengua de Nessa tiene el frío de los muertos.
X.
Venado, triunfante en la montaña y el valle,
salmón, saltando del lago a la fuente,
garza, en el aire libre os podéis calentar
¡Los hijos de Usnach no os harán más daño!
XI.
El soporte de Erin no lo sóis más,
gobernantes de la cresta de la guerra;
vuestro destino nunca más será
mantener la resplandeciente batalla de pie.
XII.
¡Aflijida estoy! por el fraude y el agravio,
falsos traidores y poderosos tiranos,
cayó el clan de Usnach, comprado y vendido,
¡Para el festejo de Barach y el oro de Conor!
XIII.
¡Tristeza para Eman, techo y muro!
¡Tristeza para la Rama Roja, tierra y salón!
¡Diez veces mayor tristeza y negro deshonor
para el falso y sucio clan de Conor!
XIV.
Cavad la tumba, ancha y profunda,
enferma estoy, y débil dormiría.
Cavad la tumba y disponedlo,
echadme sobre el cuerpo de mi amor verdadero.
El espino de las hadas [*]
Una balada del Ulster
"Levántate, querida Anna nuestra, de la fatigosa rueca;
porque tu padre está en la colina, y tu madre dormida;
sube al despeñadero y bailemos en la tierra de las aspas
alrededor del espino de las hadas, en el precipicio”.
En la puerta de Anna Grace así lloraban las doncellas,
tres hermosas hadas alegres en mantos del campo;
y Anna hizo la rueca y la fatigosa rueda a un lado,
era la más bella de las cuatro, pensé.
Ellas brillan por el resplandor de la serena noche,
lejos, con sus suaves movimientos de cuello y los tobillos desnudos;
la resbalosa corriente en sus durmientes cantos abandonan,
y los despeñaderos en el aire etéreo:
y tomadas de la mano, y cantando mientras van,
las doncellas por las laderas han tomado un intrépido camino,
hasta que llegan al lugar en donde crecen los serbales en solitaria belleza,
junto al gris espino de las hadas.
El espino se yergue entre las cenizas, alto y esbelto,
como una matrona con sus dos nietas gemelas en su regazo;
las bayas del serbal se agrupan sobre su baja cabeza, gris y oscura
en rojos besos, grato de ver.
Las cuatro alegres doncellas se han formado en fila,
entre cada una de las hermosas parejas un majestuoso tallo,
y lejos en ondulantes laberintos, como aves la superficie van rozando,
¡oh, nunca las aves cantaron como ellas!
Pero solemne es el silencio de la plateada niebla
que engulle sus voces en un reposo sin ecos,
y soñadora la noche ha detenido las embrujadas laderas,
e iluso crece el crepúsculo.
Y hundiéndose una por una, como cantos de alondra desde el cielo,
cuando la sombra del halcón navega por el bosque despejado,
están calladas las voces de las doncellas, mientras se agachan debajo de él
en el aleteo de su repentino pavor.
Sobre el aire, por debajo del boscoso suelo,
y desde los mostajos entre el viejo espino blanco,
un poder de imperceptible encanto por sus seres respira,
y se hunden juntas en el campo.
Juntas se hunden silenciosas, escabulléndose de lado a lado,
lanzan sus hermosos brazos sobre sus encorvados cuellos bellamente,
luego en vano esfuerzan sus desnudos brazos ocultándolos
porque sus encogidos cuellos de nuevo están desnudos.
Así, todas abrazadas y postradas, con sus cabezas unidas en reverencia,
suaves sobre el latido de su seno –el único sonido humano–
escuchan los sedosos pasos del silencioso gentío feérico,
como un río en el aire, flotando alrededor.
Ningún grito alguna puede elevar, ninguna plegaria alguna puede decir,
sino salvaje, salvaje es el terror de las tres enmudecidas–
porque sienten a la hermosa Anna silenciosamente enajenada,
por aquel a quien ellas no se atreven ver.
Sienten sus trenzas enlazadas con sus bucles de oro
y sus elásticos rizos caen mientras su cabeza se separa;
sienten resbalar sus brazos desde sus enajenados brazos desdoblados,
pero quizás no buscan ver la razón:
porque pesado en sus sentidos el imperceptible encanto se expande
por toda la noche de angustia y peligroso asombro;
y ni el miedo ni la sorpresa pueden abrir sus trémulos ojos,
o sus miembros del gélido suelo levantar,
hasta que la tierra vacía de noches haya girado su rociado lado
con cada montaña embrujada y cada copioso valle debajo;
cuando, mientras la neblina se disuelve en la amarilla marea de la mañana,
el éxtasis de las doncellas disuelta se va.
Entonces, vuela el lúgubre árbol tan veloz como ellas,
y en vano cuentan su triste historia a sus impacientes amigos–
ellas desfallecieron y murieron en un año y un día,
y nunca más Anna Grace fue vuelta a ver.
El pozo de hadas de Lagnanay
Tristemente, canta tristemente–
“Oh, escucha, Ellen, hermana querida:
¿es que ya no hay más ayuda para mí,
sino solo incesantes suspiros y lágrimas?
¿Por qué no aquel quien me dejó aquí,
con arrebatada esperanza roba mis recuerdos?
Oh, escucha, Ellen, hermana querida,
[Tristemente, canta tristemente]–
me marcharé de Sleamish hill,
arrancaré el espino de las hadas
y dejaré a los espíritus obrar según su voluntad;
no me preocupa si es por bien o por enfermedad,
a ellos tampoco, pero abandonan el recuerdo
con el que todo mi corazón continúa hechizado!
[Tristemente, canta tristemente]–
Las hadas son una raza silenciosa
y pálidas como lirios se ven;
no me preocupo por un blanquecino rostro,
porque paseo en un lugar de ensueño,
yo tampoco, pero destierro el recuerdo:–
¡desearía estar con Anna Grace!
¡Tristemente, canta tristemente!
Escuchando mi historia de dolor–
así era como lloraba Ellen Con,
su hermana habló con silencioso tono,
su única hermana, la blanca Una:
estaba en su cama antes del amanecer,
y Ellen respondió triste y despacio,–
“Oh, Una, Una, no te alejes
[Escuchando mi historia de dolor]
de esta impía pena que rezo,
que me hace daño en verdad saberlo
y te ayudaré si puedo
–el Pozo de Hadas de Lagnanay–
yace muy cerca a mí, y tiemblo tanto–
Una, he escuchado a las sabias mujeres decir
[Escuchando mi historia de dolor]
que si antes de que el rocío se levante
verdaderas doncellas en su frío flujo
con sus puras manos bañan sus senos tres veces,
y tres damas-helecho se arrancan también,
y tres veces alrededor de la fuente van,
ella bien olvida sus lágrimas y penas”.
¡Escuchando mi historia de dolor!
¡Todas, ay! ¡Y tan distantes!
“¡Oh, Ellen hermana, querida hermana,
ven conmigo a la colina en la que rezo,
y te probaré aquella creencia bendita!”
Ellas se alzan con suaves y silenciosos pasos,
dejando a su madre ahí donde yace,
sus madres y su discreta estima,
[¡Todas, ay! ¡Y tan distantes!]
Y pronto alcanzan el Pozo de las Hadas,
el ojo de la montaña, claro, frío y gris,
abierto de par en par en la lúgubre colina:
Cuánto tiempo detenidas estuvieron ahí, vano decirlo,
al final del amanecer,
la blanca Una desnuda su hinchado seno,
[¡Todas, ay! ¡Y tan distantes!]
tres veces sus encogidos pechos lava
la mirada hudiza no permanecerá
de las sutiles ola feéricas que sutilmente manan:–
y ahora los tres helechos encantados suplican,
ellas los arrancó de sus ornadas orillas:–
Ahora alrededor del pozo su destino desafía,
¡Todas, ay! ¡Y tan distantes!
¡Sálvenos de la esclavitud de las hadas!
Ellen ve el borde de su rostro
dos, tres veces y nada más–
¡fuente, colina y doncella nadan
todos juntos en la disuelta oscuridad!
“¡Una!, ¡Una! ¿Pudiste llamarla,
“¡Triste hermana!”?, ¡pero ni juntura ni miembro
[¡Sálvenos de la esclavitud de las hadas!]
nunca más de la blanca Una,
donde ahora camina en un vestíbulo de sueños,
pudo mortal ojo observar!
¡Oh! ¿será acaso que el guardián se ha marchado,
mejor guardián que un escudo o muro?
¿Quién en la tierra podrá salvar a Jurlagh Daune?
[¡Sálvenos de la esclavitud de las hadas!]
observa, las riberas están verdes y vacías,
ningún agujero hay aquí donde caer:
sí –en la fuente un pozo puedes ver,
pero nada salva a las rocas, llano es allá,
y pequeños juncos giran juntos.
Apresúrate a casa, y recita tus oraciones,
¡Sálvenos de la esclavitud de las hadas!
Versión al castellano de Helena Roig Torres & Reinhard Huamán Mori
Nota
[*] De acuerdo con el imaginario irlandés, el espino es muy importante para la vida de las hadas, ya que además de ser sagrado e inviolable, marca su hábitat, y el solo hecho de cortarlo acarrearía una serie de calamidades. La sabiduría popular señala que este árbol florece a partir del 1 de mayo y anuncia la llegada del verano.
Cashel of Munster
I’D wed you without herds, without money or rich array,
And I’d wed you on a dewy morn at day-dawn gray;
My bitter woe it is, love, that we are not far away
In Cashel town, tho’ the bare deal board were our marriage-
bed this day!
O fair maid, remember the green hill-side,
Remember how I hunted about the valleys wide;
Time now has worn me; my locks are turn’d to gray;
They year is scarce and I am poor—but send me not, love,
away!
O deem not my blood is of base strain, my girl;
O think not my birth was as the birth of a churl;
Marry me and prove me, and say soon you will
That noble blood is written on my right side still.
My purse holds no red gold, no coin of the silver white;
No herds are mine to drive through the long twilight;
But the pretty girl that would take me, all bare tho’ I be and lone,
O, I’d take her with me kindly to the county Tyrone!
O my girl, I can see ’tis in trouble you are;
And O my girl, I see ’tis your people’s reproach you bear!
—I am a girl in trouble for his sake with whom I fly,
And, O, may no other maiden know such reproach as I!
The Fair Hills of Ireland
A PLENTEOUS place is Ireland for hospitable cheer,
Uileacan dubh O!
Where the wholesome fruit is bursting from the yellow barley ear;
Uileacan dubh O!
There is honey in the trees where her misty vales expand,
And her forest paths in summer are by falling waters fann’d,
There is dew at high noontide there, and springs i’ the yellow
sand,
On the fair hills of holy Ireland.
Curl’d he is and ringleted, and plaited to the knee—
Uileacan dubh O!
Each captain who comes sailing across the Irish Sea;
Uileacan dubh O!
And I will make my journey, if life and health but stand,
Unto that pleasant country, that fresh and fragrant strand,
And leave your boasted braveries, your wealth and high
command,
For the fair hills of holy Ireland.
Large and profitable are the stacks upon the ground,
Uileacan dubh O!
The butter and the cream do wondrously abound;
Uileacan dubh O!
The cresses on the water and the sorrels are at hand,
And the cuckoo’s calling daily his note of music bland,
And the bold thrush sings so bravely his song i’ the forests
grand,
On the fair hills of holy Ireland.
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